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La bondad y la compasión me ayudaron a superar los tiempos difíciles (Parte 1)

Abr. 16, 2022 |   Por una practicante de Falun Dafa en la provincia de Sichuan, China

(Minghui.org) Desde que tomé la práctica espiritual de Falun Dafa (también llamada Falun Gong) y la cultivé de acuerdo con los principios universales de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, me he vuelto mucho más centrada.

Antes era arrogante y tenía un gran concepto de mí misma. No tenía tolerancia y no soportaba las equivocaciones. Desde entonces he aumentado mi tolerancia y soy capaz de ver este mundo, las personas y las cosas que me rodean con benevolencia.

Mis compañeros y supervisores se alegraron de ver estos cambios en mí: ya no tenían que tratar con la compañera de trabajo rápida, combativa y testaruda, y estaban mucho más contentos de trabajar con la persona fácil y amable en la que me he convertido.

Cuando el Partido Comunista Chino (PCCh) lanzó la persecución contra Falun Dafa en julio de 1999, mi director me dijo: "Hablamos de ello y todos estuvimos de acuerdo en que deberías continuar con tu práctica. Si vuelves a las andadas, no podremos soportarlo. Ten cuidado". Sentí que me había cultivado bastante bien hasta ese momento: desde mis alumnos hasta sus padres, mis compañeros de trabajo y mis amigos y familiares, todos pensaban que me había convertido en una persona completamente diferente.

Después de que me detuvieran por mi fe, no me permitieron enseñar y me degradaron a un puesto de conserje. Sin embargo, no me quejé y me alegré de limpiar y hacer trabajos de mantenimiento. Un profesor me dijo: "El PCCh no te hizo una buena persona, sino Falun Dafa".

Petición al Gobierno Central en Beijing

Fui a Beijing para hacer una petición al gobierno central por primera vez en el año 2000. Nunca había viajado por mi cuenta y ni siquiera sabía cómo comprar un boleto de tren. Mi casa estaba vigilada en ese momento, pero encontré la manera de salir. El Maestro me dio pistas para que tomara el tren a Beijing. No tenía mucho dinero y sólo podía permitirme tomar un tren lento con servicio temporal a Beijing que salía en tres días.

Pasé los tres días siguientes esperando en el vestíbulo de la estación de tren. Para ahorrar dinero, apenas comí algo. Los dos jóvenes sentados a mi lado iban a otra ciudad. Empezamos a charlar y nos conocimos bastante bien. Antes de subir a su tren, uno de ellos me dio la información de contacto de su hermano mayor e insistió en que le llamara si necesitaba ayuda en Beijing. Me dijo que su hermano era cocinero y que sólo tenía que mencionar que era su amiga.

Le pregunté: "¿No te preocupa que vaya a estafar a tu hermano?". Sacudió la cabeza y sonrió: "Se nota que eres un cuello blanco. Estamos en marzo y tienes mucha prisa por ir a Beijing. Debes tener asuntos importantes. También puedo decir que eres diferente a la mayoría de la gente. Eres una persona amable y honesta. Debes ir por buenas razones. No tengo dinero, pero haré lo posible por ayudarte". Le di las gracias. Quería dejarle mi número de teléfono, pero me preocupaba su seguridad. Rompí el papel con el número de su hermano.

Al subir al tren, una joven madre de 29 años del campo me pidió ayuda. Con su hija recién nacida a cuestas, salió de su casa para evitar el Comité de Parto Planificado del pueblo. Me dijo que se dirigía a la ciudad de Shiyan, en la provincia de Hubei, para buscar a su esposo, que trabajaba allí. Su único equipaje era una bolsa de abono con algo de ropa y una gran bolsa de almidón. Pensaba utilizar el almidón para abrir un pequeño restaurante para mantenerse una vez que estuviera en Shiyan.

