(Minghui.org) Mi hijo practicaba Falun Dafa con nosotros cuando era un niño y le iba muy bien en la escuela. Era un buen chico y muy popular en nuestro barrio.
Sin embargo, todo cambió cuando mi marido y yo fuimos perseguidos por nuestra fe en Falun Dafa. Fue como el fin del mundo para mi hijo cuando ambos fuimos arrestados ilegalmente. Se sintió profundamente herido cuando perdió inesperadamente su casa. No pudo recuperarse de ello, ni siquiera después de que nos pusieran en libertad.
No me cultivé bien en aquella época. Aunque salí a aclarar la verdad, desarrollé mucho miedo.
A veces despertaba a mi hijo y le pedía que me ayudara a esconder nuestros libros de Falun Dafa en medio de la noche. A veces le pedía que se levantara muy temprano y trasladara nuestros libros de Dafa a la casa de otro practicante.
Mi marido tampoco sabía cómo educarlo y lo criticaba por no hacer bien sus exámenes de ingreso a la universidad. En este ambiente, mi hijo se volvió infeliz y se estresó debido a la presión.
Cambió y ya no pudo controlarse. Empezó a perder los nervios con facilidad y se pasaba el día jugando con el celular. Yo estaba muy triste y no sabía cómo tratar con él. Incluso dejó de comunicarse con nosotros.
Cuando creció, le resultó difícil encontrar una novia porque éramos pobres. Siempre estaba de mal humor y pasaba más tiempo jugando con el celular.
Me sentía culpable porque pensaba que yo era la causa del mal comportamiento de mi hijo. Pero cuanto más culpable me sentía, peor era el comportamiento de mi hijo. Su temperamento empeoró y empezó a romper cosas y yo empecé a tener miedo.
También tenía miedo porque tenía conflictos con su padre. Siempre pedía a otros practicantes que vinieran a mi casa a meditar. Esto duró varios años.
Los compañeros practicantes me sugirieron más tarde que enviara pensamientos rectos. Sin embargo, no podía desprenderme de la culpa y seguía pensando que mi hijo era la víctima de esta familia. Aferrarme a este apego y a esta noción, aunque enviara pensamientos rectos, no era bueno. Pensé que estaba controlado por las cosas malas de los juegos que jugaba.
Una vez discutió con su padre y perdió el control. Tuve miedo y quise pedir a mi suegro y a los vecinos que vinieran a ayudarle a calmarse. Cuando estaba a punto de pedir ayuda, me di cuenta de que era una practicante y debía afrontar esta tribulación y resolver este asunto por mi cuenta. Me calmé y hablé con mi hijo en voz baja. Para mi sorpresa, me escuchó.
Me di cuenta de que el Maestro me ayudaría siempre que mis pensamientos se ajustaran al Fa. Esta experiencia fue un fuerte indicio de que debo tratar todo desde la perspectiva del Fa.
Pensé: "Soy una practicante de Dafa. ¿Cómo puede durar este estado anormal tanto tiempo?". Entonces envié pensamientos rectos y dije en mi mente: "Los miembros de la familia de un discípulo de Dafa también vinieron a este mundo para ayudar al Maestro a rectificar el Fa. Todo lo que interfiere con la rectificación del Fa debe ser desintegrado. Todo lo que interfiere que se atreve a entrar en mi campo será eliminado inmediatamente".
Después de tener este pensamiento recto, la actitud de mi hijo mejoró. Un día, dijo: "Mamá, no jugaré más a los videojuegos. Esas cosas son malas; a partir de ahora me rectificaré".
Al oír eso, sentí realmente el poder de Dafa. También me di cuenta de lo importante que son los pensamientos rectos de un discípulo.
Si no fuera por Dafa, mi hijo no habría podido dejar de jugar.
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