(Minghui.org) Muchos practicantes jóvenes de Falun Dafa han compartido sus entendimientos sobre el apego a las aplicaciones de redes sociales en los celulares. El perjuicio que conlleva este apego es grave, pero antes no le prestaba atención y pasaba por alto las enseñanzas del Maestro una y otra vez. A pesar de las enseñanzas y de los artículos de intercambio de experiencias de los compañeros practicantes, seguía siendo adicto a las aplicaciones de redes sociales a través del celular. Ahora comprendo que me estaba comportando de una manera muy irresponsable conmigo mismo.

He desperdiciado mucho tiempo con el celular. El Maestro me dio muchas pistas en este aspecto. Los últimos años, he perdido muchos celulares e incluso se me cayeron algunos dentro del inodoro. El pasado enero, volví a perder mi celular. Adquirí uno nuevo, pero lo perdí solo nueve meses después.

Intenté mirar adentro después de perder el segundo teléfono. En aquel momento, comprendí que tenía una adicción a los celulares. Le pedí al Maestro que me ayudara a recuperar el teléfono. Le prometí al Maestro: “Esta vez, voy a renunciar definitivamente a mi apego”. Aquel mismo día, un señor encontró mi teléfono y me lo devolvió.

Me puse muy contento y se lo conté a mi madre, que es también practicante. Me dijo: “No olvides lo que le dijiste al Maestro. Debes mantener tu promesa. Si no puedes hacerlo, volverás a perderlo otra vez”.

Sus palabras me incomodaron y le dije: “¡Oye! Eres una cultivadora y todo lo que dices lleva energía. ¿Cómo me puedes decir eso y provocar que pierda mi teléfono?”.

Me respondió: “No te estoy haciendo nada. Solo te aviso de que debes recordar tus palabras y mantener tu promesa”.

Mantuve mi promesa, pero solo durante tres días. Cuando todos en mi oficina empezaron a jugar con sus celulares, mi apego afloró. Empecé a jugar de nuevo, con mi celular.

Cuando salí del trabajo, comprendí que había roto mi promesa, así que temía que el teléfono se me perdiera. Mantuve agarrado con fuerza el teléfono todo el camino de regreso a casa.

Aunque estaba preocupado y con frecuencia recordaba las palabras de mi madre, mi apego al celular era demasiado fuerte. No podía dejarlo.

Pasaron algunos días y no ocurrió ningún incidente, el teléfono no se perdió. Así que no me volví a preocupar por esto. Todos los días, escuchaba las canciones pop de la gente común, veía espectáculos en la televisión y visitaba las redes sociales.

Un mes después, volví a perder el teléfono. Entonces, recordé todo y me sentí muy mal porque había incumplido mi promesa. Miré adentro. Volví a hacerle otra promesa al Maestro y le pedí que me recuperara el celular otra vez. Pero esta vez no funcionó. El teléfono simplemente no volvió a aparecer.

Le conté a mi madre lo sucedido. Me regañó: “Eres demasiado insensato. ¡¿Cómo te atreves a decepcionar al Maestro?! Rompiste tu juramento, por eso lo perdiste. No te molestes en buscarlo porque nunca lo vas a volver a ver”.

Me sentí muy culpable. “¿No había jugado con la Gran Misericordia del Maestro? ¿Cómo había podido romper la promesa que le había hecho y decepcionarlo?”.

Mi madre me sugirió que debía adquirir un teléfono simple en lugar de uno inteligente (smart phone), para que no tuviera ninguna aplicación. Entonces, un amigo me regaló uno inteligente. Aunque éste no me parecía tan bueno como el que perdí, tenía las mismas funciones.

Después de sufrir la pérdida anterior, renuncié completamente a las redes sociales. Pero desarrollé una nueva adicción a los espectáculos televisivos y a las noticias de los famosos. Desperdiciaba mucho tiempo todos los días con estos temas.

Una tarde, discutí con mi hermano y me enfadé con él. Justo antes de empezar a enviar pensamientos rectos a las 18:00, sentí mucho dolor de repente. Alrededor de las 19:00, la fiebre me subió hasta los 40 grados. También desarrollé tos. Padecí fiebre y un fuerte dolor de cabeza cuatro días seguidos.

Miré adentro. Comprendí que la fiebre la había contraído por mirar los espectáculos televisivos y las noticias en el celular. Mientras miraba adentro, empecé a enviar pensamientos rectos para eliminar la interferencia de la maldad. Pero cuando no pude aguantar más, me arrodillé delante del retrato del Maestro y lloré: “Maestro, por favor, ayúdeme. Sé que me he equivocado. No volveré a usar mi celular”.

Más tarde, esa misma noche, el dolor de cabeza desapareció. Poco después, la fiebre descendió también, aunque la tos persistió un poco más.

Siempre había pensado que puesto que era joven y no tenía problemas de salud, el Maestro me trataba muy bien, y que tampoco encontraría ninguna gran tribulación aunque cometiera pequeños errores en mi cultivación. Pero esta vez, los cuatro días de fiebre y el dolor de cabeza me habían enseñado una profunda lección. Abandoné completamente mi adicción a los celulares. Desinstalé todas las aplicaciones para visualizar vídeos en el teléfono. En cuanto las quité, el Maestro purificó mi cuerpo y me ayudó a eliminar las sustancias que favorecían mi apego al celular.

La cultivación es muy seria en realidad. La redacción de este artículo tiene una doble finalidad. La primera, exponer mi apego a los celulares. La segunda, recordar a los compañeros practicantes que tienen apegos similares (como mirar noticias de chismorreo sobre famosos) que no deben tomar la misericordia del Maestro como si fuera un juego. No debemos desperdiciar el tiempo de cultivación que el Maestro ha ampliado para nosotros. Debemos ser responsables con nosotros mismos.

Este es mi entendimiento. Por favor, corríjanme con benevolencia si encuentran algo incorrecto.