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​[Celebrando el Día Mundial de Falun Dafa] Mi gran familia (Parte 3)

Jun. 1, 2022 |   Por Jing Shui, practicante de la provincia de Jilin, China

(Minghui.org) Como dice el refrán: "Un leopardo no puede cambiar sus manchas". Es muy difícil cambiar el carácter de uno, aunque la persona se esfuerce mucho. Me gustaría relatar cómo Falun Dafa me hizo pasar de ser una chica rebelde y una arpía a alguien que siempre es considerada con los demás.

(Continua de parte 2)

Detención en campo de trabajo

Cuando mi hija empezó a ir al colegio en 2001, mi suegra siguió cuidando de ella. A mi hija le fue bien en la escuela y no necesitó clases particulares de refuerzo como muchos de sus compañeros. Lan, la hermana menor de mi marido Lei, vivía cerca después de casarse. Visitaba a mi suegra casi todos los días para ayudar en la casa. Se divorció en 2002 y trajo a su hijo a vivir con mi suegra y mi familia. Hace 20 años que vivimos así, y ella me ha ayudado a cuidar de la familia, a mejorar mi estado mental y a evitar el acoso de la policía.

Justo antes del Año Nuevo Chino de 2002, salí un día a pintar con un aerosol las palabras "Falun Dafa es bueno". Me arrestaron de vuelta a casa y más tarde me condenaron a un año de trabajo forzado.

En el campo de trabajo había todo tipo de tareas, como doblar papel, pegar pájaros de juguete y hacer animales de peluche. Las practicantes que se negaban a renunciar a sus creencias eran obligadas a realizar trabajos no remunerados durante el día y sometidas a intensas sesiones de lavado de cerebro por la noche. Un mes después, los que intentaron lavarme el cerebro se rindieron. Dijeron que era demasiado terca para cambiar.

Vi que algunos guardias respetaban a las practicantes que estaban determinadas en su creencia. Cuando hablaban conmigo, estos guardias no decían malas palabras. Cada vez que una practicante era admitida en el campo de trabajo, el gobierno le asignaba varios miles de yuanes al campo. A cada detenida se le ordenaba escribir un "informe de pensamiento" cada mes. Yo siempre escribía sobre la grandeza de Falun Gong y por qué la represión era un error. Más tarde, dejé de escribir por completo.

Un día, el campo de trabajo organizó a las internas para que vieran un vídeo difamatorio sobre la farsa de la autoinmolación en la plaza de Tiananmen. Exigieron que todas entregáramos un informe resumido de lo que pensábamos al respecto. Citando palabras de la Séptima Lección de Zhuan Falun, señalé que Falun Gong prohíbe el asesinato o el suicidio, y que los autoinmolados en el engaño no eran practicantes en absoluto.

Algunas reclusas sabían que la persecución estaba mal, por lo que protegían en secreto a las practicantes a las que se les asignaba la vigilancia. Sin embargo, otras reclusas abusaban de las practicantes porque el Partido Comunista Chino les había lavado el cerebro. Una vez una reclusa me golpeó y me rasguñó la nuca con un clavo. Escribí una carta para denunciarla. Al recibir mi carta, el director del campo de trabajo hizo que un guardia le pasara la carta a la reclusa que me había herido con el clavo.

Tuve la intuición de que este director apoyaría nuestros derechos. Debido a este pensamiento, la carta realmente funcionó y mucha gente se enteró de esto. "Los practicantes de Falun Gong no cometieron ningún acto ilícito y no son delincuentes. Está mal que sean detenidos aquí por su fe, y mucho menos que sean perseguidos", escribí. "Cualquier agresión verbal y física contra los practicantes es un delito".

La reclusa se disculpó conmigo y dejó de maltratarme desde entonces. Las practicantes siguieron recitando las enseñanzas de Falun Gong, enviando pensamientos rectos y animándose mutuamente para superar este difícil período de tiempo.

El campo de trabajo permitía una visita familiar por semana y Lei venía casi todas las semanas. A veces traía a nuestra hija, que siempre se portaba bien. En una ocasión, incluso trajo un dibujo que hizo para mí. Una vez, durante la visita, vinieron también mi cuñada, Lan, y algunos otros parientes. En cuanto me vieron, instaron a Lei a divorciarse. Todas ellas eran mujeres de mal genio que hablaban en voz alta.

