(Minghui.org) Creo que nuestros conceptos pueden provocar estados incorrectos en nuestros cuerpos físicos. Me gustaría compartir algunas experiencias, tanto propias como de terceros, en este aspecto.
Conocí a una practicante, a la que llamaremos Mei, en un centro de detención. Provenía de un área remota de montaña, para desempeñar su trabajo necesitaba conducir un automóvil pequeño de tres ruedas.
El motor del vehículo se paraba frecuentemente, así que ella y su marido acababan empujándolo colina arriba habitualmente. Esto le producía tal agotamiento físico que sentía dificultades al respirar. Llegó a pensar que padecía algún tipo de disfunción cardíaca o pulmonar.
Esta historia me impactó profundamente, porque yo había vivido algo parecido. Cuando la motocicleta de mi hijo se paraba, le ayudaba a empujarla unos cinco o seis metros hasta que volvía a arrancar.
También terminaba tan exhausta que me quedaba casi sin aliento. Pero cuando me volvió a ocurrir la misma situación, repetidamente, el esfuerzo físico ya no me provocaba la misma sensación.
Me pregunté, enseguida, por qué motivo había dejado de sentir lo mismo. De pronto recordé la historia de Mei y comprendí que debían haber sido mis nociones las que me habían estado jugando malas pasadas.
En cuanto había sido capaz de cambiar tales conceptos, había dejado de padecer aquellas reacciones cuando ayudaba a mi hijo a empujar su motocicleta.
Aunque estudiaba el Fa todos los días, mi progreso había sido lento porque no acertaba a cultivar mi xinxing en consonancia. Por lo tanto, me resultaba difícil superar las pruebas.
Cuando era una niña, mi madre me dijo: “Una persona empieza a sentir que su vista se nubla alrededor de los 47 o 48 años”. Como era de esperar, empecé a padecer problemas de visión a esa misma edad.
Al principio, intenté rechazar este concepto y eliminarlo enviando pensamientos rectos. Pero los síntomas no desaparecían.
Entonces, leí algo en Zhuan Falun:
“… siempre se siente algo borroso frente a los ojos, como algo que obstaculiza la vista y es un poco incómodo”.
De repente me iluminé a que [mi visión borrosa] se debía a la “colocación del paso prodigioso”. En cuanto comprendí esto, la situación cambió completamente.
El Maestro enseñó: “Un ser humano es como un recipiente; es justamente lo que él contiene” (Fundiéndose en el Fa, de Escrituras esenciales para mayor avance).
Entiendo que mis conceptos pueden afectar a los cambios que toman lugar en mi cuerpo. Cuando cursaba secundaria, mi madre me explicó: “Cuando se muere el nervio de alguna pieza dental, hay que arrancarla completamente. Incluso hay que extraer su raíz. Ya viste que la espalda de tu padre volvió a erguirse en cuanto le extrajeron, desde la raíz, las dos muelas enfermas”.
Hacía algunos años, que había perdido dos dientes. Mi dentista me dijo: “Lo mejor será que lo dejemos todo tal y como está, no es necesario que extraigamos la raíces. Te colocaré una bonita prótesis encima”.
A partir de entonces, una de las compañeras practicantes me repetía, sin cesar, que mantuviera mi espalda más erguida. Cuando me excusé diciéndole que inclinaba mi espalda porque esos días había llevado a mi sobrino en brazos durante mucho tiempo y me sentía cansada, simplemente, me contestó que no pensaba que esa fuera la razón.
Aunque envié pensamientos rectos y busqué la causa mirando hacia dentro, mi situación no mejoró durante mucho tiempo. Desesperada, intenté algunos trucos de los que usa la gente común, pero nada parecía funcionar.
Ningún otro practicante me había pedido que me irguiera, que dejara de estar encorvada o había reparado en que mi imagen no resultara agradable. Pero de pronto, una practicante, a la que llamaremos Chen, llegó a decir: “¡Vaya! No me había fijado antes… Pareces una jorobada”.
Me iluminé a que el Maestro estaba usando la boca de aquella practicante para darme pistas.
En una ocasión, Chen y yo, nos encontrábamos aclarando la verdad a dos hombres con sus mujeres, animándoles para que renunciaran al PCCh y a sus organizaciones afiliadas. Uno de los caballeros dijo: “Deberías practicar Falun Dafa. Así dejarías de estar jorobada”.
Le eché una mirada a la señora que estaba a su lado, pero observé que su espalda estaba completamente recta. Comprendí que quizás me lo estaba diciendo a mi.
Dos días después, otra practicante, que llamaremos Deng, empezó a pedirme, repetidamente, que empujara mis hombros hacia atrás, y que mantuviera erguida mi espalda. A la mañana siguiente, cuando estaba haciendo el quinto ejercicio, pude comprobar que me sentía mejor cuando empujaba los hombros hacia atrás.
Al mismo tiempo que rectificaba mi postura, decidí corregir mis pensamientos en base al Fa. Pero, un pensamiento se proyectó en mi mente: La raíz del diente se ha vuelto completamente negra.
Entendí que mis conceptos humanos estaban intentando volver a tomar el papel protagonista. Me iluminé a que esta noción era la verdadera causa de que mi espalda se mantuviera encorvada. En cuanto lo comprendí mi espalda se irguió completamente. Me miré al espejo con asombro.
En un primer momento, mi marido no podía creer lo que estaba viendo. Pensaba que mi espalda estaba recta porque estaba haciendo un esfuerzo empujando mis hombros hacia atrás. Pero se quedó asombrado al comprobar que le decía la verdad.
Compartí este entendimiento con él: Algunas de las nociones humanas, que llevo alimentado durante tanto tiempo, son las verdaderas causantes de mis tribulaciones.
He obtenido un entendimiento distinto y más profundo de la frase: “La apariencia surge de la mente” (Enseñando el Fa en la reunión de La Gran Época).
Es tal y como dice el Maestro:
"...cambiando las nociones,
eliminando la decadencia,
la luz brillante aparece"
(‘Nueva vida’ de Hong Yin).
Una practicante falleció recientemente debido al ye de enfermedad. Me lamenté de no haber llegado a tiempo para ayudarla a superar su tribulación.
Espero que el resto de practicantes que se ven interferidos por el ye de enfermedad se beneficien de este intercambio.
Estudiemos bien el Fa, abandonemos los conceptos humanos, rectifiquemos cada uno de nuestros pensamientos en base al Fa y deshagámonos de la interferencia producida por la falsa ilusión del ye de enfermedad.