(Minghui.org) Mi vida debería haber terminado hace 26 años, pero Shifu, la prolongó. Me gustaría contarles mi camino de cultivación.
Me diagnosticaron un cáncer de hígado terminal cuando tenía 30 años. Mientras esperaba el final de mi vida, elegí un cementerio e hice los preparativos para mi funeral. Me molestaba estar a punto de morir. Cuando estaba perdiendo la esperanza, alguien me introdujo en Falun Dafa, que no sólo me salvó la vida, sino que me ha mantenido sano hasta el día de hoy. Shifu me sacó del infierno, me limpió y me puso en un camino divino para volver a mi verdadero ser.
Tiré todas mis medicinas. Todos los días estudiaba el Fa, hacía los ejercicios y presentaba la práctica a la gente. Muchos aldeanos empezaron a practicar cuando vieron que me había recuperado del cáncer. Mi casa se convirtió en un lugar de práctica y cada vez más gente se unió a ella. Estudiamos, nos ejercitamos y mejoramos juntos. Hablábamos de nuestras experiencias de cultivación y nos sentíamos felices y llenos de energía.
Salvar a la gente de las aldeas remotas
La persecución a Falun Dafa comenzó en 1999 y el lugar de práctica fue suspendido. La policía vino repetidamente a mi casa intentando arrestarme, pero escapé cada vez, gracias a la protección de Shifu. Finalmente, decidí irme de casa para evitar futuras persecuciones. Llevé conmigo Zhuan Falun, el libro principal de las enseñanzas de Falun Dafa. Mi esposa puso todo el dinero que teníamos en ese momento, unos 100 yuanes (15 dólares), en mi bolsillo y me dijo: «Vete y mantente vivo. No vuelvas».
Shifu dijo:
«Vagar es algo bastante sufrido; yendo a pie en la sociedad mendigando comida, se encuentra con toda clase de personas que se burlan de él, lo injurian o se aprovechan de él, puede encontrarse con toda clase de situaciones». (Octava Lección, Zhuan Falun)
Ni siquiera tenía un lugar donde mendigar comida. Mi casa estaba vigilada las 24 horas del día y me buscaban por todas partes. No me atrevía a ir a casa de mis parientes o amigos ni a ningún lugar concurrido. Por la noche dormía en el campo. Cuando hacía frío, me escondía en cobertizos de granjeros al azar y salía antes del amanecer. No sabía adónde ir ni cuál sería mi futuro.
Al final, fui a casa de un pariente. Tras conocer mis circunstancias, accedió a acogerme. Vivía en un pueblo remoto donde nadie practicaba Falun Dafa. Durante el día le ayudaba en el trabajo de la granja y estudiaba el Fa cuando tenía tiempo. Por la noche salía tranquilamente a hacer los ejercicios. Afuera había muchos mosquitos y me picaban por todas partes. Me picaban mucho, pero no me importaba, pues sabía que estaba eliminando yeli. Al cabo de un rato, sólo oía el zumbido de los mosquitos, pero ya no me picaban. Me pregunté si había saldado todas mis deudas y sentí que algo me cubría. Me di cuenta de que Shifu me había puesto una cubierta para que los mosquitos no me interrumpieran cuando hacía la práctica. Lloré, sabiendo que Shifu estaba a mi lado y me ayudaba. La vida era amarga, pero mi corazón sentía dulzura.
Shifu me guió hasta esta aldea para que pudiera ayudar a salvar a la gente de allí. Aclaré la verdad a todos los que conocí y les ayudé a renunciar al Partido Comunista Chino (PCCh). Un año después, la mayoría de los habitantes de la aldea conocían la verdad sobre la persecución y renunciaron al partido.
Los obreros de la construcción son testigos de milagros
En cierta ocasión, un pariente lejano me llevó a una ciudad donde no conocía a nadie. Conseguí trabajo en una obra. Hice todos los trabajos pesados y sucios que nadie quería hacer. Trabajaba duro y estaba agotado todos los días. Los trabajadores que me rodeaban a menudo me insultaban y ridiculizaban, y me trataban como a un tonto. Seguí las enseñanzas de Falun Dafa y no me defendí. «Ustedes que refinan gong ni siquiera devuelven el golpe al ser golpeados, no devuelven la injuria tras ser injuriados». (Novena Lección, Zhuan Falun) Sabía que había venido allí para pagar mis deudas.
