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Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo — Capítulo 2: Los comienzos europeos del comunismo

Abr. 23, 2020 |   Por el equipo editorial de Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista

(Minghui.org) [Nota del Editor] Esta serie es una publicación de la traducción al español del libro de La Gran Época - The Epoch Times titulada "Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo", del equipo editorial de Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista.

Índice del libro

Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo — Prefacio
Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo — Introducción
Capítulo 1: Las estrategias del diablo para destruir a la humanidad
Capítulo 2: Los comienzos europeos del comunismo
Capítulo 3: Asesinatos en masa en Oriente
Capítulo 4: Exportar la Revolución
Capítulo 5: Infiltración en Occidente
Capítulo 6: La revuelta contra Dios
Capítulo 7: La destrucción de la familia
Capítulo 8: Cómo el comunismo siembra el caos en la política
Capítulo 9: La trampa económica comunista
Capítulo 10: Utilizar la ley para hacer el mal
Capítulo 11: Profanación de las artes
Capítulo 12: Sabotaje a la educación
Capítulo 13: Apropiación de los medios de comunicación
Capítulo 14: Cultura popular, una indulgencia decadente
Capítulo 15: Las raíces comunistas del terrorismo
Capítulo 16: El comunismo detrás del ambientalismo
Capítulo 17: Globalización, comunismo en esencia
Capítulo 18: Las ambiciones globales del Partido Comunista Chino
Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo: Conclusión

¿Qué incluye esta publicación?

Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo — Capítulo 2: Los comienzos europeos del comunismo

Introducción

1. Las obras satánicas de Karl Marx

2. El contexto histórico del marxismo

3. La Revolución Francesa

4. El comunismo debuta en París

5. Primero Europa, luego el mundo

CAPITULO 2: LOS COMIENZOS EUROPEOS DEL COMUNISMO

Introducción

Muchas de las profecías vaticinadas en las religiones ortodoxas se han vuelto realidad, como lo hicieron las predicciones de Nostradamus y las profecías transmitidas en culturas de todo el mundo, desde Perú hasta Corea. Han habido textos proféticos sorprendentemente precisos a lo largo de la historia china, desde la Dinastía Han hasta la Ming. [1]

Estas profecías nos cuentan la importante verdad de que la historia no es un proceso de coincidencias, sino una obra teatral en la que cada secuencia de grandes eventos ya ha sido preestablecida. Al final de los tiempos, que también puede anunciar el comienzo de un nuevo ciclo histórico, todas las religiones del mundo están esperando una cosa: la llegada del Creador al reino humano.

Todas las obras teatrales tienen un punto culminante. A pesar de que el diablo hizo sus planes para destruir a la humanidad, el Creador todopoderoso tiene Sus medios de despertar a la gente del mundo, ayudarlos a escapar de las ataduras del diablo y ofrecerles salvación. En la actualidad, en la gran época final antes de la aparición del Creador, se libra la mayor batalla entre el bien y el mal.

Las religiones ortodoxas en todo el mundo han predicho que en la era del regreso del Creador, el mundo estaría repleto de demonios, abominaciones y eventos amenazantes, dado que la humanidad ha perdido sus restricciones morales. Esto es nada más ni nada menos que el mundo de hoy.

El estado de degeneración que enfrentamos hoy ha tardado mucho en producirse. Comenzó hace cientos de años, con el ascenso de su fuerza impulsora central: el ateísmo y el engaño de la humanidad. Fue Karl Marx el que creó una ideología para abarcar el engaño en todas sus transformaciones y fue Vladimir Lenin el que puso la teoría en brutal práctica.

No obstante, Marx no era ateo. Él seguía la secta del diablo y se convirtió en el demonio cuya misión era evitar que el hombre reconociera a su Creador al final de los tiempos.

1. Las obras satánicas de Karl Marx

Karl Marx publicó muchos libros a lo largo de su vida, los más conocidos son “El Manifiesto Comunista” de 1848 y los tres volúmenes de “El Capital”, publicados entre 1867 y 1894. Estos trabajos forman la base teórica para el movimiento comunista.

