(Minghui.org) Todavía recuerdo un sueño vívido que tuve hace un par de años.

En mi sueño, el cielo estaba oscuro y nublado, muchos practicantes de Falun Dafa estaban reunidos y sentados tranquilamente en una plaza. Sabían que era el día en que regresarían a los Cielos y esperaban tranquilamente a que se abriera la puerta celestial para que el Maestro los saludara y los recibiera.

Las nubes se separaron y miles de rayos de luz iluminaron la Tierra. La puerta celestial se abrió de repente y a ambos lados había seres divinos tocando música celestial. Apareció el Maestro, vestido con una kasaya amarilla dorada. El Maestro se sentó con grandeza junto a la puerta celestial. Escuché al Maestro decir con una voz solemne y magnífica: "Pueden regresar".

Muchos discípulos de Dafa y yo nos levantamos del suelo y volamos hacia la puerta celestial. Cuando estaba a punto de llegar a la puerta celestial, miré involuntariamente hacia abajo y vi algo sorprendente: Muchos de los practicantes que conocía eran incapaces de subir volando. Escuché sus gritos de angustia, pero no podían volar hacia arriba.

Sin dudarlo, volé hacia abajo, con la esperanza de llevarlos hacia arriba conmigo. No pude llevar a ninguno de ellos porque sus cuerpos eran tan pesados como piedras. A pesar de que mi cuerpo era tan ligero como una pluma, no pude subirlos. En el fondo de mi corazón, sabía que era la última oportunidad para que regresaran a casa. Lloré y grité: "¡Apresúrense y vuelen! ¡Deprisa!". Desafortunadamente, no sirvió de nada —simplemente no pudieron subir.

En ese momento, escuché la gran voz del Maestro: "Sus apegos son demasiado fuertes y ya no pueden regresar". En ese momento me desperté con lágrimas en los ojos.

Me pregunté por qué el Maestro me había revelado esta escena. Quizá debía escribir lo que había visto para recordárselo a otros practicantes. O tal vez era para recordarme que cuando llegue ese día, será demasiado tarde para lamentarse.

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