(Minghui.org) Pasé mi 60 cumpleaños en un centro de detención. Mucha gente puede pensar que fue desafortunado y sentir lástima por mí, pero fue una verdadera bendición disfrazada. Deben entender, sin embargo, que no me detuvieron porque hubiera cometido algún delito o infringido la ley. Tuvo que ver con mi fe en Falun Dafa (también llamada Falun Gong), una práctica espiritual cuyos practicantes seguimos los principios universales de Verdad-Benevolencia-Tolerancia.
Entré a Falun Dafa después de que el Partido Comunista Chino (PCCh) prohibiera la práctica e iniciara una persecución en 1999. Fui arrestada dos veces y detenida ilegalmente durante 14 meses tras el segundo arresto.
A pesar de ser la mayor tribulación de mi vida, estoy agradecida por la experiencia. El poco más de un año de detención me permitió conocer a muchas reclusas que estaban predestinadas a aprender la verdad sobre Dafa. Gracias a mis palabras y a mis actos, se dieron cuenta de que Dafa es bueno y de que quienes lo practican son amables y tolerantes, a pesar de la campaña de desprestigio del PCCh. El duro entorno y las complejas relaciones interpersonales me ayudaron a templar mi voluntad y cultivar mi corazón. Me he beneficiado de muchas maneras y he podido elevarme por encima de mis limitaciones, lo que ha tenido un valor incalculable.
Tener un plan claro
Para ser sincera, estaba asustada cuando llegué por primera vez al centro de detención. Surgieron todo tipo de nociones humanas y mis pensamientos rectos fueron disminuyendo. Me preguntaba: "¿Cómo puedo salir de aquí rápidamente? ¿Cuándo me pondrán en libertad? ¿Van a pedir mi liberación otros practicantes?". Un millón de pensamientos se agolpaban en mi mente. Me preguntaba una y otra vez: "¿Qué hacer? ¿Qué hacer?".
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Debía hacer una huelga de hambre para protestar, como han hecho muchos otros practicantes? ¿O debía acceder a las exigencias de los funcionarios y renunciar a mis creencias? Frente a los detenidos que infringían deliberadamente la ley, ¿qué podía hacer? ¿Debería seguir siendo amable con ellos? ¿Debo ceñirme a las cosas que los practicantes de Dafa deben hacer pase lo que pase? ¿O no debería hacer nada porque seguramente me aplastarían? Pasé los tres primeros días pensando en lo que podía hacer y tratando de idear un plan.
Finalmente decidí que no podía limitarme a hacer lo que otros practicantes decidieran hacer o hubieran hecho. Tenía que examinarme a mí misma y exigirme un alto nivel siguiendo en todo momento los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. No podía dejar que el PCCh y sus agentes me intimidaran. Tenía que desprenderme de mis ideas y apegos, pues el tiempo era demasiado valioso.
Lo más importante era que tenía que aprovechar esta oportunidad para salvar a la gente. Tenía que demostrar a todo el mundo la amabilidad y tolerancia de un practicante de Dafa para contrarrestar las mentiras del PCCh. De ese modo, los presos probablemente se mostrarían receptivos cuando les aconsejara renunciar al PCCh y sus organizaciones afiliadas.
Decidí no hacer huelga de hambre. Me esforzaría al máximo y demostraría a todos que era una buena persona. Les trataría con amabilidad y tendría en cuenta mis mejores intenciones. Sería compasiva, aclararía la verdad y los salvaría.
Cambiar mi actitud
Mi primer pensamiento fue que todo lo que hiciera debía estar en consonancia con el Fa. Tenía que atenerme al estándar de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, y dejar que me guiara en todo lo que hiciera. Las reclusas eran de todas las clases sociales. Aunque ya había pasado la mediana edad, en el centro de detención me encontré con algunas cosas por primera vez.
El entorno era complejo e implacable. Algunas reclusas eran poco razonables, mientras que otras engañaban para sacar ventaja. Otras tenían mal genio y se apresuraban a iniciar peleas. Luego estaban las que nunca hablaban con nadie. Como ex empleada del Sindicato de Trabajadores, había trabajado con mucha gente, pero en el centro de detención me di cuenta enseguida de que aún no había visto nada.