Un día me caí de una escalera de dos pisos de altura. No pude respirar durante un rato. Los trabajadores dijeron que llamarían a una ambulancia. Como no podía hablar, les hice señas con las manos para que no lo hicieran. Me esforcé por levantarme y dije: «Estoy bien, por favor, vuelvan al trabajo». Alguien dijo: «No estás bien, tienes la cara pálida». Con mucha dificultad caminé lentamente de vuelta a donde vivía e hice los ejercicios.
Cuando hice el primer ejercicio y me estiré, pude oír crujir mis huesos y sentí un dolor insoportable. No podía dejar de temblar y sudaba profusamente. «Shifu me está poniendo los huesos en su sitio», pensé. Hice los cinco ejercicios y estudié el Fa todos los días.
Unas dos semanas después volví a la obra y trabajé como si nada. Mis compañeros estaban asombrados y sabían que Falun Dafa era milagroso. A partir de ese día, pude aclararles mejor la verdad. Algunos incluso vinieron a mí y me pidieron que les ayudara a renunciar al PCCh.
Son el mejor grupo de personas
Un día me encontré con un practicante cuando estaba aclarando la verdad. Me puso en contacto con otro practicante que se convirtió en mi compañero de piso. Convertimos nuestro apartamento en un sitio de producción de materiales de aclarción de la verdad, y utilizábamos nuestro tiempo libre para imprimir y distribuir folletos de Falun Dafa.
Una persona me denunció a la policía cuando estaba repartiendo folletos y me arrestaron. Los practicantes contrataron a un abogado de Beijing porque el abogado local temía a las autoridades y se negó a defenderme.
La primera vez que me reuní con el abogado de Beijing, recitó Lunyu antes de hablar conmigo. Cuando terminamos de hablar, me preguntó si podía ayudarme en algo. Le pedí que me trajera una lista de nombres de personas a las que podría ayudar a renunciar el PCCh en el centro de detención para enviarla a un practicante concreto. Se rió y me dijo: «Tienes problemas y quieres salvar a la gente. Puedes estar seguro de que podré sacar la lista a escondidas».
La siguiente vez que nos vimos, me dijo que me defendería, y me explicó cómo lo haría y cómo podía ayudarle. Volví a pedirle que me sacara una lista de nombres. Sonrió: «Admiro sinceramente a los practicantes de Falun Dafa. Entre toda la gente con la que trato, ¡ustedes son los mejores! Cuando me jubile, yo también practicaré Falun Dafa».
Con cámaras de vigilancia por todas partes, me resultaba casi imposible hacer la práctica. Decidí cambiar la situación. Una noche, mientras todos dormían, me levanté e hice los cuatro primeros ejercicios en mi cama. Como no había música para guiarme, tuve que contar las repeticiones. El guardia de turno me vio y me ordenó que parara. Como no lo hice, se acercó para empujarme físicamente al suelo. Al sentarme, empecé a hacer la meditación sentada. Luego me obligó a tumbarme. Esperé a que se fuera, me levanté y reanudé los ejercicios. Como no pudo conmigo, el guardia me puso en otra cama, diciendo que estaba en el punto ciego de la vigilancia. «Haz los ejercicios aquí», me dijo. Yo estaba muy agradecido y grité mentalmente: «¡Shifu, lo he conseguido!». A partir de entonces pude hacer la práctica con regularidad.
Cada vez que los guardias me obligaban a renunciar a mi fe y firmar documentos, me negaba. Antes de que terminara mi condena, un guardia me amenazó con ampliarla si no firmaba las declaraciones de renuncia a Falun Dafa. Los practicantes de fuera, tras conocer la situación, enviaron información a Minghui con la fecha y hora concretas en que estaba prevista mi liberación y pidieron a los practicantes que enviaran pensamientos rectos para eliminar las interferencias sobre mi caso.
