(Minghui.org) Como dice el refrán: "Un leopardo no puede cambiar sus manchas". Es muy difícil cambiar el carácter de uno, aunque la persona se esfuerce mucho. Me gustaría relatar cómo Falun Dafa me hizo pasar de ser una chica rebelde y una arpía a alguien que siempre es considerada con los demás.
Un marimacho que luchaba todo el tiempo
Nací en 1969. Mis padres esperaban que yo, su hija primogénita, fuese una buena chica, así que les sorprendió bastante que yo fuese muy rebelde y que no me preocupara en absoluto por los demás. Yo tampoco sabía por qué era así.
Desde la escuela primaria, siempre me metía en peleas. Con el pelo corto, era un marimacho total a pesar de que era bajita para mi edad y delgada. Sin embargo, nunca tuve miedo de pelear. Utilizaba cualquier cosa que tuviera a mano, incluso ladrillos, piedras y palos. Golpeaba a otros niños y les decía palabrotas. Mis padres me regañaban y me pegaban, pero nunca lloraba ni pedía clemencia. Sin embargo, no culpaba a mis padres por haberme pegado, ya que sabía que me había equivocado.
En la escuela secundaria, me volví aún más violenta. A veces incluso me peleaba con varios niños a la vez. Sus padres se presentaban a menudo en mi casa para quejarse a mis padres. Justo después de que se fueran, mis padres me pegaban, esperando que cambiara. Pero eso no ocurría.
A pesar de mi vena agresiva, leí muchos libros, como los clásicos de Viaje al Oeste, Un sueño de mansiones rojas, Los tres reinos e Investidura de los dioses. De hecho, desde que era niña me hacía muchas preguntas, como, por ejemplo: "¿Por qué muere la gente? ¿Adónde vamos después de la muerte? ¿Volveremos a nacer después de morir? ¿Existe alguna forma de vivir para siempre?".
Sin embargo, nadie era capaz de responder a mis preguntas. "¿Por qué pierdes el tiempo pensando en esas tonterías?", exclamaba mi madre. "Somos felices si estás bien alimentada, no hay nada más". Sin embargo, me gustaba leer cuentos de hadas y leyendas de inmortales. Cuando alguien del pueblo fallecía, me lamentaba por la breve vida que llevaban los seres humanos.
Un matrimonio difícil
En las zonas rurales, las chicas suelen casarse después de cumplir los 20 años. Al suspender el examen de acceso a la universidad, me quedé en casa y no encontré marido hasta los 24 años. Mi madre me regañaba a menudo por ser demasiado exigente. Yo me enfadaba y le decía: "Está bien, deja de gritarme. Me casaré con quien me lo proponga, siempre que no sea cojo o ciego".
En 1993, alguien me puso en contacto con Lei, un veterano de 1,80 metros de altura. Sin embargo, no tenía una buena educación ni un empleo estable después de retirarse del ejército, y su familia era pobre. Por eso, mi madre se oponía firmemente a que saliera con él. A la madre de Lei tampoco le gustaba lo franca que era yo. A pesar de su oposición, Lei y yo nos casamos tres meses después y no pedí la dote de la novia.
Después de casarnos me enteré de que Lei en realidad no tenía ningún trabajo. Lo único que hacía era apostar y pelear todo el día. Sus dos hermanos mayores y una hermana mayor ya estaban casados, y su hermana menor, aún soltera, vivía con sus padres en una pequeña casa de dos habitaciones. Así que nos mudamos con su hermano mayor porque no podíamos permitirnos alquilar o comprarnos una casa.
Lei siguió jugando como siempre. Mi madre me dio 400 yuanes antes de casarme, pero Lei me los quitó al día siguiente de nuestro matrimonio y los perdió apostando. Si ganaba, compraba comida; si no, volvía a casa con las manos vacías.
