(Minghui.org) Al comienzo de la persecución, sentía gran antipatía hacia la policía ya que eran quienes llevaban a cabo las políticas de persecución a los practicantes. Siempre que veía pasar oficiales de policía o vehículos policiales, me decía: “¿Cómo no se han dado cuenta de lo que les sobrevendrá? Será muy bueno cuando les llegue”.
No tenía compasión en ese momento.
Un día, leí un artículo en Minghui titulado “Poniendo en práctica la compasión” por un compañero practicante. Al final del artículo, el practicante escribió: “Si los practicantes de Falun Dafa podemos tratar a toda la gente como nuestros familiares, ampliar nuestras mentes para abarcar a todos los seres conscientes, y salvarlos con compasión, los factores negativos serán eliminados”.
Estas palabras me habían impresionado y sorprendido.
El Maestro nos ha enseñado siempre a salvar gente con benevolencia pero, en realidad, ¿verdaderamente hemos tratado a otra gente como lo haríamos con nuestra familia? ¿Les hemos dicho la verdad sobre Dafa?
El Maestro escribió:
“La compasión puede disolver Cielo y Tierra y traer la primavera
Los pensamientos rectos pueden salvar a la gente en el mundo”
(El Fa rectifica el cosmos, Hong Yin (II))
El poder de la benevolencia puede partir en dos una montaña; el poder de Dafa no conoce límites. Cuando la parte buena de las personas escucha la verdad, estas personas son salvadas.
Cuando me vi forzada a huir de casa para evitar futuras persecuciones en 2002, escuché que el secretario de la comisión de asuntos políticos y jurídicos de nuestro condado (PLAC por sus siglas en inglés) había estado persiguiendo practicantes activamente.
Él solía ser el jefe del municipio donde yo residía y ayudó a resolver muchos asuntos para los residentes locales. En mi opinión, daba la impresión de ser honesto, incorruptible, y alguien con sentido de la integridad.
Más tarde, fue designado secretario del partido por otra ciudad. Luego de que empezó la persecución, siguió órdenes de su superior y compró muchos bastones para golpear a los practicantes. Cambió mi opinión completamente acerca de él y sentí pena por él.
Ahora que él es el jefe de PLAC del condado, muchos compañeros practicantes en esta área tuvieron que hacer frente a arrestos, detenciones y ambientes hostiles.
Empecé a pensar: "¿Cuánto ye está acumulando por perseguir a los practicantes de Dafa? ¿Cómo podría pagar semejante yeli?”.
Así que decidí escribirle una carta personal para persuadirlo de dejar de participar en la persecución; quería que tuviera la oportunidad de elegir un futuro brillante para él. En la carta, también le agradecí por su amabilidad y por todo lo que hizo por mí en el pasado.
Unos meses más tarde, fui a visitar a una compañera practicante que había sido liberada del centro de detención. La practicante me dijo que estuvo detenida allí por solo cinco días; fue el jefe de PLAC del condado quien personalmente llamó por teléfono al jefe de policía y dio la orden de liberarla. De otro modo, el jefe de policía hubiera procedido a arrestar a su hija también. Yo sabía que mi carta había cumplido su objetivo y me sentí feliz por el secretario.
Un compañero practicante que tenía un pariente que trabaja en el gobierno del condado una vez me contó que, durante los varios años que estuve viviendo lejos de casa, un oficial de alto rango del condado me protegía de ser perseguida. Sabía que era el secretario del PLAC del condado que había leído mi carta.
Luego de 1999, el jefe de policía de mi ciudad frecuentemente comandaba a sus subordinados para perseguir practicantes en diferentes aldeas. Yo era una de los que perseguían.
Cada vez que venían, trataba de contarle al jefe mi historia personal y los beneficios de practicar Dafa. Un día él finalmente me dijo: “Me siento impotente. Mis superiores me dieron órdenes y tengo que cumplirlas”. Más tarde, su actitud hacia mí se hizo más amable y amigable.
También le escribí numerosas veces para persuadirlo de proteger a los practicantes de Dafa. Le dije que hacer eso tendría un efecto trascendental y le depararía un futuro brillante.
Un día mientras caminaba por la aldea, me enteré por otro practicante que el jefe de policía le pidió que me avisara que yo debía abandonar la aldea inmediatamente; las autoridades de la ciudad estaban redoblando sus esfuerzos para buscarme y arrestarme. Pronto, la ciudad comenzó una búsqueda intensa a gran escala para encontrarme que duró mucho tiempo.
Tres años más tarde, el día que finalmente fui arrestada, el jefe de policía vino a la oficina donde estaba temporariamente detenida e interrogó a los oficiales de policía de la oficina nacional de seguridad.
“¿Por qué la arrestaron? Libérenla ahora mismo”, ordenó.
Más tarde, me enteré por otros que el jefe de policía no tenía intenciones de participar en la persecución y trató de cambiar de puesto muchas veces. No obstante, dado que había muchos practicantes en la aldea y nadie quería hacerse cargo del departamento de policía, su pedido de relocalización fue denegado. A cambio, pudo tramitar con éxito licencias largas, incluyendo una de seis meses.
El capitán de la oficina de seguridad nacional en mi condado tuvo un rol central en la persecución a practicantes de Dafa. Era un hombre cruel y había golpeado personalmente a cada practicante que arrestó.
