(Minghui.org) Entre todos los terremotos del siglo 20, el de Tangshan, China del 28 de julio de 1976, fue probablemente el más devastador con una cifra de muertos de alrededor de 240.000 personas. Sin embargo, su magnitud de 7.8, solo lo convierte en el terremoto 18.º del siglo.
Desastres naturales versus error humano
Antes del terremoto de Tangshan, no se emitió ninguna alerta al público. De hecho, cuando se realizó una conferencia de prevención de terremotos nacional en Tangshan solo dos semanas antes del 14 de julio, se hicieron numerosos intentos de informar sobre los descubrimientos de un terremoto que se aproximaba en Tangshan que fueron suprimidos por razones políticas, diciendo que la ciudad estaba cerca de Beijing.
Wang Chengmin fue un joven científico de la Administración Nacional del Terremoto. Luego de que le prohibieran emitir una advertencia en una sesión plenaria de la conferencia, se arriesgó y compartió la información en una sesión de un grupo pequeño la noche del 17 y 18 de julio. “Un terremoto de magnitud 5 o más alto está pronosticado para el área de la ciudad de Tangshan y el condado de Luan entre el 22 de julio y el 5 de agosto”, le contó a la gente allí.
Un delegado del condado de Qinglong, provincia de Hebei, escuchó esto y lo reportó a sus funcionarios locales, quienes rápidamente notificaron a todos en el condado. Cuando el terremoto golpeó el 28 de julio, nadie murió en el condado con una población de 400.000, aunque estaba a solo 115 km de Tangshan.
El milagro de Qinglong fue documentado por las Naciones Unidas como un ejemplo de prevención, advertencia y manejo del desastre.
El milagro de Qinglong también dejó al descubierto la propaganda engañosa del partido comunista chino de que fue un terremoto “repentino” y que no hubo signos de advertencia.
Liu Huaqing, un almirante formal del ejercito de liberación popular en China, una vez dijo sobre el terremoto de Tangshan: “Este terremoto fue un desastre natural, pero el daño fue agravado por errores humanos”.
Soplones sofocados en China
La historia se repite en China. Cuando el SARS estalló en China en 2003, Jiang Yanyong, un jefe cirujano retirado del hospital militar Nro. 301 en Beijing, reveló la epidemia al público. Aunque Jiang salvó muchas vidas y su dicho “un médico que miente causa muertes” fue bien citado, no obstante, fue suprimido por el PCCh y todavía está bajo arresto domiciliario.
Incidentes similares han ocurrido con el reciente brote del coronavirus. Cuando Xiao Hui y Wang Heyan, dos periodistas de la revista Caixin, fueron al epicentro de Wuhan para reportar sobre la epidemia, ambos fueron suprimidos.
Xiao dijo que tomó una foto del Mercado de Mariscos Huanan, la fuente del virus, el Día del Año Nuevo Chino (25 de enero), dos días antes que la ciudad entre en cuarentena, cuatro oficiales de seguridad inmediatamente fueron hasta ella: “No se permiten las fotos. ¡Bórrala ahora!”, le dijo uno de ellos.
“Los de arriba nos dijeron que hagamos esto”, dijo otro oficial mientras le agarraba la cámara: “Un periodista japonés fue llevado a la comisaría por sacar fotos”.
Wang dijo que ella y sus colegas contactaron a muchos médicos, con la esperanza de saber qué tan grave era la situación. Ellos les dijeron que el centro de control y prevención de enfermedades les prohibió a los médicos ser entrevistados o hablar de la epidemia con el público, ni siquiera anónimamente.
Ahora, el coronavirus se ha esparcido a todas las provincias chinas y a más de 10 países.