Intenté sujetar al bebé, pero éste lloraba, así que la ayudé con la bolsa grande. Era el final de las vacaciones del Año Nuevo chino y mucha gente volvía a las ciudades. El tren que tomamos se añadió temporalmente a esta ruta para acomodar la demanda. Nuestra cabina estaba abarrotada y sólo podíamos estar de pie. Conté el dinero de mi cartera y saqué más de una docena de yuanes para comprar un taburete de plástico para que la joven madre pudiera sentarse. El tren avanzaba lentamente y se detenía mucho tiempo en cada parada, por pequeña que fuera.

Al segundo día, ya no podía permanecer de pie. Le pregunté a la joven madre si podía sentarme en su bolsa, pero me dijo que no, preocupada por si la rompía. Antes de que pudiera decir algo, un hombre que estaba cerca le dijo: "¿No eres egoísta? Me he dado cuenta de que ha comprado el taburete para que te sientes. Lleva de pie desde que embarcamos ayer. Esa bolsa de basura tuya, ¿por qué no puede sentarse en ella? Si no quieres que se siente en ella, entonces deja que se siente en el taburete. Tú puedes estar de pie". No quise darle importancia, pero una vez que los pasajeros que nos rodeaban escucharon al hombre, no me dejaron seguir de pie e insistieron en que me sentara en la bolsa de la joven madre. Ella se sintió avergonzada.

También se hizo evidente que la joven madre no sabía cómo cuidar a su bebé. Explicó que en su casa, su madre se ocupaba del niño. No le daba nada de comer y cuando el bebé lloraba, ella también lo hacía. Además, dejaba que el bebé hiciera sus necesidades en el suelo de la cabina. La gente de alrededor estaba muy molesta. La joven madre se dio cuenta de que la gente no estaba contenta con ella y por eso se puso aún más nerviosa. No sabía qué hacer.

Para ayudarla, gasté más dinero y compré una bolsa de galletas saladas demasiado caras y una pequeña bolsa de naranjas. Trituré las galletas en finas migajas para dárselas al bebé y le exprimí zumo de naranja en la boca. Con la barriga llena, por fin se durmió. Encontré un periódico viejo, limpié la orina y las heces del bebé y tiré la basura.

Un joven que estaba cerca me preguntó: "No parece que tengas ningún parentesco con ella. Cuando fuiste a tirar la basura, le preguntamos a ella. Dijo que no te conocía y que ni siquiera sabía tu nombre. ¿Es eso cierto?" Asentí con la cabeza. Él tenía aún más curiosidad: "No la conoces, pero la has ayudado mucho. ¿Por qué? ¿Por qué la ayudas? Yo no lo haría. Eres muy amable. Me sorprende que todavía haya gente como tú hoy en día".

Había muchos policías en el tren yendo y viniendo para controlar a los pasajeros. No le dije al joven que era una practicante de Dafa. Sin embargo, cuando me di la vuelta, un hombre mayor me sonrió con conocimiento de causa: "Sé quién eres. Eres una practicante de Falun Dafa". Me sorprendió. Continuó: "Tenemos muchos practicantes en nuestro pueblo. Todos son buenas personas, como tú". Me sentí aliviada al escuchar eso. Le dije: "Por favor, no se lo digas a nadie. Voy a Beijing a hacer una petición al gobierno y no quiero que me detengan antes de llegar". Me dijo: "No te preocupes. No diré nada".

Después de un rato, me di cuenta de que debería haberle dicho al joven que conocí en la estación de tren que soy una practicante. Por mi egoísmo y mis preocupaciones, perdí la oportunidad. Sin embargo, Shifu dispuso que estuviera donde estoy ahora, rodeada de estos seres amables y preciosos. No puedo perder ninguna oportunidad, de lo contrario me arrepentiría. Así que les dije a todos los que me rodeaban que era una practicante de Falun Dafa y que iba a ir a Beijing para hacer una petición al gobierno.

Más de una docena de personas que me rodeaban iban a Beijing como trabajadores contratados. Se sorprendieron al oír lo que pensaba hacer y les pareció admirable. Un hombre bien vestido parecía tener más experiencia trabajando y viviendo en una gran ciudad. Reveló que se iba a Beijing para ser cocinero.

