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Madre e hija encarceladas en una conocida prisión por distribuir materiales sobre Falun Gong

Dic. 14, 2022 |   Por un corresponsal de Minghui en la provincia de Heilongjiang, China

(Minghui.org) Una madre y su hija en el condado de Tahe, provincia de Heilongjiang, fueron arrestadas el 25 de marzo de 2019 por repartir materiales informativos sobre Falun Gong. La Sra. Song Chunyuan fue condenada a cuatro años con una multa de 20.000 yuanes, y su hija, la Sra. Wu Dan, a un año y una multa de 10.000 yuanes.

Como antes no podían permitirse pagar la multa del Tribunal, la Sra. Wu tuvo que pedir dinero prestado para pagarla después de que la pusieran en libertad en 2020. En septiembre de 2021 fue detenida de nuevo y encarcelada durante una semana.

La Sra. Song sigue cumpliendo condena en la Prisión de Mujeres de la provincia de Heilongjiang. Como resultado de la larga persecución, se le han empezado a caer los dientes, se le han retraído las encías, tiene edema sistémico y dolor.

Falun Gong, también conocido como Falun Dafa, es una disciplina espiritual perseguida por el régimen comunista chino.

Mejora su salud tras practicar Falun Gong, más tarde encarcelada por no abandonarlo

Sra. Song Chunyuan.

La Sra. Song, de 65 años, es una trabajadora ferroviaria jubilada. Sufrió un grave accidente laboral en 1975, cuando sólo tenía 19 años. Sufrió graves lesiones cerebrales y daños en el periostio torácico y lumbar, y disfunciones articulares, así como en los riñones. Sus complicaciones incluyeron incontinencia, que evolucionó a uremia.

Tras el accidente, la Sra. Song buscó durante mucho tiempo tratamientos que pudieran aliviar su sufrimiento. Su estado, unido a la carga económica que suponía pagar los tratamientos, provocó una enorme ansiedad y presión en su familia. Tuvo que someterse a varias intervenciones quirúrgicas importantes, que le dejaron una cicatriz de casi medio metro de largo.

La Sra. Song acabó gastando más de 100.000 yuanes en sus tratamientos. Esto anteponía una enorme carga económica a su familia y a su lugar de trabajo.

En 1998, la Sra. Song empezó a practicar Falun Gong y en un mes desaparecieron todas las dolencias que había sufrido durante años: enfermedades estomacales, colecistitis, espondilosis cervical, artritis y uremia.

Por defender su fe, había sido detenida cinco veces, condenada a tres años de trabajos forzados en 2003 y a cuatro años en 2011.

Torturada en la Prisión de Mujeres de la provincia de Heilongjiang

Desde el inicio de la persecución nacional contra Falun Gong, la Prisión de Mujeres de la provincia de Heilongjiang ha participado activamente en la persecución. Para obligar a las practicantes encarceladas a renunciar a su fe, los guardias seleccionaron a reclusas despiadadas para torturarlas por todos los medios posibles.

Tortura inicial

Cuando las practicantes ingresaban en la prisión, los guardias registraban sus bolsos y ropas. Les confiscaron la mayoría de sus objetos personales y ropa. Tanto a la Sra. Song como a su hija las asignaron al pabellón 11 (que más tarde pasó a llamarse pabellón 8), pero en equipos diferentes.

Antes de que pudieran descansar tras dos días de viaje hasta la prisión, la madre y la hija fueron llevadas a someterse a una revisión médica obligatoria. A continuación, junto con otras practicantes recién ingresadas, las llevaron al almacén o a la lavandería y las obligaron a sentarse en un pequeño taburete o a permanecer inmóviles, mientras eran vigiladas por las reclusas. Otras reclusas las golpeaban y maltrataban verbalmente a voluntad, instigadas por los guardias.

Si las practicantes se negaban a escribir una declaración para renunciar a Falun Gong, se les privaba de sueño y se les negaba el uso de los baños. La implacable persecución les hacía sentir como en un infierno.

Sentada en un pequeño taburete.

Uno de los métodos de tortura más comunes era obligar a las practicantes a sentarse en un pequeño taburete. Esta acción aparentemente inofensiva resultaba extremadamente cruel para ellas, ya que los taburetes tenían superficies irregulares, les faltaban patas o eran tan diminutos que se asemejaban al tamaño de la palma de la mano.

A menudo se ordenaba a las practicantes que se sentaran en esos pequeños taburetes durante horas manteniendo la espalda erguida, las piernas cerradas y las manos sobre las piernas. Cualquier mínimo movimiento era castigado con una paliza.

El taburete en miniatura utilizado en la prisión.

Representación de la tortura: sentarse en un pequeño taburete.

