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Las historias entre mi suegra y yo

Sept. 7, 2022 |   Por una practicante de Falun Dafa en China

(Minghui.org) Ahora tengo una suegra maravillosa que me trata como a su propia hija. Al pensar en su amable sonrisa y en sus comidas sencillas, pero bien cocinadas, siento el calor de hogar. Aunque ahora disfrutamos de una relación feliz, no siempre fue así. Es justo decir que lo que he tenido que sufrir en más de diez años de matrimonio se debió, en gran medida, a mi suegra.

Ella era muy elocuente y mandona, mientras que yo era más callada y no pensaba tan rápido como ella. Justo después de casarme, comenzó a ser muy exigente y quiso tomar el control total de mi vida. Aunque yo era una persona fácil de llevar tenía mi propio criterio. Y como no hacía siempre lo que ella quería, empecé a caerle mal.

Se sentía resentida conmigo porque no la contentaba, carecía de habilidades para relacionarse, y era incapaz de hacer las labores del campo. Me di cuenta de que no era la única con la que no era amable. Tampoco se llevaba bien con sus vecinos. Aunque fingía querer complacer a los demás, no soportaba que su propio interés se viera perjudicado. Así que no la apreciaba en absoluto.

Ella tenía una lengua letal, ya que cualquier palabra que salía de su boca hería a la gente. Incluso cuando simplemente la saludaba, lo más probable es que me respondiera, al menos, con frialdad. Por ejemplo, si le preguntaba por las mañanas: ¿qué quieres comer? Me respondía: “No preguntes y dame de comer. Pues hace mucho que no como. ¡¿Quién puede ser de tu familia, si eres así?!”.  Como ella pensaba que le había dicho algo inapropiado, me contestaba algo aún más duro.

También me usaba para mitigar los conflictos que tenía con mi suegro. No importaba el tipo de conflicto que tuvieran, enseguida llegaban a un consenso en cuanto me mencionaban. Lo que sacaban a relucir era que yo no sabía hacer las tareas, o que lo que yo decía no era de su agrado, etc. Cuando veía que mi suegra tenía un conflicto con su vecina, ni siquiera me atrevía a decir algo, aunque viera claramente que ella tenía la culpa. De nada iba a servir lo que dijera, es más, la situación podría haber empeorado hasta el punto de meterme en problemas. Sólo podía sentir pena por sus vecinos, que no eran rivales para mi malhumorada suegra.

Una gran tribulación me ocurrió de repente en 2011: mi esposo falleció en un accidente automovilístico. Tanto mis suegros como yo nos sentimos muy desgraciados. Pensando en lo bien que me trató mi esposo, me propuse ser más filial con mis suegros, lo que consideré que era la única manera de devolverle el favor a mi esposo. Inesperadamente, mis suegros me trataron con más dureza que antes y me hicieron algunas cosas totalmente inaceptables. Un mes después del fallecimiento de mi esposo, mi suegra me dijo que mi esposo había sacado el dinero del subsidio directo de alimentos para toda la familia y lo había perdido jugando. Me dio a entender que tenía que devolverlo.

Después de devolvérselo, me sentí muy perjudicada económicamente. Mi esposo y yo habíamos cubierto todos los gastos de mis suegros durante todos esos años. Casi no gastaban y daban sus ahorros a otro hijo y nuera que vivían en otra ciudad. Muchas de las cosas que me hacían incluso le molestaron a mi cuñado. Una vez me aconsejó que buscara a alguien con quien casarme. En tales circunstancias, pedí en mi trabajo que me cambiaran de municipio y dejé a mis suegros.

Tres años después, mi suegro falleció. También era practicante, y aunque a menudo teníamos conflictos, seguíamos trabajando juntos para hacer cosas para validar Dafa. Pero después de la muerte de mi esposo, quedó completamente destrozado. Además, yo los había dejado. Así que él ya no pudo reponerse y falleció antes de cumplir los 70 años. Lo sentí mucho por él.