Para ayudarles a comprender Dafa y ver cómo son realmente los practicantes, dejé de lado mi tendencia a parecer arrogante como ex funcionaria y siempre fui amable y considerada. Me deshice de la idea de que las personas detenidas son malas y no merece la pena salvarlas. Esa no es la idea correcta: Shifu aprecia a todos los seres, así que no podía renunciar a ninguna de ellas.
Ayudar a las reclusas restringidas
Durante mi estancia en el centro de detención, tuve dos compañeras de celda en dos momentos distintos cuyos movimientos estaban restringidos por diferentes motivos. La primera fue acusada injustamente de estar implicada en una estafa y tenía tendencias suicidas. La esposaron a la barandilla de la cama para que no pudiera hacerse daño. La segunda era drogadicta y a menudo agresiva. Le esposaron las manos y los pies a las cuatro esquinas de la cama para que no pudiera moverse. Otras personas de la celda les ayudaban en todo: a comer, a lavar la ropa, a lavarse el pelo, a usar la sábana e incluso a cambiarse las compresas menstruales. Como se puede imaginar, a nadie le entusiasmaba hacer estas tareas.
Aunque todas estaban asignadas a cuidar por turnos de esas das reclusos, les daba pavor tirar y limpiar la bacinilla. Así que me ofrecí como voluntaria para cuidarlas. También les lavaba la ropa a mano y les daba de comer con cuchara. No me asustaba hacer el trabajo sucio, a pesar de ser la reclusa de más edad. Poco a poco, las demás reclusas se fueron convenciendo: al principio se sentían avergonzadas, pero luego estaban más dispuestas a ayudar. Me saludaban y me felicitaban. Las presas esposadas también se emocionaron. Una me dijo: "Cuando me pongan en libertad, te lo devolveré". Le dije que no lo mencionara y que, en su lugar, diera las gracias a Shifu.
Guardando los taburetes
Cada presa recibía un pequeño taburete y era responsable de guardarlo cuando no lo utilizaba. Sin embargo, algunos taburetes quedaban siempre tirados en el pasillo. Las internas preferían pasar por encima de ellos. A veces la gente tropezaba y se caía, e incluso empezaban a discutir por una cosa tan trivial.
Cuando veía taburetes tirados por todas partes, los colocaba en su lugar. Pero algunas reclusas trataban de desanimarme diciendo: "Mira a estas sin vergüenza. No deberías ayudarles. Hay que castigarlas para que la próxima vez se acuerden de guardar estas porquerías". Yo sonreía y les decía que estaba bien hacer un poco de trabajo extra y ayudar a los demás. Para mí no era para tanto. Les expliqué que cultivaba Verdad, Benevolencia y Tolerancia, y que mi objetivo era ser más desinteresada. Mis compañeras de celda sonrieron con aprobación y dijeron que los practicantes de Falun Dafa eran buenas personas.
Tratar a todos con amabilidad
Siempre había algunas reclusas que no prestaban atención a su higiene personal. Las demás las despreciaban y evitaban relacionarse con ellas. La jefa de celda también discriminaba a las reclusas pobres. Si sabía que una reclusa podía pagarle, le prestaba algunos artículos. Pero si una reclusa no tenía dinero, le daba objetos usados o simplemente la rechazaba.
Sentía lástima por esas reclusas y no me gustaba cómo las juzgaban las demás. Como practicante, sabía que sus conciencias principales podían ser virtuosas, así que no debemos juzgar un libro por su apariencia. A menudo compartía mi comida con ellas y les dejaba usar mis artículos personales. Y cuando llegaba la hora de hacer nuestros pedidos, compraba cosas extra para ellas. No les trataba de forma diferente a los demás. Fui amable en todo momento, y ellas se sintieron realmente conmovidas. Incluso las guardias me elogiaron. Les dije a todas, incluidas las guardias: "Esto es porque practico Falun Dafa". Una guardia sonrió y dijo: "Pero no lo digas en voz alta". Sabía que estaba preocupada por la cámara de vigilancia.
Ayudando a los reclusos a doblar sus edredones
El centro de detención funcionaba como el ejército, y se nos exigía doblar nuestros edredones en un perfecto "bloque de tofu". Esta tarea suponía una gran dificultad para todos, y a menudo nos reprendían o nos hacían permanecer de pie durante largos periodos de tiempo debido a nuestra escasa habilidad para doblar. A algunas internas incluso se les obligaba a hacer trabajos extra o un turno extra de guardia nocturna. Lo peor era cuando las guardias tiraban el edredón de una presa al lavabo y lo empapaban como castigo: si no doblabas bien el edredón, no podías usarlo.
