(Minghui.org) ¡Saludos, Maestro! ¡Saludos, compañeros practicantes!
Empecé a practicar Falun Dafa con mis padres cuando tenía cinco años, y desde entonces han pasado 25 años. Me gustaría compartir algunas experiencias durante el proceso, en el que hice algunos avances mirando dentro de mí misma.
Nací en China y obtuve el Fa en Beijing. Cuando era niña, mis padres siempre me llevaban con ellos al estudio del Fa y a la práctica de ejercicios. Hice todo lo posible para seguir los principios del Fa: ser tolerante con los demás en la escuela y nunca discutir con la gente. Para empezar, era una niña feliz, y gracias a la práctica de Dafa, me sentía aún más feliz, siempre con una sonrisa en la cara.
Cuando empezó la persecución en 1999, mi familia sufrió mucho. La policía saqueó nuestra casa. A mi madre la llevaron a la fuerza a la comisaría local. A mis padres los encerraron en centros de lavado de cerebro.
Aunque toda mi familia perseveró y siguió estudiando el Fa y haciendo los ejercicios, yo no me atrevía a contárselo a mis amigos y tenía mucho miedo de que la policía volviera a llevarse a mis padres. Bajo una presión prolongada, me volví introvertida y no me gustaba hablar mucho. Dejé de confiar en quienes me rodeaban y rara vez sonreía.
Pensaba que mis padres siempre estarían de mi lado, ayudándome y animándome. Sin embargo, todo eso cambió en 2011. Mientras estudiaba en la universidad, detuvieron de nuevo a mis padres y los condenaron a dos años de trabajo forzado. Me quedé completamente en shock cuando recibí una llamada de la policía. No sabía qué hacer.
Estudiaba en un lugar lejos de casa y no había otros practicantes de Dafa a mi alrededor. Tenía algunos amigos, pero no podía contarles mis quejas. No me atrevía a mostrar el dolor que sufría, pues no estaba segura de cómo reaccionarían si supieran que mis padres habían sido detenidos por practicar Falun Gong.
Durante una semana entera, estuve llorando en silencio en la cama todas las noches, y solo me secaba los ojos por la mañana para asistir a clase. Sin embargo, no podía concentrarme en los estudios porque no dejaba de pensar en cómo hacer frente al repentino cambio de situación. Con mis dos padres detenidos, me preocupaba de dónde sacar la ayuda económica para continuar mis estudios universitarios.
Me preguntaba: ¿Voy a seguir cultivando Dafa sin mis padres a mi lado? Si decido continuar, ¿tendré miedo si me enfrento al mismo peligro?
Recordé mi experiencia de vida desde la infancia. Solía ser muy débil, pero después de empezar a practicar Falun Gong, me volví saludable y nunca necesité tomar ningún medicamento. Mi padre dejó de beber y fumar y el acné de la cara de mi madre desapareció. Cuanto más pensaba en esto, más decidida estaba a continuar con la cultivación de Dafa. Sabía que el Maestro había trazado el camino de cada discípulo de Dafa y yo solo tenía que recorrer el mío.
Me sentía bien y reconfortada mientras pensaba de esta manera, como si el Maestro estuviera a mi lado. Sabía que el Maestro me animaba. A partir de ese momento, presté más atención a utilizar el Fa como guía para afrontar las situaciones que se me presentaban. Superé el miedo y regresé a Beijing. Fui a todos los centros de detención para buscar a mis padres, y también envié los números de teléfono de los policías implicados a Minghui.org.
Mirando en mi interior, descubrí que aún sentía un fuerte apego por mis padres. Durante mucho tiempo, sentí que me cultivaba para ellos. Ahora que me habían quitado a mis padres, necesitaba independizarme y cultivarme por mi cuenta.
Nunca aclaré la verdad a ninguno de mis compañeros o profesores en el pasado, pero ahora necesitaba superarlo. Me puse en contacto con mis buenos amigos de la escuela y les conté la verdad uno por uno. Les hablé de la persecución a mi familia y de los beneficios que nos había traído Dafa. También los animé a renunciar al Partido Comunista Chino (PCCh) y a sus organizaciones afiliadas.
