(Minghui.org) Tengo 55 años. Comencé a practicar Falun Gong en mayo de 1997. Shifu ha hecho mucho por mis en mis años de cultivación. No hay palabras que puedan expresar mi profunda gratitud. Sólo puedo continuar siendo diligente y hacer bien las tres cosas.

Después de la tormenta

Antes de practicar Falun Gong había sufrido silicosis por asbesto. En el año nuevo de 1996, problemas postparto  hicieron que genere un severo reumatismo que afectó mi vista y mi corazón. 

En años anteriores, para curar mis enfermedades, usé todos los ahorros de mi familia. Cerré mi negocio de aislantes y vendí mi auto. Pasé de la prosperidad a la banca rota.

Mis enfermedades no se curaron, y mi silicosis empeoró. Los medicamentos me provocaron efectos adversos que me dañaron los vasos sanguíneos. Estaba al borde de la muerte.

Justo en el momento crítico, encontré el libro más precioso, Zhuan Falun.

El primer día, cuando leí la Lección Tercera de Zhuan Falun, sentí la urgencia de practicar Falun Gong.

Me arrodillé en frente de la foto de Shifu que está en el libro y prometí: “Shifu, voy a comenzar a cultivarme este mismo día. No importa cuán duro o difícil sea, practicaré hasta el final. Quiero regresar a casa con Shifu”.

Mi voluntad era fuerte. Algunos de mis ancestros eran cultivadores, así que siempre creí en las deidades.

Esa misma tarde, todos mis dolores y malestares se fueron. Pude levantarme y preparar la cena y hacer las tareas del hogar.

No puedo explicar mi sensación de liviandad y felicidad.

Después de medio año, Shifu comenzó a limpiar mi cuerpo.

Unas protuberancias me empezaron a aparecer en muchas de las articulaciones, la más grande era como un huevo de ganso. Esas protuberancias tenían un enorme poder de absorción. Mientras más absorbían más grandes eran, hasta que tres o cuatro días más tarde, empezaban a supurar. Salía pus y cosas que parecían como carne podrida. Después, se curaban solas.

Luego, gradualmente escupí grumos pequeños del tamaño de porotos.

Me di cuenta de que Shifu me estaba librando de mis problemas reumáticos, que me habían arruinado financieramente para buscar una cura, pero ahora se eliminaban fácilmente por el extraordinario poder de Dafa.

Shifu dijo:

“La parte de tu cuerpo que antes estaba enferma, tal vez sentiste que ya estaba curada por la práctica de qigong o por el tratamiento de algún maestro de qigong, pero esta parte aparece nuevamente enferma. Eso es porque él no te curó, sino que solamente te empujó la enfermedad para después; la enfermedad aún está en ese lugar, sólo que por ahora no te enfermas, pero te enfermarás en el futuro. Nosotros tenemos que sacarlas a todas y dispararlas hacia fuera, eliminándolas completamente de raíz”. (Zhuan Falun)

Esa fue mi experiencia personal. El milagro irrefutable valida que Dafa es una ciencia extraordinaria, con un poder sin límites.

Al estudiar más el Fa, sabía desde el día que acepté a Dafa, que Shifu me salvó del infierno y purificó mi cuerpo para que pudiera cultivarme en la sociedad común.

Mis cielos se limpiaron después de la tormenta. La luz Fo ilumina todo. Mi familia recuperó la felicidad. Reconstruí mi negocio de asbesto y todo volvió a ser como antes.

Tratando a otros con compasión

Todos los días me hacía tiempo para estudiar el Fa y hacer los ejercicios. Me exigí estrictamente según el requisito de Dafa. Me volví considerada con todos, dentro y fuera de la familia.

Lo primero que hice fue corregir mi antigua noción adquirida en la sociedad común de acumular deudas.

Cancelé todos los asuntos de dinero con mi ex socio, quien estuvo tan agradecido que se acercó a darme las gracias en persona.

También cancelé varias deudas con proveedores de otras provincias. Uno vino personalmente a agradecerme. Se quedó para aprender los ejercicios y le entregué una copia de Zhuan Falun.