Lei apenas me hablaba y no respondía a mis preguntas en casa. Se enfadaba si le decía unas palabras. A veces no volvía por la noche y se enfadaba si le preguntaba dónde había estado. Todos los días, al volver a casa, bebía alcohol y nunca me preguntaba cómo estaba.
Mi suegra tenía fama de ser amable y locuaz. Siempre estaba sonriendo y dispuesta a ayudar a sus vecinos. Pero cada vez que me veía, se le helaba la cara. Mi suegro, en cambio, era amable conmigo. Para colmo, mi suegra solía decir cosas malas de mí delante de Lei, que a su vez discutía conmigo de vez en cuando. Eso me molestó y dejé de visitar a mi suegra.
No tardé en quedarme embarazada. Yo quería fruta, pero Lei no me la compraba porque no le gustaba la fruta. Pensando que era inútil, dejé de intentar arreglar nuestra relación. Al fin y al cabo, para empezar no nos conocíamos bien. Ahora éramos como enemigos. Cada vez que nos veíamos, discutíamos. Acordamos divorciarnos después de que naciera el bebé. Si era un niño, él tendría la custodia; si era una niña, el bebé sería mío.
Vivíamos a unos 65 kilómetros de mis padres, y mi madre venía a visitarme de vez en cuando. Pero no podía quejarme con ella de lo que estaba sufriendo. Después de todo, fue mi decisión con quién casarme. Tampoco quería que mis padres siguieran preocupándose por mí, ya que eran mayores. Sin embargo, sin apenas nadie con quien poder hablar, estaba muy deprimida y contaba los días que faltaban para que nos divorciáramos.
Cuando mi hija cumplió un año en 1995, Lei y yo decidimos solicitar el divorcio al día siguiente. Sin embargo, a la mañana siguiente, un vecino tenía dificultades para respirar debido a un dolor de espalda. Cuando Lei lo llevó al hospital para que le hicieran una radiografía, él también se hizo una: era gratis porque su familiar trabajaba allí. El vecino estaba bien, pero a Lei le diagnosticaron tuberculosis. Según el médico, ya la padecía desde hacía tiempo.
Al volver a casa del hospital, Lei se sentía abatido porque no podía fumar, ni beber, ni enfadarse, ni hacer trabajos duros. Además, tenía que comer. Al ver su situación, decidí ayudarle primero y ya nos divorciaríamos después.
Los enfermos de tuberculosis necesitan medicación diaria, que daña el hígado y los riñones. Para contrarrestar los efectos secundarios, mi marido tenía que comer bien, pero no teníamos mucho dinero. Decidí buscar un trabajo. Le pedí a mi suegra que me ayudara a cuidar de mi hija mientras yo trabajaba, pero me dijo que no. No tuve más remedio que enviar a mi hija a vivir con mis padres. Como estaban tan lejos, solo podía ver a mi hija durante las vacaciones o en los días que no trabajaba. Mi hija vivió con mis padres hasta los siete años. Yo estaba muy resentida con mi suegra: "¿Cómo puede jugar al Mahjong todos los días y no ayudar a su nieta?".
Con la ayuda de un vecino, conseguí un trabajo vendiendo zapatos en un mercado mayorista. Era la década de los 90 y la gente en general no cobraba mucho. Ganaba 600 yuanes al mes y tenía que comprar el almuerzo allí. Trabajaba 11 horas al día, de 6:30 a 17:30, y era muy duro. Para ahorrar dinero, montaba en una vieja bicicleta que Lei encontró para mí en lugar de viajar en el autobús. Iba muy rápida y podía recorrer esos ocho kilómetros en media hora.
En aquellos años llovía mucho en verano. Incluso con un chubasquero, me mojaba, por lo que pasaba frío y hambre. En invierno, la carretera estaba congelada y resbaladiza. A menudo me caía y me hacía moratones. Para ahorrar dinero, compraba bollos al vapor de un yuan y un pepinillo de 50 céntimos. De este modo, ahorraba 100 yuanes al mes en la comida y daba el resto de mis 500 yuanes de ganancias a Lei para que pudiera comprar la comida que le gustaba. Lei se sintió muy conmovido y, en tres años, se había recuperado por completo.
