(Minghui.org) La Sra. Gu Li trabajaba como enfermera jefa en el Segundo Hospital Popular de Jinzhou, en la ciudad de Dalian, provincia de Liaoning. Después de abrazar Falun Dafa, una antigua práctica espiritual de ejercicios y meditación en 1996, se convirtió en una persona optimista y servicial y mejoró en sus relaciones con la familia. Trabajaba duro y atendía a sus pacientes meticulosamente.
Por contarles a los demás sobre la brutal persecución a Falun Dafa que fue iniciada por el régimen comunista en 1999, la Sra. Gu fue arrestada el 6 de diciembre de 2016, y condenada a cuatro años el 19 de agosto de 2017. La llevaron a la Prisión de Mujeres de la provincia de Liaoning tres semanas después.
Para obligarla a renunciar a su fe, los guardias instigaron a las reclusas a torturarla. Le prohibieron lavarse y ducharse, lo que le provocó afecciones cutáneas y la pérdida permanente del cabello en una amplia zona del cuero cabelludo. Los guardias también la obligaron a ponerse en cuclillas sobre las puntas de los pies durante largas horas todos los días, lo que le hizo perder la sensibilidad en las piernas y los dedos de los pies. En otras ocasiones, la agredieron sexualmente y la privaron del sueño. Fue puesta en libertad el 5 de diciembre de 2020.
Arresto, detención y condena
El día de su detención, en diciembre de 2016, la Sra. Gu estaba hablando con unos soldados sobre la continua persecución a Falun Dafa en China. Ellos la denunciaron, lo que provocó su detención por parte de los agentes de la Comisaría de Guangming.
Aunque ella se negó a cooperar con la policía, la fotografiaron y le tomaron las huellas dactilares a la fuerza antes de hacerle un examen físico en un hospital. La trasladaron al Centro de Detención de Yaojia después de la medianoche, y los guardias la desnudaron para registrarla antes de recluirla en una celda.
La celda estaba repleta de internas. Tenía dos camas, un retrete y un lavabo. Apenas había espacio para que todas durmieran en las camas. El aire estaba sucio y ella se sentía asfixiada. Al día siguiente, un guardia le dijo que una vez que firmara la declaración de renuncia a su fe, podría irse a casa. Ella se negó a hacerlo. También se negó a firmar un acuerdo para realizar los trabajos forzados.
El Tribunal del Distrito de Jinzhou celebró la vista de su caso el 28 de abril de 2017, y el juez la condenó a cuatro años de prisión. Apeló ante el Tribunal Intermedio de la ciudad de Dalian, que decidió mantener el veredicto el 19 de agosto de ese año.
Torturada en la Prisión de Mujeres de la provincia de Liaoning
La Sra. Gu fue asignada al 5.º pabellón después de ser trasladada a la Prisión de Mujeres de la provincia de Liaoning el 12 de septiembre de 2017. Se trataba de un pabellón creado específicamente para torturar a las practicantes de Falun Dafa y obligarlas a renunciar a su fe.
Reclusas instigadas a torturar a la Sra. Gu
Los guardias hicieron que dos reclusas, Sun Yazhi y Peng Chunyan, vigilaran y torturaran a la Sra. Gu las 24 horas del día. Al principio, jugaban al "poli bueno, poli malo". El primer día la llevaron a una sala de lavado de cerebro después de que volviera de trabajar todo el día. Peng la maltrató verbal y físicamente mientras Sun fingía protegerla y preocuparse por ella, al tiempo que intentaba persuadirla para que abandonara a Falun Dafa. "Antes que tú, todas las demás practicantes han abandonado la práctica", le dijo.
Sun también la convenció para que hiciera trabajos intensivos el segundo día. Después de que se negara a ver vídeos de lavado de cerebro por la noche, la obligaron a ponerse en cuclillas y le impidieron lavarse y ducharse. Unos días después, su cráneo empezó a hincharse y a supurar debido a la mala higiene de la prisión. El pelo se le cayó rápidamente.
Como los guardias hicieron que la Sra. Gu durmiera entre Sun y Peng, Sun colocó un cartón entre ella y la Sra. Gu, ya que le repugnaba el estado de la piel de la Sra. Gu.
Sun y Peng se enfadaron porque la Sra. Gu se negaba a renunciar a Falun Gong, e intensificaron las torturas. Una mañana, cuando todas las demás reclusas se fueron a trabajar, Peng la desnudó, le pellizcó los pezones y le golpeó las nalgas con una zapatilla, mientras Sun la maldecía.
La Sra. Gu intentó denunciar la agresión sexual al jefe de guardia en dos ocasiones, pero este se negó a recibirla. Las torturas empeoraron. Las dos reclusas la obligaron a ponerse de cuclillas sobre las puntas de los pies. En cuanto sus talones tocaban el suelo, la pateaban entre las piernas y en el bajo vientre. La posición en cuclillas estimuló su movimiento intestinal, pero las reclusas no le permitieron utilizar un retrete. A partir de entonces intentó comer menos para evitar la vergüenza. Su peso disminuyó rápidamente.
Golpeada cruelmente, congelación y privación del sueño
El jefe de guardia vio cómo las reclusas torturaban a la Sra. Gu, pero lo ignoró. Las dos reclusas no la dejaron lavarse ni ducharse entre el 12 de septiembre y el 1 de octubre de 2017. Durante ese tiempo, la obligaron a permanecer en cuclillas sobre los dedos de los pies todos los días después del trabajo y todo el domingo, mientras intentaban lavarle el cerebro. Sun mostró a Peng cómo pellizcar las piernas de la Sra. Gu, así como la forma de maximizar el dolor. Al día siguiente, el interior de sus muslos estaba cubierto de moratones.