Lo que no es tan ampliamente conocido es que la vida de Marx fue un proceso en el que entregó su alma al diablo y se convirtió en su agente en el reino humano.

En su juventud, Marx había sido un devoto cristiano. Era un entusiasta creyente en Dios antes de ser vencido por su transformación demoníaca.

En su poema “Invocación de un desesperado”, Marx escribió sobre su intención de vengarse de Dios:

Pues un dios ha arrebatado de mí todo
En la maldición y tormento del destino,
Todos sus mundos se han ido irrevocablemente
Solamente me resta la venganza

Construiré mi trono en las alturas,
En una cumbre inmensa y fría.
Por su baluarte – supersticioso espanto.
Por su alguacil – la más negra agonía.

Al escribirle a su padre, Marx describió los cambios que estaba experimentando: “Una cortina cayó, mi más sagrado de los sagrados quedó hecho pedazos y nuevos dioses tuvieron que ser puestos en su lugar… Un verdadero malestar tomó el dominio de mí y no seré capaz de calmar los espíritus alborotados hasta que esté en su querida presencia”. [3]

En su poema “La doncella pálida”, Marx escribió:

Por tanto, el Cielo he perdido, esto yo bien lo sé.
Mi alma, otrora fiel a Dios, seleccionada está para el infierno. [4]

La familia de Marx notó claramente sus cambios. El 2 de marzo de 1837, su padre le escribió: “Tu progreso, la querida esperanza de algún día ver tu nombre con gran reputación y tu bienestar mundano no son los únicos deseos de mi corazón. Estas son ilusiones que he tenido por mucho tiempo, pero puedo asegurarte que su realización no me habría hecho feliz. Solo si tu corazón permanece puro y late humanamente y si ningún demonio es capaz de alienar tu corazón de mejores sentimientos, solo entonces seré feliz”. [5]

Una de las hijas de Marx escribió que, cuando era niña, Marx les contó a ella y a sus hermanas muchos cuentos de hadas. Su favorito era la sinuosa historia de Hans Röckle, un mago que siempre tenía poco dinero y que no tuvo otra opción más que vender sus encantadoras marionetas al diablo. [6]

Lo que Marx vendió al diablo a cambio de su éxito fue su propia alma. Al describirse en “El Violinista”, Marx escribió:

¡Cómo así! Clavo, clavo sin fallar
Mi sable negro de sangre en tu alma
Ese arte, Dios ni quiere ni conoce,
salta al cerebro desde la negra niebla del Infierno.
Hasta embrujar el corazón,
hasta que los sentidos titubean:
Con Satán he hecho mi trato.
Para mí da las señales y marca el compás.
Rápido y libre toco la marcha de la muerte. [7]

En la biografía “Marx”, el autor Robert Payne escribió que las historias que Marx contaba pueden ser consideradas una alegoría de su propia vida y que él parecía ser consciente de que estaba actuando en nombre del diablo. [8]

El alma de Marx se volvió malvada. En su ira contra Dios, se unió a la secta del diablo. El filósofo político estadounidense Eric Voegelin escribió: “Marx sabía que él era un dios creando un mundo, él no quería ser la criatura. Él no quería ver el mundo desde la perspectiva de la existencia como criatura… Él quería ver el mundo desde el punto de la coincidencia de opuestos, esto es, desde la posición de Dios”. [9]

En su poema “Orgullo Humano”, Marx expresó su voluntad de desvincularse de los dioses y de ubicarse con ellos en una posición de igualdad:

Con desdén arrojaré mi guante
En la misma cara del mundo,
Y veré el colapso de este pigmeo gigante, sollozante
Cuya caída no ahogará mi ardor.
Entonces vagaré victorioso como un dios
Entre las ruinas de ese reino
Cada palabra es Obra y Fuego
y mi pecho igual al del Creador. [10]

Marx se rebeló activamente contra lo divino. “Anhelo vengarme de Aquél que rige desde arriba”. “La idea de Dios es el fundamento de una civilización pervertida. Debe ser destruida”. [11]

Poco después de que Marx muriera, su criada Helene Demuth dijo sobre él: “Era un hombre que le temía a Dios. Cuando estaba muy enfermo, rezaba solo en su habitación frente a una fila de velas encendidas, atando una especie de cinta de medir alrededor de su cabeza”. [12]

Los rezos de Marx, como dijeron los académicos, no eran de la tradición cristiana ni de la judía. Sin embargo, el verdadero Marx no era ateo.