Como mi suegra estaba sola en casa, iba a menudo a verla. En apariencia, parecía tratarme muy bien y me preparaba una comida deliciosa cada vez que la visitaba. Sin embargo, sabía que esta amabilidad no provenía de su corazón, ya que no podía ocultar su mala actitud, que yacía bajo la superficie. Por ejemplo, cuando sentía calor y me acercaba a encender el ventilador, me preguntaba con un tono frío: "¿Por qué quieres encender el ventilador?". Cuando le decía que porque hacía mucho calor, me decía: "Sólo tú te quejas de que hace calor; nadie más lo hace".

Cuando mi cuñado y mi cuñada la visitaban, me trataba aún peor. Una vez, estábamos comiendo en un restaurante y mi cuñado le pidió a todos que probaran el arroz o los bollos. Me comí un bollo, pero seguía teniendo hambre, así que fui por otro medio bollo. Mi suegra me preguntó bruscamente: "¿Por qué sigues comiendo?". Le dije que no estaba saciada. Entonces replicó: "¿No acabas de decir que sólo querías uno?". No cedió hasta que mi cuñado dijo: "Déjala. Podemos pedir más si queremos".

Durante aquellos años, tenía miedo de volver a verla, porque había acumulado mucho odio en mi corazón, aunque no lo manifestara en la superficie.

Trabajé en aquel municipio durante cinco años, en el que estuve sola. No tenía estudio del Fa grupal al que asistir y casi no mantenía el contacto con otros practicantes. Así que a menudo me sentía muy amargada, como si fuera un pez fuera del agua que anhelara el mar. Acabé de preparar una casa que había comprado en la ciudad. Me mudé de casa y de trabajo. Mi casa se convirtió entonces en un nuevo lugar de estudio del Fa en grupo. Intercambiando con los compañeros, aprendí a mirar hacia dentro para resolver mis conflictos.

Decidí poner fin a los rencores con mi suegra. Dejé de fijarme en las cosas superficiales y, en cambio, usé los principios del Fa para examinarme. Aunque nunca le contestaba, cuando tenía una rabieta ¿no seguía teniendo muchos de mis malos pensamientos? Sí. Así que me puse en guardia y los negué. ¿No eran también una falta de bondad? ¿No seguían siendo resentimiento?

Me decidí a eliminarlos. Al principio, me sentí un poco incómoda. En cuanto empezó a mirar adentro, empecé a sentirme incómoda, pero el sentimiento de agravio disminuyó. Así que mi resentimiento empezó a disminuir. Sabía que mis apegos se estaban eliminando; aunque no pudiera soltarlos del todo. Me recordaba y animaba a escuchar lo que decía al Maestro Li, para resolver los agravios entre nosotras.

Como me purificaba continuamente, mi suegra me criticaba cada vez menos. Su actitud también cambió para mejor. A veces, cuando me reprochaba algo, miraba inmediatamente hacia dentro para ver qué apegos no había eliminado. Una vez dijo que se desharía de nuestro gato sólo para molestarme. Pero no me conmovió. Sólo le dije: "¿Puede no hacerlo, por favor?". De repente soltó una carcajada y me consoló diciendo: "No lo decía en serio. ¿Crees que realmente lo haría?". De repente sentí una gran calidez, ya que era la primera vez que me hablaba en ese tono.

Cuando mi relación con mi suegra se iba equilibrando cada vez más, se produjo un hecho feliz en nuestra familia. Mi cuñado, que llevaba mucho tiempo divorciado y vivía solo, por fin se volvió a casar. Mi nueva concuña no sólo era rica, sino que también era una persona sencilla y agradable. Desde que llegó, ella y mi cuñado se encargaron de todas las atenciones de mi suegra. Además, nos trataba muy bien a mí y a mis hijos. Mi hijo dijo que sentía como si tuviera una segunda madre que le cuidaba.

Al observar a mi nueva concuña, vi mis propios defectos. Por ejemplo, yo era muy perezosa. Desde que falleció mi esposo, siempre mi suegra cocinaba para mí. Una vez que me puse a recolectar pepinos en el patio, comparé esa tarea con el esfuerzo que mi suegra hacía por mejorar. Mientras lo pensaba, las lágrimas corrían incesantemente por mi cara. Me di cuenta de lo difícil que le debía resultar mantener su temperamento bajo control mientras intentaba cuidarme, en medio del dolor por la pérdida de su hijo. Por eso sentí que debía darle las gracias. Con el paso del tiempo, dejó de decirme cosas malas. Sólo se preocupaba por mí y me trataba con paciencia.

