(Minghui.org)
¡Saludos Maestro!
¡Saludos compañeros practicantes!
En 2020, cuando el virus (Covid-19) PCCh (Partido Comunista Chino) se extendió por el mundo, las vidas de las personas estaban en riesgo. Los Países Bajos, es un pequeño país de 17 millones de habitantes, estuvo entre los 10 primeros países en cuanto a tasa de infección. Al ver que el número de infecciones y muertes aumentaba cada día, me sentí ansiosa y angustiada.
Sabemos que cuando el Cielo elimine al partido comunista chino, todo el mundo tiene que elegir entre el bien y el mal. Desde los jefes de estado hasta la gente común, no hay excepción. Todos tendrán que elegir si aceptan al partido comunista chino o no.
El Maestro nos instó:
“Despiértalos a ellos, esta es tu responsabilidad, sálvenlos a ellos, esta es vuestra responsabilidad” (Fahui de Nueva York 2016).
Sé que conseguir que rechacen al PCCh y renuncien es una buena forma de despertar y salvar a las personas, así que empecé a aclarar la verdad y a recoger firmas a principios del pasado mes de mayo.
Pensamientos rectos firmes, dando el primer paso
El pasado mes de abril, ante el aumento de la epidemia y la actitud poco clara del gobierno de Holanda, varios de nuestros compañeros prepararon una petición para condenar al PCCh por encubrir la epidemia y para exigirle una compensación. El objetivo era ayudar a la gente a ver el engaño del PCCh y recoger sus firmas en la petición. Luego presentaríamos las firmas al gobierno y le instaríamos a rechazar al PCCh, dada la voluntad del pueblo.
Cuando todo estuvo listo, me surgieron todo tipo de preocupaciones. ¿Quedaría raro montar una pequeña mesa allí? ¿Causaría confusión? ¿Y si encontraba problemas y no era capaz de explicarlos con mi limitada capacidad lingüística?
Todo tipo de pensamientos humanos me impedían salir. Sabía que el espectro maligno del PCCh está gobernando el mundo y tiene al mundo entero como rehén. Conseguir que el mundo condenara al PCCh y buscara una compensación era como lanzar una bomba en la guarida del mal, y éste haría todo lo posible para interferir con nosotros.
El poema del Maestro apareció en mi mente:
“Estudia el Fa sin pereza, cambios durante el proceso vendrán
Cree con firmeza, sin tambalearte; obtén el fruto recto, el loto se formará”.
(“Avancen diligentemente, ilumínense rectamente”, Hong Yin (II))
Entendí que el Maestro me estaba recordando lo que debía hacer.
Pero mi corazón se aceleraba cada vez que quería salir a recoger firmas. No sabía qué iba a pasar. Cuando aún estaba indecisa, otro poema del Maestro me impactó:
“... Si la voluntad no es firme
Los obstáculos se vuelven como montañas
Cómo trasciendes el mundo mortal”
(Cortar, Hong Yin (II))
En la tarde del 3 de mayo de 2020, después de hacer las llamadas para aclarar la verdad a China, tuve el firme pensamiento de salir, aunque nadie firmara la petición. Sabía que era el Maestro quien me inspiraba a seguir adelante. Ese día, estaba en una pequeña estación de tren y dos personas firmaron. Después de superar todo tipo de obstáculos, ya no tenía miedo. El Maestro allanó el camino y despejó el bloqueo en las otras dimensiones. De pie, me sentí confiada. Era la mensajera de la salvación. Estaba haciendo lo más recto. Me alegraba por la gente que tomaba la decisión correcta.
Como mi corazón estaba puesto en salvar a la gente, pude enfrentarme con calma a las interferencias. Un coche de policía patrullaba todas las tardes alrededor de la estación de tren. Pensé que era una rutina para ellos. Un día, un policía se detuvo frente a mi pequeña mesa y bajó la ventanilla para hacerme una pregunta. Sin saber lo que decían, me di la vuelta para recoger la petición y les conté lo que estaba haciendo. Pedí ayuda al Maestro: Maestro, no permitas que, sin saberlo, hagan cosas contra Dafa.
De hecho, ya me había enterado de que un compañero practicante fue fotografiado por la policía y se le ordenó que se marchara mientras recogía firmas. Con pensamientos rectos, entregué mi petición a los policías y los dos hombres se miraron y dijeron unas palabras, sonrieron y agitaron las manos para indicar que debía seguir haciendo mi trabajo.
Como había poca gente pasando por la pequeña estación de tren, llevé mi tablón de peticiones a la Plaza de la Capital para recoger más firmas. Para entonces, ya no tenía miedo y sabía que estaba haciendo lo correcto para salvar vidas. Hubo muchas historias conmovedoras que me inspiraron a salir a recoger firmas todos los días. Como no hablaba el idioma, me paraba junto a mi mesa y cuando la gente veía el material, se acercaba a firmar.