A lo largo de la historia humana, grandes sabios enseñaron a los seres conscientes el camino hacia la iluminación y sentaron los cimientos de las civilizaciones del mundo. Jesucristo estableció el fundamento de la civilización cristiana y la sabiduría de Lao Tse es la base del Taoísmo, un pilar central de la filosofía china. En la antigua India, las enseñanzas de Sakya Muni condujeron al Budismo. Los orígenes de su sabiduría son un prodigio, ellos obtuvieron sus entendimientos a través de la iluminación en la cultivación, no de estudios comunes.

Las teorías de Marx hacían referencia a las obras de intelectuales anteriores, pero en definitiva se originaron del espectro perverso. En el poema “Sobre Hegel”, escribió:

Desde que encontré lo más alto de las cosas y también las profundidades de ellas,
Grosero soy como un Dios, oculto en la oscuridad como un Dios. [13]

Siguiendo los planes del espectro perverso, Marx entró al mundo humano y estableció la secta del comunismo para corromper la moral humana, causando que la humanidad esté en contra de los dioses y, en última instancia, se condene al eterno tormento en el Infierno.

2. El contexto histórico del marxismo

A fin de difundir el marxismo, el espectro perverso estableció varias bases intelectuales y sociales para que emergiera el comunismo. Examinaremos estos dos componentes que sirven como contexto del marxismo.

Los intelectuales creen que la teoría de Marx estaba profundamente influenciada por Hegel y Ludwig Feuerbach. Feuerbach fue uno de los primeros en negar la existencia de Dios. Él creía que la religión no era más que un entendimiento de lo “infinito de la conciencia”, es decir, que la gente inventó a Dios al imaginar sus propias habilidades a una escala mayor. [14]

La teoría de Feuerbach echa luz sobre cómo el comunismo emergió y se propagó. Avances en la ciencia, la mecanización, los bienes materiales, la medicina y el ocio crearon la impresión de que la felicidad es una función de la riqueza material. Por lo tanto, cualquier insatisfacción debe surgir de limitaciones sociales. Parecía que a través del avance material y del cambio social, la gente tendría los medios para construir una utopía sin necesidad alguna de Dios. Esta visión es el medio principal por el cual las personas son atraídas, y luego iniciadas, en la secta del comunismo.

Feuerbach no fue el primero en rechazar al Cristianismo y a Dios. Friedrich Strauss cuestionó la autenticidad de la Biblia y de la divinidad de Jesús en su libro de 1835 “La vida de Jesús”. Podemos rastrear el origen de esas ideas al Iluminismo de los siglos XVII y XVIII o, si es necesario, a los tiempos de los antiguos griegos. Pero ese no es el propósito de este libro.

A pesar de que Marx escribió “El Manifiesto Comunista” más de una década antes que la publicación de “El origen de las especies” de Charles Darwin, la teoría de la evolución brindó a Marx aparentes bases científicas. Si todas las especies naturalmente surgieron como resultado de una “selección natural” y los seres humanos son meramente los organismos más avanzados, entonces no hay lugar para Dios. El hecho de que la teoría de la evolución esté llena de lagunas y fallas está bien documentado, pero la discusión sobre este asunto está más allá del objetivo de este libro.

