(Minghui.org) En julio de 2009 me arrestaron en mi oficina y me sentenciaron a 8 años de prisión sólo por practicar Falun Dafa (también conocido como Falun Gong). Encontré muchas pruebas de cultivación durante mi tiempo en prisión, pero siempre recordé lo que dijo el Maestro: "... sólo teniendo el corazón sin conmover serán ustedes capaces de manejar todas las situaciones" (Eliminen sus últimos apegos, Escrituras esenciales para mayor avance (II))
El Maestro me anima
Una vez, cuando estaba haciendo los ejercicios de pie en el centro de detención, vi claramente una estrella brillante que volaba hacia mí desde muy lejos. A medida que se acercaba, se ralentizaba. Se colocó encima de mi cabeza y lentamente entró en mi interior a través del punto Baihui (punto de acupuntura en la parte superior de la cabeza). Mientras estaba dentro de mi cuerpo, instantáneamente se volvió más brillante. Luego salió de mi cuerpo a través de mis pies y se fue volando. Estaba muy emocionado y me di cuenta de que era el Maestro quien me animaba.
El Maestro dijo:
"Aunque han encontrado varias decenas de embusteros –el excremento de la humanidad– para hacer este acto deshonroso, sólo teniendo el corazón sin conmover serán ustedes capaces de manejar todas las situaciones" (Eliminen sus últimos apegos, Escrituras esenciales para mayor avance (II))
Memorizando Zhuan Falun
Todas las noches recitaba Zhuan Falun, el libro principal de Dafa. Aunque al principio experimenté interferencias, seguí adelante y nunca me detuve. Cuanto más recitaba, más calmado y firme me sentía en mi fe.
En los últimos años de mi detención, el Fa en mi mente se hizo borroso y no podía recordar todas las palabras. A veces, recordaba un párrafo pero olvidaba otro. Recitar todo el libro me llevó de 2 a 3 meses en lugar de los pocos días que necesitaba antes. Pero, no importa lo difícil que fuera, insistí en recitarlo todos los días.
Fui interrumpido por los guardias y reclusos unas cuantas veces mientras recitaba el libro frente a la ventana. Un día, un guardia me preguntó qué hacía allí. Le dije que estaba mirando al cielo y pensando.
Un recluso trató de asustarme un día cuando estaba recitando el Fa. Sostuvo 2 cajas pesadas de materiales, se me acercó por detrás y las dejó caer al suelo. El ruido asustó a la gente que estaba a su alrededor, e incluso un guardia que estaba a una distancia muy grande le gritó. Lentamente me di la vuelta, le sonreí y dije tranquilamente: "¿Por qué lo dejaste caer de ese modo?". Parecía sorprendido por mi tranquila respuesta y no dijo ni una palabra.
Más tarde me dijo: "El otro día quise asustarte a propósito. Pero no te importó. ¡Increíble!".
La bondad cambia a los reclusos
Algunos reclusos querían vigilar y denunciar a los practicantes de Dafa, a los guardias, para obtener puntos para su libertad anticipada.
Un preso que fue encarcelado por tráfico de drogas me iba a golpear porque no renuncié a mis creencias. Quería usar esto para complacer a los guardias y conseguir muchos puntos. Un día le dije con una sonrisa: "No te apresures a pegarme. Escúchame primero".
"No nos conocemos, y nunca te he ofendido. ¿Por qué quieres pegarme? ¿Es sólo porque practico Falun Dafa? He sido perseguido hasta el punto de morir muchas veces. No tengo miedo de morir, así que ¿cómo podría tener miedo de ser golpeado? No es bueno para ti golpear a los practicantes porque crearás karma".
Luego le conté 3 historias de cómo la gente recibía castigo después de perseguir a los practicantes de Dafa. Añadí al final: "Golpear a la gente es ilegal. Golpear a los cultivadores viola la ley del cielo".
Lo miré con una sonrisa y dignidad en mis ojos después de terminar. Otros lo miraban con ojos burlones. Él me dijo: "Lo siento. Tus palabras me asustan". Cambió su actitud hacia mí desde entonces.