"No hay ranas de tres patas. Pero encontrar una mujer de dos piernas es fácil", dijo una de ellas.

"Presenta el divorcio hoy y te encontraremos una mujer mejor mañana", añadió otra."No te preocupes por el dinero. Te daremos lo que necesites".

Lei se quedó callado y le dije "Todavía eres joven y no eres un practicante. Así que no hay necesidad de sufrir conmigo".

"Es cierto que todo lo que tiene un principio, tiene un final. Pero no sé cuándo terminará la persecución", continué. "Si me esperas o te divorcias, depende totalmente de ti. Pero si solicitas el divorcio, no te culparé".

Lei no dijo nada. Un guardia que vigilaba la visita también le pidió que se divorciara.

"Pero, aparte de practicar Falun Gong, lo que usted cree que es un problema, mi esposa es perfecta", explicó Lei.

Lan y los demás familiares gritaron y maldijeron. Luego se fueron con Lei.

En una ocasión, el campo de trabajo ordenó a todas las practicantes que se negaban a renunciar a su creencia que tomaran una píldora blanca. La que no la tomara sería obligada por la fuerza. Cuando me tocó a mí, dejé que la píldora se deslizara dentro de mi camiseta. La reclusa asignada para vigilarme me revisó la mano, la boca y la zona bajo la lengua, pero no vio nada. Pensó que me había tragado la pastilla.

Mi condena fue prorrogada dos meses más, ya que me negué a dejar de practicar Falun Gong.

Lavado de cerebro forzado

Cuando terminó mi condena en el campo de trabajo, Lei vino a buscarme. Pero la Oficina 610 me llevó directamente a un centro de lavado de cerebro. Lei también vino con nosotros. En el furgón policial, me dijo que mi suegra y Lan habían cocinado muchos platos deliciosos para darme la bienvenida a casa. Nadie esperaba que me detuvieran de nuevo.

Cuando llegamos al centro de lavado de cerebro, le dijeron a Lei que pagara 1.000 yuanes al mes por mi comida. Él respondió: "No tengo ni un céntimo. Si quieres mantenerla aquí, es tu trabajo alimentarla y cubrir los gastos".

Luego se fue. Nadie volvió a hablar conmigo sobre el gasto en comida.

El centro de lavado de cerebro estaba en un edificio de tres plantas. La primera planta albergaba a los llamados "miembros del personal", mientras que las dos plantas superiores se utilizaban para mantener a los practicantes que todavía se negaban a renunciar a su fe después de terminar su condena en la cárcel o en el campo de trabajo. Yo estaba recluida en el segundo piso. En cada habitación había un escritorio, una silla, una cama, un lavabo y un cepillo de dientes con pasta. La luz del techo se mantenía encendida toda la noche.

Todos los días nos traían la comida a la habitación. Cuando comíamos, teníamos que sentarnos en la silla que daba a la puerta, para que los guardias pudieran ver quiénes se negaban a comer y alimentar a la fuerza a los que estaban en huelga de hambre. Las ventanas estaban aseguradas con barras de metal y cubiertas con cortinas durante todo el año. Cada puerta tenía una pequeña abertura para que los guardias pudieran ver el interior.

En cuanto me llevaron a la sala, me sentí perdida con todo tipo de malos pensamientos apareciendo en mi cabeza. También vinieron a mi mente las palabras de un guardia: "Nunca pienses en salir de aquí a menos que te transformes (dejar de practicar Falun Gong)". Sin ninguna esperanza a la vista de ser liberada, me sentí desolada y me derrumbé mentalmente. Ansiaba volver a ver a mi familia y a mis compañeros de práctica y mi mente se llenaba de todo tipo de pensamientos aleatorios.

Poco a poco traté de calmarme. Y recordé al Maestro y a Falun Dafa. Al ver las manchas de sangre en las paredes, supe que eran pruebas de la persecución contra los practicantes de aquí. Me esforcé en recitar las enseñanzas de Dafa y enviar pensamientos rectos para calmarme.

