(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Gong en 1996. Todas mis dolencias pronto desaparecieron y mi cuerpo cambió completamente.
Falun Dafa me da una segunda vida
Antes de practicar Falun Dafa, tuve muchos problemas de salud, incluyendo encefalitis crónica, úlcera duodenal y artritis severa. Tenía dolores de cabeza todo el tiempo, no tenía apetito y no podía caminar sola. Fui a muchos hospitales y gasté más de 10.000 yuanes en diferentes tratamientos, pero nada cambió. Sentía que había llegado al final de mi vida, que no quería vivir más.
Un día pensé que, como le había dado todo mi dinero a mis hijos, ya no tendría de qué preocuparme. Déjame ver el cielo y la tierra por última vez antes de morir.
Mi apartamento estaba en el séptimo piso. Cuando miré hacia abajo desde el edificio, vi a un grupo de personas con los brazos en alto. Me pregunté qué ejercicio estaban haciendo. Mi instinto me llevó a echar un vistazo más de cerca. No podía caminar, así que me arrastré hasta el primer piso. Me llevó más de dos horas.
Cuando me arrastré hasta el lugar, dos personas vinieron a ayudarme. Les pregunté: "¿Pueden estos ejercicios curarme?".
Uno de ellos respondió: "No curan enfermedades, pero el Maestro nos ayuda a limpiar nuestros cuerpos".
No entendía lo que eso significaba. Como los ejercicios no curaban ninguna enfermedad, dije que no quería aprenderlos.
Él dijo: "Pero puedes intentarlo".
Dos personas me ayudaron a llegar a una casa y me enseñaron los cuatro ejercicios de pie. Justo después de eso, me di cuenta de que podía pararme sola. No podía contener las lágrimas que me salían. Entonces pude caminar usando la pared como apoyo. Solo me llevó media hora volver a mi apartamento en el séptimo piso.
Comencé a practicar Falun Dafa, y 14 días después, pude sostener más de cinco kilos de harina en una mano y más de cinco kilos de aceite en la otra y subir al séptimo piso. Todas mis dolencias desaparecieron. Nunca imaginé que mi cuerpo pudiera estar tan ligero.
Falun Dafa me dio una segunda vida. He sido feliz todos los días desde entonces. Han pasado veinte años. Con la ayuda del Maestro, haciendo bien las tres cosas y validando el Fa, muchas cosas asombrosas han sucedido. Aquí hay una de ellas.
El director de la comisaría quiere ser un practicante
Después de que el partido comunista chino lanzó la brutal persecución a Falun Dafa en julio de 1999, como muchos practicantes, fui a Beijing para apelar en diciembre de 2000. Cuando llegué a la plaza de Tiananmen, abrí una pancarta que decía "Falun Dafa es bueno".
Grité en voz alta desde el fondo de mi corazón: "¡Falun Dafa es bueno! ¡Verdad, Benevolencia, Tolerancia es bueno!". Debido a esto, me llevaron a una comisaría local y me interrogaron como a un criminal. Me mantuve calma y les conté mi historia: qué era Falun Dafa, cómo empecé a practicarlo y cómo mejoró mi salud.
Les dije por qué el Maestro enseñaba a la gente un Fa tan grande y que esperaba que ellos pudieran distinguir claramente el bien del mal y lo correcto de lo incorrecto. También los animé a no seguir al partido haciendo lo que está mal para que no incurrieran en represalias en el futuro.
Hablé con ellos durante tres horas. Se enojaron varias veces y actuaron como si fueran a golpearme, pero de alguna manera no lo hicieron. Poco a poco, su ira se fue disipando. Finalmente, todos se sentaron en sus sillas y no pudieron moverse.
Parecía que se sentían muy mal. El director me dijo que había tratado de levantar una ceja para señalarle a un prisionero que me golpease, pero le dolía tanto el ojo que no podía moverlo. Fue un día increíble. No solo no podía abrir los ojos, sino que ni siquiera podía moverse. Era como si alguien lo estuviera presionando contra la mesa. ¿Cómo podría ser? No podía entenderlo en absoluto.
Le dije que era porque el Maestro había visto que todavía tenía algo de bondad en él. "El Maestro te estaba advertiendo para que no cometieras crímenes contra los practicantes de Dafa. No quieres que tu vida termine horriblemente".
El director escuchó y se volvió muy amable. Su feroz expresión desapareció. Incluso le solicitó a la cafetería que me prepararan algo de comida.
Antes de que el director me liberara, me dio su número de teléfono. Me dijo una y otra vez: "Por favor, ven a verme la próxima vez que vengas a Beijing. En ese momento, seremos compañeros de práctica". Ambos estábamos emocionados y teníamos lágrimas en los ojos.