Me pidió que escribiera el nombre del libro Zhuan Falun en su cuaderno. Me dijo que un amigo suyo también practicaba Falun Dafa y le había hablado de la práctica, pero que no le creía. Pensaba que las prácticas de qigong de hoy en día eran una farsa. Sin embargo, mi historia le hizo sentir curiosidad por Falun Dafa. Dijo que iba a buscar un ejemplar y a leer el libro Zhuan Falun cuando llegara a casa.

Un hombre me advirtió: "No puedes ir a Beijing. Hemos visto cómo la policía detenía a los practicantes en Tiananmen y también los golpeaban. Es muy peligroso que vayas allí. Si no tienes dónde ir, ven con nosotros y te ayudaremos". Les agradecí su amabilidad.

El tren llegó a la estación de Beijing. Con los 30 yuanes que me quedaban, tomé un taxi hasta la plaza de Tiananmen.

"Eres muy valiente"

La segunda vez que fui a Beijing, llevé a mi hijo de cinco años. Ya sabía cómo cuidar de mí y de mi hijo. También tenía unos cientos de yuanes en mi bolso. Sin embargo, una joven de 14 años de Beijing y nosotras dos fuimos detenidas por agentes de policía del distrito de Huairou y detenidas durante dos días. Nos soltaron la tarde del tercer día.

Los tres caminamos un rato y nos encontramos con dos vendedores de refrescos en la calle. Les conté que éramos practicantes de Falun Dafa y que los practicantes habían sido torturados en el centro de detención. Los vendedores se mostraron muy comprensivos. Uno de ellos dijo: "Hay bastantes practicantes de Falun Dafa en nuestro pueblo. Yo también lo practicaba. Espere aquí. Yo iré a buscar un taxi para que te lleve a la estación de metro. Luego necesitarás tres yuanes para ir en metro hasta la estación de tren del oeste. Date prisa y lleva a tu hijo a casa".

El taxi llegó y acordamos una tarifa de 150 yuanes. Después de sacar dinero para el boleto del tren para ir a casa, sólo tenía unas decenas de yuanes para pagar al conductor, lo que no era suficiente. Por suerte, la joven practicante de 14 años tenía 50 yuanes que le había dado otro practicante.

Era principios de octubre, el final de una fiesta nacional, y mucha gente viajaba de vuelta a casa. Una joven sin boleto había ocupado mi asiento en el tren. Después de que todos los pasajeros subieran al tren y se acomodaran en sus asientos, yo era la única que estaba de pie. Cuando la joven descubrió que había ocupado mi asiento, se sintió avergonzada. Le dije que podíamos compartirlo.

El tren llegó desde la región del noreste. Los pasajeros se fueron acercando unos a otros y comenzaron a charlar. Un pasajero dijo que cuando la gente subía a los trenes en el noreste, todos tenían que condenar a Falun Dafa. La gente estaba desconcertada y se preguntaba qué estaba pasando realmente: ¿por qué el PCCh estaba dando tanta importancia a Falun Dafa?

Un anciano de unos 60 años tenía un ademán característico y nadie quería hablar con él. Cuando le dije a mi hijo que le saludara, se alegró y nos saludó con la cabeza. Cuando la conversación cambió a Falun Dafa, habló. Lentamente, pero con fuerza, dijo: "Déjenme decirles. Conozco Falun Dafa. Es una buena práctica".

Alguien le preguntó: "¿Cómo lo sabes?". No respondió, así que yo lo hice: "Este señor tiene razón. Falun Dafa es bueno. Soy una practicante de Falun Dafa". Todos se volvieron y me miraron incrédulos pero con admiración. Una mujer de mediana edad dijo: "Vaya, eres muy valiente. Te arrestarían en el noreste".

Cuando llegamos a casa, mi madre me dijo que la policía local había llamado repetidamente tratando de averiguar dónde estaba. Sin embargo, todo estaba bien cuando fui a trabajar.