Los miembros del personal procedían de diversas agencias gubernamentales o empresas. Recibían sueldos elevados y cuantiosas primas. Normalmente, dos de ellos formaban un equipo para vigilar a los practicantes. También había quienes hacían turnos de 24 horas. Algunos miembros del personal se encargaban de lavar el cerebro a los practicantes, mientras que otros golpeaban a los practicantes. Entre ellos también había budistas. Frente a las tentaciones de la fama y el interés material, estas personas perdieron su humanidad y su conciencia, lo que hizo que el centro de lavado de cerebro fuera aún más atroz que los campos de trabajo.

Aparte de ser obligada a asistir a sesiones de lavado de cerebro, no tenía a nadie con quien hablar. Lei se preocupaba por mí y venía una vez a la semana. Cada vez traía algunas frutas y aperitivos. Siempre había dos bolsas, una para los miembros del personal de guardia y otra para mí. Le dije que dejara de hacerlo para ahorrar dinero, pero no me hizo caso.

Cada vez que venía, Lei charlaba con los miembros del personal. Le decían que la comida aquí era buena y que era inútil hacer una huelga de hambre, ya que los guardias alimentaban a la fuerza a los practicantes en huelga de hambre. No liberarían a nadie fácilmente, aunque la familia pagara mucho dinero. La única excepción sería alguien que contrajera enfermedades contagiosas.

Dos jóvenes fueron asignados para ocuparse de mí. Les dije que podíamos hablar, pero que golpearme violaría las leyes. Dijeron que no me golpearían. Todos los días me llevaban a una habitación, cerraban la puerta y jugaban con sus teléfonos, sin hacer ningún tipo de lavado de cerebro. Más tarde, un budista se encargó de transformarme. Cuando me leía las escrituras del budismo todos los días, yo enviaba pensamientos rectos delante de él cada vez. Empezó a tener dolor de cabeza cada vez que me veía, así que dejó de venir.

A mediodía, el centro de lavado de cerebro solía reunir a los practicantes para ver vídeos que difamaban a Dafa. Como era el único momento en el que los practicantes se reunían, nos animábamos unos a otros intercambiando miradas sin palabras. Esto también nos permitía enviar pensamientos rectos juntos. Más tarde, ya nadie organizó ver los vídeos.

Todos los días me sentía inquieta, ya que no podía estudiar las enseñanzas de Falun Gong ni crear conciencia sobre la persecución. Un mes después, pedí al Maestro que me ayudara a liberarme del centro de lavado de cerebro. "Maestro, haré una huelga de hambre y me iré de aquí para salvar a la gente", dije en mi mente. Así que dejé de beber y comer en secreto. No lo hice abiertamente porque los guardias me obligarían a comer. Lo intenté durante dos días y funcionó.

Todos los días, metía la comida en una bolsita y la tiraba en el retrete cuando iba al baño. Una vez, el jefe de la guardia del centro de lavado de cerebro vino y me preguntó sobre mi detención en el campo de trabajo. Murmuró para sí mismo que tenía una enfermedad coronaria y que por ello sufría dolor de pecho y de espalda. Cuando le pregunté por qué la cardiopatía coronaria provocaba dolor de espalda, me dijo que no lo sabía, pero que era así. No estaba segura de por qué me había dicho eso.

Al tercer día de mi huelga de hambre secreta, el funcionario de guardia me dijo que parecía más delgada. Sonreí, pero no dije nada. Al día siguiente, me dolía la garganta y la flema era oscura con sangre. La escupí intencionadamente en una palangana con agua para que la vieran los guardias. Cuando alguien trajo el desayuno, le dije que estaba incómoda y que no podía comer. Salió a informar. Un guardia vino y vio mis ojos hundidos. Dijo que no tenía buen aspecto. Abrió la ventana para que entrara el aire fresco y llamó a una enfermera.

También llamaron a Lei y le pidieron que viniera inmediatamente. Al ver la flema sanguinolenta en la palangana, me preguntaron si había tenido tuberculosis en el pasado. Dije que no y que solo me puse así después de venir aquí.

