(Minghui.org) Comencé a practicar Falun Dafa en 1998. Me sentí feliz porque pude aprender Falun Dafa. Estuve triste en medio de las tribulaciones, pero ahora tengo confianza en mi futuro. Lo que más valoro es la salvación misericordiosa de Shifu, por la cual estoy eternamente agradecida.
Shifu me protege
El mismo día que aprendí Falun Dafa tuve que subirme a un árbol y utilicé una escalera. La escalera se rompió y me caí de espaldas. No tuve miedo y me levanté rápidamente. Me quedé asombrada, porque no tenía ni un rasguño. Esa noche me reuní con una practicante de Falun Dafa para aprender la práctica y le conté lo sucedido. Me dijo que Shifu me había protegido. No podía creer que Shifu me protegiera incluso antes de empezar a practicar.
Aquella noche estudié el Fa con un grupo de practicantes. Después, hablaron de sus experiencias, y me di cuenta de que, como practicante, debo ser una buena persona dondequiera que vaya. Fui a casa, preparé la medicación de mi marido y le llevé un vaso de agua. Le sorprendió mi actitud servicial y me dijo: «¿Por qué actúas como una persona diferente?». Con una sonrisa le dije que Falun Dafa me exige ser una buena persona.
Cada vez, antes de reunirme con los demás practicantes para estudiar el Fa, me lavaba y me cambiaba de ropa. Tres días después de empezar a practicar desaparecieron mis dolores crónicos de cabeza y de muelas, y me olvidé por completo de tomar mis medicinas. Mi alegría era indescriptible.
Reformada por las tribulaciones
Un año después, Jiang Zemin, exlíder del Partido Comunista Chino (PCCh), inició la persecución a Falun Dafa y sus seguidores. Mi hija, funcionaria pública en el pueblo, creyó la propaganda difamatoria del gobierno contra Falun Dafa. En un intento de proteger su carrera, pasó de apoyar a Falun Dafa a criticar la práctica. Escondí rápidamente mis libros de Dafa para que no pudiera destruirlos. Compró un montón de libros y cintas de qigong al azar e intentó obligarme a leerlos y verlos. Cuando me negué, se enfadó conmigo.
Los funcionarios del pueblo llevaron a más de 50 practicantes locales a un centro de lavado de cerebro, así que no tenía a nadie con quien estudiar el Fa. Mi hija hizo que el funcionario encargado de la persecución viniera a mi casa para transformarme. Le aclaré la verdad y le conté cómo había mejorado mi salud después de empezar a practicar Falun Dafa. Ahora podía cuidar de mi marido, que había sufrido un derrame cerebral. El funcionario le dijo a mi hija antes de marcharse: «Parece que tu madre está bien. Acabemos con esto».
Durante mucho tiempo no tuve ningún practicante con quien hablar y no pude obtener los nuevos artículos de Shifu. Me sentía aterrorizada y deprimida cada vez que oía que los practicantes eran acosados y perseguidos. Mi hija compró escrituras budistas y me obligó a leerlas todos los días. Empecé a mostrar síntomas de enfermedad: no podía dormir ni comer y me sentía deprimida. No quería quedarme en casa, así que me fui a llorar a un parque.
Cuando empezó la persecución, algunos practicantes dejaron de practicar y otros se marcharon. No tenía a nadie con quien practicar. Empecé a tomar pastillas para mis enfermedades y mi salud empeoró. A veces encontraba un lugar donde no hubiera nadie y exclamaba en voz alta: «¡Lo siento, Shifu! He fallado, por favor, ayúdame».
Una noche, mientras estaba acostada, la voz de Shifu procedente del reproductor de audio captó de repente mi atención. Me levanté y escuché la conferencia que estaba sonando. La voz de Shifu era una cálida corriente de energía que me recorría de pies a cabeza. Lloré y me di cuenta de que Shifu me estaba animando a levantarme y estudiar el Fa en vez de quedarme tumbada. Quería ponerme al día con el progreso de la Rectificación del Fa.
A partir de ese día estudié el Fa todos los días. Poco después, conocí a una practicante. De ella pude obtener los nuevos artículos de Shifu y los materiales informativos.
Salvar a la gente con «billetes de la verdad"
Soñé que iba a una sala de exámenes para hacer una prueba y Shifu estaba allí. No creía que pudiera redactar un artículo porque ni siquiera sabía escribir mi nombre. No sabía qué hacer. Shifu me sonrió y me dijo: «Ven a hacer la prueba». Mientras dudaba, me desperté. Pensé mucho en lo que Shifu intentaba decirme en el sueño, y se me ocurrió que me estaba diciendo que venir a este mundo es como entrar en una sala de examen, y que debía intentar pasar la prueba en lugar de esperar.