Por suerte, eso nunca me pasó a mí. Sin embargo, no creía que el castigo fuera una buena forma de fomentar la precisión a la hora de doblar los edredones: necesitábamos un cambio. Recordé algunos consejos de un militar retirado que había conocido hacía unos años. Practiqué y practiqué y, muy pronto, pude doblar el edredón para que pareciera un bloque de tofu.
Entonces me convertí en la "oficial plegadora de edredones" no oficial. Las reclusas que necesitaban ayuda a menudo me pedían que doblara sus edredones. Las recién llegadas siempre necesitaban consejos y ayuda al principio. Me complacía ayudar y nunca me impacientaba: no es algo que una persona común pudiera hacer con constancia.
Gracias a la ayuda que ofrecí a las que tenían dificultades, nuestros edredones empezaron a tener un aspecto bastante decente. Nadie volvió a ser castigada por el doblado chapucero, y acabamos recibiendo los elogios del director del centro. Una reclusa me preguntó: "¿Cómo es que nunca dices que no a esas peticiones de ayuda? No tienes mal genio, nunca te quejas, siempre estás dispuesta a ayudar y nunca pides nada. Eres tan buena persona. Eres simplemente perfecta". Le dije que era el poder de Verdad-Benevolencia-Tolerancia; si no hubiera cultivado Falun Dafa, no habría sido capaz de hacer eso.
Ser considerada
Teníamos una rotación de dos semanas en la que todos los reclusos cambiaban de cama cada dos semanas. Había dos lugares que a nadie le gustaban: junto a la ventana y junto al retrete. Durante los calurosos días de verano, los mosquitos eran un gran problema, y el que dormía junto a la ventana era el que peor lo pasaba. En invierno, una corriente de aire helado que entraba por una rendija de la ventana daba directamente en el hombro de la persona que dormía en la cama más cercana. Si a la persona de esa cama no deseaba abrir la ventana, el aire no circulaba y toda la celda apestaba. A nadie le gustaba la cama junto al retrete por razones obvias: el olor era horrible y los ruidos de las cisternas no dejaban dormir en toda la noche.
Quien era el siguiente en la fila para dormir en esas camas se encontraba con otro problema: las internas de esos lugares difíciles se inclinaban hacia delante y las empujaban por la noche para alejarse lo más posible de la ventana o del retrete. A veces, las empujaban demasiado y entonces comenzaban un problema. Había discusiones e incluso peleas. Yo lo aceptaba todo con el corazón tranquilo.
Siempre que dormía bajo la ventana o junto al retrete, intentaba que todas estuvieran contentas. Mantenía la ventana abierta para que entrara aire fresco. Entonces, a la persona que estaba a mi lado no le gustaba que le diera la corriente y abría la ventana lo justo para que siguiera circulando el aire. Seguramente aquella reclusa disfrutaba del aire fresco, pero era yo quien recibía la corriente de aire frío. La gente común suele ser egoísta; a veces me molestaba y quería discutir con quien fuera, pero enseguida recordaba que era practicante de Falun Dafa. Shifu velaba por mí: la corriente de aire frío no me enfermaría; estaría bien. No podía actuar como una persona común. Tenía que ser considerada con los demás en todo lo que hacía, y así validé el Fa.
Mi sacrificio valió la pena: la actitud de las presas hacia mí y hacia Dafa cambió. Una que tenía muchos prejuicios contra Dafa me dijo: "A la gente de mi pueblo no le gusta Falun Gong, dicen que los practicantes carecen de humanidad. Nunca participan en ninguno de los acontecimientos importantes de la vida de sus familias, como bodas, funerales, celebraciones de recién nacidos, nada. No ayudan a sus familias a cuidar niños como harían normalmente los abuelos. Son tacaños con su tiempo y muy egoístas. Pero gracias a ti, ahora sé que no todos los practicantes son así. Eres desinteresada y no pides nada a cambio. Aunque eres la más vieja aquí, no tienes esa actitud de superioridad. Has cambiado por completo mi impresión de los practicantes de Falun Dafa".