Gracias a ellos, fui liberado en la fecha prevista. Salí de la prisión con una lista memorizada de 27 personas que habían aceptado renunciar al PCCh. Las autoridades de la prisión me llevaron a casa.
Falun Dafa me da sabiduría
Después de volver a casa, la policía local vino de vez en cuando a acosarme, intentando obligarme a renunciar a Falun Dafa. Me amenazaron con volver a meterme en la cárcel para una condena más larga si no lo hacía. Los funcionarios del pueblo también intentaron extorsionarme y me amenazaron con denunciarme a la policía. No pararon ni siquiera cuando les aclaré la verdad. Finalmente, decidí irme de casa porque el ambiente era tan poco propicio que no podía hacer bien las tres cosas.
Volví a la ciudad donde viví antes y encontré a los practicantes que tan desinteresadamente me ayudaron. Nuevamente con su ayuda encontré trabajo en una obra. Aprendí a hacer el cableado eléctrico. También aprendí a leer planos de construcción, incluso los complicados, con los que los profesionales tenían dificultades. Me parecía inconcebible, porque sólo estuve en la escuela unos pocos años antes de que la Revolución Cultural acabara con mi educación. Olvidé casi todo lo que aprendí, pero conseguí entender los dibujos. Falun Dafa volvió a mostrar su poder con la sabiduría que me dio.
A través de este trabajo conocí y salvé gente. Una vez fui a un lugar para examinar y recablear un circuito. Conocí a una pareja de jubilados y les ayudé a renunciar al PCCh. Me dijeron que practicarían Falun Dafa y leerían los libros.
Dedos dañados pero vuelven a funcionar sin tratamiento
Me corté tres dedos de la mano derecha al utilizar una motosierra. No dejaban de sangrar y mis compañeros de trabajo me llevaron a un hospital. El médico echó un vistazo y dijo con indiferencia: «Deposite 10.000 yuanes antes de hacer los trámites de hospitalización, de lo contrario no podremos ayudarle». Uno de los trabajadores dijo: «Mire su mano, está gravemente herida. El tendón está cortado y el hueso expuesto. Podría necesitar una amputación. ¿Qué clase de hospital es este?». Otro dijo: «Es un hospital que quiere dinero».
Su conversación me despertó, y me di cuenta de que los hospitales tratan a la gente común, pero yo soy practicante de Falun Dafa. ¿Cómo iba a ir a un hospital para que me trataran? Les dije a mis compañeros: «Vámonos, no necesito ningún tratamiento. Practico Falun Dafa y Shifu me protege».
Cuando llegué a casa, encontré un trozo de tela limpio y lo utilicé para envolverme los dedos y detener la hemorragia. El dolor era horrible y mis dedos seguían hinchándose, y algunos lugares se volvieron morados. Tenía los dedos pulgar y corazón entumecidos y no podía mover el índice. Parecía que se me quemaba la mano. Me acordé de las palabras de Shifu: «con el Maestro y el Fa aquí, ¿a qué le pueden temer?». («Exponiendo el Fa en Sidney»)
También de estas:
« Difícil de soportar, se puede soportar; difícil de hacer, se puede hacer». (Novena Lección, Zhuan Falun)
Y recité:
«Cuando atravieses una tribulación verdadera o una prueba, haz el intento; si es difícil de tolerar, trata de tolerar; si parece difícil de realizar y dicen que es difícil, entonces prueba un poco, a ver si realmente va o no va». (Novena Lección, Zhuan Falun)
Durante ese tiempo, recité el Fa que recordaba, lo estudié, hice los ejercicios y envié pensamientos rectos. Poco a poco la hinchazón disminuyó y los tres dedos recuperaron todas sus funciones. Volví al trabajo, y mis compañeros vieron otra vez el poder asombroso de Falun Dafa.
Mirando hacia atrás en mi camino de cultivación, no podía avanzar sin la protección de Shifu. De ahora en adelante, no importa lo lejos que me quede o lo difícil que sean las cosas, caminaré sólidamente hasta terminar mi misión, que es ayudar a Shifu a rectificar el Fa, salvar a la gente, cumplir mis votos prehistóricos y volver a casa con Él.
Por favor, señala cualquier cosa que no esté en línea con el Fa.