La familia de mi esposo tenía un vecino maravilloso, el Sr. Li, que había ayudado a la familia una y otra vez y le había prestado dinero a mi padre y abuelo en dos ocasiones diferentes. Esas deudas no se habían pagado por más de 40 años.

Me enteré de eso después de empezar a practicar Falun gong, cuando el Sr. Li, arrastró su débil y anciano cuerpo hasta nuestra casa para decir que se había enfermado pero no tenía dinero para pagar su tratamiento, y que sería de ayuda si le pudiéramos devolver el dinero que la familia le debía.

Mi esposo me preguntó que debíamos hacer. Le dije: “Por supuesto, le regresaremos todo”.

Temía que no pudiera manejar todo de una vez por su edad avanzada, así que decidí darle parte de lo que le debíamos esa primera vez.

Le dije: “Cuando lo gastes todo, regresa por más hasta que hayamos cancelado la deuda”.

También le agradecí por su bondad y generosidad hacia nuestra familia.

El Sr. Li lloraba. Nos dijo: “No debí venir mientras sus padres están con vida. Nunca imaginé que serían tan buenos conmigo”.

Le dijimos que no se preocupe, ya que los hijos tienen la obligación de cuidar de los asuntos familiares.

El Sr. Li nos agradeció una y otra vez.

Le dijimos lo mismo que a los demás: “No nos agradezca. Agradezca a Falun Gong y a nuestro Maestro que nos enseña a hacer siempre lo correcto”.

Eliminando el apego a la vida y la muerte

Me sentí extremadamente triste cuando la persecución a Falun Gong arrastró con el país el 20 de julio de 1999.

“¿Cómo puede algo tan maravilloso como Dafa ser difamado por una propaganda mediática tan engañosa? ¿Por qué estoy en casa perpleja? Debo ir a Beijing a pedir por Falun Dafa y defender al Maestro”.

En septiembre de ese año, fui a Beijing pero fui arrestada y encarcelada. Fui testigo de las violentas golpizas y descargas con picanas elécricas que algunos practicantes recibieron de parte de la policía. No sabía por qué, y no me pude dormir. Tenía una fuerte sensación de que mañana sería mi turno.

Sabía que debía eliminar el apego a la vida y la muerte. Dije a Shifu: “Si realmente debo morir mañana, mi cultivación habrá terminado, pero no sentiré remordimiento”.

No tuve miedo y me quedé dormida.

Al día siguiente, todo lo que podía pasar, todo lo que pensé que pasaría, no sucedió.

Le agradecí a Shifu y tuve más determinación para seguir con la práctica de Falun Gong y ser una genuina Dafa dizi.

Ayudé a exponer los hechos de que fue el entonces líder Jiang Zemin quien por venganza personal y envidia, estaba usando el poder y los recursos que tenía a su disposición para comprar y ejercer coerción sobre la policía para implementar la brutal persecución a Falun Gong.

Fui arrojada a un centro de detención. La policía se llevó mi libro Zhuan Falun. Quería estudiar el Fa pero sólo tenía el poco Fa que estaba almacenado en mi memoria.

Pedí que me regresen el libro, me ignoraron, y empecé una huelga de hambre como protesta.

Unos cinco días más tarde, un grupo de oficiales de civil intentaron “transformarme”. Me negué a ser parte de su oferta de incentivos, y me amenazaron.

En la noche, los guardias me llevaron a una celda en aislamiento. Me alimentaron por la fuerza frente a compañeros practicantes y otros internos.

Desde entonces, me esposaron de manos y pies de modo que tenía que caminar con mi cabeza en las rodillas, no podía casi caminar.

Todos los días, me hicieron caminar hasta la enfermería, donde me sometieron a alimentación forzada nuevamente.

Eso duró doce días.

Todo el tiempo demandé que me devolvieran Zhuan Falun, estuve lenta mentalmente y con bajo xinxing, así que básicamente permití que los guardias estuvieran a cargo.

La policía me prometía que me devolvería el libro, pero siempre al día siguiente.

Un día me dijeron que si bebía un vaso de leche, el libro sería mío definitivamente al día siguiente. Bebí la leche.

Cuando pedí el libro al día siguiente, dijeron que el oficial de seguridad no daba el permiso. Me enfurecí y les grité.