Una vez le comenté lo buena que era mi cuñada. Mi suegra me contestó: "¡No se acerca ni un poco a lo buena que eres tú!". Inmediatamente le refuté: "¿Cómo es posible? Soy muy perezosa". Entonces, me dijo: "Que seas perezosa no es a propósito, así eres tú. No te peleas con nadie, ni siquiera discutes". Me sorprendió escucharla decir eso. No creía haberme ganado una consideración tan alta a sus ojos.

Poco a poco me di cuenta de que se había convertido en otra persona. No sólo me trataba muy bien, sino que empezó a llevarse bien con sus vecinos. Era raro verla tener algún conflicto con ellos.

El año pasado, el hijo y la nuera de un vecino murieron en un accidente automovilístico. Debido a la tragedia de esta mujer, mi suegra se ocupó mucho de ella. Una vez llegué a casa y pregunté por esa vecina. Mi suegra me dijo que como temía que su vecina no iba a sentirse con fuerzas de retirar la nieve, ella misma quitó la nieve tanto de casa como de la casa de la vecina, con una escoba. Que se preocupara tanto por su vecina resultaba increíble. Me conmovió imaginarme a esta señora bajita y jorobada, colmada de pelo blanco, encargándose de la nieve.

Esta es mi historia con mi suegra. Después de dejar atrás mis quejas, mi sentimiento más fuerte fue: Somos seres que vinieron por el Fa, y los miembros de nuestra familia también vinieron para ayudarnos a alcanzar la Perfección, y salvarse en el proceso.

El Maestro dijo:

"Como he dicho, todo lo que pasa hoy en la sociedad común es el resultado de los apegos de los Dafa dizi" (Exponiendo el Fa en el Fahui de Filadelfia, Estados Unidos, 2002),

Tanto los pensamientos como las acciones de una persona común son muy débiles, y pueden cambiar en función de los pensamientos de un practicante. Cuando miramos hacia el interior en los conflictos, no sólo eliminamos nuestro propio yeli, sino que también resolvemos nuestros agravios con acciones benevolentes. Al mismo tiempo, mejoramos nuestro xinxing y nuestro nivel se eleva. Este es el proceso de nuestra cultivación. De esta manera, una persona común que causa un conflicto logra contribuir a que el practicante perfeccione su temperamento en el mundo secular.

La misión de un practicante es seguir al Maestro para rectificar el Fa y salvar a los seres conscientes. Si nos enfrascamos en un conflicto con una persona común, eso no sirve al propósito. No sólo no podemos elevarnos a nosotros mismos, sino que también podemos perjudicar a los seres conscientes que vienen a nosotros para salvarse. Como no me iluminaba a esto, mi tribulación duró más tiempo. Cuando aprendí a mirar hacia dentro, observé rápidas transformaciones en mi suegra fueron rápidas. Pensé que su lado que sabía, ni siquiera podía esperar a que se fueran produciendo los cambios.

Al escribir sobre las experiencias entre mi suegra y yo, sentí que mi corazón se limpiaba de nuevo. Realmente llegué a sentir la belleza de los seres conscientes que tienen relaciones predestinadas conmigo. Al fin y al cabo, antes eran grandes dioses. Bajaron al mundo humano para convertirse en nuestros parientes y buenos amigos en esta vida. Como practicante, todo lo que puedo hacer es eliminar mis apegos a la fama, al interés propio y al sentimentalismo, para conducirlos a un futuro resplandeciente y eterno, con el poder armonizador del Fa.

Esta es la primera vez que escribo un artículo para compartir experiencias. Quisiera aprovechar esta oportunidad para brindar mis más altos saludos a los practicantes de todo el mundo. ¡Cultivémonos juntos con diligencia! También quiero agradecerle sinceramente al maravilloso Shifu su benevolente protección. Maestro, por favor, tenga la seguridad de que he hecho un gran avance en este aspecto desviado de mi pasado, bajo su benevolente gracia salvadora. Caminaré bien mi última etapa y no le defraudaré. ¡Seguro que lo haré bien!