(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa en 1997. Una practicante mayor en mi área fue arrestada en el primer semestre del 2010 e ilegalmente detenida durante un largo tiempo. La policía no pudo producir pruebas para incriminarla, no obstante, planeó enviarla a un campo de trabajos forzados de todas formas.
Había un mercado cerca del centro de detención. Varios practicantes y yo decidimos enviar pensamientos rectos en las cercanías de modo de poder desintegrar todos los factores perversos que estaban persiguiendo a esta practicante.
Nunca olvidaré el día 6 de junio del calendario lunar chino. Montaba mi triciclo eléctrico para buscar practicantes en varias aldeas vecinas para ayudar con el envío de pensamientos rectos.
Mientras me dirigía a mi casa esa tarde, llegué a una empinada cuesta abajo que daba a una intersección en su tramo final. Un gran camión que arrastraba dos acoplados se acercaba al cruce. El camión parecía transportar un cargamento de piedras. Como no sabía en qué dirección giraría, disminuí la velocidad para dejar que cruzara.
En ese momento, me asaltó un pensamiento: “Gracias a Dafa y a mis compañeros practicantes no tengo arrepentimientos”. Cuando llegué a la encrucijada, el gran acoplado estaba saliendo disparado. Si yo no giraba, chocaría contra el camión. Viré bruscamente, y eso fue lo último que recuerdo.
Caí sobre un terraplén de unos dos metros. Cuando recuperé la conciencia, escuché voces que llegaban desde la ruta. Me enteré después de que eran obreros de la construcción.
Uno de ellos dijo: “Este es un triciclo realmente bueno. Todavía funciona, aunque está un poquito aplastado”. Mi triciclo había chocado contra una fila de árboles junto a la ruta y ahí se quedó cuando rodé a la cuneta.
Otro espectador acotó: “Solo necesita unas soldaduras y estará bien”.
Ninguno se acercó a verme. Quizás pensaron que estaba muerta.
En ese momento, escuché una voz en mi cabeza que decía clara e imperiosamente: “Pide por el Maestro. ¡Apresúrate y pide por el Maestro!”. No podía pensar con claridad así que no pude entender. Solo pensé: “Debo mover la cabeza, aunque sea un poquito. Esto probará que la cabeza está obedeciendo a mi mente”.
Otra voz repitió: “Pide por el Maestro. ¡Apresúrate y pide por el Maestro!”. Tampoco obedecí a esta voz. Solo pensé: “Debo mover la cabeza. Si fallo en el primer intento, trataré dos o tres veces”. Aún así la voz me insistió con calma: “Pide por el Maestro. ¡Apresúrate y pide por el Maestro!”.
Con reiterados esfuerzos, pude ser capaz de mover la cabeza un poco. El Maestro me estaba ayudando. Sentí que alguien usaba un objeto puntiagudo para rasgarme el cuerpo desde el abdomen hasta el corazón. Mentalmente grité: “¡Maestro!”.
De pronto sentí como si los costados de mi abdomen se separaran del centro. Inspiré hondo, llamé al Maestro y me senté.
Permanecí sentada con los ojos cerrados. Un obrero dijo: “Sí, siéntese por un rato y luego párese”. Estiré los brazos lentamente y dije: “Estaré bien”.
Pero podía sentir que el lado derecho de la cara estaba gravemente herido, y mis medias y pantalones se habían rasgado. Sin embargo, no había sentido ningún dolor en todo este tiempo, así que supe que el Maestro me estaba protegiendo.
Me paré y pregunté: “¿Cómo puedo volver a la ruta?”. Un obrero respondió: “Siga en dirección oeste por el borde”.
Dándole la espalda al obrero, miré hacia el Oeste señalando el lado derecho de mi cara y pensé: “No debería haber ninguna marca en mi cara, porque eso no sería bueno para la imagen de Dafa”. Luego caminé hacia mi triciclo y le agradecí a los trabajadores por recogerla.
Coloqué la llave de arranque, y se encendió la luz. Me dirigí hacia la casa de una compañera practicante. El triciclo se detuvo y la luz se apagó a unos mil metros de su casa. Sabía que el Maestro me había guiado hasta allí.
La casa estaba llena de vapor cuando entré, y la mujer dijo: “Siéntate, por favor. El arroz está cocido, y cenaremos ahora”.