Al menos 8 personas estaban en mi celda de 12 camas y se les ordenó que me vigilaran. El jefe del equipo y otros 2 eran responsables de registrar cada movimiento que hacía en un período de 24 horas. No hablamos entre nosotros, pero traté de usar mis actos para influenciarlos. Traté de ayudarlos y atenderlos siempre que pude. Los traté como si fueran mis hijos.
Poco a poco se relajaron, y algunos se atrevieron a hablar conmigo en secreto. Un hombre, cuyo apellido es Su, me vigiló de cerca y se presentó ante los guardias. Todo el mundo le tenía miedo y le odiaba. Le pregunté si había hecho algo malo. Él dijo: "Eres una buena persona. No he encontrado nada malo en ti".
Le dije: "Si crees que soy una buena persona, ¿por qué no dejas que la gente hable conmigo? ¿Quién te da ese derecho? Tienes que explicármelo claramente. De lo contrario, te denunciaré por violar mi libertad de expresión". Se le trabó la lengua y no dijo ni una palabra.
A la mañana siguiente, informó de mis palabras a los guardias. Fue transferido a otra sala. Antes de que se fuera, le hablé de Falun Dafa y de por qué el partido comunista chino (PCCh) persigue a los practicantes.
Me dijo que no sabía mucho sobre Falun Dafa y que no se involucraría con la persecución en el futuro. Todos los demás escucharon nuestra conversación. Después de que se fue, ya nadie se peleó ni insultó. Esta sala se convirtió en una sala modelo.
Pruebas de cultivación
En el malvado ambiente de la prisión, cualquier cosa que sucediera podría ser una prueba de cultivación. Si no hubiera dejado de lado el apego a la vida y a la muerte, no habría podido pasar ninguna prueba en la prisión, ni siquiera las pequeñas tribulaciones.
Los reclusos tenían que llevar una placa con su nombre y el crimen que habían cometido. Pero me negué a usarlo. También nos hicieron cantar canciones que alababan al PCCh. Me negué a cantarlas, ya que era inocente y no había cometido ningún crimen.
Me encontré con un gángster muy conocido en la sociedad. Todos los presos le tenían miedo. Era conocido por golpear a la gente con fuerza.
Cuando un día entró en mi celda, todos los presos se pusieron de pie. Estaba meditando en una litera de arriba y no me moví. Me miró y me dijo: "¿Eres un practicante de Falun Dafa? No es de extrañar que no te agacharas cuando el guardia dijo tu nombre durante el registro de la mañana. Nadie se atreve a hacer eso".
Continuó: "Antes de que vinieras aquí, había un tipo que también era practicante. Se negó a cortarse el pelo. Sólo me acerqué, le agarré el pelo y lo bajé de la litera de arriba".
"Deja de hablar", le interrumpí. Todos en la sala, incluido él, estaban aturdidos.
"Todos los practicantes de Falun Dafa que conozco son gente amable", dije. "No devuelven los golpes cuando son atacados y no responden cuando son insultados. Lo que sea que crean, es asunto suyo. Estás ayudando a los guardias a intimidar a la gente vulnerable. Debería darte vergüenza". Le conté más sobre Falun Dafa, y me escuchó.
Más tarde me trasladaron a otra prisión. Caminó conmigo hasta la puerta de nuestro pabellón y me pidió que me cuidara.
Después de que en 2014, un criminal de otra provincia escapara de la prisión, mi prisión planeaba obligar a los reclusos a usar pulseras electrónicas para poder monitorearnos en todo momento. Pensé que era un insulto para un practicante de Dafa, así que seguí enviando pensamientos rectos todos los días para negar esta acción. Medio año después, el proyecto fue cancelado.
Cuando los reclusos eran liberados, tenían que firmar un recibo con su nombre antes de que les devolvieran el dinero. Decidí no firmar nada con mi nombre.
El día que me soltaron, les dije a los guardias que no iba a firmar ningún documento. El guardia me mostró que no había lugar para la firma del recluso. Salí de la prisión con la cabeza bien alta.