Un anciano me dejó una profundo impresión. Antes de firmar, le di un guante, que apretó en su mano sin usarlo. Después de firmar, se metió el guante en el bolsillo y sacó dos dólares para dármelos. Parecía que no tenía una buena posición económica, pero sacó dinero para donarlo. Su vida fue creada para firmar hoy, y se ha hecho realidad. Su emoción y gratitud la expresó con los dos dólares.
El Maestro nos dijo:
“Discípulos de Dafa, no importa cuánto ustedes sacrifiquen cuando esclarecen la verdad, tengo que decirles, al final todavía muchos seres que no pueden salvarse están destinados a ser eliminados. Sé cuántas personas en China continental serán eliminadas, y es espeluznante; él numero es enorme”. (Viaje por Norte América para exponer el Fa)
Durante el proceso, algunos no entendieron y se acercaron a mí con rabia y me dijeron cosas que no entendía. Algunos me mostraban el pulgar hacia abajo, pero yo me limitaba a sonreír como si no hubiera pasado nada. Un día, un hombre asiático de mediana edad se acercó a la mesa, señaló el cartel, me miró con rabia y me gritó. Habló tan rápido que su saliva casi me salpicó la cara. Yo no conocía el idioma local y seguía mirándolo con una sonrisa. Finalmente, me dijo en chino chapurreado: traidora, traidora. Y luego se marchó. No me sentí agraviada, sino apenada por él.
Recolectando firmas en la Estación Central de Tren
El 5 de junio de 2020, la Asociación Falun Dafa me dio una carta de aprobación para recoger firmas en la estación central de trenes de la ciudad central, y pedí a mis compañeros practicantes que mejoraran el formulario de firmas y la petición. No podía abandonar la mesa durante cuatro o cinco horas al día. Por lo tanto, no podía comer ni beber nada mientras estaba allí, y perseveré hasta el final.
El Maestro dijo:
“Sin conflictos no habrá progreso. Algunas personas sienten que este ambiente es muy pacífico, y todos piensan que su cultivación está yendo bastante bien. En realidad, déjenme decirles que esto no es bueno. Verdaderamente quiero crear algunos conflictos para ustedes, ya que no tener ninguno no les hace bien. Esto es porque sólo en medio del conflicto puede ser expuesto tu apego de manera que puedas verlo y dejar que otros también lo vean, y entonces éste será eliminado. Si no estuvieran esos conflictos tus apegos de persona común no serían eliminados. Por tanto, presten atención a esto: bajo cualquier circunstancia, particularmente cuando practican la cultivación entre la gente común, es inevitable que sólo a través de conflictos e interferencias de xinxing podrán mejorar su xinxing”. (Exponiendo el Fa en el Fahui del Oeste de los Estados Unidos)
Desde el comienzo de la campaña de firmas, hubo constantes interferencias tanto externas como internas. Creo que fue una prueba de nuestra fe en el Maestro y en Dafa, así como de nuestros pensamientos rectos de salvar a la gente. Cuando nuestros pensamientos rectos se unían, era probable que se produjera un avance en el nivel de cultivación, que se salvaran vidas en ese nivel y que las interferencias desaparecieran por sí solas. La interferencia interna, por otro lado, incluía factores para nuestra propia mejora y la elevación general del grupo. Así que no me da miedo cuando surgen conflictos. Lo que da miedo es cuando perdemos la oportunidad de mejorar.
En el proceso de recoger firmas en la estación central de trenes, estaba sola y no conocía el idioma. Me preguntaba una y otra vez si debía hacerlo. De vez en cuando, surgía el pensamiento de si era lo correcto. Una y otra vez, el Maestro me iluminó a que era lo correcto. Tres días seguidos, cuando cerré la mesa de la exposición, la gente se apresuró a firmar la petición.