En diciembre de 1860, Marx escribió a su asociado Friedrich Engels sobre la teoría de Darwin, elogiando “El origen de las especies” como “el libro que contiene los fundamentos de historia natural para tu punto de vista [materialismo histórico]”. [15]

En una carta dirigida al filósofo socialista Ferdinand Lassalle en enero de 1862, Marx dijo: “El libro de Darwin es muy importante y me sirve como base científica natural para la lucha de clases en la historia”. [16]

La teoría de la evolución en el campo de las ciencias naturales y el materialismo en el campo de la filosofía ofrecieron al marxismo dos poderosas herramientas para engañar y reclutar seguidores.

La sociedad pasó por profundos cambios durante el tiempo de vida de Karl Marx. En 1769, las máquinas de vapor mejoradas de Watt marcaron el comienzo de la Revolución Industrial, reemplazando a las comunidades artesanales con la producción en masa. Los avances técnicos en la agricultura desocuparon el sobrante de trabajadores para que se mudaran a la ciudades y trabajaran duro en las fábricas. El libre comercio creó innovaciones en las ventas y el marketing.

La industrialización invariablemente fomenta el crecimiento de ciudades y el flujo de gente, información e ideas. En las ciudades la gente no está tan conectada entre sí en comparación con la vida rural. En una ciudad, incluso un paria puede escribir libros. Luego de su exilio de Alemania, Marx se mudó a Francia, Bélgica y luego a Inglaterra, donde se instaló en el ambiente dickensiano de los barrios bajos de Londres.

La segunda Revolución Industrial comenzó en los años tardíos de Marx, y trajo la electrificación, el motor de combustión interna y la manufactura química. La invención del telégrafo y del teléfono revolucionaron las comunicaciones.

Cada cambio convulsionó a la sociedad a medida que la gente se esforzaba por adaptarse a la nueva realidad de cambios tecnológicos. Muchos no podían seguir el ritmo, lo que llevó a la polarización de los que tenían y de los que no, crisis económicas y demás. Estas convulsiones crearon las condiciones para que se difundiera la visión de Marx de que las normas sociales y las tradiciones eran reliquias opresivas que debían ser destruidas. Al mismo tiempo, a medida que la tecnología hizo posible transformar la naturaleza a gran escala, la arrogancia de la humanidad creció.

En vez de ver el marxismo como el resultado de una convulsión social y la tendencia intelectual que la acompañó, estos factores deberían ser entendidos a la luz de los planes del diablo para desestabilizar a la humanidad y propagar en esta el marxismo.

3. La Revolución Francesa

El impacto de la Revolución Francesa de 1789 fue enorme y de amplio alcance. Destruyó la monarquía, revirtió el orden social tradicional y comenzó un sistema de gobierno del populacho.

Friedrich Engels dijo: “Una revolución ciertamente es la cosa más autoritaria que hay; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte mediante rifles, bayonetas y cañones –medios autoritarios, si es que los hay; y la parte victoriosa no quiere haber luchado en vano, debe mantener este régimen por medio del terror que inspiran sus armas en los reaccionarios”. [17]

El Club de los Jacobinos que tomó el poder después de la Revolución Francesa sabía bien esto. Luego de enviar al Rey francés Luis XVI a la guillotina, el Reino del Terror del líder jacobino Maximilien Robespierre ejecutó a otras 70.000 personas, la mayoría de las cuales eran completamente inocentes. Generaciones posteriores escribieron en el epitafio de Robespierre:

Paseante, reza
No llores mi muerte;
Porque si yo viviera,
Tú estarías muerto en mi lugar. [18]

Las tres normas de terror político, terror económico y terror religioso, practicadas por el Club de los Jacobinos en la Revolución Francesa, aparecieron como un preludio para la tiranía de los partidos comunistas.

Como precursor de las matanzas políticas de Lenin y Stalin, los revolucionarios franceses instauraron el Tribunal Revolucionario y establecieron guillotinas en París y otros lugares. Los comités revolucionarios decidían si un prisionero era culpable, mientras que agentes especiales de la Convención Nacional tenían autoridad sobre las subdivisiones militares y administrativas. Los sans-culottes, o proletariado, tenían el estatus de la clase más revolucionaria.

