[Minghui Net] Antes de practicar Falun Gong, todos los miembros de mi comunidad local me consideraban una mala persona. No sólo no estaba dispuesta a pagar por mis propios alimentos, sino que a veces exigía que los proveedores lleven mis compras hasta mi departamento del quinto piso. Cuando estaba de mal humor, tiraba basura a sus puestos y los maldecía. Se asustaban solo al verme. En lugar de desechar la basura de mi casa, como todos los demás, simplemente la tiraba por la ventana y nadie se atrevía a corregir mi comportamiento.

Cambiando mí forma de ser

Me sentí muy afortunada de obtener el Fa en septiembre de 1996. Mientras leí Zhuan Falun por primera vez, reconocí a Shifu y no pude dejar de llorar. Cuanto más leo el Fa, más me arrepiento de mis acciones pasadas.

Tres días después de haber leído el libro, tuve fiebre, tos, problemas respiratorios y síntomas de una enfermedad del corazón. Sabía que Shifu estaba limpiando mi cuerpo. Desde ese día, me convertí en una persona muy amable.

Cuando empecé a pagar mis compras, los vendedores se asustaron tanto que sus piernas empezaron a temblar. Les dije: "No entren en pánico. Ahora ya me estoy cultivando en la Escuela Fo. Mi Maestro me está dando la oportunidad de ser una buena persona. Hice muchas cosas que les hicieron daño a todos ustedes. Por favor, perdónenme".

Yendo a Beijing

Cuando la persecución de Falun Gong comenzó en julio de 1999, quise ir a Beijing para validar el Fa. A pesar de que nuestra familia sólo tenía 800 yuanes en ahorros, mi marido me dijo: "Toma todo; ¡una familia pobre, pero un viaje rico!". Y así me fui a Beijing.

En lo profundo de mi corazón, sabía que Falun Gong era bueno y que el partido comunista chino había estado mintiendo a la gente. Después de llegar a Beijing, fui arrestada, junto con muchos practicantes y nos llevaron a un gimnasio local. A pesar de que adentro hacía un calor sofocante, la policía se negó a darnos comida y agua durante dos días. Recuerdo haber visto Falun girando en frente de mis ojos, como una brisa fresca que me lavaba. Sabía que Shifu me estaba protegiendo para que no sufra por el calor.

Cuando mi marido llegó al gimnasio, trató de recogerme del suelo, pero un oficial de policía le ordenó que se detuviera y le dijo a mi marido: "Para salir de aquí, su esposa primero 'se tiene que convertir'". Mi marido le dijo: "¿Se tiene que convertir? Ella solía ser una mala persona, pero ahora es muy buena. Ella solía pegarme, pero ahora me trata muy bien. ¿Por qué no puede practicar Falun Gong? ¿Quieres que la gente buena se convierta en gente mala?".

Los guardias me dijeron que firmara un documento calumniando a Dafa, pero me negué. En cambio, les hablé de las maravillas de Falun Gong. Siete días después, me enviaron a un centro de lavado de cerebro. Mi marido dijo: "Cuando mi esposa era muy mala, ustedes volteaban para el otro lado, y ahora, que es una buena persona, la arrestan".

Cuando nos enteramos de que un grupo de agentes de policía estaba planeando saquear nuestra casa, mi marido les dijo: "No me importa quién les dio las órdenes, ¡no toquen las pertenencias de mi esposa! Si alguno de ustedes se lleva algo de nuestra casa, esa persona va a tener que lidiar conmigo directamente!".

Después de un tiempo, mi hija de 12 años de edad vino a visitarme en el centro de lavado de cerebro y le dijo a mi marido, quien había estado esperando pacientemente en el vestíbulo a que me liberen: "Papá, no hay nada que temer. La policía vino a nuestra casa y buscaron por todas partes, pero no encontraron nada".

Segundo viaje a Beijing

En septiembre de 2001, quise ir nuevamente a Beijing para salvaguardar el nombre de Falun Gong y mi esposo dijo: "Después de practicar Dafa, nos tratas muy bien a mí y a nuestra hija así que vamos a ir contigo, ¡todos para uno, uno para todos!".

Los boletos de tren eran muy difíciles de conseguir en ese momento, así que le pedí a un compañero practicante que me ayude a comprar tres boletos. Cuando llegamos a la estación de tren, después de evitar a la policía con éxito, nos dijeron que habían entregado nuestros boletos a otros tres practicantes. Todos habían pensado que algo nos había sucedido, ya que no habíamos llegado a tiempo.

Me dije: "¡Debo llegar a Beijing!". Miré alrededor, vi que alguien le pedía un reembolso a un encargado de la estación de tren y le dije rápidamente: "¡Por favor, véndeme ese boleto a mí!". Entonces, les dije a mi marido y a mi hija: "Ninguno de ustedes tiene boleto, así que por favor regresen a casa. Voy a ir sola!". pero mi marido encontró mi idea totalmente inaceptable. En ese momento, vi que otra persona se acercaba al mostrador de boletos para pedir un reembolso. Compré dos entradas de esta persona, también. Con un gran suspiro de alivio, los tres nos subimos al tren de Beijing.

Dos días más tarde llegamos a Beijing y descubrimos que habíamos perdido el contacto con los otros nueve practicantes que vinieron con nosotros. Mientras caminábamos hacia la Plaza de Tiananmen, nos encontramos con un grupo de practicantes que gritaban: "¡Falun Dafa es bueno!". Yo también grité: "¡Falun Dafa es bueno! ¡Es un Fa recto! ¡Dejen de difamar a mi Maestro!". La policía nos rodeó y empezó golpear a puñetazos y patadas a los otros practicantes y, unos momentos más tarde, los arrestaron.

Mi hija me aconsejó de inmediato: "Mamá, tenemos que ir a casa y seguir validando el Fa en nuestra ciudad natal. No podemos darnos el lujo de ser arrestados aquí, sin lograr nada!". Así que regresamos todos al hotel.

Yo no estaba contenta de volver a casa. Todavía quería ir a la Plaza Tiananmen para defender a Dafa. Una vez más, mi marido y mi hija estuvieron de acuerdo y me acompañaron. De pronto, dejé de caminar y simplemente miré hacia delante. Mi marido me preguntó qué me pasaba y le dije: "¡Mira! Es Shifu, ¡está de pie ahí!". Mi marido buscó el lugar que estaba viendo y me dijo: "Yo sólo veo una luz dorada. No veo a Shifu". Mi hija exclamó muy feliz: "¡Yo lo veo! ¡Lo veo! ¡Es Shifu!".

Cuando llegamos a casa, nuestra hija tenía fiebre alta. Ella no practicaba Falun Gong, así que le quise dar un medicamento para ayudarle a bajar la fiebre, pero se negó a aceptarlo, diciendo: "Cuando cierro los ojos, puedo escuchar música de Dafa". El segundo día, la fiebre había desaparecido. Sabía que Shifu la estaba protegiendo. 

Clarificando la verdad en mi pueblo 

Les conté a todos en mi pueblo cómo Dafa me había convertido en una persona amable y saludable. Cuando leí a la gente los materiales de aclaración de la verdad, me preguntaron a menudo: "¿De dónde sacaste esos volantes?" y yo les dije: "Los encontré en la escalera de ese edificio y también en las cestas de las bicicletas de allí. Hay un montón. Si desean leer, simplemente vayan a tomar los volantes". De esta forma, todos en mi comunidad se dieron cuenta rápidamente de la verdad sobre Falun Gong y dijeron: "Por favor, háganos un favor: ya no vaya de nuevo a Beijing. ¡Nos preocupamos por usted!".