Cambiando mentes con mis palabras y hechos
La jefa de la celda me dijo: "Los practicantes de Falun Dafa son buenas personas con un carácter moral sólido y dignidad. Tú eres diferente a las demás. Antes había una practicante de Falun Dafa en nuestra celda, pero no era como tú. Nunca hablaba con nosotros y siempre estaba meditando sola en un rincón. Tú, sin embargo, te has convertido en una de nosotros. Nos gusta. Contigo aquí, es mucho más fácil dirigir a las reclusas".
Algunas reclusas me pidieron que cantara al poco de llegar al centro de detención. Pensé que era una buena oportunidad para validar el Fa, así que canté canciones de Dafa: "Voy por ti", "Falun Dafa es bueno" y "Date prisa y encuentra la verdad". Más tarde, la jefa de la celda me advirtió que no cantara esas canciones por culpa de las cámaras de vigilancia. Sin embargo, cuando alguien me lo pedía, cantaba para las reclusas en voz baja, fuera del alcance de las cámaras. Lamenté no haber aprendido más canciones de Dafa.
Otra presa me dijo: "¿Cómo pueden los practicantes de Falun Dafa ser tan pacientes y tolerantes? Tienen una gran personalidad y son amables sin importar quién sea la persona. ¿Por qué yo no puedo ser tan paciente?". Le dije que intentara dar un paso atrás cuando tuviera un conflicto y todo mejoraría al instante. Me dijo que lo intentaría y añadió: "Si todo el mundo fuera tan amable como tú, para empezar no habríamos acabado en el centro de detención". Levantó la voz y dijo: "¡Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno!". Me preguntó si había dicho las frases correctamente, y le dije que sí. Me alegré mucho por ella.
Ua presa dijo: "La práctica de Falun Dafa es genial. Puede convertir a alguien en una buena persona. Los practicantes son siempre considerados y anteponen a los demás a sí mismos. La práctica también ayuda a la gente a dejar las drogas. Te buscaré cuando me pongan en libertad para que yo también pueda estudiar Falun Dafa. Nunca volveré a tocar las drogas". Le dije: "Estupendo. Es una cita".
Otra reclusa me dijo: "¿Recuerdas que me dijiste que después de empezar a practicar Falun Dafa, trataste a tu suegra como a tu propia madre? Tu suegra estuvo postrada en cama durante cinco años y tú la cuidaste concienzudamente y no te quejaste. Ahora sé que no mientes. Con la edad que tienes, ayudaste a las presas esposadas a las camas y limpiaste los orinales. Nunca te metes en discusiones con nadie, ni siquiera cuando te agravian o se aprovechan de ti. Te tomas el beneficio personal muy a la ligera, y siempre estás dispuesta a ayudar a las demás y a hacer un esfuerzo extra. Me conmueves mucho.
"Estoy muy lejos de eso. ¿Por qué tengo tan mala relación con mi suegra? Ahora sé que es porque soy perezosa. Siempre me fijo en los defectos de los demás y discuto con mi suegra en lugar de buscar mis errores. No soporto ni la más mínima pérdida. Si fuera tan trabajadora como tú, ¿no me querría mi suegra? Aunque hubiera un conflicto, si buscara mis propios defectos, ¿cómo podría discutir o pelearme con mi suegra? ¿No se resolverían los conflictos? Falun Dafa es verdaderamente poderoso. Cuando me pongan en libertad, ¡tendrás que conseguirme un ejemplar de Zhuan Falun (el texto principal de Falun Dafa) para que yo también pueda aprenderlo!". Le dije: "Por supuesto. Si realmente quieres aprender, te ayudaré".
Tres reclusas me pidieron que les recitara poemas de Shifu. A una de ellos le enseñé cuatro poemas de Hong Yin y Hong Yin III: "No discutas", "Quién tiene razón, quién se equivoca", "Templar el corazón y la voluntad" y "Una persona recta". Una de ellas dijo: "El poema de tu Shifu 'Quién tiene razón, quién se equivoca' está tan bien dicho. ¡Tiene tanto talento! Tengo que memorizar este poema: me ayudará mucho en la vida". Otra me pidió que recitara todo el Fa que había memorizado porque le había gustado mucho escucharlo. Me dijo que quería saber qué era Falun Dafa.
