(Minghui.org) Saludos Shifu, saludos compañeros practicantes.
Vivo en Francia y empecé a practicar Falun Dafa en 2018.
Solía ser lo que se podría llamar una madre sobreprotectora. Era considerada y cariñosa. Mis hijos ya son adultos, así que ¿por qué debería seguir actuando como si fueran niños, y como si yo no fuera practicante?
Mi hijo menor y yo siempre tuvimos un vínculo muy fuerte. No nos veíamos muy a menudo, y las pocas veces que lo hacíamos, él llegaba agotado a causa de su ajetreado trabajo. Su situación me preocupaba cada vez más y, cada vez que nos veíamos, se me oprimía el corazón. Él no es hablador por naturaleza, pero yo no tengo problemas para hablar.
Eliminar mi apego maternal
El invierno pasado nos vimos muy poco. Cuando pudo tomarse un tiempo libre en el trabajo, probablemente yo me mostraba demasiado entusiasmada cuando le veía, lo cual le molestaba. Cuando se fue, me sentí profundamente herida. Me di cuenta de que realmente tenía que eliminar mi apego maternal.
Enviando pensamientos rectos, leyendo el Fa y discutiendo la situación con otros practicantes, me calmé gradualmente. Sin embargo, sabía que mi preocupación maternal no era el corazón compasivo de un practicante de Falun Dafa.
Una tribulación repentina
La semana pasada mi hijo vino a casa por unos días. Había interrumpido mi fin de semana en casa de mi hermana para poder pasar tiempo con él. Pero las cosas no salieron como esperaba.
Sus largos silencios me molestaban y me sentía triste. Cuando no respondió a mis preguntas, perdí la paciencia y salí furiosa de la habitación. Me sentí agraviada, despreciada y humillada.
Salí de casa y estuve fuera casi toda la tarde. Literalmente, me dolía el corazón. La última vez que sentí tanto dolor, tanta pena, fue cuando mi madre murió de repente.
Empecé a dar un paseo, pero a cada paso sentía como si pesara varias toneladas. En un momento dado, rompí a llorar y no podía dejar de sollozar. Sabía que era una prueba, pero me sentía como si estuviera dentro de una lavadora, siendo zarandeada de un lado a otro.
Pensé en las palabras de Shifu:
“¿Cómo se digieren las amarguras entre amarguras? Por ejemplo, esta persona un día va a trabajar. Su unidad no marcha tan bien, tiene más personal que empleos y no puede continuar más, así que debe reestructurarse y subcontratar, por lo cual el personal sobrante tiene que irse. Él también es uno de ellos y de repente pierde su tazón de arroz. ¿Cómo se sentirá? No tiene fuente de ingresos, ¿cómo vivirá? No sabe hacer otro trabajo, así que regresa a casa decaído. Apenas llega, encuentra que el anciano de la familia está enfermo, gravemente enfermo; él se preocupa tanto que lo lleva al hospital, y con gran dificultad consigue dinero prestado para internarlo. Regresa a casa para preparar algunas cosas para el anciano y, ni bien llega, un maestro de la escuela viene a buscarlo para decirle: «Su hijo ha golpeado gravemente a alguien, vaya a verlo de inmediato». Justo después de resolver ese problema, regresa a su casa y, apenas se sienta, recibe una llamada telefónica: «Tu cónyuge tiene una aventura»” (Novena Lección, Zhuan Falun).
Sabía que era una prueba, pero no podía calmarme. Estaba literalmente abrumada por mi frustrado amor maternal. Aunque me dolía mucho, en el fondo de mi corazón quería desprenderme de esas lágrimas y, sobre todo, de mi excesivo apego a mi hijo. Me sentí como en una experiencia de muerte, y comprendí, a mi propio nivel, lo que significaba desprenderme de mi apego a la vida o a la muerte. Me di cuenta de que, de hecho, parecía más fácil renunciar a mi propia vida que al apego emocional a mi hijo.
En las horas siguientes reflexioné sobre este apego y vi que miraba hacia fuera: ¿Por qué mi hijo me trata tan mal?
Recordé las palabras de Shifu:
“Una persona malvada es dominada por el corazón de la envidia. A raíz de su egoísmo y despecho personal, se queja que no le tratan justamente.
Una persona virtuosa siempre mantiene un corazón de compasión. Sin ninguna queja ni odio, toma la dificultad como alegría.
Un ser iluminado no tiene ningún apego en el corazón. Él contempla tranquilamente a la gente mundana extraviándose en las ilusiones” (Grado de conciencia, Escrituras esenciales para mayor avance).
Cuando soñaba con mi hijo, miraba fuera y sólo pensaba en mis sentimientos heridos. Pensaba en lo que él debía hacer para ser un buen hijo.