Además, las personas que ya habían firmado la petición trajeron a otras para que la firmaran, y algunas personas se enteraron y vinieron los fines de semana a poner sus nombres. Después de compartir esto en nuestro grupo, una practicante planteó claramente su objeción a recoger firmas, diciendo: "Solo porque creas que la gente ha firmado y estés inspirada, no significa que estés haciendo lo correcto". Sus palabras no me molestaron, por que el Maestro nos enseñó:
“No puedes decir eso. Todos los Dafa dizi están tratando de pensar en maneras de hacer cosas para Dafa lo mejor que pueden. No puedes decir que si los estudiantes hacen cosas de cierta manera eso es incorrecto y que cierta manera es correcta”. (Exponiendo el Fa durante el Festival de la Linterna, 2003)
Después, pensé: ¿por qué ha ocurrido esto? En primer lugar, tenía que ser firme en mis pensamientos rectos al recoger firmas para salvar a la gente. Y en segundo lugar, solía tener cierto desprecio por este practicante y tenía la tendencia a magnificar sus defectos. Una vez que comprendí las causas, estabilicé mi mente y creí firmemente que nada podía impedirme recoger firmas. Cuando la gente venía, les pedía su apoyo y sus firmas; cuando no había nadie, recitaba las enseñanzas del Fa o enviaba pensamientos rectos. Un día recogí 64 firmas. Me di cuenta de que los defectos de los compañeros practicantes se expusieron para que yo cultivara mis celos, desprecio por los demás y mi arrogancia. Cuando mejoré mi xinxing, el también se rectificó. Todo volvió a ser tranquilo y pacífico.
El 18 de julio de 2020, empecé a recoger firmas utilizando el formulario de firmas del Centro Global Tuidang (Renuncia al PCCh). Estuve de pie a la salida de la estación de tren durante cuatro o cinco horas al día, con un máximo de 78 firmas al día. La fuerza de una sola persona no era suficiente. En julio y agosto, cuando la temporada turística estaba en pleno apogeo, quise que otra practicante trabajara conmigo en la recolección de firmas, para poder salvar a más personas.
El apoyo de los compañeros practicantes es necesario
El 1 de agosto de 2020, otra practicante once años más joven que yo (yo tenía 69 años) se unió. Inmediatamente después, diseñó una nueva pancarta con el llamativo mensaje "Fin del PCCh" que la gente podía ver a gran distancia. También diseñó otras cosas y volantes para que los usáramos.
Otros practicantes ayudaron silenciosamente de diversas maneras y enviaron pensamientos rectos. Nuestra campaña de firmas despegó, como un tigre con alas. Valoramos el tiempo que nos dio el Maestro y apreciamos la dedicación de los compañeros. No teníamos tiempo para charlar y casi teníamos que correr por el puesto todo el día para recoger firmas. El otro practicante explicó a los demás por qué recogíamos las firmas y por qué era importante hacerlo. El mayor número de firmas que recogimos en un día fue de 304. Aunque hacía calor, no comimos ni bebimos en todo el día, nos alegramos del resultado. Hubo muchas historias conmovedoras que nos inspiraron.
Un día, una mujer de unos 30 años firmó y dijo que el PCCh es malo. Quería hablar conmigo, pero yo no sabía el idioma lo suficientemente bien como para hablar. Nos despedimos. Más tarde, volvió y escribió una nota para mí. Cuando intentaba pedir a dos jóvenes sentadas a su lado que firmaran la petición, me dio la nota y me indicó que se la enseñara a esas dos jóvenes. Les entregué la nota, la leyeron y la firmaron inmediatamente.
Puse su nota delante de mi bloc de firmas, cuando los demás leían la nota, la mayoría firmaba. Una compañera que habla su idioma me dijo que la nota estaba escrita de forma clara, con un tono amable que explicaba por qué era importante firmar la petición.
Antes de que esta mujer escribiera la nota, me encontré con unas cuantas personas que me preguntaron por la petición, pero no pude responder. Justo cuando deseaba tener una nota para explicar las cosas más claramente, me la hiceron enseguida. Ese día casi se caían las lágrimas al ver a tanta gente firmando la petición. En dos meses, ¡recopilé 3.400 firmas con esa nota!
Algunos jóvenes firmaban y dibujaban una carita sonriente encima de la firma; otros dibujaban un corazón para expresar su alegría; a veces cuatro o cinco personas se quedaban de pie frente a la pequeña mesa informativa, esperando para firmar; algunos de los que firmaron se iban a buscar bebidas y helados para mí.
Después de que tres jóvenes asiáticos firmaran y yo les diera pequeñas flores de loto, una joven saltó de alegría, como si hubiera estado esperando esto durante millones de años. Al cabo de un rato, los tres volvieron a ponerse delante de mí. Uno de los jóvenes cogió una botella de agua helada y me la puso en la mano, junto con veinte dólares. Le dije que no podía aceptarlos. El joven señaló con el dedo al cielo con lágrimas en los ojos, queriendo decir que hacía demasiado calor. Insistió en ponérmelo en la mano. Yo también lloré por su comprensión y apoyo. Me conmovió profundamente.
Aquel día había más de doscientas personas firmando, y todos habíamos vivido muchas veces esos momentos tan conmovedores. Estábamos agradecidos por la compasión y la bendición del Maestro.