Una reclusa en particular era muy peleonera y mezquina. Le gustaba adivinar el futuro y difundir rumores. No le caía bien a nadie y todos evitaban relacionarse con ella. Pero, de alguna manera, se sentía superior a mí y me miraba por encima del hombro. Yo tampoco le hacía caso, porque sentía que emanaba de ella una energía negativa. Pero pronto empezó a preguntarse: "¿Por qué ella cae bien a todo el mundo y yo no? Llevo aquí casi un año y todavía no tengo amigos".
Su actitud hacia mí cambió. Antes de salir, vino a verme y me pidió que le recitara el Fa de Shifu. Me sorprendió y, por supuesto, me alegró que me lo pidiera. Se tomó en serio aprender el Fa y de vez en cuando me preguntaba si había memorizado correctamente. Su sinceridad me hizo darme cuenta de que el hecho de que alguien no nos caiga bien no significa necesariamente que sea una mala persona. Si alguien pudo venir a mí por su cuenta y pedirme aprender el Fa, debe tener una profunda relación predestinada con Dafa. Me equivoqué, no debí juzgarla.
Siempre les dije a las internas que Shifu es inmensamente compasivo y no le echaría nada en cara a nadie, Shifu está aquí para ofrecer la salvación a todos: "No pienses que sólo porque has cometido errores y fechorías en el pasado no puedes aprender Falun Dafa. Mientras leas Zhuan Falun y trabajes en mejorarte a ti mismo, puedes ser salvada. Te beneficiarás enormemente y tu familia también".
Mejorándome a mí misma
Simplemente adhiriéndome a los principios de Dafa de Verdad, Benevolencia y Tolerancia y siendo estricta conmigo misma, gané mucho durante mi detención. Antes, nunca habría podido limpiar la sábana de nadie, trabajar largas horas en el taller o soportar las duras condiciones. Antes tenía mal genio y me ponía furiosa incluso cuando algo insignificante no salía como yo quería. Aunque había mejorado un poco después de empezar a practicar, estaba muy lejos de los requisitos del Fa.
Cuando dormía junto a la ventana y el retrete, intentaba ser considerada con los demás, pero las reclusas seguían acosándome y abusando verbalmente de mí. No discutía con ellas, pero mi corazón no siempre estaba tranquilo. Estaba enfadada, me sentía agraviada y no podía olvidarlo. Entonces me di cuenta: "¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Aún eres practicante de Dafa? ¿No es esta la oportunidad perfecta para mejorar tu xinxing?". Al darme cuenta de esto, me sentí mejor al instante: Shifu debía de haber purificado otra capa de mi cuerpo.
Sufrí mucho en el centro de detención, pero se convirtió en algo bueno porque templó mi voluntad y reforzó mi fe en Dafa. En aquel entorno complejo, pude mirar hacia dentro para examinarme cada vez que surgían conflictos y reconocerlos como disposiciones de Shifu para que mejorara mi xinxing. Además, fue una gran oportunidad para aclarar la verdad a tantas jóvenes. No importa lo grande que sea el obstáculo o la tribulación, mientras tenga a Shifu y al Fa, todo puede resolverse.
Una reclusa combativa por fin entró en razón
Todas las mañanas teníamos media hora para pasar lista, media hora después de comer para sentarnos en silencio y cuatro horas por la noche para volver a sentarnos en silencio. Estas eran oportunidades para hablar con la gente sobre Dafa y aclarar la verdad. También aclaraba la verdad a quien se sentaba a mi lado mientras trabajaba en el taller. Aproveché todas las oportunidades para difundir la verdad sobre Dafa y la injusta persecución. A través de mis palabras y mis actos, las reclusas aprendieron que los practicantes de Dafa somos buenas personas y que es más probable que renuncien el PCCh y sus organizaciones juveniles.
Cuando Mei ingresó en nuestra celda, intenté aclararle la verdad, pero no conseguí comunicarme con ella. Pronto descubrí que era combativa y vulgar. Me caía mal y consideré que no merecía la pena salvarla, así que me rendí y decidí dejarla en paz. Mucho más tarde me di cuenta de que estaba equivocada. Mi objetivo era salvarla y a los seres que la rodeaban en otras dimensiones, así que no debería haberla juzgado por su comportamiento.