Pronto experimenté una prueba de eliminación de yeli. Me salieron erupciones por todo el cuerpo, que me picaban muchísimo. Apenas me quedaba piel en buen estado desde el cuello hasta los tobillos. La gente me instaba a ir al hospital para que me hicieran un chequeo, pero yo sabía que era una prueba. Llevaba camisas de manga larga para disimular las erupciones. Seguí estudiando el Fa y haciendo los ejercicios, mientras contenía las ganas de rascarme la piel. Esto duró un mes entero y pasé la gran prueba.
Una mañana, mientras estudiaba el Fa, me encontré con las siguientes líneas:
“Cada uno de ustedes podrá encontrarse con cosas que les golpeen en lo más profundo del ser. A veces, el sentimiento puede ser incluso muy fuerte. Algunos de estos problemas probablemente no se manifestarán directamente a tu alrededor, en tu cuerpo, o en diferentes situaciones. Pueden manifestarse en las cosas que otra gente está atravesando. Pueden también mostrarse cuando otros te critican o durante otros conflictos. Todo esto hará que elijas si estudias o no el Fa y si te mantienes o no recto dentro del Fa. Observamos cómo escoges entre éstas dos opciones. Cada uno enfrentará este tipo de situaciones”.
“Por lo tanto, si te encontraste con ello, estás siendo probado para ver si puedes perseverar y mantenerte firme en tu práctica de cultivación en Dafa. Esto es lo más crítico” (Exponiendo el Fa en el Fahui del Este de los Estados Unidos)
Sabía que era una prueba que me permitiría empezar a tomar mis propias decisiones para cultivar Dafa y abandonar los sentimientos humanos hacia mis padres. Fue una prueba difícil, pero la superé.
El Maestro ha estado cuidando de mí todo el tiempo. Mientras mis padres estaban detenidos ilegalmente en campos de trabajo forzado, yo recibí una beca de mi universidad. Un año después, tuve la oportunidad de estudiar en Suecia como estudiante de intercambio con una beca completa. Fue entonces cuando tuve la oportunidad de cumplir con mis responsabilidades en Suecia, un país con el que tengo una profunda conexión.
Me encontré con una gran prueba después de graduarme y empezar a trabajar hace tres años. El primer día, una compañera con la que debía trabajar me ignoró por completo cuando la saludé. Fue muy embarazoso. Pensé que no le caía bien. Luego, mi supervisor le pidió que me ayudara a familiarizarme con mi trabajo. De nuevo, no me explicó nada y siguió haciendo sus cosas. Cuando le hice preguntas, me gritó y me dijo que me las arreglara sola.
Me quedé estupefacta y enfadada. ¿Cómo podía haber una persona tan maleducada? Por si fuera poco, cuando tuvo que pasar junto a mí, me empujó a un lado y me gritó diciéndome que me apartara de su camino. No dejaba de pensar en cómo iba a sobrellevarlo.
Intenté mantener la calma y no enfadarme ni discutir con ella. El ambiente en mi entorno de trabajo era bastante represivo. Mi mente estaba hecha un lío y no sabía cómo enfrentarme a una colega así. Intenté calmarme para estudiar el Fa, pero no podía dejar de pensar en cómo me gritaba y en el tono de su voz. No paraba de ordenarme que hiciera esto y lo otro, sin darme las gracias en ningún momento. No sabía cuánto tiempo iba a poder seguir. Sentía que ya había llegado al límite de mi tolerancia después de solo una semana.
El Maestro dijo:
“El Ren, es la clave para mejorar el xinxing de uno. El aguantar con odio, quejas o lágrimas es el Ren de una persona común que está apegada a sus recelos. Solo el aguantar completamente sin ningún odio ni queja alguna es el Ren de un cultivador” (Qué es Ren, Escrituras esenciales para mayor avance).