Me di cuenta de que no había pasado bien las pruebas. Estaba tan concentrada en recuperar el libro que dejé de lado la tarea de buscar y deshacerme de mis apegos.

Encima de todo, no debí permitir que el mal me engañara. Debí haber jugado el rol principal.

Le agradecí a Shifu por iluminarme mientras estaba trabajando duro para rectificarme según el Fa.

Pronto, me devolvieron el libro con la condición de que lo mantuviera en secreto y sólo lo leyera en la sala de guardia.

Después, abiertamente demandé que me permitieran leer el libro en la cama por la noche.

Entonces desarmaron el libro y me daban una lección por día, bajo la misma condición de que nadie supiera sobre esto y que sólo podía leer bajo la sábana.

Al principio acepté el acuerdo, pero luego me sentí triste. Había tantos practicantes cerca que habían trabajado duro cada día y no podían estudiar el Fa.

Pensé: “Estoy aquí estudiando a escondidas. ¿Qué clase de discípulo soy? Debo estudiar el Fa y hacer los ejercicios abierta y dignamente. Los demás también”.

Al día siguiente, le dije al guardia: “Debo empezar a hacer los ejercicios nuevamente. Mi cuerpo está sintiendo síntomas de parálisis”.

El guardia se negó, asegurando que las autoridades no lo aprobarían.

Le dije: “Si tengo una recaída, ¿se hará responsable el centro de detención? ¿La comisaría? ¿Quién de ustedes se hará responsable? Debo hacer los ejercicios, debo ser responsable por mi salud”.

El centro de detención decidió liberarme de inmediato sin condiciones.

Me secuestraron el 13 de noviembre de 2000, mientras repartía material de Falun Dafa y me enviaron al centro de detención. Varios días más tarde, arrojaron a otra practicante conmigo. Esa noche, mostraron por TV cómo saquearon su casa y se llevaron muchos libros de Dafa.

Cuando vi eso, inicié de inmediato una huelga de hambre para protestar y demandar que regresen los libros, diciéndoles: “Los libros fueron escritos por nuestro Maestro para guiar nuestra práctica. La policía no tiene derecho de llevarlos. ¿Qué palabra, qué oración tiene algo malo? Muéstrenme”.

Nadie podía responderme, nadie podía mostrarme.

“Entonces, devuélvannos los libros”.

El jefe golpeó con furia sus pies: “La última vez diste vueltas el centro de detención. ¡Te atreves a hacer lo mismo!”.

Me arrojó en aislamiento y cada día ordenaba a dos internas que me alimentaran por la fuerza con fluidos con sal agregada y pastas de xantato.

Mi cuerpo empezó a encogerse, entumecerse y perder color.

Un día, me colgué del uniforme blanco del médico de la prisión y pregunté: “¿Qué le está pasando a mi cuerpo?”.

Comenzó a llorar en voz alta. Luego empujó la puerta y se fue.

El guardia me dijo: “Te pusieron bajo reeducación”.

Pensé: “Nadie puede decir eso, sólo mi Maestro puede decidir qué me pasará”.

El 29 de diciembre del 2000, tras doce días de huelga de hambre, dos internos me subieron a una patrulla de regreso a casa.

Escapé de las garras del diablo

Una pareja de practicantes se acercó a mi familia y nos ayudó mucho.

Un día, un practicante vino de visita pero cuando se fue nos llamó diciendo: “La situación afuera es crítica. Es mejor si se van lo más pronto posible”.

Así, hicimos arreglos para que nuestros hijos estuvieran cuidados. Esa noche, después de juntar los libros de Dafa, mi esposo empacó nuestras ropas y pedimos un taxi.

El taxista notó el miedo en nuestros rostros, nos confundió con ladrones y nos llevó a una estación de inspección. No había nadie.

Sabíamos que el taxista nos llevaría a otra estación y que seguramente tendría personal. Así que nos bajamos pronto y caminamos a pie por la vera del río, cubierta de nieve y hielo.

Estaba débil cuando me liberaron del centro de detención. Tenía que arrastrarme, y en todo el camino deseaba sólo descansar un poco en la nieve.

