(Minghui.org) la Sra. Yu Mei, ciudadana de Zhanjiang, provincia de Guangdong, ha sido perseguida muchas veces y ha pasado al menos diez años en cárceles y centros de lavado de cerebro por mantener su fe en Falun Dafa, una disciplina espiritual perseguida por el régimen comunista chino desde 1999. Aunque sobrevivió a la tortura mientras estaba detenida, su esposo falleció el 14 de julio del 2006, después de enfermar de preocupación por ella.
La Sra. Yu fue arrestada de nuevo el 31 de agosto del 2016 por repartir materiales informativos sobre Falun Dafa. Fue condenada a cuatro años y llevada a la Prisión de Mujeres en la Provincia de Guandong el 18 de mayo de 2018.
Como resultado de la tortura en prisión, su pelo se volvió gris, le arrancaron tres de sus dientes frontales y antes de ser puesta en libertad fue obligada a tomar drogas desconocidas. Posteriormente comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza tuvo escalofríos, fiebre, picor en todo el cuerpo, tuvo náuseas y estaba irritable.
A continuación la Sra. Yu explica el relato de lo que ella y otra practicante vivieron en la cárcel.
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Fui llevada a la Prisión de Mujeres de Guangdong en el 2018. Además de la tortura física, me obligaron a tomar drogas desconocidas. Si alguna reclusa enfermaba tenía que pasar por un largo proceso para conseguir que le aprobaran los medicamentos. Pero si un practicante de Falun Dafa estornudaba o tosía, los guardias ordenaban inmediatamente a los reclusos que lo llevaran al hospital de la prisión, les tomaban la presión sanguínea y le administraban medicamentos desconocidos por la fuerza.
Una vez tosí y un guardia dijo que era porque estaba resfriada y ordenó a tres reclusos que me sostuvieran y me obligaron a tomar drogas desconocidas. Momentos más tarde, comencé a sentirme extremadamente mal a marearme y a sentir náuseas.
Luego me culparon de resistirme y derramaron la droga sobre mi ropa. Me rompieron la ropa y me echaron agua fría por todo el cuerpo. Era invierno y ellos tiritaban, incluso llevando gruesos abrigos.
Algunos de las practicantes encarceladas habían sido perseguidas reiteradamente en el pasado. Me dio la impresión de que los guardias lo sabían todo sobre cada una de ellas, incluidas las dolencias que tenían antes de practicar Falun Dafa, su situación familiar y matrimonial, a qué se dedicaban sus familias y si tenía conflictos familiares. Luego los guardias usaban esta información para elaborar estrategias de acosos para cada practicante.
Vi a muchas practicantes ancianas deprimidas y demacrados debido a un acoso prolongado. Muchas de ellas pasaban hambre, eran privadas de sueño y eran objeto de un intenso lavado de cerebro. Con la excusa de tratarlas, los guardias las obligaban cada día a tomar drogas desconocidas.
En la prisión conocí a una practicante, Chen Haixia, que tuvo un embarazo ectópico y casi fallece. Después de practicar Falun Dafa tuvo buena salud durante los últimos 24 años y estaba muy agradecida por ello. Debido a que compartía su historia con la gente, fue arrestada bastantes veces y torturada en el centro de detención, en el centro de lavado de cerebro, en el campo de trabajos y en la cárcel. No importaba dónde estuviera o cómo la torturaran nunca se rindió y se mantuvo firme en practicar Falun Dafa.
Una persona tan agradable es torturada en la Prisión de Mujeres de la Provincia de Guandong. Vi cómo cada día era obligada a tomar muchas drogas desconocidas. Lo que le provocó un aumento desmesurado de la presión sanguínea y graves hemorragias vaginales. Estaba consumida y demacrada, pero aun así, los guardias no le daban de comer y la privaban de sueño. Ahora mismo su familia está muy preocupada por ella.
Hablando de mi propia situación, durante mi último mes allí, sentí que mi cuerpo iba experimentando cambios extraños. Tenía dolores de cabeza intermitentes, traté de negarlo. No obstante, aún los sufría a menudo. Tenía lagunas y ausencias y mi memoria se deterioró.
Durante el primer mes después de ser puesta en libertad, los episodios fueron más habituales. Después de dos o tres meses fue a peor. Tenía escalofríos, fiebre, mareos y picores. Sentía náuseas y estaba irritable. En un par de ocasiones encontré cosas grises y pegajosas en mis heces y pensé que mi vida se acababa.
Una noche, no podía dormir debido al fuerte dolor y comencé a tener alucinaciones. La tortura que había sufrido durante los últimos años se reproducía ante mis ojos y cada segundo era difícil de soportar. Sentía que mi cuerpo estaba a punto de explotar.
Lo que experimenté me hizo pensar en algunos practicantes que habían muerto o que quedaron con discapacidad mental tres o cuatro meses después de ser puestos en libertad. Esto podía tener relación con las drogas desconocidas que les obligaron a toma en prisión. Que yo sepa esto les sucedió a cinco practicantes. Una de las practicantes que tuvo un trastorno mental grave a menudo gritaba: “¡Es tóxico!, ¡es tóxico!”. Cuando sufría un episodio, se angustiaba mucho, se tiraba del pelo y se arañaba todo el cuerpo.
A los pocos días de sentirme, vinieron a visitarme los miembros del gobierno de la ciudad y me preguntaron cómo me sentía. ¿Por qué estas personas se preocupaban por cómo me encontraba? Les pregunté por qué lo preguntaban y dijeron que tenían órdenes de ver cómo estaba.
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