Luego tomé conciencia de mi cuerpo. No podía girar la cabeza porque tenía el cuello inflamado. Todos los huesos y músculos de mi cuerpo estaban desalineados y el disco intervertebral lumbar estaba hinchado, así que no podía girar el cuerpo. La mano derecha también se me había hinchado como un bollo al vapor porque me había golpeado contra una piedra cuando me caí.
No tenía energía en absoluto y mis muñecas se sentían como de goma, lo cual me imposibilitaba empujar mi triciclo de vuelta a casa. El matrimonio movió mi triciclo hasta su tractor y lo ataron. Me llevaron a casa en el tractor.
Mi esposo aún no había llegado a casa del trabajo, así que pensé en lo que debería cocinar. Decidí hacer gachas porque sería sencillo. Solo necesitaba lavar el arroz rápidamente y dejar que la olla a presión hiciera el resto. Mi esposo llegó a casa y estaba estupefacto por mi apariencia. Me preguntó qué había pasado.
Le dije con indiferencia: “No es gran cosa. Me caí a una cuneta junto a la ruta para evitar ser atropellada por un camión. Me raspé un poco”.
Me regañó: “Siempre te digo que conduzcas más despacio, pero nunca escuchas”. Ya no se preocupó luego de eso.
Sin embargo, tuve un problema cuando me fui a dormir. Debido a que mis huesos y músculos estaban desacomodados, no podía subir a la cama. Cuando trataba de mover los brazos o las piernas, sentía un agudo dolor en todo el cuerpo. ¿Qué podía hacer? Pensé: “Falun Dafa es omnipotente, un discípulo de Dafa es también omnipotente”.
De algún modo resolví cómo usar mi mano derecha para agarrar el gran músculo detrás del cuello, el cual a su vez tensó los músculos de todo mi cuerpo y lentamente subí a la cama. Luego, de a poco me fui recostando. Solo entonces saqué la mano del cuello. De otro modo, el dolor hubiera sido insoportable.
Tenía profunda fe en el Maestro y en el Fa, así que no me permití sentir miedo. Escuché las lecciones del Maestro, estudié las enseñanzas, envié pensamientos rectos e hice los ejercicios, aunque algunos de mis movimientos no eran precisos.
Creo que el Maestro vio mi firme resolución y milagrosamente sanó mi cuerpo muy rápidamente.
Quizás debido al pensamiento que había enviado previamente a mi cara, dejó de supurar al día siguiente. Tres días más tarde, las costras secas se cayeron. Al cuarto y quinto día, se cayeron las más profundas.
Con heridas como las que tenía, cuando las costras se caen, usualmente hay cicatrices y lleva mucho tiempo que la piel vuelva a la normalidad, si es que se recupera totalmente. Sin embargo, luego de que mis costras se cayeron, la piel de mi rostro estaba tal cual como antes. La herida más profunda parecía tener sangre y fluido dentro, pero cuando la toqué, la costra cayó. Estaba impactada.
Experimenté otro milagro el cuarto día. Fui al taller para hacer reparar mi triciclo. No le dije al técnico acerca de mi accidente. Cuando abrió el compartimento de la batería preguntó: “¿Su triciclo volcó?”. Le contesté sorprendida: “¿Cómo lo supo?”.
Di la vuelta para revisarlo y vi que las tres baterías estaban conectadas, pero los cables estaban cortados. El técnico simplemente reconectó los cables y mi triciclo quedó bien. ¡No gasté ni un centavo!
Sin embargo, el día del accidente, yo había manejado el triciclo desde la autopista hasta la casa de la practicante, una distancia de por lo menos un kilómetro y medio. El triciclo no tenía electricidad, así que ¿cómo podía haber viajado tan lejos?
Es realmente como dijo el Maestro: “La cultivación depende de uno mismo, el gong depende del shifu” (Primera Lección, Zhuan Falun).
Había pagado otra deuda. Una vez más, le agradecí al Maestro por salvar mi vida.
Si no hubiera tenido fe en el Maestro y en el Fa, o si me hubiera asustado e ido al hospital, ¿cuándo me hubiera recuperado? ¿Cuánto dinero hubiera tenido que gastar? No tengo idea si me hubiese curado o no. El Maestro me salvó porque me aferré a firmes pensamientos rectos.