(Minghui.org) Una noche del pasado agosto, mientras me duchaba, llegaron a mi casa tres visitantes. Entré en la habitación y vi que dos de ellos llevaban uniforme y uno iba de civil. Me sobresalté, y entonces surgieron mis pensamientos rectos. Mi familia les había servido el té. Sonreí y me senté con ellos.

El que iba vestido de civil dijo que era un secretario del Partido. Se mostró amable y me preguntó si todavía practicaba Falun Dafa. Cuando le respondí que sí, uno de los otros dijo que eso iba en contra del gobierno y que debía dejarlo. Le expliqué que no era el gobierno el que se oponía a Dafa. Se quedó callado, pero intentó hacerme una foto. Le dije que no hablaría con ellos si me sacaba una foto, y dejó de hacerlo.

Comencé a pensar que yo era el protagonista y que debían escucharme. Les conté que antes tenía muchas enfermedades, como gastroenteritis y hemorroides, entre otras. Aunque no eran graves, me hacían sentir incómodo. Las enfermedades se curaron todas después de que comencé a practicar Falun Dafa. Ese no fue el único cambio positivo en mí. Antes era una persona difícil, egoísta y que solo pensaba en mi. Ahora estoy corrigiendo mi comportamiento y dejando de lado mi ira.

Les aseguré que solo gracias a Falun Dafa había mejorado mi salud y mi comportamiento. Añadí: "Ustedes me dijeron que dejara los ejercicios de Falun Dafa, ¿qué debo hacer cuando me enferme, ya que el hospital no pudo curarme?". Se quedaron sin palabras. También dije que ahora el país está abierto. La gente viaja al extranjero y vuelve diciendo que Dafa es bueno. ¿Puede haber algo malo en Verdad-Benevolencia-Tolerancia? Al contrario, es lo mejor. He dicho que la historia lo demostrará todo, ¡solo hay que mirar!

Durante la visita, un familiar practicante seguía enviando pensamientos rectos hacia la habitación. Vio con su ojo celestial que los malvados eran heridos, eliminados o huían. En esta dimensión, los visitantes parecían estar contenidos. El mayor del grupo no dejaba de sudar y limpiarse la frente. Se levantó para marcharse. Un agente uniformado me pidió que leyera su folleto antes de que se fueran. Me negué.

Los pensamientos rectos nos protegieron. La visita terminó en menos de una hora. Después me di cuenta de que debemos recordar en todo momento que somos cultivadores. La maldad desaparece con fuertes pensamientos rectos. Con el Maestro a nuestro lado, podemos permanecer tranquilos tanto en el interior como en la superficie, pues no tenemos nada que temer.

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