Cuando me di cuenta, intenté aclararle la verdad. Hablé con ella durante mucho tiempo, explicándole lo que era realmente Dafa, dándole a conocer todos los hechos y las razones por las que la persecución era un error. Le expliqué la verdad en profundidad. Pero no pude convencerla de que renunciara al PCCh. Admitió que me admiraba como persona y que no estaba en contra de Falun Dafa, pero que sentía que los principios universales de Verdad-Benevolencia-Tolerancia eran demasiado exagerados. En sus propias palabras, era "imposible de lograr". Le dije: "Si pudieras lograrlo de inmediato, ya no serías humano sino un dios".
Continuó diciendo que todo el mundo estaba en su contra. Probablemente se trataba más bien de su personalidad y carácter: argumentaba por todo y era combativa. De hecho, la detuvieron por agredir a la gente. No le caía bien a nadie, ni siquiera a mí. Hablé con ella porque, como practicante de Dafa, sentía el deber de aclararle la verdad.
Al poco tiempo, Mei fue trasladada a otra celda después de que se peleara con otra reclusa. Pensé que no volvería a verla, pero al poco tiempo estaba de nuevo en nuestra celda, esta vez esposada y con grilletes. Pensé: "Estupendo. Nos volvemos a ver. Puedo seguir aclarándole la verdad". Pero ella seguía sin querer escuchar.
Dos días antes de que liberaran a Mei, decidí intentarlo una vez más. Le dije: "Quiero hablar contigo porque quizá no volvamos a vernos. Si pierdes esta oportunidad de renucniar al PCCh y sus organizaciones juveniles, me sentiré muy triste por ti. Después de que vuelvas a casa, si alguien más te habla de Dafa y trata de ayudarte a renunciar al Partido, espero que no pierdas la oportunidad. ¿Qué te parece? ¿Qué tal si renuncias primero a los Jóvenes Pioneros?". No esperaba su respuesta, aceptó: "De acuerdo. ¿Por qué no?" Me sentí tan aliviada. Esto demuestra que la perseverancia acaba triunfando.
Justo antes de salir, Mei me abrazó y se le llenó la cara de lágrimas. Me dijo que era una buena persona y que no quería dejarme. Le dije: "Ya has elegido el lado del bien y tendrás un futuro brillante. Cambiarás después de que te liberen; tienes que recordar Verdad-Benevolencia-Tolerancia cuando surjan conflictos". Y lo que es más sorprendente, Mei y mi antigua jefa de celda se presentaron en el centro de detención el día que me liberaron para apoyarme y felicitarme. Me sentí muy conmovida.
Estaba predestinada a ser salvada
Ling y yo estábamos predestinadas a encontrarnos. Llegamos al centro de detención el mismo día. Durante los primeros nueve meses dormimos una al lado de la otra. A pesar de cambiar varias veces de sitio para dormir, siempre acabábamos juntas: ¡qué relación tan predestinada!
Cada noche, antes de irme a dormir, susurraba a Ling y le aclaraba la verdad. Ella escuchaba, pero no decía nada. Cuando le pregunté si se había afiliado al PCCh o a alguna de sus organizaciones juveniles, me dijo que no. Me costaba creerlo, porque ella era sólo un año más joven que yo; a la gente de nuestra generación se la obligaba, como mínimo, a afiliarse a los Jóvenes Pioneros. Sobre todo porque Ling era de la ciudad y trabajaba en una agencia gubernamental, sería muy extraño que no se hubiera afiliado al PCCh o a alguna de sus organizaciones juveniles. Después de aquella conversación, ella ya no quería escuchar cuando yo hablaba de Dafa. Estaba resentida con ella y poco a poco me fui distanciando. Ya no hablaba con ella ni le ayudaba.
Ling era diferente de las demás reclusas. La mayoría eran incultas y groseras; no me afectaba mucho cuando se negaban a renunciar al Partido. Ling, sin embargo, era diferente: educada, cortés y amable. Me molestaba mucho no poder llegar a ella y hacerle comprender la importancia de cortar todos los lazos con el PCCh. Por suerte, me di cuenta enseguida de este pensamiento erróneo. No debería haberle guardado rencor o haberla ignorado sólo porque no renunciara al Partido. Lo que me molestó tanto fue no poder ayudarla más. Si albergaba un resentimiento tan fuerte, ¿cómo iba a aprender la verdad y salvarse? No podía guardar resentimiento.