Conocí a mucha gente en el trabajo. Poco a poco, me volví más abierta de mente. Pero insultar a los clientes era algo habitual para mí, y a veces me peleaba con ellos.
Convirtiéndome en una practicante de Falun Dafa
Una mañana de 1997, terminé de limpiar los zapatos de mi puesto y vi a otra vendedora, Zhu, leyendo un libro. Como me gustaba leer desde niña, le pregunté si me podía prestar el libro.
"Lo siento, pero este libro no es para ti. Es una práctica de cultivación de la Escuela de Buda. Además, tienes mal carácter y sueles maldecir. No funcionará", dijo ella, sacudiendo la cabeza.
"Vamos, todos en mi familia creen en Buda. ¿Puedo leerlo?". Volví a insistir.
Pero Zhu volvió a negar con la cabeza y ya no dije nada.
Después de limpiar los zapatos a la mañana siguiente, me limpié las manos y fui al puesto de Zhu a buscar el libro.
"Por favor, déjame el libro. Si no lo haces, ni se te ocurra leerlo", le dije.
"Bien. Aquí lo tienes. Puedes leerlo", dijo. "Pero si crees en lo que dice, por favor, no digas nada malo sobre él; eso no sería bueno para ti".
"Gracias. No lo haré", respondí.
El libro se titulaba Falun Gong. No era grueso y no tenía muchos clientes esa mañana, así que terminé de leer el libro antes del mediodía.
"Este libro es estupendo. Yo también quiero aprender Falun Gong", le dije cuando se lo devolví.
"Siempre insultas a la gente. ¿Cómo puedes practicar esto?", preguntó Zhu.
"Voy a cambiar. Confía en mí", respondí.
Fui a casa de Zhu todos los días después del trabajo durante nueve días seguidos para poder ver las videoconferencias de nueve días del Maestro Li, el fundador de Falun Gong. Aprendí los cinco ejercicios y conseguí mi propia copia de Falun Gong.
De las enseñanzas, aprendí que la virtud es importante, ya que la necesitamos para la cultivación. Especialmente si uno trabaja en el sector de los servicios, como yo, perderá virtud al maldecir, pelear e incluso mirar mal a alguien. Así que tuve que corregir todos estos comportamientos. Las enseñanzas de Falun Gong también prohíben matar, así que a partir de entonces dejé de comer pescado vivo y solo compré pescado congelado.
El Maestro Li también dijo que una mujer debe ser amable y cuidar a su marido. De hecho, como practicante, debería ser amable con todo el mundo. Incluso si alguien me tratara mal, podría ser una deuda kármica del pasado. Con esto en mente, lamenté cómo me había comportado con mi marido en el pasado.
En las enseñanzas, el Maestro también mencionó que las personas de todos los ámbitos de la vida pueden practicar. Me di cuenta de que esto significa que tenemos que ser responsables de nuestra familia, trabajar con diligencia en nuestros empleos, no competir con los demás y no aprovecharnos de nadie cuando hacemos negocios. Pensando más en ello, me di cuenta de que esta práctica es realmente estupenda. Ayuda a mejorar tanto a los funcionarios como a la gente de a pie. Es gratuita y conveniente para todos, independientemente de la raza, la edad o la situación económica. Además, siempre que uno se esfuerce y se cultive sinceramente, alcanzará la Perfección. ¡Esto es realmente asombroso!
Con el paso del tiempo, comprendí más y más. Por ejemplo, cultivarse significa abandonar los apegos y las nociones humanas. La enfermedad, por otro lado, está causada por nuestro propio yeli (karma). Las preguntas que había tenido desde la infancia fueron respondidas. Mientras me cultive de acuerdo a Falun Gong, el Maestro se encargará de todo.