Como la Sra. Song y su hija se negaron a renunciar a Falun Gong, fueron sometidas a esta tortura. Al igual que a muchas otras practicantes, les supuraron los glúteos y se les secó la sangre en la ropa interior.

Intimidación

Mientras las practicantes se negaban a renunciar a Falun Gong, los guardias amenazaban con encarcelarlas indefinidamente y las sometían a privación de sueño, inanición y malos tratos físicos. A la mayoría de las practicantes se les negaron las visitas familiares o cualquier correspondencia con sus familias. No se les permitía comprar comida ni artículos de primera necesidad, como papel higiénico o toallas sanitarias.

A veces los guardias las mantenían incomunicadas o torturaban a otras reclusas en sus celdas para incitarlas al odio.

Los guardias también prohibían a las practicantes hablar entre ellas. Si necesitaban ir al baño, las reclusas se aseguraban primero de que no hubiera otras practicantes dentro.

Malas condiciones de vida

Las condiciones de vida en la prisión eran extremadamente pobres. Los guardias solían alojar a más de veinte personas en una habitación de 36 metros cuadrados (unos 400 pies cuadrados). En las celdas más pequeñas, de unos 10 metros cuadrados, vivían al menos 16 personas.

Las literas estaban antepuestas unas a otras, con espacios intermedios extremadamente estrechos. La ropa de cama que se daba a las practicantes a menudo tenía demasiado moho. Incluso si las practicantes recibían ropa de cama limpia, otras reclusas cambiaban las sucias y viejas por las limpias.

Nunca se encendía la calefacción en el gélido invierno de la provincia más septentrional de China. Muchas practicantes sufrían congelaciones en manos, pies y orejas.

En verano, el calor convertía la celda en una olla humeante sofocante y la ropa de las practicantes quedaba completamente empapada. Aun así, se les obligaba a realizar trabajos no remunerados.

Había mosquitos, moscas e insectos por todas partes, incluso en sus camas. Cuando las practicantes barrían el suelo cada mañana, los insectos muertos podían llenar el recogedor.

Durante los descansos, las demás reclusas podían pasear o charlar entre ellas, pero las practicantes tenían que permanecer en la celda y no se les permitía hablar con nadie. Cada una de ellas estaba vigilada de cerca por varias reclusas, que tomaban cosas o su dinero a voluntad.

La calidad de la comida también era extremadamente mala. Los bollos al vapor estaban hechos con harina envejecida y a veces tenían sabor a moho. Lo mismo ocurría con el arroz.

Trabajos forzados

Salvo para ir al baño, asearse o lavar la ropa, las practicantes y reclusas permanecían en las celdas hacinadas todo el día. Los guardias también les obligaban a realizar trabajos no remunerados en la celda. El horario de trabajo empezaba a las 4 de la mañana y terminaba a medianoche sin descansos. Les obligaban a comer en la cama sin lavarse las manos, y la mayoría seguía trabajando mientras comía.

A cada una se le asignaba una enorme cuota diaria, que apenas podían terminar a tiempo. A veces los guardias les despertaban a las 2 de la madrugada para empezar un nuevo día de trabajo.

Si alguna necesitaba ir al baño, tenía que correr de un lado a otro para ganar tiempo. Si no conseguían terminar la cuota diaria, las golpeaban, abusaban verbalmente de ellas y las obligaban a permanecer de pie durante largas horas. También se les negaba la posibilidad de llamar a sus familias o se les restringía la compra de artículos de primera necesidad.

Los guardias del 8º pabellón solían ordenar a las practicantes que hicieran los trabajos que otras reclusas no estaban dispuestas a hacer. La mayoría de los trabajos implicaban trabajar con productos químicos o materiales tóxicos.

El papel de aluminio con el que trabajaban las practicantes era bastante tóxico. Muchas de las que trabajaron con él sufrieron edemas sistémicos y se les hincharon los ojos. Algunas desarrollaron alergias cutáneas y otras vomitaron. Era tan tóxico que incluso la flor que un preso guardaba en la celda estaba muerta. Cuando las practicantes y las reclusas informaron de la situación a los guardias, éstos respondieron que el papel de aluminio estaba hecho de arroz y era comestible.

Las practicantes también tuvieron que descargar pesadas bolsas de metro y medio por metro y medio de agitadores de café y llevarlas a sus celdas de la cuarta planta.

A la practicante Zhang Huijuan, de unos 50 años y condenada a 12 años, se le ordenó hacer lo mismo que las practicantes más jóvenes. Debido a la desnutrición y a la pesada carga de trabajo, una vez se desmayó mientras caminaba hacia el edificio y casi murió aplastada por la multitud. Tras un breve descanso, recogió la bolsa y la llevó al segundo piso, pero volvió a desmayarse.