Rectifiqué mi pensamiento: "Tal vez ella realmente nunca se ha unido a ninguna de las organizaciones juveniles del PCCh". Volví a entablar amistad con ella. Antes de que Ling fuera liberada, intenté convencerla una vez más de que renunciara al PCCh. Me dijo: "La verdad es que nunca me he afiliado a nada. Umm... ¿qué tal los Pequeños Guardias Rojos? ¿Eso cuenta?" "Sí", le dije. "También es una organización juvenil del PCCh". Para mi sorpresa, aceptó dejar los Guardias Rojos. Si me hubiera dado por vencida, ella habría perdido la oportunidad de salvarse.
Dafa salvó la vida de una mujer
Cai tiene una gran relación predestinada con Dafa. Dafa le salvó la vida una vez, pero ella no se dio cuenta. Unos años antes de conocernos en el centro de detención, estuvo detenida durante un mes en Beijing y conoció a una practicante anciana. El practicante le dijo que Dafa era una gran práctica y le aclaró los hechos que rodeaban la persecución, pero no mencionó nada sobre renunciar al PCCh.
Esta vez, Cai fue engañada y traicionada por su prometido, que la involucró en sus fechorías. Cuando se enteró, saltó del quinto piso de un edificio, pero sobrevivió milagrosamente. Debido a sus tendencias suicidas, la esposaron a la barandilla de una cama cuando la metieron en nuestra celda. Le aclaré la verdad, pero me interrumpió: "Sé que Falun Dafa es bueno. Conocí a una practicante y me lo contó todo. Y los practicantes de Falun Dafa son todos muy amables". Cuando le pregunté si había renunciado al PCCh, negó con la cabeza y dijo que nunca había oído hablar de ello. Le dije que era importante renunciar al Partido y aceptó dejar los Jóvenes Pioneros de inmediato.
Le dije: "Como crees que Dafa es bueno y que la persecución es mala, estabas protegida y no te hiciste daño cuando saltaste del edificio. Dafa te salvó. ¿Quién podría sobrevivir a una caída desde tan alto?". Ella respondió: "¿Es así? En ese momento, lo único que quería era morir. Pero quién sabe lo que pasó. Yo también pensé que era extraño que viviera". Le dije: "Dafa te ha salvado la vida. Así de extraordinario es Dafa. Ya no puedes tener pensamientos suicidas. Matarse a uno mismo es también matar. No debes suicidarte". Ella asintió.
Una reclusa se recupera de una hernia discal
Qian, una reclusa, tenía una grave inflamación de la cintura para abajo. Cuando llegó a nuestra celda, era tan grave que su piel se había vuelto translúcida. No podía andar y necesitaba ayuda para ir al baño. Aún así, la obligaban a trabajar sentada en el taller. Nos dijo que la hinchazón se debía a una hernia discal. Antes de que la detuvieran, le habían programado una operación.
Le aclaré la verdad y aceptó renunciar al PCCh y sus organizaciones juveniles. Le dije: "Cuando te pongan en libertad, intenta encontrar un ejemplar de Zhuan Falun y léelo, te ayudará muchísimo. Por ahora, todo lo que puedes hacer es recitar 'Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno'. Te sorprenderá ver lo poderoso que es".
No seguí con Qian después de aquella conversación porque no sabía si recitaría sinceramente las dos frases auspiciosas. Si no mejoraba, podría pensar mal de Dafa. Pero una semana después, Qian vino a verme y me dijo: "Mi dolor de espalda ha mejorado mucho. La hinchazón es menor. Puedo caminar sin mucho dolor. Realmente funciona recitar 'Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno'". Le dije: "No es sólo porque recitaste esas dos frases, es también porque renunciaste al PCCh. En cuanto te separaste del Partido, los seres superiores empezaron a cuidar de ti". Le dije que siguiera así y que también se lo contara a su familia cuando la pusieran en libertad. Aceptó encantada. Qian salió en libertad condicional por motivos médicos cuatro meses después.
Shifu hace arreglos para un internamiento de corta duración
Yi llegó tarde al centro de detención una noche. A la mañana siguiente, pasó lista a mi lado. Cuando me enteré de que lo más probable era que sólo estuviera detenida un par de días, aproveché la oportunidad y le aclaré la verdad. Aunque no tuve mucho tiempo para explicarle todo en profundidad, entendió lo que le decía y aceptó renunciar al PCCh. Me alegré mucho por ella.