En un esfuerzo por detener su maldad, le escribí una carta explicándole que el bien es recompensado con el bien mientras que la maldad encuentra retribución del yeli. Mi carta también le aconsejaba que tratara bien a los practicantes para que él pudiera tener un buen futuro.
Cuando él y sus subordinados me arrestaron, le dijo a sus subordinados que no me esposaran. En el departamento de policía, les pidió a otros que me dieran una taza de agua caliente y que me trataran bien. Sacó la carta que yo le había escrito y le pidió a uno de sus subordinados que la leyera en voz alta. Cuando el policía llegó a la parte sobre la demanda a Jiang Zemin por casos criminales, no se atrevió a decirlo en voz alta.
El capitán me invitó a desayunar con él y otros policías en un restaurante. También me preguntó qué comida prefería pedir.
Durante el interrogatorio de rutina, me negué a cooperar con ellos, pero no usaron la violencia como harían normalmente.
En 2010, todos los practicantes que habían sido liberados antes fueron arrestados nuevamente, y sus hogares fueron registrados de arriba abajo. El capitán de la oficina de seguridad nacional me preguntó si todavía lo recordaba.
“Sí, por supuesto”, le respondí. “Pero luego de tantos años, ¿cómo es que todavía no tienes idea de lo que estás haciendo?”.
Bajó la vista, avergonzado, y no respondió.
Durante el subsiguiente interrogatorio, un oficial me preguntó si continuaría practicando Dafa y respondí que sí. El capitán, que estaba parado junto a mí, agregó con una sonrisa: “Es imposible que ella deje de practicar; Falun Dafa le salvó la vida”.
Más tarde, se fue del departamento de policía a otra agencia. Otro practicante luego le ayudó con éxito a renunciar al partido comunista chino.
En los primeros días de mi detención en un campo de trabajos forzados, la líder del escuadrón era brutal. Como me negué a dejar de practicar, ordenó a otras reclusas que me torturaran. Envié pensamientos rectos especialmente hacia ella. Luego de hacer eso continuamente por tres meses, su actitud empezó a cambiar y se hizo más amable, especialmente conmigo.
Seis meses después tuve un sueño con ella. En el sueño, le ofrecía un durazno grande y maduro. Aunque ella no lo aceptaba inicialmente, yo finalmente se lo dejaba en la mano. Al cabo, me sonrió mientras sostenía el durazno en su mano. Me desperté inmediatamente y me di cuenta de que era una pista del Maestro para salvarla.
Pasé más de tres horas escribiéndole una carta de dos mil palabras. Allí le decía por qué Falun Dafa es un camino de cultivación recta, por qué es bien aceptada en todo el mundo, por qué Jiang Zemin lanzó la persecución, y cómo Dafa había salvado mi vida.
Al final escribí: “Como guardia del campo, tiene la oportunidad de estar con practicantes de Dafa todos los días. Es una bendición para usted en el sentido de que puede usar su puesto para protegerlos y ayudarlos así como acumular su propia virtud”.
Luego le comenté sobre mi sueño y cómo interpreté que ella se posicionaba del lado correcto de la historia, con los practicantes de Dafa.
Luego de leer mi carta, fue cuatro veces a mi celda ese día, llamándome por mi nombre y mostrando su mejor sonrisa. Aunque se fue rápido en cada oportunidad, supe que realmente había entendido mi carta. Me sentí feliz de ver otra alma salvada.
Desde entonces, ella cambió rotundamente. Se volvió afable y amigable con la gente y sonreía todo el tiempo. Un día me confesó, mientras señalaba su uniforme: “De verdad odio tener que usarlo todos los días”.
El capitán ordenó que una inquebrantable practicante fuera encerrada en confinamiento solitario por toda una semana. La líder del escuadrón secretamente le enviaba buena comida. Durante la ocasión en que estuve enferma, me trajo comida de su propia ración como guardia de campo. También me mandaba fruta de vez en cuando.
Solía comprarle ropa a las practicantes que estaban por ser liberadas. Para aquellas practicantes detenidas, colaboraba para hacerles llegar la comida que sus familias traían durante el horario de visitas.
Posteriormente, el capitán la reasignó fuera del escuadrón y la designó como líder del equipo a cargo del turno noche. Siempre aprovechó su puesto para permitirle a las practicantes acostarse temprano.
Una vez me encerraron en un área aislada con varias practicantes muy firmes. Una tarde ella vino y me susurró en el oído: “Debes estar preparada”.
Al día siguiente, un grupo de policías llegaron al campo de trabajos y empezaron a torturar a esas practicantes que se rehusaban a abandonar su práctica. Supe que ella había tratado de alertarme, el día anterior, del peligro que sobrevendría. Entonces le rogué ayuda al Maestro mientras enviaba pensamientos rectos. Finalmente los policías no usaron violencia conmigo.
Justo antes de ser liberada, ella se acercó para informarme la fecha exacta de mi liberación. El día de mi salida, ella estaba en servicio en el piso superior, pero se apresuró a bajar para verme partir.
Las experiencias personales que relaté me han dejado recuerdos imborrables. Me siento tan feliz por las vidas que fueron salvadas. Quisiera felicitar aquí, nuevamente, a esa gente por elegir un bello y brillante futuro para sí mismos.