¡Por fin llegó el fin de semana! Reflexioné detenidamente sobre lo ocurrido. Intentaba ser tolerante, pues no quería dar a la gente la impresión de que no colaboraba. Sin embargo, sentía que me trataban injustamente, pero no me atrevía a enfrentarme a ella porque no quería perder mi dignidad. Soportaba los agravios en la superficie, pero en el fondo discutía con ella todo el tiempo y desarrollé resentimiento hacia ella. Me di cuenta de que no cumplía realmente el requisito de "la tolerancia de un cultivador".
Durante los meses siguientes, siempre que trabajaba con ella, me esforzaba por no tener pensamientos negativos hacia ella y siempre miraba hacia dentro cuando surgían conflictos. Me esforzaba por mirar incondicionalmente hacia dentro. Al mismo tiempo, la trataba con respeto y le preguntaba si necesitaba ayuda, sin esperar que ella me tratara del mismo modo.
A medida que profundizaba en mi interior, mi mente se aclaraba aún más. De hecho, lo que me había molestado antes era solo la forma en que me hablaba. Nunca me había causado problemas en el trabajo. ¿Por qué iba a enfadarme por cosas tan triviales?
Medio año después, descubrí que era capaz de "aguantar completamente sin ningún odio ni queja alguna" (Qué es Ren, Escrituras esenciales para mayor avance). Sin embargo, de vez en cuando, todavía me enfadaba un poco cuando se pasaba de la raya, pensando: ¿Por qué debería estarte agradecida si eres tan grosera conmigo?
Me di cuenta de que después de soltar esa capa de resentimiento, empezaba a sentirme molesta con ella de nuevo al cabo de un rato. Me esforcé más por mirar en mi interior y soltar la siguiente capa de cosas malas que había en mí. También me di cuenta de que de vez en cuando pensaba en vengarme. Nunca debería tener esa mentalidad al tratar a los demás. Así que dejé ir ese mal pensamiento y me sentí agradecida por la ayuda que me prestaba.
Ahora estoy verdaderamente agradecida a esta colega. Sin ella, no me habría dado cuenta de tantos apegos que tenía. Medio año después, un día que le estaba dando algo que necesitaba, de repente sonrió y me dijo: "Gracias". Me quedé estupefacta un segundo y le dije: "¡De nada!". Ambas nos reímos. Fue la primera vez que vi a mi colega reír tan feliz. Desde entonces, es muy educada conmigo. Me sorprendió mucho ver cómo había cambiado.
Una vez, otro colega me dijo que esta compañera había cambiado mucho desde que yo trabajaba con ella. Antes, nadie podía con ella. Hoy en día, el ambiente en mi lugar de trabajo es mucho más alegre y relajado.
Shen Yun actuó en dos ciudades de Dinamarca este año y yo trabajé en la recepción para vender recuerdos de Shen Yun. Siempre me ponía nerviosa al hablar con desconocidos y no creía que pudiera ser una buena vendedora. Cuando el coordinador me preguntó si quería unirme al equipo de promoción comercial, dudé un poco por miedo a no hacerlo bien. Por otro lado, quería hacer algo más para salvar a la gente, así que decidí intentarlo.
El primer día estaba muy nerviosa. Me habían asignado vender los pañuelos de seda más caros. Me preocupaba no poder vender ninguno. Muy pronto, otros dos miembros del equipo entablaron conversación con los clientes y uno de ellos empezó a comprar algo.
Delante de mí había una señora mayor. Parecía fría. Aunque tenía muchas ganas de hablar con ella, me quedé helada y no pude pronunciar palabra. Siguió caminando y otro vendedor le presentó los productos. Me sentí muy avergonzada conmigo misma, pensando que lo estaba haciendo muy mal. No vendí nada antes de que empezara el programa.
Reflexioné sobre mi comportamiento, esperando poder hacerlo mejor durante el intermedio. En el pasado, siempre me daba miedo hablar con desconocidos y había intentado mantenerme alejada de los proyectos que implicaban esa comunicación cara a cara. Esta vez, quería hacer un avance y no daría un paso atrás. Pensé que no bastaba con ser consciente de mi apego al miedo, sino que desprenderme de él era una verdadera cultivación. Estaba decidida a afrontar el reto.
