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Hay un antiguo dicho chino que dice: “cada pensamiento del hombre se escucha en el Cielo y en la Tierra; ellos se asegurarán de que el bien sea recompensado con bendiciones, y que la maldad se encuentre con su castigo”:

Según el entendimiento el autor, este dicho muestra que este principio celestial no puede esconderse ni alterarse, ya que lo Divino lo sabe todo y puede diferenciar el bien y el mal a cada momento.

En la china antigua se creía que la gente era debidamente recompensada por sus buenos pensamientos, y castigada por los malos. De hecho, todo radica en el momento en que se produce un pensamiento. En la cultura china tradicional, había muchas referencias a las escrituras del confucionismo, budismo y taoísmo, y todos los sabios y personas virtuosas de la antigüedad consideraban que la honestidad y la integridad eran las virtudes principales del comportamiento.

El autor cree que los chinos antiguos eran rectos en todo, y que los principios aquí descriptos están tan vigentes hoy como en aquellos tiempos.

Los antiguos respetaban al Cielo y a la Tierra, y tomaban con seriedad el juicio de otras personas en caso de que se equivocaran y ofendieran al Cielo y a la Tierra, al comportarse inapropiadamente, incluso sin saberlo. Siempre eran cuidadosos y mantenían una mente calma y pura, incluso cuando no había nadie alrededor, para asegurarse de no hacer nada en contra de su propia consciencia.

Sin embargo, también había personas que pensaban que si cometían malas acciones en secreto, nadie lo sabría. Pero nunca serían capaces de escapar del castigo merecido por su mala acción.

Había muchas historias de este tipo en los libros antiguos. La siguiente es sólo una de ellas.

Las malas acciones vaticinan mala fortuna; las buenas acciones pueden revertir el resultado

Un hombre llamado Chen Jun vivía en el condado de Rugao de Jiangsu durante el reino Jiajing de la dinastía Ming. Fue nombrado maestro de la escuela del condado de Wangjiang en Anhui.

Una noche del 11 de junio, cuando tenía 39 años tuvo un sueño: Iba hasta el templo Jizo al sur del condado de Rugao. Una autoridad vestida de negro lo llevó al salón principal, que estaba impregnado con aroma a incienso y había servidores alineados a lo largo del corredor observando con una mirada severa.

Chen Jun se arrodilló al pie de las escaleras. Luego, escuchó a Bodhisattva (una persona que puede llegar al nirvana, pero lo demora por compasión para poder salvar a seres en sufrimiento), quién anunció: “Tu familia ha sido leal y honesta por generaciones, especialmente tu madre, que era pura y casta, filial con sus padres y respetuosa de los Fo. Originalmente, tú estabas bendecido, serías un candidato que pasaría los exámenes con las mejores notas, y además estabas predestinado a tener la oportunidad de aprobar el examen de la corte imperial. Sin embargo, al haber hecho todo tipo de maldades y nunca hacer buenas acciones, tu buena fortuna te ha sido, desde hace tiempo, retirada por las fuerzas divinas. Luego de cumplir 40 años, sufrirás gradualmente por los pecados que has cometido. El más imperdonable sucedió hace mucho tiempo, alguien te dio un buen libro para entregar a otros. Evitaste que otros tomaran el camino hacia la bondad. Este es el peor pecado. Morirás de muerte súbita en agosto. ¡No podrás librarte!”

Chen Jun se sintió profundamente perturbado y se despertó. Recordó que cuando fue a Jinling para el examen trienal provincial, el hijo de Huang Rongzeng, un maestro en Anhui, le dio un libro que enseñaba a las personas sobre el principio de causa y efecto, y le pidió que lo pasara a dos candidatos que estaban compartiendo la misma posada con él.

Debido a su agenda ocupada, no tuvo tiempo de pasar el libro, lo llevó a su casa y lo puso dentro de una caja. Se había olvidado de eso por mucho tiempo. Ahora lo recordaba, pero ya no había nada que pudiera hacer. Además, pensaba que solo había sido un sueño y no era algo real. Pero en la mañana del 16 de agosto, Chen Jun de repente sintió una corriente fría por todo su cuerpo y se mareó. Empezó a sudar intensamente. Medio consciente, finalmente creyó que su sueño era real.

El pensó: aunque he cometido pecados graves, podré librarme si me corrijo a mí mismo. Con este pensamiento, se sintió mucho mejor. Se levantó y escribió una súplica desde lo más profundo de su corazón, donde expresaba su remordimiento por sus malas acciones e hizo un voto para romper claramente con sus errores del pasado. También prometió que distribuiría libros sobre el principio de causa y efecto y el ye, y pidió a los seres divinos que examinaran su corazón.

Esa noche, vio a un ser divino en su sueño que lo llevó a un gran palacio. Un guardia divino entró allí para informar acerca del arrepentimiento de Chen. Un poco después, el guardia salió y le anunció a Chen que podía regresar, que su muerte había sido perdonada. El guardia divino también le dijo: “Debes ser firme en tu promesa y cumplirla con cuidado. ¡Nunca te desvíes!”

Al día siguiente, luego de levantarse se sintió renovado, y gradualmente se recuperó de su enfermedad. De allí en adelante, Chen Jun alentó a las personas a su alrededor para que hicieran buenas acciones e hizo grandes esfuerzos para promocionar buenos libros que enseñaran a la gente el principio de causa y efecto.