"Nosotros no te golpeamos aquí", dijo un guardia.

"Yo no estaba así antes de venir", respondí.

Después de comprobar mi presión arterial y mi latido del corazón, la enfermera me preguntó dónde me sentía incómoda. De repente recordé las palabras del jefe de la guardia y dije que me dolía la espalda.

Lei llegó y se sorprendió al verme.

"¿Qué te han hecho?", gritó.

Los guardias dijeron que no me habían golpeado y que me llevarían al hospital.

"No tengo dinero para sus revisiones", dijo Lei.

Los guardias decidieron enviarme a un hospital de todos modos. Ya muy débil, le dije a Lei que me había puesto así por la persecución.

Cuando me llevaron al hospital de la policía, un médico me examinó y me diagnosticó una grave enfermedad coronaria y tuberculosis. Recomendó que me hospitalizaran. Dije que no y Lei afirmó que tampoco tenía dinero. El centro de lavado de cerebro se puso en contacto con la Oficina 610 y vino un agente. Conocía a Lei y más tarde decidió enviarme a casa.

Al día siguiente de volver a casa, todos los síntomas habían desaparecido. Estaba tan sana como siempre. "Por favor, no creas más en la policía. Tienes que creer en Falun Gong", le dije a Lei. También les conté a mi suegra y a Lan cómo el PCCh (Partido Comunista Chino) reprime a Falun Gong y cómo me maltrataron en el campo de trabajo.

"¡Esto es absurdo!", dijo mi suegra. "¿Cómo pueden tratar así a la gente solo por practicar Falun Gong?".

"¡Si vienen a acosarte, no lo toleraremos!", añadió Lan.

Apoyo de la familia

Dos agentes de la comisaría local vinieron a mi casa en julio de 2003. Uno de ellos tartamudeó. Me pidieron que firmara unos documentos en los que me comprometía a renunciar a mis creencias. Dije que necesitaba encontrar un bolígrafo y utilicé la excusa para marcharme, dejando solo a Lan en casa.

"¿Cuándo volverá su... cuñada...?", tartamudeó el primer oficial.

"Yo... no... sé", respondió Lan.

"¿Cómo... es que... tú también tartamudeas?", preguntó el oficial.

"Bueno... ya que tú... tartamudeas... yo también tartamudeo", respondió ella.

El otro oficial no pudo contenerse y salió a reír. No tardaron en marcharse.

De hecho, no era la primera vez que la policía se presentaba para acosarme. No sabían que Lei y yo vivíamos en la casa de dos habitaciones de la parte trasera de la propiedad, así que siempre iban directamente a la casa de tres habitaciones de la parte delantera, donde vivían mis suegros y Lan.

Una vez que la policía se presentó de nuevo, le pidieron a Lan que abriera la puerta, pero ella se negó.

"Venir aquí sin una orden de registro va en contra de la ley", dijo. "Además, mi hermano [Lei] tiene joyas y dinero en efectivo por valor de 50.000 yuanes (7.550 dólares). ¿Y si desaparece después de que te vayas?".

La policía se fue.

En otra ocasión, dos agentes de paisano aparcaron su vehículo en el exterior y entraron en el patio sin llamar primero.

Lan los vio y llamó a su padre: "Papá, cierra la puerta [de la casa]. Tenemos ladrones".

"¡No, somos la policía!", gritaron los agentes mientras salían corriendo.

"Entonces, ¿por qué no llevas el uniforme? Por favor, es tarde". Lan gritó. "Otras personas pueden temerle, pero nosotros no. ¡No te atrevas a venir aquí de nuevo!".

Los dos oficiales se fueron.

En otra ocasión vino la policía a la hora de cenar. Me alejé diciendo que necesitaba ir al baño. Dos agentes me siguieron de cerca. Le guiñé un ojo a Lan, y ella los interceptó y se puso a charlar con ellos. Cuando los agentes se dieron cuenta de lo que hacía Lan, ya me había perdido de vista. Al no encontrarme, le dijeron a Lan que les informara cuando volviera. Ella no dijo nada.