Mirando hacia atrás, incluso me sorprendí de mí. A lo largo de los años, mis padres me regañaron y golpearon innumerables veces, pero no lograron cambiarme. Sin embargo, después de comenzar a practicar Falun Gong, siempre sonreía y trataba bien a todo el mundo. Además, estaba llena de energía y de buen humor. Mi actitud hacia Lei y mi suegra mejoró notablemente. Todo mi resentimiento había desaparecido.
Cuando visité a mis padres con motivo del Año Nuevo Chino, reproduje el seminario de nueve días con las conferencias del Maestro a familiares y vecinos. Mi padre y mi segunda hermana menor empezaron a practicar, y también algunos parientes. Cuando algunos de los aldeanos se sorprendieron al ver cómo había cambiado, les dije: "Es Falun Gong que me ayuda a ser una buena persona".
Mejorando mi carácter
Poco después de empezar a practicar, llegaron las pruebas para mejorar mi xinxing.
Un día, justo después de limpiar los zapatos, vino un cliente y se probó un par de zapatos tras otro, casi todos los zapatos de hombre que tenía. Estuve ocupada buscándole zapatos y comprobando si le resultaban cómodos. Al final, se marchó sin comprar ninguno.
Otros vendedores lo comentaron. "Mira a ese tipo. No creo que haya venido a comprar zapatos desde el principio", dijo uno de ellos. Al ver los zapatos y las cajas esparcidas por todas partes, no me molesté en absoluto y me limité a guardarlos. De hecho, yo también me sorprendí de cómo podía permanecer tan tranquila. Si esto hubiera ocurrido en el pasado, le habría maldecido y probablemente incluso le habría pegado. Pero todos estos impulsos habían desaparecido. Algunos de los vendedores del mercado estaban esperando que iniciara una gran pelea, pero no pasó nada.
Era feliz todos los días. Cuando no había nadie alrededor, a veces incluso saltaba de alegría. Por la mañana, me iba a trabajar después de hacer los ejercicios en grupo y volvía a casa después del estudio del Fa en grupo.
A medida que mi forma de pensar mejoraba, el entorno que me rodeaba cambiaba. Lei se curó del todo y se convirtió en electricista. Se preocupaba por la familia y nos compraba utensilios de vez en cuando. Mi suegra seguía sin ser amable conmigo, pero no dejé que eso me molestara y la traté bien. Le llevaba fruta y cocinaba para ella de vez en cuando. Mi suegro me lo agradecía siempre. Con el tiempo, mi suegra también sonrió. La hermana menor de mi marido también empezó a quererme y a veces me hacía pequeños regalos, como ropa.
Cuando se encontraba con sus compañeros veteranos, Lei les decía a menudo: "Por favor, pidan a vuestras esposas que aprendan de la mía. Una vez que aprendan Falun Gong, no se pelearán con vosotros y tampoco tendrán que preocuparse de que tengan aventuras".
"Tu suegra dice que ahora eres mucho mejor persona y ganas dinero para mantener a la familia", me dijo una vecina.
"Todos tenemos que dar las gracias a Falun Gong", respondí.
Cuando nos encontramos por la calle, mi suegra ahora me saluda, cuando antes se limitaba a ignorarme. "Si todos practicaran Falun Gong, el mundo sería un lugar mucho mejor", les decía a menudo a los demás. "Ni siquiera necesitaríamos a la policía, ya que todo el mundo sería muy amable".
En ese momento, mejorar el carácter era relativamente fácil. Pero hacer la meditación sentada en la posición de loto me resultaba difícil. Tenía las piernas rígidas y tuve que trabajar mucho en ello. Tardé un año en conseguir cruzar las piernas una encima de otra en esa posición.