Sun golpeó la cara y la cabeza de la Sra. Gu con un zapato de tacón alto hasta que se cansó. Luego le golpeó repetidamente la cabeza contra la pared y le dio un puñetazo en el pecho. La Sra. Gu apenas podía respirar por la noche después de los golpes.
Como en invierno el clima se volvía gélido por la noche, las dos reclusas dejaban a propósito las ventanas de su celda abiertas de par en par. Durmió junto a las ventanas en una cama de metal sin ropa de cama ni colcha. Con solo un fino mono de la prisión, temblaba toda la noche y no podía conciliar el sueño. Sus compañeras de celda también sufrían el frío y le echaban la culpa a ella. La maltrataron verbalmente y la amenazaron con meterle pimienta caliente en la vagina si se negaba a renunciar a su fe.
En cuclillas y humillación
Durante cuatro días de descanso, las dos reclusas idearon un nuevo plan para torturar a la Sra. Gu. Primero intentaron complacerla dejándola ducharse por primera vez después de tres semanas, y la dejaron permanecer en su cama en lugar de obligarla a ponerse en cuclillas. La Sra. Gu conocía su intención y aun así se negó a renunciar a su fe. La obligaron a ponerse en cuclillas a la mañana siguiente, mientras sus compañeras de celda se iban a trabajar. Por la tarde, las dos hicieron que todas sus compañeras de celda se pusieran en cuclillas con ella porque no quiso firmar la declaración de renuncia a Falun Dafa. Una de sus compañeras de celda la culpó. Sun también instigó a una reclusa para que la golpeara.
Una docena de reclusas tenían que ensayar una actuación para un evento durante las vacaciones. Peng le quitó la ropa a la Sra. Gu y la hizo ponerse en cuclillas delante de ellas todos los días.
Ambas la obligaron a ponerse en cuclillas sobre los dedos de los pies todo el día durante tres días. Solo podía ponerse de pie a la hora de comer y cuando iba al baño. Le tomaba mucho tiempo ir al baño ya que le costaba ponerse de pie después. Por la noche, las piernas no dejaban de temblar. El aire frío de las ventanas la hacía sentir aún peor. Las reclusas también deseaban que nevara para poder congelarla aún más.
Obligada a trabajar y a soportar el agua fría
Como la Sra. Gu apenas podía dormir por la noche, se quedaba dormida cuando trabajaba durante el día. Peng la golpeaba para despertarla y la obligaba a seguir trabajando.
Sun fue sustituida por otra reclusa, Yu Jiaxin, después de las vacaciones, porque no consiguió transformar a la Sra. Gu. Peng y Yu la obligaron a pararse en dos cubos de agua fría todo el día con los pies descalzos. Por la noche, Peng hizo que sus compañeras de celda se agruparan y trabajaran por turnos para impedir que durmiera. Más tarde, el jefe de guardia añadió una reclusa más para que la vigilara por la noche. La tercera reclusa la maldecía todas las noches porque tenía que vigilarla y no podía descansar.
Acosada y amenazada por guardias y reclusas
La Sra. Gu contrajo enfermedades de la piel y perdió el pelo porque las reclusas no la dejaban ducharse. Sin embargo, Sun dijo a sus compañeras de celda que tenía una enfermedad infecciosa de la piel que las contagiaría a través de los pomos de las puertas y al hacer la colada juntas. A continuación, Sun incitó a las reclusas a maltratar verbalmente a la Sra. Gu. Una noche, las reclusas la obligaron a ducharse con agua fría y a permanecer descalza durante mucho tiempo únicamente con ropa fina.
Un jefe de guardia llamaba a la Sra. Gu a la oficina de los guardias todas las tardes para abusar verbalmente de ella y humillarla. La primera vez que entró, ninguno de los guardias principales de la oficina pudo soportar el olor que desprendía. Por ello, el jefe de guardia ordenó a las dos reclusas que la vigilaban que la dejaran lavarse más a menudo.
Un jefe de guardia hizo otro intento de convencer a la Sra. Gu para que abandonara Falun Dafa con la ayuda de un jefe de división. El jefe de división la amenazó con ponerla en un grupo diferente, lo que empeoraría sus condiciones de vida. El jefe también le dijo que su enfermedad de la piel podría empeorar o derivar en cáncer si no recibía tratamiento. La Sra. Gu permaneció impasible.
El jefe de guardia engañó entonces a la Sra. Gu diciendo que su marido la había abandonado y tenía una aventura y que su hijo estaba demasiado asustado como para atender las llamadas telefónicas. La Sra. Gu se sintió fatal y no pudo dormir esa noche.
Sun se enfadó porque la Sra. Gu seguía sin firmar una declaración de renuncia a su fe. Hizo que la Sra. Gu trabajara en los fríos días de invierno únicamente con el fino mono de la prisión.
Uno de los dedos del pie de la Sra. Gu perdió la sensibilidad y sus piernas estaban siempre frías por la noche, a pesar de llevar calcetines. El médico de la prisión dijo que podía tener diabetes, pero no la trató.
La condena de la Sra. Gu terminó el 5 de diciembre de 2020. Antes de salir de la prisión, el jefe de división le dijo: "La próxima vez que vengas aquí, me aseguraré de que las reclusas te traten mucho peor".