Quería que mi hijo hiciera esto o aquello, o que actuara así o asá, cuando lo único que tenía que hacer era decirme a mí misma que tenía que darle libertad y no dejar que su actitud me molestara. ¡Estaba mirando hacia fuera! Durante todos esos meses que pasé intentando eliminar mi apego a mi hijo, de alguna manera había esperado que mis pensamientos rectos lo hicieran cambiar para volverse más "comunicativo" y "amable". En lugar de eso, debería haber mirado hacia dentro y haberme dado cuenta de que era exigente con él pero no lo era conmigo misma. ¿Es esta la actitud de un practicante de Dafa?
El Fa de Shifu me ayudó a aceptar mejor lo que me estaba pasando:
“El sendero para cultivar gong yace en el corazón de uno
Dafa es ilimitado, las penalidades son el barco” (Falun Dafa, Hong Yin)
Recitando este poema con regularidad, llegué a sentir cómo el sufrimiento es uno de los componentes inevitables del progreso en mi cultivación.
Durante los dos días siguientes a este doloroso episodio, mi corazón estuvo apesadumbrado y lloré. Pero tenía que ir a trabajar, donde mis compañeros dicen que siempre estoy alegre. Así que puse una sonrisa en mi cara, porque no quería que nadie tuviera una mala opinión de Dafa.
Esto me ayudó a dar un paso atrás y a estabilizar mi corazón, porque no quería que mi sonrisa fuera sólo una fachada.
Una revelación
Una mañana, durante nuestra reunión local, no podía contener las lágrimas y no podía leer. Escuché a los otros practicantes leer el Fa, lo que me ayudó a calmarme. Cuando me reuní después con mi marido, vio mis ojos enrojecidos y me preguntó qué había pasado. Me resultaba inimaginable que no entendiera por qué estaba tan deprimida. De repente me sentí envuelta en una inmensa ola de compasión: Mi marido no podía entender lo que me pasaba porque él no era practicante, ¡pero yo sí! En ese momento, fue como si de repente se me revelara mi identidad: No soy fulana de tal, esposa de... o madre de... hija de... ¡Soy practicante de Falun Dafa!
¡Qué revelación! Es como si de repente se hubiera abierto una puerta para dejar entrar la luz, y la oscura celda en la que me encontraba hubiera sido arrasada.
La prueba aún no ha terminado
Sin embargo, seguía guardando un profundo rencor a mi hijo. Sabía que tenía que desprenderme de mi apego. Ya no soy una "madre corriente", soy ante todo una practicante de Dafa, así que no puedo conservar este corazón sufriendo, que no hace más que daño.
Mi hijo nos dijo que pensaba volver el domingo siguiente para el Día de la Madre. Durante toda esa semana le di vueltas al asunto, no era capaz de desprenderme de mi ira, aunque sabía que estaba mal. Quería hacérselo pagar, aunque me horrorizaba lo que sentía. Sabía que la única solución estaba en el Fa. Así que leí y envié pensamientos rectos para eliminar toda la emoción negativa cuyo único objetivo era destruirme a mí y a los que me rodeaban.
Miré en mi interior: lo que veía era feo y violento, tenía que deshacerme de ello.
Otro momento extraordinario
Llegó el tan esperado y temido Día de la Madre. Llegó mi hijo y, de repente, todos mis pensamientos de malicia o venganza desaparecieron. Simplemente me alegré de verlo, y él estaba muy relajado. Pasamos un día muy tranquilo, sin ningún tipo de tensión. No es que pusiéramos cara de circunstancias, no, se trataba de algo mucho más grande: ¡era como si esta tribulación nunca hubiera existido! ¡Sí, eso es exactamente!
Shifu dijo:
“Decimos que si frente a un conflicto uno puede dar un paso atrás, se encontrará con un vasto mar y un cielo sin límites; está garantizado que habrá un escenario diferente” (Novena Lección, Zhuan Falun).
¡Vengo de experimentar un milagro! En sólo unos días, he podido superar una tribulación tan inmensa que parecía insuperable, semejante a renunciar a la vida y a la muerte, y al final es casi como si no hubiera pasado nada.
Por fin comprendí que mirar hacia dentro es la clave para avanzar en nuestra cultivación. No se trata de una varita mágica que eliminará todos los obstáculos, en absoluto. Se trata de algo mucho más grande y mucho más sagrado: se trata de afrontar las dificultades con un corazón franco, puro y ligero, sin omisiones.
Nosotros los practicantes de Dafa tenemos una responsabilidad y somos increíblemente afortunados: ser practicantes de Falun Dafa.
Gracias a todos mis compañeros practicantes que me ayudan y apoyan cada día. Realmente somos un solo cuerpo.
¡Gracias, misericordioso Shifu, por la vida que me ha dado!