En el trabajo, era feliz todo el día. Ya no discutía ni peleaba con nadie. Ni siquiera recordaba las malas palabras que había dicho en el pasado. Al verme sonreír todo el tiempo, algunos compañeros de ventas me preguntaron por qué. "Bueno, ahora soy una practicante de Falun Gong y la práctica me hace saludable y feliz", respondí. "¿Por qué no voy a estar alegre?".
Con el estudio continuado de las enseñanzas de Falun Gong, cambié completamente y me volví más considerada con Lei. Él también cambió. En casa, se ocupaba de las labores domésticas, lavar la ropa, limpiar el suelo, hacer la compra y cocinar. También me apoyó mucho en mi práctica, lo que me hizo muy feliz.
Pero no fue tan fácil todo el tiempo. Una vez, mientras comíamos juntos, Lei de repente me dio dos bofetadas. No supe por qué y me fui llorando. Desde la infancia hasta la edad adulta, era yo la que pegaba. Pero después de empezar a practicar, ahora los demás me pegaban. Pero también comprendí la importancia de la tolerancia, aunque fuera difícil. Así que me limpié las lágrimas y entré a limpiar la mesa.
Más tarde, Lei dijo que no sabía por qué me había golpeado. De hecho, ni siquiera sabía qué había pasado. Me di cuenta de que era el Maestro quien me ponía a prueba y me ayudaba a mejorar a través de Lei.
Hubo un tiempo en el que cocinaba el desayuno para mis suegros antes de ir a trabajar todos los días. La hermana de mi suegra estaba contenta con nuestra armoniosa relación y utilizó su dinero para construir una casa de tres habitaciones en el mismo terreno donde estaba la casa de dos habitaciones de mis suegros. Mi tía política quería que su hermana y su cuñado pasaran sus últimos años con nosotros. Lei me preguntó si me parecía bien el acuerdo y le dije que sí. Así que mis suegros, su hija pequeña y un nieto compartieron la casa recién construida, mientras mi marido y yo vivíamos en la antigua casa de sus padres. Nuestra familia ampliada comía todos los días juntos.
Un día, mi suegra dijo que podía preparar el desayuno ya que se levantaría antes. Se lo agradecí mucho y a la mañana siguiente no me levanté como de costumbre. Para mi sorpresa, la oí quejarse a Lei en la habitación de al lado cuando me levanté: "Tu mujer es muy perezosa. No tenía que levantarse para hacer el desayuno, pero ahora se duerme cuando yo le preparo el desayuno". No me defendí y seguí preparando el desayuno para la familia. Mi suegra acabó dejando de quejarse. Lei también mejoró: no importaba lo que su madre dijera de mí, ya no discutía conmigo.
La persona que me planteó el mayor reto en cuanto a mi xinxing fue Liang, el segundo hermano mayor de Lei. Tenía un triciclo taxi y ganaba algo de dinero. Pero no gastaba ni un céntimo en comida. Venía a desayunar todos los días, pero nunca aportaba un céntimo para compartir los gastos, incluso después de que mi suegra le pidiera que contribuyera con 30 yuanes al mes. También se quejaba mucho de mí: "El plato de hoy es demasiado soso. Este plato es demasiado salado o picante. El arroz es demasiado blando, la sopa demasiado sencilla, las verduras no están bien cortadas, etc., etc.". Cuando mi suegra le preguntó por qué no comía en su casa, dijo que la comida en nuestra casa era mejor.
Desde que me casé con su hermano, Liang decía cosas malas de mí cada vez que nos veíamos. A veces decía que era demasiado tonta y que incluso un niño de tres años era más inteligente que yo. Después de que empecé a practicar Falun Gong, dijo que era una insensata. Esto continuó durante 20 años. Pensé que debía haberle hecho mucho daño en una vida anterior.