Cuando Lan fue un día a la comisaría a hacer unos trámites, un agente le preguntó por qué no les informaba cuando yo volvía.

"¿Quién te crees que eres?". Gritó Lan. "¿Por qué tengo que escucharte? ¿Me has pagado?".

El agente no se lo esperaba y no sabía cómo manejar la situación.

"Esta mujer no es fácil de tratar", comentó alguien cuando Lan se fue.

"¡Claro que no!". Pensó Lan para sí misma.

Una mañana de invierno, cuatro policías uniformados llegaron con una orden de registro a las 6 de la mañana. Pero no sabían que yo había salido a trabajar antes de las 5 de la mañana. Ellos no me conocían y me confundieron con Lan. Así que la empujaron al suelo para esposarla.

"¿A quién buscas?". Preguntó Lan.

Un agente mencionó mi nombre.

"¿Estás seguro de que soy yo? Sabes que arrestar a la persona equivocada tiene consecuencias", dijo. "¡Oh, mi corazón! Estoy tan asustada que creo que me va a dar un ataque al corazón. (Ella dijo que tenía una enfermedad del corazón). Además, mis padres ancianos están aquí. Si se asustan y enferman, ¿pagará usted sus gastos médicos?".

Su hermana mayor se alojó con nosotros justo antes de ser operada de cáncer de útero. Conocía los hechos sobre Falun Gong y a menudo recitaba "Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia". Su operación se desarrolló sin complicaciones. Cuando la policía llegó ese día, ella todavía estaba en la cama. Al oír la conversación de su hermana Lan con la policía, salió corriendo en pijama y gritó: "¿Quién está intimidando a mi hermana? Me enfrentaré a ti hasta la muerte".

Los agentes abrieron las esposas y ayudaron a Lan a levantarse. Luego se disculparon con ella y con su hermana.

El hijo del hermano mayor de Lei, que también vivía con nosotros, se preparaba para ir a trabajar, pero los agentes lo detuvieron.

"Puedo faltar al trabajo, pero ¿me pagarás tu?", contestó el sobrino de Lei mientras se apresuraba a salir.

Entonces llamó a su tío (el segundo hermano mayor de Lei), que se dirigió a mi lugar de trabajo pidiéndome que me marchara para evitar ser detenida.

Otra vez fue una noche de verano alrededor de las 20.00 horas. Yo estaba dando un paseo por nuestra propiedad, mientras Lei y su amigo Sun jugaban al ajedrez. Tres policías de paisano se acercaron sin encender los faros de su automóvil. Se detuvieron y uno de ellos me sujetó de las manos pidiéndome el carné de identidad. Les dije que tenía que entrar a buscarlo. Pero el agente no me dejó ir. Lei lo vio y agarró con fuerza el hombro del agente. Este aflojó su agarre sobre mí y Lei le agarró del brazo para evitar que me siguiera. Entré en la casa y cerré la puerta por dentro. Luego salté por la ventana y salí de casa.

Más tarde me enteré de que los tres agentes volvieron a su furgón policial, se pusieron el uniforme y llamaron al director de su comisaría diciendo que alguien estaba obstruyendo las tareas oficiales. El director vino con más de 20 agentes y rodeó mi casa.

Muchos aldeanos también acudieron a mirar. Al oír la conmoción, Lan pidió a mis suegros que salieran. Entonces le dijo a mi suegra: "Si la policía hace un arresto aquí, tal vez puedas tumbarte delante del furgón policial para evitar que se lleven a tu nuera".

Mi suegra asintió con la cabeza. Antes de casarse conmigo, Lei se peleaba a menudo con los demás y mi suegra sabía cómo manejar las situaciones difíciles.

Al ver que no estaba, mi suegra y Lan se sintieron aliviadas. Dos agentes arrastraban a Lei a un furgón policial diciendo que había obstruido los deberes oficiales. Mi suegra se dirigió al furgón policial y gritó: "Soy demasiado mayor para cuidarme. Iré donde vaya mi hijo". Entonces empezó a entrar en el furgón. Al ver sus canas y su avanzada edad, los policías soltaron a Lei.

Debido al frecuente acoso, a menudo me veía obligada a permanecer fuera de casa.