El Maestro dijo:
“haciéndolo todo de acuerdo a Él,
si puedes hacerlo así, cultivación será”
(Cultivación sólida, Hong Yin)
Me dije: "Voy a conseguir lo que me propongo". También me di cuenta de que tenía apego a compararme con los demás. Cuando otros vendían productos pero yo no, empecé a compararme con los demás sin querer.
Durante el entreacto, seguía de pie donde estaba y me sentía igual de nerviosa. La señora mayor vino de nuevo, todavía con frialdad. Cuando me di cuenta, estaba mirando un pañuelo de seda rosa estampado con el Rey Mono comiendo melocotones. Me armé de valor y le pregunté: "¿Quiere echarle un vistazo a este pañuelo? Puedo ayudarla". No mostró ninguna emoción ni respondió a mi pregunta. Abrí la bufanda para enseñársela. Aunque seguía sin responderme, pude ver algunos destellos en sus ojos.
"Es la historia que acaba de ver en el escenario", continué, "Verá, el Rey Mono se lo está pasando bien comiendo melocotones en el cielo. ¿Le gustaría comprar este pañuelo?", le pregunté. Asintió ligeramente con la cabeza. Me sorprendió mucho haber vendido una bufanda con tanta facilidad. Me sentí muy feliz y más segura de mí misma.
El trabajo de venta fue más fluido después de aquello y pude saludar a los clientes y presentar los productos con calidez y confianza. Durante el proceso, también descubrí mis apegos a la exultación y una sensación de ensimismamiento. Me sentía muy feliz cuando vendía un producto o tenía clientes entusiastas, y me sentía un poco perdida cuando los clientes parecían fríos y desinteresados. Así que me esforzaba por mantener la calma y trataba a todos los clientes con amabilidad.
Cuando empezamos a trabajar en el puesto de regalos de Shen Yun en la segunda ciudad, volví a rectificar mi mente. No tardé en vender más productos, pero yo misma me enamoraba de ellos. ¡Cada pieza era tan bonita! Se las enseñaba a los clientes con el mismo sentimiento con el que enseñaba algo que me gustaba a mis amigos.
Dos señores vinieron y miraron los productos. Superé mi nerviosismo y les enseñé unos llaveros para hombre. Les enseñé los dos caracteres chinos que había a ambos lados del llavero. La palabra "artes marciales (武)" tiene la misma pronunciación "wu" que la otra palabra "danza (舞)", lo que implica el origen de la danza de la corte a partir del espectáculo de artes marciales. Añadí que las artes marciales se utilizaban a menudo para defender el territorio, mientras que la danza era para rezar y celebrar la armonía y la paz.
Era el comienzo de la guerra ruso-ucraniana, y todo el mundo anhelaba la paz mundial. Los dos hombres quedaron impresionados por la connotación de los dos caracteres chinos y compraron los llaveros. Seguí explicando a otros clientes las historias de los productos de Shen Yun. Mucha gente quedó encantada y compró los productos con alegría.
Pasaron rápidamente dos días y ni siquiera recordaba el miedo que solía tener al hablar con extraños. Mi sonrisa también se hizo más natural. Cuando empaquetaba los artículos para los clientes, siempre los revisaba cuidadosamente antes de envolverlos y entregarlos con ambas manos, y siempre deseaba sinceramente que disfrutaran de la segunda mitad del espectáculo.
Cuando recogíamos al final, un practicante me preguntó si era una vendedora profesional. Me alegró mucho oírlo. Fue un estímulo para mí.
Gracias, Maestro, por cuidar de mí todo el tiempo. Gracias, practicantes, por vuestra comprensión y vuestro aliento. Por favor, tengan la amabilidad de señalar cualquier cosa incorrecta.
Gracias, Maestro.
Gracias, compañeros practicantes.