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El potencial efecto negativo de una vacuna contra el coronavirus

Oct. 21, 2020 |   Por Tonggen y Gujin

(Minghui.org) En el plazo de dos días, tanto Johnson & Johnson como Eli Lilly hicieron una pausa en sus ensayos clínicos de la vacuna contra el coronavirus en su etapa avanzada, los días 12 y 13 de octubre de 2020, respectivamente, por motivos de seguridad en relación con la tan esperada "cura" del virus mortal que infectó a casi 40 millones de personas y mató a 1 millón en todo el mundo.

Aunque no está claro cuándo pueden o van a reanudar ambas empresas sus ensayos clínicos ni cuáles son las condiciones específicas que experimentan sus participantes, la repentina interrupción del trabajo de las dos empresas líderes renueva el debate sobre la seguridad de la vacuna contra el coronavirus y los posibles efectos adversos que podría tener.

Una de las principales preocupaciones en relación con la vacuna contra el coronavirus es el aumento de la dependencia de los anticuerpos (ADE), un fenómeno que podría contribuir al aumento de la gravedad de la infección viral. En caso de que se produzca un ADE, los anticuerpos estimulados por la inyección de una vacuna favorecerían la entrada del virus en las células y la subsiguiente replicación viral, en lugar de neutralizarlo. El ADE podría causar respuestas inmunológicas severas, incluyendo muertes rápidas.

A diferencia de la forma en que los antibióticos atacan y matan a las bacterias, no existe un fármaco de tan amplio espectro para los virus. La mayoría de los medicamentos antivirales no eliminan el patógeno a tratar. En su lugar, inhiben su replicación dando al sistema inmunológico del cuerpo humano más tiempo para responder al virus. Una vez que el sistema inmunológico gana la batalla, desarrollará la memoria del anticuerpo específico que produjo para neutralizar el virus. Cuando el cuerpo se infecte de nuevo con el mismo virus, dicha memoria activará el sistema inmunológico del cuerpo y rápidamente producirá un gran número de anticuerpos para atacar al patógeno.

Se basa en la misma idea de que las vacunas, en su mayoría agentes no causantes de enfermedades que imitan al virus, fueron desarrolladas para preparar al cuerpo con la inmunidad adquirida para ciertos patógenos.

El efecto del ADE, aunque todavía no se entiende bien, fue descubierto por primera vez en el virus del dengue. Cuando una persona se infecta por primera vez con el virus, puede tener fiebre, dolor de cabeza, dolor muscular y articular, y erupción cutánea. Alrededor de 1 de cada 1.000 tendría síntomas graves como hemorragias, shock y fiebre hemorrágica. Sin embargo, esa proporción podría ser diez veces mayor cuando una persona se vuelve a infectar con el virus.

En los ensayos clínicos para la Dengvaxia, una vacuna desarrollada por Sanofi que ataca los cuatro serotipos del virus del dengue, 295 de 20.439 niños (1,44%) fueron hospitalizados el quinto año después de recibir la tercera dosis de la vacuna, probablemente como resultado del efecto ADE.

Además del virus del dengue, también se observó ADE en el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el virus de la peritonitis infecciosa felina, el coronavirus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV) y el coronavirus relacionado con el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS-CoV).

Hasta ahora, solo el virus de la viruela fue eliminado por medio de la vacunación entre millones de virus que existen en la naturaleza. En el caso de los virus más complicados, el desarrollo de las vacunas se enfrenta a más dificultades y resultados mixtos, debido al efecto ADE y a las secuencias de virus que siguen mutando.

Dado que el nuevo coronavirus (Covid-19) es 80% idéntico al SARS-CoV y 54% idéntico al MERS-CoV, es muy probable que se produzca ADE en el nuevo coronavirus, dejando a los que reciben la vacuna con una mayor vulnerabilidad a las cepas de virus mutados.

Algunos científicos proponen optimizar el diseño de la vacuna para minimizar el posible efecto del ADE, como reducir los anticuerpos no neutralizantes o ajustar las dosis de la vacuna. Sin embargo, dada la naturaleza inestable del coronavirus y la alta tasa de mutación debido a su arquitectura de ARN (el ARN es un tipo de molécula genética que es susceptible de degradación química en el medio ambiente), esto podría ser un desafío importante para los científicos para mantenerse al día en la carrera por el desarrollo de la vacuna.

Históricamente, en varias pandemias se produjeron segundas olas más mortíferas, como la gripe española de 1918 y la pandemia de gripe H1N1 de 2009. Si bien las rutas de infección del virus y los grupos vulnerables a los que se dirige son muy dinámicos, es razonable preguntarse si el ADE podría ser uno de los factores que contribuya a las mortales segundas olas.

Por otra parte, desde la perspectiva de la cultura tradicional china, siempre se creyó que existe una profunda conexión entre la mente y el cuerpo humano, y, dejando de lado los fenómenos superficiales, las plagas suelen considerarse un indicador de la degeneración del corazón y de los estándares morales de las personas.

Mientras que los científicos se apresuran a producir vacunas y medicamentos para curar el mortal covid-19, vale la pena hacer una pausa para reflexionar sobre nosotros mismos: ¿Hay una razón más profunda para la situación del coronavirus? ¿Podemos encontrar una cura desde el interior?

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