(Minghui.org) Como la Sra. Wu Xiaohong, practicante de Falun Dafa de la Ciudad de Qiqihar, se negaba a dejar de practicar Falun Dafa, los policías de la comisaría de Wenhualu la arrestaron el 25 de octubre de 2010. La sometieron a torturas mientras la interrogaban hasta que la condenaron a siete años en la cárcel de mujeres provincial de Heilongjiang. Mientras permaneció recluida fue nuevamente sometida a torturas y lavados de cerebro. La liberaron en enero de 2017.
Empezó a practicar Falun Dafa en 1997. En su vida cotidiana se guía en base a los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Se negó a abandonar su creencia cuando el régimen comunista, bajo el control de Jiang Zemin, empezó a perseguir a Falun Dafa en 1999.
La Sra. Wu relata las torturas y los lavados de cerebro que sufrió
Varios agentes de la comisaría de Wenhualu llegaron a la tienda donde trabajaba, el 25 de octubre de 2010. Tras saquear el establecimiento, confiscaron mi bolso y las llaves de mi casa. Acto seguido, saquearon mi casa. Mi suegra se asustó tanto que sufrió un ataque al corazón.
Tras arrestarme, me trasladaron a la comisaría con la cabeza tapada. Dentro de las dependencias me ataron a un aparato de tortura conocido como la silla de hierro. Por la noche empecé a padecer síntomas de asfixia, así que me trasladaron rápidamente al hospital para someterme a tratamiento de urgencia.
Después me devolvieron a la comisaría y siguieron interrogándome. Me hicieron sentar en el suelo con mi espalda pegada a la silla de hierro. Me estiraron los brazos hacia atrás e introdujeron mis manos por unos agujeros que tenía el respaldo de la silla. Luego esposaron mis muñecas. La policía me torturó esperando que traicionara a otros practicantes, pero me negué a cumplir sus exigencias.
Me torturaron en la comisaría durante dos días. En ese tiempo tuve que ser trasladada para recibir tratamiento de urgencia en dos ocasiones.
Recuerdo un momento en que me encontraba sufriendo un dolor agonizante. El comisario Wang Hongjun se puso en cuclillas delante de mí y me rogó que les dijera todo lo que querían saber.
Le contesté: “Si siguen torturándome así, ¿podrá soportarlo su corazón?”.
Me transfirieron al centro de detención de Qiqihar al tercer día. Pero, debido a mi precario estado de salud, no me admitieron, así que me condujeron a un hospital donde me administraron varias inyecciones. Después me volvieron a llevar al centro de detención.
Practicaba los ejercicios a diario en el centro de detención. Las reclusas cuando me veían practicar me golpeaban violentamente para intentar detenerme. También me castigaban obligándome a permanecer de pie largas horas.
Me interrogaban una y otra vez. En una ocasión, Han Dai y otros tres agentes de la comisaría de Wenhualu me taparon los ojos y me condujeron a alguna sala dentro del centro de detención. Me sentaron sobre una silla de hierro. Había un grupo de personas, entre las que se incluía un funcionario de la oficina 610.
Empezaron a torturarme por la tarde. Me ataron las manos y piernas a mi espalda, cruzaron un palo de madera bastante largo por entre mis manos y piernas, y lo izaron en forma horizontal. Mi cabeza miraba directamente al suelo. Sufrí un dolor insoportable. A este método de tortura lo apodan: “Interrogatorio del cordero a la parrilla”.
Tortura ilustrada: “Interrogatorio del cordero a la parrilla”.
En el centro de detención, una practicante llamada Li Yaoguang y yo nos negamos a vestir la ropa de la prisión. Varias reclusas nos propinaron una paliza. Después nos esposaron juntas, y también nos colocaron grilletes de forma que nos fuera imposible movernos.
Condenada a la cárcel de mujeres provincial de Heilongjiang
El 26 de enero de 2011, el tribunal del distrito de Jianhua nos impuso condenas a cinco de nosotras. Tras lo cual nos transfirieron a la cárcel de mujeres provincial de Heilongjiang.
Los primeros cuatro meses, permanecí detenida en el pabellón número 9. Me obligaban a sentarme en una silla pequeña y a escuchar programas que calumniaban a Falun Dafa. Me sentía muy débil y mi ritmo cardíaco se resintió.
Después me trasladaron al pabellón número 11, y más tarde al 12. Continuaron intentando lavarme el cerebro, pero no lo consiguieron, porque creo firmemente en Falun Dafa.
Me liberaron en enero de 2017. Mi estado de salud todavía es precario, pero voy a esforzarme para recobrarme pronto.