La otra practicante y yo aprendimos la una de la otra. Nos ayudamos y animamos mutuamente. Aprendí de ella varias palabras clave. Cuando la gente se alejaba a toda prisa sin mirar a nuestra mesa, yo decía: "Vete, virus PCCh", "Vete, virus Wuhan". Entonces se detenían y volvían a leer la nota en la pizarra de firmas. Volví a levantar la nota y les mostré la verdad y les leí: El PCCh miente, la gente muere. Después de que firmaran, les di los volantes y les dije: hazlo saber a tu familia y amigos para que renuncien al PCCh y se mantengan a salvo.
Mi compañera practicante se iba a una gran ciudad los fines de semana para recoger firmas. Yo me quedé, pues quería que todos tuvieran la oportunidad de firmar. A veces las dos teníamos algunas molestias físicas. Aprovechábamos el tiempo para estudiar las enseñanzas del Fa, hacer los ejercicios y enviar pensamientos rectos. Un día le dije que había vuelto a pedir la ayuda del Maestro. Lloré mientras hablaba. Ella me animó: "¡Todos confiamos en el Maestro!". Nos dimos cuenta de que sin el cuidado compasivo del Maestro, sería muy difícil para nosotros perseverar hasta hoy.
Ella tenía interferencias y no podía conciliar el sueño por la noche. Pero aun así fue a recoger firmas al día siguiente. Un día recogió más de 300 firmas y, en cuanto se fue a casa, estaba tan cansada que se durmió enseguida. Al cabo de 8 meses, perdió casi 9 kilos. En cuanto a mí, me di cuenta de que tenía las manos y los pies hinchados, e incluso los labios. Algunas noches me sentía muy mal y me preguntaba si podría ir al día siguiente. Pedí la ayuda del Maestro: "Maestro, todavía quiero ir mañana, por favor, fortaléceme".
Cuando me desperté al día siguiente, recordé las enseñanzas de Fa del Maestro a los discípulos australianos. El Fa me dio una fuerza infinita. Aunque a veces había interferencias, sabía que el Maestro estaba a mi lado. Sentí que estaba cultivando y mejorando cada día bajo la protección y el cuidado del Maestro.
Cuando estaba disgustada y me sentía sola, un día sombrío apareció un arco iris rojo, amarillo y azul en la ventana de nuestra pequeña estación de tren. Sabía que el Maestro me estaba animando a que cuanto más desesperados y solos nos sentimos, más cerca está la esperanza. Después de una tormenta, hubo una bruma de colores que cubrió el cielo. Cuando me moría de hambre, volví a mi mesa y vi que me habían puesto sándwiches y leche chocolatada. El Maestro lo sabía todo, ¿qué otra cosa no podía soltar?
Una cosa más merece ser mencionada: el 2 de abril de este año, estaba nublado, hacía frío y mucho viento. Vinieron entre cincuenta y sesenta estudiantes universitarios de una ciudad lejana, y tomaron mi tablero de firmas y lo pasaron para firmar. Yo sabía que era el Maestro quien los había enviado aquí desde muy lejos, y se apresuraron a cumplir su deseo, lo que me recordó que no debía aflojar en el camino de salvar vidas. Por esta razón, escribí un poema para expresar mi profundo sentimiento: Es el Maestro quien salva a la gente, es el Maestro quien ayuda a sus discípulos a cumplir sus votos.
Gracias, Maestro, por tu gracia salvadora
La plaga desciende del cielo
La pandemia hace estragos en el mundo
Renuncia al diablo rojo para evitar el peligro
Los seres conscientes buscan la verdad
El espíritu maligno pone obstáculos en el camino
La protección del Maestro está cerca
Los discípulos están ocupados salvando a la gente
La caldera refina el cuerpo verdadero
Para conseguir que más practicantes participaran en la campaña de peticiones, a veces compartía las historias conmovedoras con ellos en el estudio de Fa del grupo grande. A veces publicaba las historias en la plataforma de comunicación, lo que también animaba a más practicantes a unirse al esfuerzo. Ahora, uno tras otro, los compañeros se unen para recoger firmas.
Lo que resulta gratificante es que los practicantes con buenos conocimientos del idioma participan activamente y establecen más sitios para recoger firmas. Van a los parques, a los mercados y a otros lugares con mayor afluencia de público. Algunos llevaron el formulario de petición a su lugar de trabajo. Muchos de ellos fueron a zonas muy concurridas y pudieron conseguir entre 200 y 300 firmas al día. Algunos compañeros se sintieron muy bien cuando salieron a recoger firmas.
En este mes de marzo, hemos recogido más de 80.000 firmas. Los compañeros practicantes y yo aprovecharemos el tiempo para salvar a la gente, cumplir nuestra misión y expresar gratitud al Maestro por ayudarnos a salvar a los seres conscientes.
¡Gracias Maestro!
¡Gracias compañeros practicantes!
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