(Minghui.org) "Alguien nos ha dado luz verde. No tengo ningún miedo, aún si te torturo hasta matarte", le dijo una reclusa drogadicta a la Sra. Zhang Qinghua, quien es mayor de 60 años, mientras la golpeaba.
En la prisión de mujeres de Liaoning, muchas reclusas, bajo las órdenes de los guardias, abusaron de la Sra. Zhang y le dieron palizas de forma rutinaria cada día, durante dos meses.
La Sra. Zhang, vecina de la ciudad de Shenyang, provincia de Liaoning, fue arrestada en noviembre de 2016 por distribuir calendarios con mensajes acerca de Falun Gong, una antigua práctica budista para la mejora del cuerpo y la mente que el partido comunista chino (PCCh) persigue desde 1999.
La sentenciaron a tres años en la prisión de mujeres de Liaoning el 9 de enero de 2017.
Esta prisión es conocida por perseguir a practicantes de Falun Gong. Solo en 2018, 251 practicantes fueron encarceladas, y 4 torturadas hasta la muerte.
Abuso físico y tortura
La Sra. Zhang vivió los dos primeros meses de su pesadilla en el ‘equipo diez’ de la primera división de la prisión. Shi Jing era el director de la división y Gao Wa el jefe de los guardias.
Prometiéndoles reducción de sus condenas como recompensa, Shi instigaba a las reclusas para que torturaran a las practicantes, dándoles palizas, arrojándoles agua fría y clavándoles largas agujas debajo de sus uñas.
También forzaron a la Sra. Zhang a sentarse en una banqueta por largo tiempo en su primer día de encarcelamiento. Un par de reclusas le pidieron que escribiera una declaración prometiendo dejar su fe. Ella se negó.
Las reclusas la llevaron al almacén, donde no había cámaras de vigilancia. Dos reclusas se turnaron para abofetearla. Cuando se cansaron, la desnudaron y abrieron la ventana para exponerla al viento helado del invierno. También escribieron el nombre del fundador de Falun Gong en sus pechos, espalda, partes íntimas y nalgas en un intento por ofenderla.
Ilustración de tortura: exposición al viento helado
Las reclusas la arrastraron al depósito de la fábrica el día siguiente. Entonces gritó: "¡Falun Dafa es bueno!”. Las reclusas la abofetearon y la golpearon en el pecho.
Más tarde, se declaró en huelga de hambre para protestar por las torturas. Entonces, las reclusas la empujaron al suelo y le introdujeron un tubo en la nariz para alimentarla a la fuerza. Luego, dos reclusas la agarraron por los pies mientras que otra se sentaba en su estómago y la abofeteaba al tiempo que insultaba al fundador de Falun Gong.
También trataron de asfixiarla, cubriendo su cabeza con una bolsa de plástico, hasta que su rostro palideció y sus labios se tornaron azules.
Una reclusa drogadicta, Du Jinjuan, aseguró que aunque la asesinaran no tenían nada que temer de las autoridades. Du también dijo: "Puedes demandarnos cuanto quieras. Mis familiares trabajan en la prisión".
Ilustración de tortura: asfixia
Las reclusas la alimentaron forzadamente en el almacén otro día. La empujaron al piso, y le clavaron en los brazos y en el cuerpo una aguja de 46 cm (1.1/2 pie) de largo. La Sra. Zhang permaneció temblando del dolor hasta llegar a perder la sensación en sus pies. Las reclusas también la obligaron a dejar su huella dactilar en una declaración renunciando a su práctica de Falun Gong.
Despojada de los artículos de primera necesidad
Transfirieron a la Sra. Zhang al ‘equipo dos’ de la primera división dos meses después.
Por escribir cómo la torturaron, el jefe de la división Li Xiaoting congeló su dinero de la cuenta de la prisión y le prohibió comprar artículos de primera necesidad hasta que la pusieran en libertad.
La Sra. Zhang no podía comprar papel higiénico, jabón ni pasta dentífrica.
No podía conseguir frutas. Además, el personal de la cafetería servía solo media cucharada de vegetales a las practicantes de Falun Gong, mientras que al resto les servían la cucharada entera.
No permitían que las otras reclusas del ‘equipo dos’ compartieran sus artículos con ninguna practicante, incluyendo a la Sra. Zhang.
Cuando sus familiares fueron a visitarla en 2019, un guardia le preguntó a la Sra. Zhang por qué caminaba con tanta dificultad. Ella contestó que se debía a las palizas que recibía. El jefe de la división Li Xiaoting gritó: "nadie te da palizas".
Ya que la Sra. Zhang se negaba a hacer trabajos no remunerados, la reclusa encargada de la tarea la insultaba, asegurando que la maldeciría aunque recibiera retribución.
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