Según la Ley 22 de Pradial, promulgada el 10 de junio de 1794, se prohibió el asesoramiento legal previo y la defensa en juicio, y todas las condenas debían resultar en pena de muerte. En vez de evidencia, eran válidos los rumores, las deducciones y los juicios personales con el propósito de obtener un veredicto. La promulgación de la Ley expandió enormemente el Reino del Terror, con un estimativo de 300.000 a 500.000 personas encarceladas como sospechosas. [19]

Asimismo, el terror económico de los Jacobinos parecía ser el prefacio del “comunismo de guerra” que Lenin implementaría en Rusia. Una ley aprobada el 26 de julio de 1793 convirtió al abastecimiento de bienes en un delito castigado con la muerte. [20]

Uno de los mayores adversarios de los revolucionarios franceses fue la fe católica. Durante el Terror, Robespierre, Jacques-Louis David y sus seguidores establecieron una forma de ateísmo basado en tendencias del Iluminismo, llamado el Culto de la Razón, para reemplazar al Catolicismo. [21]

El 5 de octubre de 1793, la Convención Nacional abolió el calendario cristiano e instauró el Calendario Republicano. El 10 de noviembre, la Notre-Dame de París fue rebautizada el Templo de la Razón y una actriz representó a la Diosa de la Razón como objeto de culto para las masas. El Culto a la Razón se implementó rápidamente por todo París. En el transcurso de una semana, solo tres iglesias cristianas permanecieron en funcionamiento.

El terror religioso llenó París. Se arrestaron sacerdotes masivamente y algunos fueron ejecutados. [22]

La Revolución Francesa no solo aportó un modelo para el régimen soviético establecido por Lenin, sino que también está estrechamente vinculada al desarrollo del marxismo.

Francois-Noёl Babeuf, un socialista utópico que vivió durante la Revolución Francesa y que fue ejecutado en 1797 por estar involucrado en la Conspiración de los Iguales, propugnó la abolición de la propiedad privada. Marx consideraba a Babeuf como el primer comunista revolucionario.

Francia fue fuertemente influenciada por ideologías socialistas en el siglo XIX. La Liga de los Proscritos, que consideraba a Babeuf su fundador espiritual, se desarrolló rápidamente en París. El sastre alemán Wilhelm Weitling se unió a los Proscritos en 1835. Bajo su liderazgo, esa sociedad secreta se renombró como la Liga de los Justos.

En una reunión celebrada en junio de 1847, la Liga de los Justos se fusionó con el Comité Comunista de Correspondencia, liderado por Marx y Engels, para formar la Liga de los Comunistas, encabezada por esos dos hombres. En febrero de 1848, Marx y Engels publicaron el trabajo fundacional del movimiento comunista, “El Manifiesto Comunista”.

La Revolución Francesa fue solo el comienzo de un largo período de disturbios sociales por toda Europa, ya que revoluciones e insurrecciones tuvieron lugar una tras otras a partir del fin del régimen napoleónico, afectando a España, Grecia, Portugal, Alemania, varias partes de Italia, Bélgica y Polonia. Para 1848, la revolución y la guerra se habían extendido por toda Europa, formando un ambiente óptimo para la propagación del comunismo.

En 1864, Marx y otros establecieron la Asociación Internacional de Trabajadores, también conocida como la Primera Internacional, lo que colocó a Marx como el líder espiritual del movimiento comunista de los trabajadores.

Como líder efectivo de la Primera Internacional, Marx trabajó para crear un grupo central de revolucionarios estrictamente disciplinados que movilizarían a los trabajadores hacia la insurrección. Al mismo tiempo, se encontró en la necesidad de desterrar de la organización a quienes estaban en desacuerdo con él. Mikhail Bakunin, el primer gran marxista ruso, reunió muchos reclutas para el movimiento comunista, pero Marx lo acusó de ser un agente zarista y lo expulsó de la Primera Internacional. [23]

En 1871, la rama francesa de la Primera Internacional lanzó la primera revolución comunista –la Comuna de París.

