(Minghui.org) Recientemente acompañé a una practicante a la oficina de correo postal para enviar su denuncia criminal contra Jiang Zemin. Dos días más tarde, un empleado del correo la llamó y le pidió que fuera a retirar su carta. La policía había ordenado no enviar esas cartas.

La acompañé al correo a recuperarla y hablar con el personal sobre la persecución a Falun Gong.

Una empleada postal nos explicó la situación: “Nosotros enviamos tu carta, pero fue rechazada en la sucursal de la ciudad de Yantai. Aparentemente, había órdenes de la comisaría de no procesar ese tipo de correo”.

“¿Sabe usted que había en la carta?”, le pregunté. Ella no sabía, entonces le expliqué que era una demanda para llevar a Jiang a la justicia por la persecución a los practicantes de Falun Gong. Le conté que había estado detenido por negarme a renunciar a mi creencia en Falun Gong. Mientras estuve detenido, me fueron inyectadas drogas dañinas, me hicieron desnudar y fui colgado por las esposas, y sometido a otras formas de tortura.

También le informé cómo comenzó la persecución hace 16 años. Le conté cómo Jiang, que era la cabeza del partido comunista chino, orquestó la brutal persecución. Él y sus seguidores usaron los medios de comunicación controlados por el estado para difamar a Falun Gong con el fin de justificar su represión a la práctica pacífica.

Había mucha gente en la oficina de correo, y ellos escucharon en silencio mientras le hablaba al trabajador del correo. Hice notar que esta persecución también dio lugar a matar a los practicantes por sus órganos, los que son vendidos con una ganancia enorme.

Le conté que la ley china permite a los ciudadanos ser demandantes en casos penales, y que los practicantes de Falun Gong están ahora ejerciendo su derecho legal de demandar a Jiang por sus crímenes contra la humanidad. Esperamos que enjuiciar a Jiang termine con esta brutal persecución y que la gente que estuvo engañada por la propaganda conozca la verdad sobre Falun Gong.

Finalmente, le pregunté si ella era miembro del PCCh. Cuando dijo que sí, le pedí que renunciara a su membrecía y estuvo de acuerdo sin ninguna duda.

Aunque la trabajadora postal no aceptó y devolvió la demanda criminal al otro practicante, ambos estábamos felices porque ella entendió que la persecución está mal.