A la hora de aclarar la verdad, por miedo, sólo repartía material a la gente en lugar de hablar con ellos cara a cara. Ling, una practicante, se mudó al mismo edificio en el que yo vivía. Me ayudó mucho. Gracias a que me lo recordó, destruí todos los libros y cintas que me había dado mi hija. Después, pude comer y dormir.
Ling me llevó de compras y me enseñó a usar los «billetes de la verdad». Se llamaban así porque eran billetes de baja denominación que tenían escrita información acerca de Falun Dafa.
Me dijo: «No tengas miedo. Mira cómo uso los billetes de la verdad como forma de hablar a la gente sobre Dafa».
Nos dirigimos a un mercado, donde Ling aclaró la verdad a muchos vendedores y les pagó con los billetes de la verdad abiertamente y con naturalidad. Todos sonrieron y aceptaron los billetes. A continuación, Ling compró en una tienda y pagó con un montón de “billetes de la verdad” por algo de grano y aceite de cocina.
El vendedor se alegró y dijo: «Estupendo, ahora tenemos más billetes pequeños».
Ling le dijo: «Gastar este dinero te traerá fortuna y buenos negocios». El vendedor le dio las gracias.
De camino a casa, le pregunté a Ling: «¿Por qué has comprado hoy tanta comida?».
Ella respondió: «Es más, ¡incluso he comprado alimentos para tu casa!».
No pude parar de reír y respeté aún más a Ling por su amabilidad. A partir de entonces, utilicé con confianza los billetes de la verdad. Cada semana cambiaba 500 yuanes por billetes pequeños para hacer compras.
Ayudar a expracticantes
Quería ayudar a los expracticantes a reanudar la práctica porque vinieron a este mundo para aprender Falun Dafa y esperaban salvar a los seres conscientes de sus mundos. Cuando se pierden en este mundo, necesitamos despertarlos para que no se pierdan.
A veces, cuando descubría dónde vivía un expracticante, sus familiares me echaban. Temían ser perseguidos, así que no querían que hablara con ellos. A veces tenía que esperar horas a que salieran de casa para poder hablar con ellos.
Una vez esperé toda una mañana a un expracticante. En cuanto le vi salir, me emocioné y me acerqué a él para hablar. Antes de que pudiera decir una palabra, hizo un gesto con la mano para que me marchara.
«Te esperé medio día para poder darte el nuevo artículo de Shifu. Por favor, acéptalo», le dije.
Me contestó: «He dejado de practicar y no lo necesito».
Le recordé: «¿Recuerdas lo diligente que eras cuando reunías a todos para estudiar el Fa y hacer ejercicio? Si leyeras el artículo sabrías que Shifu aún te espera».
Aceptó el artículo y dijo: «Claro, me lo llevo teniendo en cuenta que has venido hasta aquí».
Siempre llevaba conmigo los nuevos artículos de Shifu cuando visitaba a expracticantes. Volví a visitarlos en repetidas ocasiones para persuadirles de que reanudaran la práctica, con la esperanza de que cumplieran sus votos. Con la ayuda de Shifu, más de diez expracticantes del pueblo reanudaron la práctica y empezaron a aclarar la verdad.
Un día estaba fuera aclarando la verdad y de repente se puso a llover. Me detuve delante de una tienda a esperar a que la lluvia parara. Un joven se acercó para evitar la lluvia, así que aproveché y le entregué una copia de un folleto de Falun Dafa.
Al ver el folleto, se entusiasmó y exclamó: «¡Por fin te he encontrado!».
No recordaba haberle conocido antes. Me dijo que había crecido en la aldea donde yo vivía y que había practicado Falun Dafa con su padre desde que era pequeño. Tras el comienzo de la persecución, su padre abandonó la práctica por miedo, y más tarde falleció de cáncer.
Dijo que Falun Dafa echó raíces en su corazón y que quería retomar la práctica, pero que había olvidado los movimientos de los ejercicios después de tanto tiempo. Siempre esperaba encontrarse con los practicantes de la aldea. Le miré atentamente y recordé rápido su aspecto de cuando era pequeño. Me alegré mucho: «Ah, eres Yu. Mira qué grande estás ahora».
Ayudé a Yu a renunciar al PCCh y sus organizaciones afiliadas. Unos días después le llevé libros de Falun Dafa. Era diligente en el estudio del Fa y para hacer los ejercicios. Le llevé los nuevos artículos de Shifu, y me pidió folletos porque quería salir y ayudar a aclarar la verdad a la gente.