(Minghui.org) Tengo 71 años y practico Falun Dafa desde hace más de 20 años. En 2008, me denunciaron por decir a la gente la verdad sobre Dafa y distribuir folletos en una zona rural. Fui detenida y condenada a cinco años de prisión. Me torturaron severamente muchas veces en el centro de detención y en la prisión, pero pude escapar de la muerte con la protección de nuestro misericordioso Shifu. Nunca he dejado de creer en los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Mi fe en Shifu y en Falun Dafa nunca han vacilado.
Mientras estuve detenida, siempre coordiné con otros practicantes para esclarecer la verdad y decirle a la gente lo valioso que es Falun Dafa. Mucha gente comenzó a hablar a favor de Dafa y a protegerlo después de comprender la verdad, y ellos mismos fueron bendecidos.
Preservar el xinxing y ser amable con los demás
En el centro de detención, me encontraba en la misma celda que otras dos practicantes. Había una decena de reclusas en la celda, que era oscura, húmeda y sucia. La gente se peleaba con frecuencia. Las tres seguíamos los principios de Falun Dafa, preservamos nuestro xinxing y tratábamos a todo el mundo con amabilidad.
No nos atemorizaban las dificultades y estábamos dispuestas a hacer el trabajo sucio. Cuando el retrete estaba atascado, me ponía una bolsa de plástico en la mano y metía la mano en el retrete para destaparlo. A veces las heces me salpicaban. Cuando otros me ofendían, intentaba no quejarme ni discutir. Cuando llegaban personas nuevas al centro de detención, les dábamos ropa y artículos de primera necesidad. Cuando alguien estaba enferma, la cuidábamos y consolábamos, como si fuera de nuestra propia familia. Casi nunca comía buena comida ni me ponía nada bonito. Casi siempre regalaba todo eso.
Sentía que no era gran cosa soportar las penurias. Quería seguir las enseñanzas de Shifu, de ser una buena persona en cualquier entorno, asimilarme a la Verdad, a la Benevolencia y a la Tolerancia, y no dañar la imagen de Dafa de ninguna manera. Había 200 reclusas en el centro de detención, y todas estaban dispuestas a escuchar la aclaración de la verdad sobre Dafa. Más del 90 % de ellas renunciaron al Partido Comunista Chino (PCCh) y a sus organizaciones juveniles.
Hablamos a la gente de las enseñanzas que aprendimos de Falun Dafa. Les dijimos que la virtud es muy valiosa y que recibirán bendiciones si realizan buenas acciones y evitan hacer cosas malas. Debido a nuestra sutil influencia, poco a poco hubo menos insultos y cada vez más risas en nuestra celda.
Les enseñamos a todas los poemas de Shifu y canciones de Dafa. Entre los poemas de Hong Yin, "Ser un humano" era su favorito. Frecuentemente me emocionaba hasta las lágrimas cuando las prisioneras recitaban los poemas o cantaban las canciones de Dafa. Siempre agradecí silenciosamente a Shifu en mi corazón por permitir a esta gente escuchar el Fa mientras estaban detenidas.
De cadena perpetua a libertad bajo fianza, en espera de juicio
Yaping, una reclusa de poco más de 30 años, era directora general de una gran empresa. Cometió un fraude multimillonario y creía que iba a ser condenada a cadena perpetua. Estaba bajo una gran presión mental y siempre parecía triste. Reiteradamente tenía dolores de estómago tan intensos que se cubría de sudor.
Cada vez que la llevaban al médico del centro de detención, éste le ponía una inyección, pero el dolor nunca disminuía. Una vez escuché a una reclusa decir: "Esas inyecciones son solo agua destilada. Por supuesto que no funcionan".
Siempre hice todo lo posible por cuidarla. Cubría sus turnos de guardia y le regalaba ropa y calcetines nuevos que me traía mi familia. Le hablé de los principios de pérdida y ganancia, y sobre la verdad de la persecución a Falun Dafa. También le hablé de los Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista Chino.
Le expliqué que el PCCh destruyó deliberadamente las tradiciones y los valores de China, causando un gran declive en los estándares morales de la gente, razón por la cual los chinos de hoy no creen en Dioses y Budas, y hacen cosas malas por dinero. Le dije que únicamente renunciando al PCCh y volviendo a los valores tradicionales podríamos superar la catástrofe final y entrar en el futuro. Le pedí que recitara con sinceridad: "Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno".
