(Minghui.org) (Continuación de la Parte 1)
Cuando llegamos a nuestro hotel, nuestros ojos se posaron en un póster de una hermosa e imponente montaña. Un empleado dijo que era una de las más altas de China y muy peligrosa, el monte Hua Shan. Sabíamos que era nuestro próximo destino. Yo estaba un poco indecisa porque mis fondos estaban disminuyendo rápidamente. Me pregunté si íbamos allí por un apego a escapar de la contaminación y las multitudes de la ciudad, pero los hermanos se mostraron firmes en su deseo de ir.
En el camino, nuestra camioneta se averió, y pensé que era un indicio del Maestro de que no deberíamos ir. Los asientos estaban empapados. Me pregunté por qué alguien lavaría una camioneta así a menos que estuviera tratando de limpiar sangre. ¿La furgoneta se usaba para trasladar practicantes? Mi imaginación se disparó. Cuando vi los ojos del conductor, noté que eran amarillos. Siempre nos miraba de reojo y con desagrado. A medida que mis sospechas aumentaban, estaba lista para tomar el autobús de vuelta a Xi'an. En ese momento, la camioneta quedó arreglada y nos dijeron que volviéramos a entrar.
Una vez que llegamos a la montaña, supe por qué fuimos. Me quedé en el fondo, pasmada. Parecía como si toda la montaña estuviera hecha de una sólida tranquilidad (ding). Ya había estado en altas montañas antes, pero esta era en cierto modo diferente. El monte Hua Shan parecía enseñarme a estar en tranquilidad.
Empezamos a subir los escalones que estaban tallados en la roca. Ascendimos durante más de una hora y no nos sentimos cansados ni hambrientos aunque teníamos poco para comer. Encontramos un pequeño puente y decidimos practicar los ejercicios de Dafa. Era la primera vez que podíamos hacer los ejercicios al aire libre desde que entramos en China. Era como si toda la montaña nos pidiera que cerráramos los ojos y practicáramos. Tener cualquier pensamiento resultaba casi doloroso para mi cerebro.
El Monte Hua Shan fue la experiencia más profunda de todo el viaje para mí. Mi cerebro parecía recordarlo como el Monte Fa Shen porque parecía estar lleno de la presencia del Maestro.
Esa noche en el hotel, a mis compañeros de viaje les preguntaron: "¿Son ustedes practicantes de Falun Dafa?". Dijeron que sí. La persona que preguntó era una practicante de Xi'an que también había vivido en Sídney. Esa misma tarde, ella y su marido habían visto una foto en un periódico de Hong Kong que mostraba a los dos hermanos practicando los ejercicios durante la conferencia. Se sorprendieron de vernos en Xi'an. Sabíamos que no era una coincidencia y vimos la perfección de los arreglos del Maestro.
De hecho, las únicas personas que hicieron la pregunta para la que habíamos tratado de prepararnos fueron practicantes amigables y sonrientes.
Nosotros tres con dos practicantes en Xi'an
Decidimos organizar una pequeña reunión de intercambio de experiencias e invitar a otros practicantes de Xi'an. Al día siguiente, fuimos a una casa de té con habitaciones privadas y hablamos durante más de medio día. Sin embargo, no fue ningún otro practicante excepto ella y su marido. Nos dijo que los practicantes de Xi'an habían perdido el contacto entre ellos después de que la represión comenzara. Muchos dejaron de practicar, y los que continuaron lo hicieron en secreto. No hicieron esfuerzos para apelar al gobierno.
Contamos sobre todas las pruebas a las que nos habíamos enfrentado en Australia al promover Dafa y al pedir la ayuda del gobierno australiano. Hablamos de nuestras pruebas en China y les dijimos lo maravilloso que fue visitar el Monte Hua Shan. Luego ella nos dijo que el Maestro Li había estado allí cuando empezó a enseñar el Fa públicamente y que se reunió con cultivadores que se habían cultivado en esa montaña por cientos de años.
Cuando dijo esto, recordé cómo las escaleras que empezamos a subir se convirtieron en una pared vertical, obligándonos a detenernos y volver. Pero cuando estábamos en la base contemplando cómo escalar la montaña, vi de reojo a un hombre flaco con túnicas daoístas con el pelo en un pequeño moño en la parte superior de la cabeza. Sus ojos parecían totalmente desprovistos de sentimentalismo humano.
(Continuará)