4. El comunismo debuta en París

La Comuna de París fue establecida luego de la derrota de Francia en la Guerra Franco-Prusiana de 1870. A pesar de que el Emperador Francés Napoleón III se había rendido, el ejército prusiano sitió París antes de retirarse. La humillación de haberse rendido, combinada con la agitación entre los trabajadores franceses, llevó a un levantamiento general en París, y la recientemente establecida Tercera República Francesa se retiró a Versalles, dejando un vacío de poder en la capital.

En marzo de 1871, la Comuna de París comenzó con la rebelión de turbas y bandidos armados de los peldaños más bajos de la sociedad, y fue liderada por socialistas, comunistas, anarquistas y otros activistas. El movimiento estaba afiliado con la Primera Internacional, la cual le ejercía una fuerte influencia. Apuntaba a utilizar al proletariado como el agente de la revolución para destruir la cultura tradicional y transformar la estructura política y económica de la sociedad.

Lo que siguió fue matanza y destrucción a escala masiva, y los rebeldes devastaron las exquisitas reliquias, los monumentos y el arte de París. Un trabajador preguntó retóricamente: “¿En qué me beneficia que haya monumentos, óperas y café-concerts en los que no he puesto un pie porque no tengo dinero?” . [24]

Un testigo de la destrucción dijo: “Es amarga, implacable y cruel; y es, sin dudas, un triste legado de la sangrienta Revolución de 1789”.

Otro describió a la Comuna como “una revolución de sangre y violencia” y “el [acto] más criminal que el mundo jamás haya visto”. Sus participantes eran “locos, ebrios de vino y sangre”, y sus líderes eran “malhechores despiadados… la basura de Francia”. [25]

La lucha entre la tradición y la antitradición había comenzado en la Revolución Francesa y continuó desarrollándose ocho décadas más tarde. El presidente honorario de la Comuna de París dijo: “Francia comparte dos principios, el de la legitimidad y el de la soberanía popular… El principio de la soberanía popular reúne a todos los hombres del futuro, las masas que, cansadas de ser explotadas, buscan destrozar el marco que las sofoca”. [26]

El extremismo de la Comuna se originó en parte de las ideas llenas de odio de Henri de Saint-Simon, un socialista utópico que creía que el bienestar de un país era proporcional a su número de trabajadores. Abogaba por la muerte de los ricos, a los que consideraba parásitos.

En la “Guerra Civil en Francia”, Marx describió a la Comuna como un estado comunista: “La antítesis directa del imperio era la Comuna. El reclamo de una ‘república social’, que el proletariado parisino utilizó para dar comienzo a la Revolución de Febrero, no expresaba más que una vaga aspiración de una república que no debía solamente sustituir la forma monárquica de dominio de clase, sino el dominio de clase mismo. La Comuna era la forma positiva de esa república”. Además, “La Comuna tenía el propósito de abolir esa propiedad clasista que hace que el trabajo de muchos sea la riqueza de pocos”.[27]

La Comuna de París fue pionera en las características de una revolución comunista. La Columna Vendôme que conmemoraba a Napoleón fue destruida. Se saquearon iglesias, se asesinaron clérigos y se prohibió la enseñanza religiosa en las escuelas. Los rebeldes vistieron a las estatuas de santos con ropas modernas y colocaron pipas en sus bocas.

Las mujeres participaron en el salvajismo con un entusiasmo que muchas veces superaba a su contraparte masculina. Zhang Deyi, proveniente de China, que estuvo en París en ese tiempo, describió la situación: “Los rebeldes no solo incluían rufianes hombres; las mujeres también se unían al vandalismo. … Comenzaron a hospedarse en edificios altos y a darse banquetes con exquisiteces. Pero su placer duró poco, puesto que ignoraban el peligro inminente. Al borde de la derrota, saquearon e incendiaron edificios. Preciosos tesoros fueron reducidos a cenizas. Cientos de rebeldes femeninas fueron arrestadas y admitieron que fueron principalmente las mujeres quienes causaron el incendio”. [28]

No es de sorprender que la caída de la Comuna de París se viera acompañada de un violento frenesí. El 23 de mayo de 1871, antes de que cayera la última línea de defensa, las autoridades de la Comuna ordenaron la quema del Palacio de Luxemburgo (sede del Senado Francés), del Palacio de las Tullerías y del Louvre. La Casa de la Ópera de París, el Ayuntamiento de París, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia, el Palais-Royal y los lujosos restaurantes y edificios de apartamentos de la clase alta a ambos lados de la Avenida Champs-Elysées también debían ser destruidos antes que dejarlos caer en manos del gobierno.