Después de comprender la verdad, renunció al PCCh y recitaba las dos frases siempre que podía. También hizo todo lo posible para ayudar a las practicantes. Las practicantes que podían recitar de memoria las enseñanzas de Shifu las escribían, y ella ayudaba a pasar las páginas escritas a otras practicantes. Era muy hábil e inteligente y siempre actuaba con discreción.
Decía: "Si salgo algún día, también aclararé la verdad sobre Falun Dafa y pediré a la gente que conozco que renuncie a las organizaciones del PCCh". Cuando me juzgaron ilegalmente, juntó las manos y le dijo a Shifu con sinceridad: "Shifu, por favor, ayude a los practicantes de Dafa. Son las mejores personas del mundo y no deberían ser condenados". Ella consideraba a las practicantes de Dafa como su familia.
Comprender la verdad le trajo bendiciones. Sus dolores de estómago eran cada vez menos frecuentes, hasta el punto de no tener que recurrir a ningún tratamiento. También se volvieron menos graves. Lo más sorprendente es que, aunque se enfrentaba a cadena perpetua, fue puesta en libertad bajo fianza a la espera de juicio por falta de pruebas.
Reclusas que comprendieron la verdad
Había tres personas sordomudas en el centro de detención. La gente se refería a ellas como Vieja Muda, Gran Muda y Pequeña Muda. Gran Muda y Pequeña Muda utilizaban habitualmente el lenguaje de señas para comunicarse. Gran Muda sabía leer y escribir y yo le aclaré la verdad por escrito. Ella lo comprendió y me lo agradeció mucho. Siempre me protegía y le decía a Pequeña Muda que no me acosara.
Un día, Gran Muda volvió corriendo a la celda desde fuera. Al verme, empezó a hacer gestos que yo no entendía. Se agitó aún más y gesticuló con las manos. Al cabo de un rato, me di cuenta de que estaba haciendo los movimientos de los ejercicios de Falun Dafa. Ella había visto, cuando estaba fuera, a otras practicantes en otras celdas haciendo los ejercicios y regresó rápidamente para decirme: "Están haciendo los ejercicios de Dafa. Date prisa y hazlos tú también".
Había una traficante de drogas condenada a muerte. Cada vez que pensaba en ser ejecutada, se asustaba mucho. Tenía la cara pálida, temblaba a menudo y sufría varias enfermedades. Llevaba pesados grilletes todos los días y hacía mucho ruido al andar. Como padecía una grave enfermedad renal, orinaba con frecuencia y tenía que ir al baño a menudo. Por la noche, esto perturbaba mucho el sueño de todas. Le puse un balde al lado y lo vaciaba por la mañana. Esto duró casi seis meses.
Estaba muy agradecida y sabía que todos los practicantes de Dafa eran buenas personas. Si alguien intimidaba a una practicante, ella lo denunciaba. Me contó que, en el pasado, había ayudado a una practicante a la que los guardias habían torturado tanto que ya no podía defecar. Organizó a varias personas para que la ayudaran a defecar con las manos. Le di las gracias por aquella practicante desconocida.
Durante más de diez años, muchos practicantes esclarecieron la verdad en aquel centro de detención. Los guardias vieron con sus propios ojos los milagrosos efectos de Falun Dafa sobre la salud y con frecuencia pedían a las prisioneras enfermas que hicieran los ejercicios con nosotras. Cuando había una pelea y los guardias querían investigar, preguntaban a una practicante qué había pasado, porque sabían que las practicantes no mentían. También decían a las reclusas que aprendieran de nosotras y no se pelearan ni insultaran.
Superando los momentos más difíciles
Tras ser condenada y llevada a prisión, los expertos en "transformación" se turnaban para intentar "transformarme" a la fuerza. Como me negué a obedecer, me torturaron gravemente dos veces, en 2009 durante más de ocho meses y en 2010 durante cuatro meses. Me obligaban a permanecer de pie en posición de firmes en un rincón mirando a la pared durante más de 18 horas al día. Si cerraba los ojos o doblaba las piernas, me golpeaban, me daban patadas o descargas eléctricas. En verano me exponían al sol ardiente durante largos periodos de tiempo. Me daban bofetadas muy fuertes, tanto que quedé sorda del oído izquierdo. También me daban patadas por debajo de la cintura.