Cuando las practicantes terminaban de fabricar los productos, tenían que empaquetarlos, bajar las bolsas y cargar el camión antes de empezar otra ronda de trabajo.

Tanto la Sra. Song como su hija se veían obligadas a realizar este trabajo intensivo, a pesar de la edad de la Sra. Song.

Otro tipo de trabajo consistía en hacer pestañas postizas. Muchas practicantes ancianas, como Wang Fenglan, de 63 años, Bai Liyan, de 61, Wu Yanhua, de 59, y Zhang Huijuan, de 59, se veían obligadas a hacerlo, a pesar de que su visión había disminuido. Incluso practicantes más jóvenes, de entre 30 y 40 años, empezaron a utilizar gafas de lectura tras realizar el trabajo durante largos periodos de tiempo. También sufrían dolores intensos en la espalda y el cuello.

Otros trabajos a los que se veían obligadas las practicantes eran la fabricación de cajas de papel, sobres, palillos de dientes y palillos chinos. Algunos envases de productos decían que pasaban por un proceso de desinfección a alta temperatura, cuando la realidad era que se fabricaban en las mugrientas celdas de la prisión, sin medidas de saneamiento.

Lavado de cerebro

Además del trabajo intensivo, las practicantes también eran sometidas a un lavado de cerebro destinado a obligarlas a renunciar a su fe. Si no estaban realizando los trabajos forzados, se les obligaba a ver vídeos de propaganda difamando a Falun Gong y a escribir "informes de cómo habían cambiado su pensamiento" contra Falun Gong.

Las practicantes del distrito 8 se trasladaron a un nuevo edificio el 24 de noviembre de 2021. Las practicantes más jóvenes fueron asignadas a la quinta planta, mientras que las practicantes de edad avanzada, las que luchaban con problemas médicos, se negaban a renunciar a Falun Gong o a realizar los trabajos forzados fueron a la sexta planta. La sexta planta, también la más alta del edificio, no estaba abierta a los visitantes, lo que hacía que la persecución fuera más encubierta.

Las practicantes que no realizaban trabajos forzados eran sometidas a un lavado de cerebro intenso, que incluía leer libros, ver noticias de propaganda y cantar canciones de alabanza al régimen comunista. Más tarde, se les ordenaba asistir a seminarios o clases de lavado de cerebro, así como hacer presentaciones públicas para presentarse y calumniar a Falun Gong. Las que se negaban a obedecer eran golpeadas, obligadas a sentarse en el pequeño taburete o sometidas a otras restricciones. Los guardias nunca aparecían cuando las reclusas torturaban a las practicantes.

Tres reclusas, Yuan Jingfang, Wang Min y Sun Jing, se encargaban principalmente del lavado de cerebro. Dos guardias, Yue Xiufeng y Guo Linlin, también realizaban entrevistas o exámenes periódicos a las practicantes para comprobar si seguían firmes en su fe.

Persecución económica

Todos los artículos de primera necesidad utilizados en la prisión tenían que ser comprados por las practicantes o por las propias reclusas. Los artículos eran mucho más caros que el precio de mercado y de menor calidad. Por ejemplo, una ropa interior de poliéster costaba 22 yuanes. Una libra de manzanas, a veces podridas, también costaba 22 yuanes. La mayoría de las demás cosas, como el papel higiénico o el jabón, eran defectuosas. A veces, los guardias repartían paquetes vacíos y seguían cargando el dinero de las cuentas del economato de las practicantes y las reclusas.

En casos extremos, los productos pagados por las practicantes no llegaban hasta meses o un año después. Los reembolsos nunca se producían. Incluso cuando las practicantes conseguían los suministros, podían ser robados por las reclusas encargadas de vigilarlas.

Como la Sra. Song se vio obligada a divorciarse y perdió sus ingresos debido a la persecución, dependía de sus hermanas para sufragar los gastos de vida de ella y su hija en la prisión.

Retribución kármica

La reclusa Tong Jinyan fue condenada a cadena perpetua por estafa. A menudo se apoderaba de diversos artículos, como maquillaje, ropa y comida, y obligaba a otras reclusas a comprárselos, obteniendo beneficios que oscilaban entre decenas y miles de yuanes. Así llegó a ganar más de 100.000 yuanes.

Tong participó de forma agresiva en la persecución de las practicantes de Falun Gong, golpeándoles y abusando verbalmente de ellas. Incluso algunos guardias la temían.

Aunque recibió una reducción de condena por participar en la persecución, desarrolló cáncer de útero y de cuello de útero dos años antes de su puesta en libertad programada. Después de que la prisión aprobara su libertad condicional médica, su hermano, su único familiar, se negó a cuidarla debido a su personalidad negativa. Finalmente murió en la prisión el 28 de noviembre de 2021.

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