Mi esposo estaba preocupado: “En esta noche oscura, ¿quién nos llevará?”.

Le dije: “No te preocupes, alguien lo hará”.

Ya no podía seguir más, había aún varias colinas para escalar.

Pensé: “No quiero tomar taxis, si un carro con un buey pasara y me llevara un poco, sería maravilloso…”.

Entocnes vimos una fuerte luz. Una camioneta se detuvo en frente de mi. La puerta se abrió. Un hombre joven robusto nos invitó a subir. Noté que su vehículo era nuevo y no quise entrar.

Le pregunté: “¿Hacia dónde vas?”.

Dijo: “A tal-y-tal universidad”.

Dije: “Sigue adelante, no vamos al mismo lugar”.

Pero el joven insistió: “Esta noche, no importa a dónde van. Los llevaré, admiro su tenacidad”.

Estaba asombrada: “¿Cómo sabía si era tenaz?.

Cuando subimos a su camioneta, el joven preguntó: “¿Por qué están en la calle tan tarde esta noche?”.

Inventé una historia. Escuchó con atención. Al final de mi historia me dijo: “De ahora en adelante, recuerda decir la verdad”.

Estaba perpleja: “¿Sabía que estaba mintiendo? ¿Quién es? Quizás debemos salir del vehículo. No puedo llevarlo a la casa de un practicante”.

Cuando encontramos un lugar adecuado, aunque aún era lejos de la casa del practicante, le pedí al joven que detuviera el auto y nos dejara bajar.

Preguntó varias veces: “Los llevaré exactamente a donde vayan. ¿Están seguros que es aquí?”.

Intenté pagarle, pero se negó.

Dijo: “No los ayudo por dinero”.

Le dimos las gracias y seguimos nuestro camino.

El vecino del practicante era alguien que guardaba pensamientos malos hacia Dafa. Tenía que tener cuidado para no despertarlo a esa hora de la noche.

Cuando llegamos finalmente a la casa del practicante, levanté mi mano para golpear la puerta suavemente, y vi la puerta entreabierta. Una voz venía de adentro. Cuando me anuncié, la puerta se abrió.

“¿Por qué estás esperando en la puerta?, pregunté sorprendida.

El practicante nos dijo: “Hace media hora, me despertó un llamado, pero nadie contestaba al otro lado de la línea. Cuando me acosté, hubo un llamado similar. Pasó varias veces. Creo que el mal está haciendo planes para perseguirme… no me di cuenta de que la puerta estaba abierta”.

La practicante arregló que nos quedemos de otro practicante. Una semana más tarde, el esposo de la practicante me preguntó de donde era. Mi apego al miedo me hizo mentir. De repente recordé que el joven en la camioneta me dijo que dijera la verdad.

El 14 de enero de 2001, nos mudamos con otro practicante, que junto con su esposa no practicante, nos dieron la bienvenida.

Mis órganos internos, dañados por las drogas administradas en el centro de detención, comenzaron a supurar. Salía pus de mi boca y fosas nasales.

Una noche. Shifu me mostró en un sueño que sería momento de partir cuando alguien me diera dos panes al vapor rociados con azúcar.

En un ambiente donde podía regresar al estudio del Fa y hacer los ejercicios, mi cuerpo se recuperó rápidamente.

Dos noches antes, del festival del bote del dragón, mi esposo tuvo el mismo sueño. Fuimos por separado a un sitio de construcción a buscar trabajo. Mi esposo no consiguió nada. Yo entré en una oficina de lujo. Cuando le dije mi nombre al asistente de mesa de entrada, tomó un gran libro y dijo: “Es ingeniera, busque su puesto, dele una identificación y presente el reporte para trabajar”.

El día del festival, la esposa del practicante me ofreció dos panes al vapor con azúcar. Recordé mi sueño y supe que era hora de partir.

Estaba profundamente agradecida a Shifu, al practicante y a su esposa.

Al día siguiente, mi esposo y yo partimos.

El sitio de producción de materiales de esa ciudad había sido seriamente dañado por el malvado partido. Di un paso al frente para recuperarlo.

