(Minghui.org) Hasta hace muy poco no comprendía que la verdadera cultivación reside en mirar hacia dentro, y cultivarse uno mismo.

Cambiando los conceptos humanos

Antes, había muchas cosas que me molestaban, y en particular aquellas que se relacionaban con mi marido y nuestra relación de pareja. Encontraba faltas a todo lo que él hacía o decía. Lo miraba por encima del hombro, y pensaba que era un egoísta y que no me cuidaba. Siempre solía usar un tono de reprimenda cuando le hablaba.

Entonces pensaba: “Tienes suerte de que sea una practicante de Falun Dafa, porque si no ya te habría pedido el divorcio”.

A veces él me preguntaba: "Pero, ¿qué es lo que he hecho mal?".

El Maestro Li Hongzhi, fundador de Falun Dafa, enseñó:

“Cada vez que llega una tribulación, ustedes no lo reconocen con la parte de su naturaleza original, sino que la entienden completamente con su parte humana. Entonces, los demonios perversos se aprovechan de esto para causar interferencias y daño incesantemente, haciendo que los practicantes se encuentren en tribulaciones por largo tiempo” (Dao y Fa, Escrituras esenciales para mayor avance).

Estas palabras me conmovieron. ¿Por qué pretendía cambiar a los demás en lugar de cambiarme yo? Debería haber tratado a mi marido con compasión y comprensión.

Envié pensamientos rectos para eliminar los conceptos erróneos que estaban interfiriéndome, y empecé a prestar más atención a mi propio comportamiento.

Dejé de criticar a mi marido e intenté ser más considerada con él. Aunque todavía no era consciente de que nuestra relación predestinada nos había unido, sentía que el simple hecho de ser marido y mujer era una buena razón para salvarlo y no permitir que generara más yeli.

Quizás pudo sentir mis cambios, porque se volvió una persona amable y atenta poco después.

Corazón de envidia

Una practicante de edad avanzada, de mi grupo de estudio del Fa, estudiaba el Fa muy diligentemente y hacía las tres cosas que debe hacer una practicante, pero siempre hablaba en tono sarcástico. Miraba a los demás con un aire de superioridad, y no permitía que nadie le señalara sus deficiencias.

Siempre alardeaba de lo bien que la trataba su marido. La dejaba gastar su dinero a voluntad, le compraba vestidos todo el año, y no le permitía que hiciera tareas pesadas o difíciles.

Cada vez que mencionaba estas cosas, pensaba que ella tenía un apego a ser feliz y a buscar comodidad.

Un día, presumía de lo mucho que se llegó a angustiar su marido cuando sufrió yeli de enfermedad. Contaba cómo su marido le había estrechado su mano con fuerza como si ella tuviera intención de marcharse y le había dicho que no sabría vivir sin ella.

La miraba con desdén, porque no comprendía por qué me repetía, una y otra vez, estas cosas después de estudiar el Fa.

Me pregunté: ¿Tengo algún apego?

Cuando miré hacia dentro, me di cuenta de que era envidia.

El Maestro dijo:

“... cuando a alguien le va bien, los demás no solo no se alegran por él, sino que sus corazones se desequilibran”.

“Aquí hay una regla: si el hombre, en el transcurso del xiulian, no elimina el corazón de envidia, no puede obtener el Fruto Recto, absolutamente no puede obtener el Fruto Recto” (Zhuan Falun).

Envié pensamientos rectos para eliminar mi corazón de envidia.

Necesitaba mirar los puntos fuertes de los practicantes. Esta anciana era analfabeta antes de convertirse en practicante, y debió haber sufrido mucho para aprender a leer el Fa. También asistía al estudio del Fa en grupo y hacía las tres cosas con regularidad.

Sus deficiencias eran como un espejo para mi, donde podía ver mis deficiencias reflejadas. Me decía aquellas palabras simplemente porque mis problemas eran similares a los suyos. Esas palabras se dirigían a mi, para que yo pudiera reconocer mis propias carencias.

Evaluando cada pensamiento con el Fa

Un practicante genuino necesita evaluar cada uno de sus pensamientos con el Fa.

Un mañana, me sentí mareada mientras preparaba el desayuno. Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos todo daba vueltas a mi alrededor, así que los volví a cerrar e intenté tranquilizarme.

Me dije: Niego los arreglos de las viejas fuerzas. Solo acepto los arreglos hechos por mi Maestro.

Empecé a vomitar. Apoyé mi cabeza sobre la encimera, y pensé con firmeza que toda esta situación no era más que una ilusión. Poco después dejé de vomitar.

Empecé a enviar pensamientos rectos ininterrumpidamente, y después de unos veinte minutos comencé a sentirme mejor. Todo volvió a la normalidad después de enviar pensamientos rectos durante aproximadamente una hora.

La apariencia del yeli de enfermedad fue una clara oportunidad para mirar hacia dentro y mejorar en mi cultivación. Debo abandonar los apegos que he identificado, incluyendo mirar a los demás con un aire de superioridad y envidia. No puedo dejar ninguna brecha para ser aprovechada por las viejas fuerzas.