Una vez me esposaron las muñecas y me las sujetaron por encima de la cabeza. Los guardias ordenaron a otras reclusas que me pellizcaran las axilas. Intenté apartarme, pero no podía moverme. El dolor era insoportable y sentía que me destrozaban.
Luego de mi detención recité algunos jinwen y poemas de Escrituras Esenciales para Mayor Avance, Hong Yin, Hong Yin II, Hong Yin III y otras conferencias de Shifu. No importaba si estaba esperando en una fila, caminando, trabajando, a punto de irme a la cama o recién despertada, mientras no tuviera que pensar en nada, recitaba el Fa. Memorizar el Fa de Shifu me permitió no renunciar a mi fe, no guardarle resentimiento a nadie y ser muy bondadosa e inquebrantable mientras me enfrentaba a la persecución más cruel.
Bajo la tortura incesante que sobrepasaba los límites del cuerpo humano, empecé a tener síntomas como fiebre alta, sangre en la orina, dolor en la parte inferior del cuerpo, mareos y dolores de estómago. Me caía incluso estando de pie y necesitaba ayuda para caminar. Shifu me dio pistas para contárselo a alguien con autoridad, así que logré hablar con la jefa de sección cuando estaba de servicio. Cuando me vio, se quedó estupefacta y no paraba de preguntarme: "¿Cómo terminaste así?". Aunque no albergaba ningún resentimiento hacia los guardias y las prisioneras que me torturaban, no quería que sus maldades quedaran impunes y siguieran haciendo daño a las demás. Les conté con detalle las torturas a las que me sometían. Después de escucharme, mantuvo la calma y me dijo: "Lo entiendo. Ahora sé lo que tengo que hacer".
Inmediatamente después, nuestra sección fue reorganizada, y un almacén utilizado por la reclusa Ling fue destinado a otros usos. Ling era una de las tres reclusas que me torturaban. Ling pagó al guardia Hong, mucho dinero, para que le dejara usar el almacén. Allí podía divertirse todo lo que quisiera. Podía comer, beber y acostarse sin que nadie la viera.
Hong y Ling planearon la mayor parte de las torturas a las que fui sometida. Perder el acceso al almacén fue sin duda un golpe para Ling. La jefa de sección le dijo entonces a Ling que ahora estaría de guardia en la puerta principal. Parecía un trabajo agradable a primera vista, pero en realidad era muy duro y agotador, y a menudo recibía reprimendas. Hong, mientras tanto, fue trasladado a otra sección, así que el dinero y los regalos de Ling fueron en vano.
Más tarde, Ling vino a verme y me dijo que si le ordenaban torturar a un practicante, nunca volvería a hacerlo. Me alegré de su oportuno despertar y esperé que pudiera cambiar y limpiar sus pecados.
La jefa de sección también dijo específicamente a los guardias que me proporcionaran suficiente agua caliente en todo momento, ya que normalmente había estrictos límites de horario para beber agua caliente en la prisión, y uno no podía tomar agua caliente cuando lo deseara. También pidió caramelos de jengibre para ayudar a curarme, me llevó al hospital para que me examinaran y me trataran, y me eximió de cualquier trabajo físico para que pudiera descansar. Básicamente, hizo todo lo que estuvo en sus manos para cuidarme bien. Cuando más tarde la trasladaron fuera de mi sección, le pedí que tratara bien a todos los practicantes fuera donde fuera.
Una delincuente que conocí llevaba mucho tiempo en la cárcel. Los guardias valoraban sus habilidades, por lo que todas las reclusas le tenían miedo. Pero había estado en contacto con muchos practicantes y simpatizaba mucho con Dafa. Cada vez que pasaba, se acercaba, me daba una palmadita en el hombro y me decía unas palabras, lo que provocaba la envidia de las demás encarceladas.
Cuando los guardias ordenaban a las reclusas que me torturaran, ella las increpaba e insultaba. Entonces intentaban formar parte de su grupo, pero ella dijo que no se uniría a su mal comportamiento, y también encontró formas de castigarlas. No me contó nada de esto y no lo supe hasta muchos años después.
El día que salí de la cárcel, recibí inesperadamente en la puerta un precioso regalo que ella había pedido a un guardia que me trajera. Era un poema escrito por ella. Siempre lo he conservado.
En esos cinco años, formé vínculos inolvidables con muchas personas de buen corazón, y les llevé las preciosas enseñanzas de Falun Dafa, permitiéndoles encontrar su verdadero yo y evitando que se perdieran en este mundo.