A las 7 p.m., miembros de la Comuna trasladaron brea, alquitrán y aguarrás e iniciaron incendios en múltiples ubicaciones por todo París. El magnífico Palacio de las Tullerías francés se perdió entre las llamas. Afortunadamente, los intentos por prender fuego el cercano Louvre quedaron fallidos con la llegada de las tropas de Thiers, que extinguieron el incendio. [29]

Marx rápidamente reajustó su teoría tras la Comuna de París. La única modificación que hizo a “El Manifiesto Comunista” fue que la clase trabajadora debía colapsar y destruir el mecanismo estatal, y no simplemente tomar el poder.

5. Primero Europa, luego el mundo

El manifiesto actualizado de Marx hizo que la naturaleza del comunismo fuera aún más destructiva y su influencia más generalizada. En 1889, seis años después de la muerte de Marx, 13 años después de la disolución de la Primera Internacional y en el 100° aniversario de la Revolución Francesa, resucitó el Congreso Internacional de los Trabajadores. Marxistas se movilizaron nuevamente en lo que los historiadores llaman la Segunda Internacional.

Guiados por el comunismo y utilizando lemas como “liberar a la humanidad” o “abolir las clases sociales”, el movimiento de trabajadores europeos se estableció rápidamente. Lenin dijo: “Los servicios provistos por Marx y Engels a la clase trabajadora se pueden expresar en pocas palabras: Enseñaron a la clase trabajadora a conocerse y a ser consciente de sí misma, y sustituyeron la ciencia por sueños”. [30]

El diablo utilizó mentiras y adoctrinamiento para infectar movimientos populares con ideales comunistas. Más y más gente aceptó su ideología. Para 1914, había cerca de 30 organizaciones socialistas mundiales y locales, e incontables sindicatos y cooperativas. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, los sindicatos tenían más de 10 millones de miembros y las cooperativas tenían más de 7 millones.

En “Cómo cambiar el mundo: reflexiones de Marx y el marxismo” por Eric Hobsbawm, el autor escribió: “En estos países europeos, prácticamente todo el pensamiento social, tenga o no motivaciones políticas como el movimiento socialista o el movimiento de los trabajadores, está visiblemente influenciado por Marx”. [31]

Al mismo tiempo, el comunismo comenzó a propagarse a Rusia y Oriente a través de Europa. Entre 1886 y 1890, Lenin estudió “El Capital”, previo a lo cual había comenzado a traducir “El Manifiesto Comunista” al ruso. Lenin fue encarcelado y posteriormente enviado al exilio. A comienzos de la Primera Guerra Mundial, vivía en Europa Occidental.

La Primera Guerra Mundial llevó al triunfo del comunismo en Rusia. En el momento de la Revolución de Febrero de 1917, que derrocó al Zar Nicolás II, Lenin estaba en Suiza. Medio año después, volvió a Rusia y tomó el poder en la Revolución de Octubre.

Rusia era una nación con tradiciones antiguas, una vasta población y abundantes recursos naturales. El establecimiento del régimen soviético en el territorio del país más grande del mundo fue un enorme beneficio para el movimiento comunista mundial.

Así como la Primera Guerra Mundial colaboró en el ascenso de los comunistas rusos, la Segunda Guerra Mundial causó que el movimiento comunista se propagara por Eurasia y envolviera a China por completo.