Un movimiento de la mano

A causa de la persecución tuve que dejar mi casa. El día de Año Nuevo de 2001, compré boletos de tren para más de una docena de practicantes de un remoto pueblo de montaña, algunos practicantes locales de mi ciudad y para mí. Más de 20 personas viajamos a Beijing.

El día que llegamos a la plaza de Tiananmen, había interminables oleadas de gente gritando "Falun Dafa es bueno" y había pancartas de Dafa por todas partes. Me situé justo en la puerta de Tiananmen y me uní a ellos, gritando "¡Falun Dafa es bueno!".

Al principio, me preocupaba perder mi bolsa, así que la llevaba a la espalda. Luego pensé que, en caso de que me cayera, utilizaría mi bolsa como plataforma de aterrizaje para no hacerme daño. Pensaba en todos estos pensamientos triviales y aleatorios. Sin embargo, en cuanto levanté los brazos, mis pensamientos acelerados se detuvieron. Lo único que oía era que los turistas que nos rodeaban se decían unos a otros: "¡Mira! Falun Gong".

Dos policías corrieron hacia mí. Estaban a pocos metros, pero como si estuvieran en otra dimensión, corrían en cámara lenta como en las películas. Yo seguía gritando: "¡Falun Dafa es bueno! Falun Dafa es bueno!" y casi perdí la voz cuando por fin se acercaron a mí. Uno me agarró de los brazos y el otro intentó taparme la boca. Con un gesto de mi mano, ambos cayeron hacia atrás.

Sus walkie-talkies se encendieron: "¿Cuántos? ¿Una mujer? Hazla callar". Uno de los agentes pidió ayuda: "No tenemos suficiente personal. Necesitamos apoyo". La persona al otro lado no lo entendió: "¿Me estás diciendo que ustedes dos no pueden con una mujer?".

Llegaron otros dos policías armados y los cuatro me arrastraron a un lado. Me arrestaron y detuvieron en el condado de Yanqing. Detuvieron a tantos practicantes de Falun Dafa que casi todos los reclusos delincuentes fueron liberados para hacer espacio.

Los inviernos en Beijing son muy fríos. Las tablas de madera en las que dormíamos estaban sin ropa de cama, y no había calefacción. Decenas de practicantes detenidos llevaban varios días en huelga de hambre. Algunos estaban heridos durante el interrogatorio y no podían moverse.

Justo cuando me preguntaba qué hacer a continuación, una joven leyó en voz alta la nueva escritura de Shifu y este pasaje me llamó la atención:

“Un dios baja para salvar a la gente, pero los humanos lo clavan en una cruz. ¡Qué crimen más inmenso ha cometido la gente! Todavía lo están pagando hoy. Pero eso no lo hicieron sólo los humanos. Lo causó la degeneración de seres en niveles más altos” (Exponiendo el Fa en el Fahui de los Grandes Lagos en Norteamérica, Guiando el viaje)

Fue como si se encendiera una bombilla. Dije: "No podemos quedarnos aquí. Hemos descendido a este mundo para salvar a la gente, igual que esos seres iluminados. Si la gente nos persigue, estará cometiendo pecados tan enormes como clavar a Jesús en la cruz. Aunque podamos soportarlo, los perseguidores serán destruidos. Con todo lo que nos han infligido, nuestros cuerpos físicos no habrían durado hasta hoy sin la protección de Shifu y sin soportar el dolor por nosotros. Sin embargo, no podemos quedarnos. Debemos salir de aquí. Tenemos que usar nuestra sabiduría, ser racionales y mantener la calma".

El guardia y el personal se pusieron nerviosos. Uno de los funcionarios gritó: "¡Maldito Jiang (en referencia a Jiang Zemin, el ex jefe del PCCh que lanzó la persecución contra Falun Dafa)! No hace nada bueno, sino que causa problemas sin motivo. Tenemos muchos Falun Gong detenidos aquí en el condado de Yanqing. Si todos ellos mueren, la noticia se difundirá antes de que yo llegue a casa esta noche. ¿Por qué no detenemos a los malos sino que encerramos a los buenos? ¡¿Qué demonios?! ¡Si quieres reprimir a Falun Gong, tráeme una orden oficial por escrito! No recibí nada más que "palabras" de los altos mandos. ¿Basado en qué? ¿Quién va a ser responsable? ¿Quién va a asumir la culpa?".