Una hora y media después de pasar lista, Yi fue liberada. Incluso ella se sorprendió de que fuera tan rápido. Puede haber parecido una coincidencia que yo la ayudara a renunciar al Partido durante el corto periodo de tiempo que duró el pase de lista, pero yo sabía que todo había sido arreglado por Shifu. Si no hubiera sido por Él, ella no habría estado a mi lado. Agradecí sinceramente a Shifu en mi corazón.
Aclarar la verdad para salvar a los seres conscientes
Tuve mucho tiempo para aclarar la verdad a las reclusas. Si no conseguía hablar con alguien, volvía a intentarlo al día siguiente. También hubo incidentes en los que una reclusa fue puesta en libertad o trasladada antes de que yo pudiera aclararle la verdad: fueron más de 40. Me entristeció verlas marchar y no pude hacer nada. Me entristecía verlas marchar y me sentía culpable por ello: las había defraudado. No tendría otra oportunidad de compensarles.
Ayudé a un total de 116 reclusas a renunciar al PCCh durante los 14 meses que pasé allí. Memoricé sus nombres por orden y los recité una y otra vez hasta que tuve la oportunidad de transmitir la lista a una practicante que me ayudó a publicar las declaraciones en el sitio web de Minghui. No podría haberlo hecho sin la ayuda de Shifu ni sin pensamientos rectos y el apoyo de los practicantes locales. Quiero dar las gracias a Shifu por velar por mí en cada paso del camino, a mis abogados por representarme y luchar en mi nombre, a todos los practicantes por sus continuos esfuerzos solicitando mi liberación, y a mi familia por su amor y apoyo.
Lo que he ganado con esta tribulación
El poco más de un año de detención fue la mayor tribulación a la que me había enfrentado. Nunca sufrí peores maltratos ni hostilidad. Me hacían sentar en un pequeño taburete durante horas sin moverme lo más mínimo. Me supuraban las nalgas y el dolor era insoportable. Hacer el turno de noche fue lo más duro que tuve que soportar. Estaba de pie hasta que me dolían tanto la espalda y las piernas que no podía aguantar ni un segundo más. Me llevaban al límite física y mentalmente.
Durante mi detención, se me cayó un diente y ya no pude llevar mi dentadura postiza. Aún me la ponía para sostener mi estructura facial, pero ya no podía masticar nada. Mi ingesta de alimentos disminuyó y perdí peso rápidamente. Pero seguía teniendo que trabajar muchas horas en el taller. También desarrollé una enfermedad dolorosa que afectaba a los tendones que unen el pulgar y la muñeca. El pulgar de la mano izquierda estaba rojo e hinchado.
Además de largas horas en el taller, también ayudaba diariamente a las reclusas a doblar sus edredones. A pesar de tener siempre las mejores intenciones, a menudo me trataban injustamente y me acusaban falsamente. Mis nociones y apegos humanos me obligaban a sacar lo mejor de mí y me planteaban enormes pruebas de xinxing. Eso me servía para demostrar que podía aguantar y perseverar. Fue la mayor prueba de mi cultivación.
Ser detenida es un acontecimiento desafortunado para la mayoría de la gente, pero para esta cultivadora, resultó ser algo bueno. Pude templar mi voluntad en aquel entorno complejo y salí fortalecida. Mejoré mi xinxing interactuando con todo tipo de personas y elevé mi nivel personal. Al enfrentarme a reclusas con opiniones e ideas diferentes, adquirí más confianza en mi capacidad para esclarecer la verdad. Fui capaz de elevarme por encima de la tribulación y las circunstancias desfavorables y dejar que emergiera mi verdadera naturaleza.
Sin esta tribulación, ¿dónde más podría haber sufrido tales penurias? ¿En qué otro lugar podría haber tenido tantas oportunidades de mejorar mi xinxing con la ayuda de tanta gente? Una vez que me di cuenta de ello, me sentí agradecida por todas las dificultades y sufrimientos. Al mantenerme fiel al estándar de Verdad-Benevolencia-Tolerancia y cultivar continuamente mi corazón, me volví más compasiva y desinteresada. Me da tanta alegría recorrer mi propio camino en la cultivación, hacer lo que Shifu nos pide y cumplir mis sagrados votos prehistóricos.