(Minghui.org) Desde que el régimen comunista en China comenzó su persecución a Falun Gong en 1999, cientos de miles de practicantes de Falun Gong han sido arrestados, encarcelados, enviados a campos de trabajos forzados o torturados hasta la muerte. Muchas de sus residencias fueron saqueadas y sus familias quedaron divididas. Algunos han desaparecido y se sospecha que fueron asesinados por sus órganos.

Mientras estaba encarcelada en la prisión para mujeres de la provincia de Shandong, fui testigo de cómo la prisión, desde el equipo administrativo hasta los guardias, utilizaron todos los medios posibles, incluida la tortura física y la coacción, para "transformar" a las practicantes en renunciar a su fe. Los funcionarios de la prisión incentivaban a las reclusas otorgándoles una reducción de su condena a cambio de torturarlas.

Reclusas y expracticantes participando en las torturas

Algunas reclusas obedecieron las órdenes de los guardias porque estos controlaban su destino y su suerte.

El ala 11 de la prisión para mujeres de la provincia de Shandong se utiliza únicamente para encarcelar a practicantes. La dirección del centro, ordenaba que las prisioneras y expracticantes que habían sido "transformadas" llevaran a cabo las torturas.

Las practicantes serían encerradas en régimen de aislamiento después de negarse a ser transformadas. Una agente afirmó que conseguirían hacerles escribir declaraciones renunciando a su fe.

Li Ying, una exjefa del condado, fue condenada a 14 años en prisión por corrupción. Para reducir su condena, se prestó a colaborar con los guardias. Cuando una joven practicante se negó a escribir las declaraciones, fue encerrada en una pequeña celda de confinamiento, donde dos prisioneras con fuertes condenas, una de ellas de hasta 19 años, retorcieron sus brazos. Una traficante de drogas que había sido condenada a doce años de prisión, tampoco dudó en llevar a cabo las torturas asignadas.

Quienes usaban los métodos más perversos y engañosos eran practicantes reformadas. Algunas, incluso se prestaron para "criticar" públicamente a Falun Gong y su fundador. También se hacían instructoras en el lavado de cerebro y tortura.

Métodos de tortura

Para conseguir que las practicantes de Falun Gong escribieran las declaraciones, las agentes pinchaban sus dedos con puntas de bolígrafo. Algunas practicantes se vieron obligadas a permanecer de pie durante largos períodos de tiempo, causando que sus tobillos se hincharan. Las técnicas incluían torturas psicológicas y privación del sueño. Las agentes asignaron prisioneras para torturar y lavar el cerebro a las practicantes.

Incapaces de soportar el sufrimiento, algunas practicantes escribieron las declaraciones en contra de su voluntad. Después, fueron obligadas a escribir reflexiones personales cada día poniendo de manifiesto sus pensamientos a los guardias. Si sus informes no cumplían con los requisitos de la prisión, tenían que hacer cambios hasta que se cumplieran todos los requisitos. A algunas practicantes no se les permitió dormir hasta que esto se logró. Además, fueron forzadas a ver y escuchar propaganda difamatoria contra Falun Gong.

Las agentes obligaban a las practicantes a sentarse en "taburetes pequeños" durante largos períodos de tiempo. Estos taburetes tienen pequeños cuadrados tallados o moldeados en la superficie. Las víctimas son atadas a la silla y obligadas a permanecer inmóviles con la espalda en posición vertical, los talones en paralelo, las manos sobre las rodillas y la mirada al frente. Después de sentarse en el taburete por un tiempo, los pequeños cuadrados cortan la carne, haciendo que las nalgas sangren y se infecten.

Privación de papel higiénico y otras necesidades

Las practicantes deben disponer de utensilios básicos, incluyendo papel higiénico. Aquellas que se negaron a ser transformadas se veían privadas del uso de papel higiénico y otros artículos de aseo personal.

El papel higiénico de algunas practicantes fue confiscado cuando entraron a la prisión. Como resultado, se vieron obligadas a usar el agua dentro del retrete, rasgar tiras de tela de su propia ropa, o incluso arriesgarse a usar el papel higiénico que las agentes custodiaban.

Las practicantes también debían pedir permiso para usar el baño. Algunas desarrollaron incontinencia y otros problemas relacionados.