Joseph Stalin dijo: “Esta guerra no es como en el pasado; quienquiera que ocupe un territorio también impone en él su propio sistema social”. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética se convirtió en una superpotencia con armas nucleares y manipuló los asuntos internacionales para promover el comunismo por todo el mundo. [32]

Winston Churchill dijo: “Una sombra se cierne sobre los escenarios hasta hace poco alumbrados por la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe qué pretende hacer la Rusia Soviética y su organización comunista internacional en el futuro inmediato, ni cuáles son los límites, si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista”. [33]

Durante la Guerra Fría, el mundo libre se involucró en una feroz confrontación contra el campamento comunista que se propagó por cuatro continentes. Como el símbolo taoísta del taiji, la mitad era el comunismo “frío” y la otra mitad era el comunismo “caliente”. Las naciones del mundo libre, democráticas en su forma, lentamente se volvieron socialistas en esencia.

Referencias

[1] “A Magnificent Time — These Days in Prophecy,” (伟大的时代——预言中的今天) http://www.pureinsight.org/node/1089

[2] Karl Marx, Early Works of Karl Marx: Book of Verse (Marxists Internet Archive).

[3] Karl Marx, “Letter From Marx to His Father in Trier,” The First writings of Karl Marx (Marxists Internet Archive).

[4] Karl Marx, Early Works of Karl Marx: Book of Verse

[5] Richard Wurmbrand, Marx & Satan (Westchester, Illinois: Crossway Books, 1986).

[6] Eric Voegelin, The Collected Works of Eric Voegelin, Vol. 26, History of Political Ideas, Vol. 8, Crisis and the Apocalypse of Man (Baton Rouge: Louisiana State University Press, 1989).

[7] Karl Marx, Early Works of Karl Marx: Book of Verse.

[8] Robert Payne, Marx (New York: Simon and Schuster, 1968).

[9] Eric Voegelin, The Collected Works of Eric Voegelin, Vol. 26.

[10] Karl Marx, Early Works of Karl Marx: Book of Verse.

[11] Wurmbrand, Marx & Satan.

[12] Ibid.

[13] Karl Marx, Early Works of Karl Marx: Book of Verse.

[14] Ludwig Feuerbach, The Essence of Christianity (1841).

[15] I. Bernard Cohen, Revolution in Science (The Belknap Press of Harvard University Press).

[16] Ibid.

[17] Friedrich Engels, “On Authority,” Marx-Engels Reader (W. W. Norton and Co.).

[18] Anonymous, “Robespierre’s Epitaph.” (https://www.rc.umd.edu/editions/warpoetry/1796/1796_2.html)

[19] The New Cambridge Modern History, Vol. IX (Cambridge: Cambridge University Press, 1965), 280–281.

[20] Miguel A. Faria Jr., The Economic Terror of the French Revolution, Hacienda Publishing.

[21] Gregory Fremont-Barnes, Encyclopedia of the Age of Political Revolutions and New Ideologies, 1760–1815 (Greenwood, 2007).

[22] William Henley Jervis, The Gallican Church and the Revolution (Kegan Paul, Trench, & Co.).

[23] W. Cleon Skousen, The Naked Communist (Izzard Ink Publishing).

[24] John M. Merriman, Massacre: The Life and Death of the Paris Commune (Basic Books).

[25] Ibid.

[26] Louis Auguste Blanqui, “Speech Before the Society of the Friends of the People,” Selected Works of Louis-Auguste Blanqui.

[27] Karl Marx, The Civil War in France (Marxists Internet Archive).

[28] Zhang Deyi, The Third Diary of Chinese Diplomat Zhang Deyi (Shanghai Guji Chubanshe) [上海古籍出版社] . [In Chinese]

[29] Merriman, Massacre: The Life and Death of the Paris Commune.

[30] Vladimir Ilyich Lenin, “Frederick Engels,” Lenin Collected Works.

[31] Eric Hobsbawm, How to Change the World: Reflections on Marx and Marxism (New Haven & London: Yale University, 2011).

[32] Milovan Djilas, Conversations with Stalin, https://www.amindatplay.eu/2008/04/24/conversations-with-stalin/

[33] Winston Churchill, “The Sinews of Peace,” a speech (BBC Archive).