(Minghui.org) Nota del editor: Mientras están encarcelados por su fe en varios centros de detención de China, muchos practicantes de Falun Dafa son envenenados con drogas tóxicas, algunas de las cuales se inyectan directamente y otras se añaden a los alimentos. Como resultado, algunos practicantes sufrieron trastornos mentales y algunos quedaron discapacitados. A continuación se presenta una carta enviada por un ciudadano chino preocupado, cuyo familiar fue testigo de la administración de medicamentos a una practicante de Falun Dafa.
Cada vez que mi familair me visitaba, no dejaba de hablar de que le ponían drogas tóxicas a la comida de una practicante de Falun Dafa. Estaba realmente molesta, ya que ha sido testigo de primera mano. Recientemente me visitó y volvió a sacar el tema. Sentí que no podía seguir guardando silencio. Con esta carta, espero exponer los crímenes ocultos contra los practicantes de Falun Dafa detenidos por su fe.
Mi pariente ingresó en el hospital de la prisión de Nanning, en la provincia de Guangxi, en 2012. Estuvo internada en la misma habitación que una practicante de Falun Dafa de Guangxi de más de 60 años. Como esa practicante se negó a renunciar a Falun Dafa, los guardias de la prisión la llevaron al hospital y la ataron en posición de águila abierta en la cama. Para protestar por la persecución, la practicante gritaba con frecuencia "¡Falun Dafa es bueno!". Cuando la enfermera le daba medicinas o intentaba ponerle sueros, ella siempre se negaba.
Ilustración de la tortura: atado en posición de águila abierta.
Más tarde, los reclusos asignados por los guardias de la prisión para vigilar a la practicante molieron medicina hasta dejarla hecha polvo y la agregaron a su comida. Después de la comida, la practicante empezó a sentirse somnolienta y agotada. Se decía a sí misma: "¿Cómo es que ahora tengo tanto sueño y me falta energía? ¿Por qué me siento tan incómoda y mi memoria empieza a fallar?".
Mi familiar lo atestiguó, pero los reclusos la amenazaron con que no podía contárselo a la practicante.
Sintiendo simpatía por la practicante, mi familiar compartió con ella algunas frutas. Ella las rechazaba amablemente y le agradecía. Le contó sobre la persecución y mi familiar le dijo que lo sabía, porque su cuñada también practica Falun Dafa.
También me contó que cuando los directivos del hospital fueron a inspeccionar las habitaciones, los reclusos aumentaron la cantidad de droga que le añadía a la practicante, para evitar que gritara "¡Falun Dafa es bueno!".
Es increíble lo que las cárceles chinas le están haciendo a estas ancianas, solo porque tenían miedo de que gritaran "¡Falun Dafa es bueno!". Cada vez que mi familiar pensaba en esto, se sentía triste e indignada.
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