Volviendo a Beijing

En el sitio de materiales, recordé una promesa incumplida. En septiembre de 1999, cuando estaba en la plaza de Tiananmen, hice una promesa de que regresaría con una bandera que dijera: “¡Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno! ¡Falun Dafa es bueno!”.

Estaba camino a cumplir con mi promesa el 15 de agosto de 2001. Fui secuestrada por la policía y llevada a la comisaría de Daxing, condado de Dingfuzhuang. Aclaré la verdad en todo el camino.

En el patio de la comisaría, el director me dijo que mire alrededor: “Mira y fíjate cómo puedes salir de aquí”.

Vi que los edificios estaban juntos; hasta la puerta era parte de una pared. Vi un árbol creciendo alto hacia el cielo. Sabía que el Maestro estaba allí.

Dije en mi corazón: “Soy una Dafa dizi, soy un dios. Entonces, nada puede mantenerme aquí”.

Al comienzo, la policía no me dejaba dormir. Me pedían que me ponga de pie. Me senté en el sofá y me negué a pararme.

Al día siguiente, los oficiales estaban reunidos. Un pensamiento cruzó por mi mente: “Están discutiendo cómo torturarte”.

Shifu abrió mi tianmu por menos de medio minuto. Vi el lugar denso con incontables espíritus malignos y fantasmas podridos.

La policía me transportó a la maternidad del hospital de niños. Los médicos fueron ahuyentados. Los corredores estaban repletos de policías.

Ya eliminé el apego a la vida y la muerte. No hay nada que me haga temer.

Me pusieron en una cama.

Hablé a Shifu: “Shifu: me pongo en Tus manos. Por favor, toma control de mi cuerpo y controlaré mi corazón”.

Un doctor pelado, grande, con una uniforme blanco entró. La policía me preguntó si lo conocía. No lo conocía. “Si lo conocieras estarías asustada hasta morir”.

Una voz femenina me hacía preguntas, le dije que sólo quería dormir. La ignoré, cerré mis ojos y empecé a roncar.

El doctor clavó agujas en cada articulación y punto de acupuntura, preguntándome cada vez si tenía dolor.

Mientras, pensaba: “¿Cómo puedo hacer mis ronquidos más sonoros y realistas?".

Cuando el doctor terminó de clavar las agujas debajo la base de la nariz, el sitio más sensible en acupuntura, se dio por vencido.

Escuché una voz: “Despiértenla”.

De regreso a la comisaría, empecé a hacer el primer ejercicio. Los policías me miraban. Vi a Shifu en la distancia.

Pensé: “Qué maravilloso sería si se acercara…”, y Shifu lo hizo.

Al día siguiente me llevaron al mismo hospital. Esta vez el personal médico estaba para ayudar a la policía a detectar mi acento para ver de dónde era.

Aproveché para aclararles la verdad y responder sus dudas.

Esa noche hice todos los ejercicios. Luego descansé antes de hacer la meditación. Cuando desperté, todos estaban durmiendo, incluso quienes jugaban mahjong afuera.

Accidentalmente vi claramente las hojas y rocas por las luces de la calle. “¿Dónde está la puerta? ¿Dónde las paredes?”.

Me puse los zapatos y caminé al patio, no sabía cómo salir de la comisaría.

Tenía una idea general de hacia dónde iba. Mientras caminaba, cada vez, una luz me iluminaba desde atrás, temía que fuera un vehículo policial.

Dañé mi calzado al saltar en la oscuridad, así que tuve que caminar descalza.

Pasé por un patio y escuché el sonido de agua corriendo. No había comido ni bebido agua por tres días.

Iba a beberla, cuando escuché una voz del cielo: “Es agua sucia, no la bebas”.

Miré al cielo y agradecí a Shifu.

Cada vez que saltaba en la oscuridad, sentía que Shifu me estaba reconfortando, y diciéndome que no tema. Cada vez que llegaba a una esquina, sabía hacia donde seguir.

En todo el largo camino, recordé el Fa de Shifu.

Shifu dijo:

“Con el Maestro al timón, el Fa salva a todos los seres” (El corazón sabe, de Escrituras esenciales para mayor avance II)

¡Gracias maravilloso Shifu! ¡Gracias, magnífico Dafa!