(Minghui.org) La Sra. Ding Hongjuan ha sido llevada a la prisión de mujeres de Harbin después de que el tribunal intermedio de la ciudad de Daqing rechazara su apelación, en mayo de 2019.
La mujer de 51 años de la ciudad de Daqing, provincia de Heilongjiang, fue sentenciada a dos años por el tribunal de la zona de desarrollo del distrito de Sartu el 27 de diciembre de 2018 por no renunciar a su fe en Falun Gong, una disciplina espiritual perseguida por el régimen comunista chino desde 1999.
Debido a que expone la persecución y apeló por Falun Gong en Beijing, la Sra. Ding ha sido arrestada repetidamente y le han impuesto dos períodos de trabajos forzados por un total de 4 años y medio, en las últimas dos décadas.
Después de sufrir una detención en 2001, la Sra. Ding hizo una huelga de hambre para protestar por la arbitrariedad del arresto en el centro de detención de la ciudad de Daqing. Las guardias ordenaron a las reclusas que la forzaran a comer.
Dos reclusas la vigilaban las 24 horas del día. Si hacía la meditación de Falun Gong, la golpeaban y le tiraban del pelo. Una reclusa la golpeó con zapatillas y, como resultado, sus manos se hincharon hasta desprendérsele una uña.
Las guardias también le levantaron una de sus manos por encima del hombro, para esposársela a la otra mano que le levantaron por detrás de la espalda. Luego la inmovilizaron en una silla y la dejaron en una posición que producía un dolor insoportable durante tres días. Sus pies se hincharon tanto que le resultaba imposible caminar cuando las guardias la soltaron de la silla.
La liberaron al borde de la muerte tras 53 días de tortura.
Mientras la Sra. Ding cumplía un período de tres años en el campo de trabajos forzados de Harbin entre 2002 y 2005, las reclusas la vigilaban las 24 horas del día, mientras comía, dormía e incluso cuando iba al baño.
Una vez las guardias la obligaron a ponerse en cuclillas durante un mes para privarle de dormir. Le ponían un taburete en la cabeza y si el taburete se caía, la golpeaban con un palo de escoba. Como no le permitían ducharse, su cuerpo olía muy mal. A veces se derrumbaba al suelo y se quedaba dormida. Entonces las internas le echaban agua fría, la electrocutaban con picanas eléctricas, o le quitaban la ropa y abrían la ventana para que el intenso frío la mantuviera despierta.
En otro momento, las guardias le cortaron el pelo de forma muy desarreglada para humillarla. Luego la arrastraron al confinamiento solitario y la ataron en una silla. Las internas la golpearon con una tabla dura y le pellizcaron los muslos, las axilas y los pechos. También rociaron sal en sus heridas para intensificar aún más su sufrimiento.
Además de la tortura, la Sra. Ding también se vio obligada a realizar trabajos manuales sin ninguna remuneración, como recortar telas y empacar palillos de dientes, palillos chinos y servilletas.