Mi suegra tenía un huerto de un tercio de hectárea. Pensaba dárnoslo para que pudiéramos construir una casa allí. Pero Liang vendió su casa y pidió el terreno cada día. Al final, lo consiguió. Entonces planeó construir más casas en el terreno, pensando en obtener más compensaciones del gobierno cuando este decidiera tomar tierras privadas para el desarrollo urbano. Como no tenía dinero, dijo a sus compañeros que quien invirtiera en la construcción de las casas recibiría después el 50% de la indemnización. Pero nadie le hizo caso. Para evitar que Liang quedara mal, Lei y yo sacamos todos nuestros ahorros y se los dimos a Liang. Construyó una casa, un garaje y un almacén. Él y su mujer prometieron darnos más tarde la mitad de la indemnización del gobierno.
Tanto Lei como yo también estábamos contentos, pensando que íbamos a recibir mucho dinero. Soñábamos con utilizar el dinero para comprar un gran apartamento y un automóvil para nuestra hija. Pero cuando el gobierno se hizo cargo de las tierras y pagó una indemnización a Liang y a su mujer, estos firmaron todos los papeles sin que nosotros lo supiéramos. Tomaron el dinero y se marcharon rápidamente.
Tanto Lei como yo estábamos enfadados porque no recibimos ni un céntimo. En aquella época, muchas familias tenían peleas internas por cuestiones relacionadas con las compensaciones del gobierno. Yo sabía que ser practicante significa dejar de lado los apegos a la fama y a los intereses materiales. Pero cuando se trataba de una cantidad tan grande (cerca de un millón de yuanes), era realmente difícil superarlo. Mientras tanto, tuve que persuadir a Lei: "No te preocupes. No queremos el dinero. Las cosas irán bien mientras estemos todos a salvo". Yo no era así en el pasado. Habría luchado por el dinero incluso a costa de mi propia vida.
Lan, la hermana menor de Lei, también me puso a prueba. No es una mala persona, pero tenía un temperamento muy agresivo. Su actitud podía cambiar al instante, más rápido que incluso voltear la página de un libro. Todos los parientes y vecinos le tenían miedo.
Si no hubiera practicado Falun Gong, no habría sobrevivido ni un día en esta familia. Nadie en la familia se atrevía a hacer comentarios sobre Lan. También tiraba cosas: tijeras, cuchillos de cocina, cualquier cosa que viera. Cuando se sentía mal, buscaba a alguien con quien meterse. No paraba hasta que se cansaba. Yo era a menudo su objetivo.
Una vez, cuando me encontraba de vacaciones, estaba charlando con mi suegra. Lan nos escuchó e insistió en que yo estaba hablando mal de ella cuando en realidad no la mencioné en absoluto. Me siguió y me insultó mientras me preguntaba si había hablado mal de ella. Le dije que no. No me creyó y siguió insultándome, incluso hablando mal de mis padres y de otras personas que conocía. Sacó a relucir cosas que habían sucedido años atrás. Mi suegra no pudo tolerarlo más y aseguró que yo no había hablado mal de ella. Pero Lan no se dio por vencida, diciendo que su madre estaba en contra de ella.
"Tú eres una practicante de Falun Gong que sigue Verdad, Benevolencia y Tolerancia", dijo. "Si no puedes soportarlo, eres una falsa practicante".
Cuando Lei llegó a casa esa noche, Lan habló con él y le pidió que "lo arreglara".
"No es necesario", dijo Lei con una sonrisa. "Confío en que puedas arreglarlo todo".
Después de maldecir durante mucho tiempo, Lan finalmente se cansó y me preguntó: "Dime, ¿he sido tratada injustamente?".
"No, yo no lo hice". Sonreí y dije: "no se deberían decir cosas a espaldas de los demás". Su enfado no desapareció hasta ese momento.
Lan vivió con nosotros durante 20 años. Cuando lo hice mal, ella me lo señalaba inmediatamente. Cuando lo hacía bien, elogiaba a Falun Gong. Cuando me acosaban por mi fe, ella daba la cara y hacía todo lo posible por protegerme. Cuando me vi obligada a alejarme de casa, se ocupó de nuestra gran familia.
(Continuará)
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