Bendiciones y gratitud

A través de los años, hubo muchos incidentes en los que yo y toda mi familia fuimos bendecidos por Falun Gong. Aquí hay algunos ejemplos.

Un día de octubre de 2006, cuando iba en bicicleta, un taxi me embistió destrozando la bici. Fui empujada hacia delante y salí volando antes de aterrizar encima del taxi. El impacto fue tan fuerte que el parabrisas del taxi se hizo añicos. El conductor frenó de inmediato el vehículo lanzándome al borde de la carretera. Perdí el conocimiento. Como el taxi circulaba a gran velocidad, no se detuvo hasta dejar una larga y profunda marca en el suelo. Todos los espectadores pensaron que era imposible que sobreviviera.

El conductor me envió al hospital. Después de recuperar la conciencia, le dije que estaría bien y que no le pediría indemnización. Hablamos de Falun Gong y aceptó renunciar a las organizaciones del PCCh. Luego me envió a casa. Los dos días siguientes me dolió el cuerpo. Pero lo ignoré y seguí leyendo los libros de Falun Gong y haciendo los ejercicios como siempre. Dos semanas después volví a la normalidad. Estoy muy agradecido al Maestro Li.

Como Lan creía que Falun Gong es bueno y me protegía, su destino también cambió. Cuando era joven, una adivina le hizo predicciones sobre su matrimonio, sus hijos y otros aspectos de su vida. Todo resultó ser cierto, excepto la predicción de que fallecería a los 47 años. Ahora, con 52 años, Lan está más sana que cuando era joven. Su exmarido le compró un apartamento a ella y a su hijo.

Cuidé bien a mis suegros. Cuando no podían levantarse de la cama, les daba de comer y los limpiaba. Ninguno de los dos sufrió mucho antes de morir. Mi suegro murió a los 85 años. Mi suegra seguía recitando "Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno" antes de su muerte, a los 82 años, y me dijo que había visto numerosos Falun rojos girando.

El hermano mayor de Lei falleció en 2002 y su esposa viuda se casó de nuevo y se mudó. Su hijo también es una buena persona y a veces ayudaba a colocar banderolas de "Falun Dafa es bueno" en lo alto de los postes eléctricos. Como su casa era vieja y tenía goteras, Lei y yo cambiamos nuestra casa más grande por la suya. Él estaba muy agradecido. "Estoy orgulloso de mi tía (refiriéndose a mí) como practicante de Falun Gong", decía a menudo a la gente. "Ella trata bien a todo el mundo. Los practicantes de Falun Gong son los mejores". Le pidió a Lei que me apreciara.

Lan se mudó más tarde, pero siguió trayendo a su hijo a visitarnos. Su hijo ha estado muy cerca de nosotros y nos llama si no tenemos la oportunidad de vernos en persona durante unos días.

Lei también cambió mucho. Se preocupaba mucho por la familia e incluso lavaba los platos (lo último que haría, según me dijo una vez). No dudó en absoluto cuando le dije que quería utilizar nuestra casa para acoger el grupo de estudio del Fa. También es muy amable con los practicantes que vienen a nuestra casa. Comparado con lo que era en el pasado, es casi como una persona diferente. Ahora tiene un trabajo fácil y bien pagado en una fábrica. Todo el mundo dice que es muy afortunado.

Lei también goza de buena salud. Tiene la tez sonrosada y el pelo oscuro, lo que atribuye a Falun Gong. Cuando hablo de los hechos sobre Falun Gong y la persecución, a menudo me ayuda.

Nuestra hija se ha graduado en la universidad y le va bien en su trabajo. A pesar de la caótica sociedad, es capaz de ser fiel a sí misma y mantener su integridad. Tanto ella como Lei cuelgan amuletos de Dafa en sus autos.

Sé que la felicidad de mi familia proviene de Falun Gong y estoy sinceramente agradecida al Maestro Li por ello.

Escribí esta serie de artículos para celebrar el 30.º aniversario de la presentación al público de Falun Gong. Espero que más personas en este mundo se beneficien de Falun Gong al igual que mi familia y yo.

(Fin)

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