Falun Dafa Minghui.org www.minghui.org IMPRIMIR

Una tribulación repentina puso a prueba mis apegos

Jul. 14, 2023 |   Por una practicante de Falun Dafa en China

(Minghui.org) Me gustaría aprovechar esta oportunidad para compartir mi inolvidable y estremecedora experiencia de cultivación, que duró 15 minutos bajo la atenta mirada de muchos practicantes. Les ruego que me corrijan si hay algo que mejorar.

En 2005, había que discutir algunos asuntos de coordinación local, así que planeamos un día para reunirnos. Vinieron muchos practicantes y la sala se llenó. Conocía a algunos de ellos, pero otros eran desconocidos. Entre ellos había una practicante que mostraba síntomas de enfermedad muy graves, pero ella no sabía cómo tratarlos desde la perspectiva de un cultivador.

Fui la última en llegar, así que no tenía sitio para sentarme. Me senté en un rincón, junto a una pequeña cama pegada a la puerta. Estaba frente a un practicante con síntomas de enfermedad. Pensé: "¡Vaya, hay tanta gente!".

Poco después, encontré asiento. Entonces un practicante dijo: "Empecemos y enviemos primero pensamientos rectos". Todos empezaron a sentarse en la posición de loto completo y se preparaban para enviar pensamientos rectos. En ese momento, una practicante levantó la cabeza y me preguntó: "¿Cómo se envían pensamientos rectos? ¿Qué se dice?”.

Al ver que parecía muy ansiosa, le dije en voz baja: «Tú sólo di: “...” y piensa en eliminar los factores malignos, etc.». En ese momento, una fuerte voz de regaño sorprendió a todos: "¡No digas más eso!". La voz fue suficiente para asustar a todos los practicantes, incluyéndome a mí.

Se me cayó la pierna que tenía cruzada por arriba y me quedé paralizada, en estado de shock. Todos lo miraron y luego me miraron simultáneamente. De repente, todo el ambiente se volvió muy tenso. No sabía qué hacer y mi mente se quedó en blanco. Me sonrojé de vergüenza mientras miraba a todos los practicantes. No dije nada y me limité a bajar la cabeza, sentarme en la posición de loto y seguir enviando pensamientos rectos.

Durante esos quince minutos, me pareció experimentar algo que nunca antes había sentido. Me mareé y mi cara se puso roja. Cada célula de mi cuerpo temblaba y los pensamientos pasaban por mi mente como si fueran torrentes de agua. Me invadieron sentimientos de bochorno, vergüenza y gran incomodidad. Ojalá hubiera estado una grieta en el suelo por la que pudiera escurrirme en ese momento. Perder la cara delante de tantos practicantes era extremadamente embarazoso. Se me llenaron los ojos de lágrimas y me pregunté cómo podría aguantar el quedarme en la sala.

Justo entonces, oí una voz fuerte en mi mente que decía: “Vámonos. Vámonos a casa. Salgamos de aquí rápidamente. No debería haber venido desde el principio. Rápido, ¡vete!”. Entonces otra voz replicó: “¿Irnos? ¿Adónde puedo ir? Llegué tarde, e incluso hablé cuando se suponía que todos estaban enviando pensamientos rectos. ¿Qué pensarán todos los practicantes si me voy? No puedo irme”. Así como así, estaba atrapada entre irme o no irme.

Entonces recordé un pasaje de una lección de Shifu:

«Alguien dice: “Si al caminar por la calle alguien me pega una patada, como total nadie me conoce, ahí puedo aplicar Ren”. Digo que esto aún no es suficiente; tal vez en el futuro se haga que alguien te dé dos bofetadas en la cara justamente enfrente de la persona ante quien sientes más miedo de “perder la cara”, haciéndote pasar vergüenza para ver cómo lidias con este asunto y si puedes ejercer Ren o no. Si puedes lograr Ren pero en tu corazón no puedes dejarlo, esto tampoco va» (Novena Lección, Zhuan Falun).

Le dije a Shifu en mi corazón: "Shifu, no quiero este apego a perder la cara. ¿No está relacionado con la fama y la ganancia? No los quiero. Me limitaré a seguir el Fa de Shifu para todo". En el momento en que surgió este pensamiento, me pareció haberme convertido en otra persona. Mi mente se aclaró y me sentí muy firme. Honestamente hablando, no sabía realmente cómo cultivarme durante esos años. Pensándolo ahora, durante esa última reflexión, elegí un pensamiento recto. Así, Shifu se deshizo al instante de mis apegos humanos, nociones y malos elementos que afloraban en mi mente.

Esto coincidió con el momento en que terminaba nuestro envío de pensamientos rectos. Sin embargo, nadie dijo nada. Aunque todos los practicantes me miraban, mi mente permanecía muy firme. Apreté lentamente las palmas de las manos frente al pecho, sonreí y dije: "Lo siento, no he pensado en ustedes. Me equivoqué. Por favor, perdónenme".

La practicante con los síntomas falsos de la enfermedad dijo: "No fue totalmente culpa tuya. Fui yo quien pidió ayuda". Otro practicante intervino: "Sí, no ha sido culpa tuya. ¿Por qué te disculpas?". Y otro dijo: "No lo decía en serio". Muchos intervinieron. Yo respondí: "De acuerdo, dejen de hablar por mí. Estoy bien. Estudiemos ahora el Fa". Así terminó todo el alboroto.

Cuando terminamos el intercambio de experiencias, todos los practicantes menos cinco o seis se fueron a casa. El hombre que me había regañado se me acercó y me dijo: "Lo siento. Hoy no me he comportado correctamente. Por favor, no tengas en cuenta mi comportamiento inadecuado". Le contesté: "No hay problema. En cambio, tengo que darle las gracias".

De camino a casa, no dejaba de pensar en lo sucedido mientras cada escena pasaba por mi mente. Al llegar a un cruce, una voz clara y nítida sonó de repente sobre mi cabeza,

"Limpian las capas de polvo, dejando ver las cosas auténticas..." (Descendiendo al mundo Secular, Hong Yin II).

Me dije: "Es Shifu quien habla. ¡Este es Su Fa! ¡Shifu!" Atravesé rápidamente el cruce con el corazón palpitando de emoción y las lágrimas rodando por mis mejillas. No dejaba de decir en mi corazón: "Gracias, Shifu. Gracias, Shifu. Gracias, Shifu". Pasó mucho tiempo hasta que conseguí calmarme.

Aquella noche tuve un sueño en el que paseaba por la playa. La arena era muy gruesa y blanca, tanto que brillaba con una luz plateada. De repente, apareció ante mí un gran montículo de cosas. El montículo estaba cubierto por una capa de piel roja, y rápidamente me acerqué para verlo más de cerca. Era un enorme cúmulo de maníes.

Me agaché y soplé fuerte, y la capa de piel roja superficial desapareció, revelando unos maníes grandes, blancos y bien dorados. Tomé un puñado y me los llevé a la boca. Cuando me desperté, mi boca seguía masticando. En ese momento, comprendí que había mejorado mi nivel de cultivación. ¡Shifu me estaba animando!

Ahora me doy cuenta de lo importante que es estudiar el Fa. Si no hubiera tenido una base sólida y el apoyo de Shifu, definitivamente no habría sido capaz de pasar esta prueba  de xinxing. Así que, no importa en qué situación nos encontremos, mientras nos enfoquemos en el Fa y seamos capaces de tolerar las dificultades, definitivamente no traeremos vergüenza a nuestra misión.