Más tarde, ese mismo día, todos los practicantes detenidos fueron liberados por tandas. Cuando salí del centro de detención me di cuenta de que había nevado mucho. La gente hablaba de un cierre de la carretera. Tres practicantes de edad avanzada y yo paramos un taxi, pero no sabíamos que el conductor había sido sustituido por un policía de paisano.

Nos llevó a la puerta de una Estación de policía local y nos dijo que saliéramos. Muchos agentes nos rodearon. No se acercaron pero nos observaron desde la distancia. Estábamos atrapados y no podíamos ir a ninguna parte. Me senté en la nieve y los tres ancianos también se sentaron. Seguía cayendo mucha nieve y nos cubría como un grueso manto.

Tras horas sentados en la nieve, un anciano que pasaba por allí se acercó a mí y me tocó la manga: "Qué ropa tan fina. Esta chica debe ser del sur. Debe de estar muriéndose con este frío". En ese momento, me volví hipersensible al sonido y mi mente se agudizó. Oí una voz desde el otro lado de la calle: "La carretera está cerrada. Toma un tren a Beijing".

Rápidamente se me ocurrió un plan. Apreté ligeramente la mano de una anciana practicante y le indiqué que se acercara a mí. Le susurré todo mi plan. En ese momento me di cuenta de que los cuatro éramos un solo cuerpo, como los cuatro monjes del Viaje al Oeste. Teníamos que trabajar juntos para salir de esta situación.

Nos aferramos y apoyamos unos a otros y caminamos hacia la estación de tren. Caminamos y caminamos en la nieve hasta que nos perdimos y no pudimos seguir caminando. Los adultos que pasaban por allí ignoraron nuestras peticiones de ayuda, pero un grupo de niños nos llevó a la estación de tren. Un practicante miró a su alrededor y contó más de cien policías y agentes de paisano en la estación de tren, todos esperando por nosotros cuatro.

Una niña nos dijo: "No hay ningún tren que vaya a Beijing. Va a Zhangjiakou". ¿Qué hacer? Estábamos perdidos. Sin embargo, la niña volvió y dijo: "Señora. Lo siento. He mentido. Esos hombres me dijeron que mintiera. Recuerdo que mamá me dijo que un buen niño no mentiría. Ese tren va a Beijing y está a punto de salir".

Me enteré de que podíamos comprar los boletos a bordo, así que decidimos subir al tren. También hicimos planes para gritar en voz alta "Falun Dafa es bueno" si la policía intentaba detenernos. Le diríamos a la gente todo lo malo que habían hecho las fuerzas del orden y expondríamos sus malas acciones.

Subimos al tren que se dirigía a Beijing. Los cuatro nos trasladamos rápidamente a otra cabina para perder a los hombres que nos seguían. Una vez en la estación de Beijing, cada uno tomó su propio billete y se bajó por separado. Mezclándome rápidamente con la multitud, saqué mis gafas del bolso y me las puse. También tomé prestado un peine para alisarme el pelo.

Una gruesa capa de nieve se había acumulado en el suelo como un mullido edredón. La gente tenía dificultades para caminar en la nieve profunda, pero yo me sentía tan ligera como un globo. En cuanto me detuve en la acera, un taxi se detuvo justo delante de mí. Un pasajero se bajó y yo me subí.

A través de la ventanilla, vi grandes multitudes extendidas a ambos lados de la calle esperando un taxi. En eso, el conductor me dijo: "Creo que me tocaba venir por ti. Es como si hubiera venido a buscarte. Porque la pasajera que traje no me dejó detenerme por el camino para recoger a nadie a pesar de la inclemencia del tiempo hasta que llegara a la estación. Y en cuanto me detuve tu subiste”.

Sabía que todo estaba dispuesto por el Maestro.

(Continuará)

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