(Minghui.org) En 2020 estuve encarcelada durante cuatro años porque me negué a renunciar a Falun Dafa. Mi hijo y otros tres familiares, que no eran practicantes, pero apoyaban mi práctica, lucharon por mi liberación. Como resultado, tres de ellos fueron arrestados y condenados a prisión. Lo que les ocurrió a causa de la persecución contra mi, causó problemas a sus familias.
Después de que me liberaron y regresé a casa hace seis meses, me sentí mal por mi familia. En lugar de estudiar más el Fa y hacer bien las tres cosas para compensar la pérdida que le causé a Dafa, perdí mi deseo de cultivarme diligentemente. Firmé la declaración de garantía para dejar de practicar Falun Dafa mientras estaba encarcelada, y creí que Shifu ya no me aceptaba como una de sus practicantes. Pensé: “Ya que no puedo volverme divina, al menos puedo ser una buena persona. Debo cuidar de mi familia y dejar de salir todos los días a aclarar la verdad”. Me llevé a mi madre, que era demasiado mayor para cuidar de sí misma, y me mudé con mi hijo. De esta manera podría ayudar a cuidar de mi madre y mi nieta, y mi nuera podría conseguir un trabajo.
Rara vez estudiaba el Fa o enviaba pensamientos rectos. Dejé de tratarme como a una cultivadora y ya no salía a aclarar la verdad. Lo evaluaba todo en base a nociones humanas. Juzgaba a mi hijo y a su esposa, pensando que no se ajustaban a los valores tradicionales. Ignoraba sus sentimientos y creía que lo que hacía era lo mejor para la familia. Mi hijo y yo teníamos cada vez más conflictos. Un día me dijo: “Mamá, sufriste mucho mientras estuviste encarcelada. ¿Qué es lo que todavía te molesta tanto?”. Sabía que tenía razón, pero no podía dejar ir mis apegos.
Yo seguía encontrando defectos en él y en mi nuera. Una vez me dijo: “No miraste hacia dentro”. Me di cuenta de que Shifu me lo estaba recordando a través de él, pero en ese momento pensé que estaba usando el Fa para criticarme y se negó a corregir sus errores. Nuestros conflictos se volvieron más intensos y él y su esposa dejaron de hablarme.
Me emocioné y les agredí aún más. Entonces mi hijo dijo algo tan hiriente que me dejó sin palabras. Me sentí agraviada, impotente y sola, y extrañé estar con otros practicantes. Mi nuera dejó su trabajo y pudo encargarse de las cosas de la casa, así que le dije que me mudaría de nuevo cuando encontrara trabajo. Me fui con mi madre y regresé a casa.
Despertar del palo
A través del estudio del Fa comprendí que la experiencia en la casa de mi hijo había sido organizada por Shifu para ayudarme a mejorar. Me di cuenta de que estaba demasiado apegada a los asuntos de la gente común, así que traté la experiencia como una tribulación, en lugar de agradecerles a mi hijo y a su esposa. Les llamé y les dije que todo lo que había sucedido era culpa mía. Se negaron a aceptar mis disculpas.
Shifu dijo en Exponiendo el Fa en el primer Fahui de Norteamérica :
“Recuerden estas palabras mías: no importa con qué problemas te encuentres, no importa qué te cause desagrado interno, y no importa si en la superficie tienes o no razón, si tú estás verdaderamente considerándote como cultivador, siempre deberías examinarte para buscar la causa. Pregúntate a ti mismo si es que tienes un motivo equivocado, o difícil de detectar que esté relacionado con el problema. Como cultivador, si meramente dejas las cosas superficialmente, mientras dentro de tu corazón aún te aferras a algo o te aferras a tus propios intereses personales, los cuales no permites que sean dañados, ¡te digo que tu cultivación es una cultivación falsa! Si tu propia manera de pensar no cambia, no podrás avanzar ni un paso y te estás engañando a ti mismo. Sólo cuando mejoras verdaderamente tu interior, puedes hacer progresos reales”.
Mi corazón se conmovió y me di cuenta de que tenía miedo de estar sola. Un año, mi hijo y su familia vinieron a casa para el Año Nuevo Chino, pero sólo se quedaron un día. Les culpé por no seguir la tradición y quedarse más tiempo. Cuando mi hijo estaba a punto de irse, le dije: “Si tu padre todavía estuviera vivo, ¿te irías tan pronto?”. Corrí a mi habitación y lloré, suplicándole a Shifu: “La vida es demasiado dura en el mundo humano. No puedo seguir cultivándome”.
Treinta minutos después sonó el timbre de la puerta y era una practicante que vivía a cierta distancia. Supe que Shifu la había enviado para hablar conmigo y rompí a llorar de nuevo. Rodeada por la compasión de Shifu, supe que no había razón para que abandonara la cultivación.
Poco a poco fui eliminando mi apego a los sentimientos humanos. A los ojos de todos mis parientes y amigos, mi hijo y su esposa son buenas personas, amables y me tratan bien, con respeto. Mi hijo acusó a las autoridades de violar las leyes cuando me encarcelaron. No se doblegó ante el mal y luchó por mi liberación. Como resultado, las autoridades lo encarcelaron durante tres años con cargos falsos. Sin él, mi nuera tuvo que cuidar sola de su pequeño hijo mientras trataba de rescatarnos a los dos. Mis parientes y practicantes la tenían en alta estima. Yo nunca hice nada por mi hijo y su familia. Él no fue quien me faltó al respeto, fui yo quien fue irrespetuosa y no tenía fe en Shifu y en el Fa. Yo fui quien causó todo el caos.
Mirando hacia dentro
Durante dos décadas, siempre me consideré una verdadera practicante. Sin embargo, esta vez fracasé miserablemente, hasta el punto de que pensé en abandonar la cultivación. Me sentía avergonzada de no haberme cultivado verdaderamente en los últimos 20 años, y de que todavía tenía tantos apegos: amaba a mi hijo y dependía de su familia. Presumía y no cultivaba mi habla. Me preocupaba lo que los demás pensaran de mí (para salvar las apariencias). Era celosa y no quería que me criticaran. Era arrogante, prejuiciosa y menospreciaba a los demás.
A la mañana siguiente, cuando hice los ejercicios, vi la siguiente escena: mi hijo se dirigía a las autoridades para exigir mi liberación y mi nuera le seguía con su hijo en brazos, con un aspecto fuerte y tierno. Las lágrimas me corrieron por el rostro al darme cuenta de lo que les había hecho pasar.
Esa noche escribí una carta de disculpas a mi hijo y a su esposa. Sentí que su percepción de mí estaba cambiando incluso antes de darles la carta. Volvieron a casa el día de la limpieza de tumbas, con un aspecto tranquilo y relajado, como si nada hubiera pasado. Cuando comimos, les ofrecí mis más sinceras disculpas. Mi nuera dijo: “A nosotros tampoco nos fue bien. Es maravilloso que podamos seguir disfrutando de nuestra mutua compañía”.
Shifu dijo en Zhuan Falun:
“Con la elevación de tu xinxing, a tu cuerpo le ocurre un gran cambio; al elevar tu xinxing está garantizado que ocurre una transformación en la materia de tu cuerpo. ¿Qué cambios? Esas cosas malas a las que te apegas y persigues, las tirarás todas” (Primera Lección, Zhuan Falun).
Cuanto más recitaba lo que decía Shifu, más sentía que el sentimiento de soledad se desprendía y desaparecía. Shifu eliminó las cosas malas de mí. Gracias a la gracia ilimitada de Shifu volví al estado en el que había comenzado a practicar y reanudé la aclaración de la verdad a las personas.