(Minghui.org) Una residente de la ciudad de Kunming, provincia de Yunnan, fue torturada y rociada con un producto químico corrosivo que casi la desfigura mientras cumplía su cuarta condena de prisión por su fe en Falun Gong, disciplina espiritual perseguida por el Partido Comunista Chino desde 1999.
Wang Jinxian, exempleada del centro comercial del distrito de Yiliang, de 67 años, comenzó a practicar Falun Gong en 1997. Tras el inicio de la persecución, fue condenada cuatro veces a prisión por un total de catorce años desde 2007. A menudo era detenida y condenada apenas unos meses después de haber sido puesta en libertad de una condena anterior. Su tercera condena se produjo tan sólo cuarenta y cuatro días después de que finalizara la segunda.
Torturas sufridas durante las cuatro condenas
La primera condena a prisión de la Sra. Wang fue de cuatro años, del 23 de marzo de 2007 al 22 de marzo de 2011. Su segunda condena fue de tres años, entre el 9 de abril de 2012 y el 8 de abril de 2015. Su tercera condena, de tres años, fue del 22 de mayo de 2015 al 21 de mayo de 2018. Fue detenida de nuevo ocho meses después de la tercera condena y condenada a prisión otros cuatro años, entre el 1 de febrero de 2019 y el 31 de enero de 2023.
Mientras estaba en prisión, la Sra. Wang soportó torturas físicas, como ser obligada a sentarse en un pequeño taburete durante mucho tiempo, estar recluida en régimen de aislamiento y recibir repetidas bofetadas. Las reclusas la vigilaban y la sometían a constantes palizas y abusos verbales. En invierno, las guardias la obligaban a copiar a mano las normas de la prisión mientras el viento helado soplaba sobre ella, lo que le producía que sus manos se congelaran.
También le prohibían usar papel higiénico en el baño o una manta por la noche. No le permitían tomar alimentos de la cafetería y tenía que terminar cualquier comida que le traían las reclusas. A veces le daban muy poca comida, mientras que otras veces le daban cantidades excesivas. La castigaban si no se lo comía todo.
Escenificación de la tortura: sentada en un pequeño taburete.
Durante su cuarta condena, en la Segunda Prisión de Mujeres de la Provincia de Yunnan, las guardias le rociaron la cara en numerosas ocasiones con un producto químico corrosivo, lo que le provocó graves quemaduras y cicatrices oscuras.
Según la Sra. Wang, antes de rociarle el producto químico, se cerraba la ventana de su celda y se daba órdenes a las demás reclusas que salieran. Luego, las guardias, que llevaban máscaras o respiradores, le rociaban el producto químico en la cara. Ella se sentía asfixiada e incapaz de respirar. A veces, rociaban un volumen mayor, y el producto químico se extendía rápidamente a otras celdas a través del sistema de ventilación, provocando la tos de otras reclusas.
Además, prohibían a la Sra. Wang verse en un espejo después de la pulverización. En una ocasión sintió que le salía líquido de la cara. Al ver la gravedad de su estado, sus compañeras de celda informaron a las guardias, las cuales le aplicaron una solución de violeta de genciana (un antiséptico) en la cara. Sólo cuando empezaron a salirle grandes ampollas en la cara, dos días después, la llevaron al hospital para que recibiera tratamiento.
Un médico utilizó una jeringuilla para drenar el líquido de las ampollas y luego le aplicó un medicamento. Pero no sirvió de nada. Siguieron formándose más ampollas grandes en la cara, que finalmente empezaron a supurar pus. El médico consultó con otros médicos y le recomendaron hospitalización. Cuando le dieron el alta nueve días después, tenía la cara cubierta de cicatrices oscuras. Para eludir su responsabilidad, las guardias intentaron obligarla a grabar un vídeo diciendo que ella misma se había causado las lesiones y que no tenía nada que ver con ellas. Ella se negó.
Además de la tortura física, la Sra. Wang también fue obligada a trabajar sin remuneración junto con otras reclusas. Para encubrir la práctica ilegal del trabajo forzado, la prisión ordenó a la Sra. Wang y a las demás reclusas que redactaran solicitudes, alegando que se habían ofrecido como voluntarias para trabajar y que se comprometían a cumplir la cuota exigida por las guardias. La Sra. Wang se negó a escribir la "solicitud" y fue obligada a sentarse en un pequeño taburete sin moverse durante todo un día.
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