(Minghui.org) He sido salvajemente torturada como consecuencia de la persecución que ha impuesto el partido comunista chino contra Falun Dafa. A pesar de esto, nunca se me pasó por la cabeza abandonar la práctica. Para evitar la persecución, tuve que vivir alejada de mi hogar durante 2 años, y después me encarcelaron durante otros 3 años en un campo de trabajos forzados. En mi hogar vivían mi anciano suegro, mi marido y mi joven hija.
Fui liberada del campo de trabajo en 2006. Mi casa se encontraba en muy malas condiciones. Era pequeña y tenía grietas, y no se había vuelto a pintar desde que me fui. Para cocinar, solo contábamos con una olla rota y una cuchara vieja.
Mi maridó me dio más de 4.000 yuanes un día y me dijo: “He ahorrado esta pequeña cantidad de dinero mientras te encontrabas fuera estos últimos años. ¿Crees que debería reformar la casa o continuar ahorrando para mudarnos a una casa más grande en el futuro?”.
Le respondí sin dudarlo: “¡Reformarla!”. Entonces la reformamos y pintamos.
Salí a buscar trabajo para ganar dinero. Esto creó una buena oportunidad para generar conciencia de la persecución también. Donde quiera que fuera, explicaba lo que es Falun Dafa y por qué el PCCh lo persigue. No sentí ningún miedo al encarar la adversidad y la dureza del ambiente, por el contrario permanecí feliz. También animé a mi marido para que probara otros trabajos. Nuestra situación financiera mejoró. Un año después habíamos conseguido reunir algunos ahorros. Me quedé embarazada en el invierno de 2007.
Fue un milagro que me quedara embarazada. Había menstruado ininterrumpidamente durante los tres años que había permanecido encarcelada en el campo de trabajos forzados de Masanjia. Aunque sangraba, los guardias del campo me torturaban igualmente. Cubrían mi cabeza con las ropas de otras reclusas y metían dos trapos con los que se limpiaban los suelos dentro de mi boca. Me arrastraban desde el cuarto piso hasta la planta baja, y después volvían a arrastrarme de nuevo hasta el cuarto piso. Un guardia también me daba patadas mientras me arrastraban por las escaleras. Después me encerraban en una celda pequeña. Solo me llevaban de vuelta a la celda normal cuando me encontraba en condiciones críticas de salud.
Los guardias me trasladaron al hospital para hacerme un examen médico en 2005. Mi nivel de hemoglobina era solo de un gramo (lo normal es de 12 a 16). Uno de los doctores presentes me dio una palmada en la espalda y dijo: “Esta señora ha menstruado durante dos años sin cesar. ¡Ha batido el récord mundial!”.
En cuanto me llevaron de vuelta al campo, continuaron torturándome. Me golpeaban mientras estaba colgada solo por mis muñecas. Más de diez guardias me golpeaban a la vez. Recuerdo que uno me propinó dos patadas brutales en el abdomen inferior. Agonicé y respiraba con mucha dificultad. Palizas como esta tuvieron lugar muchas veces.
Recobré la salud después de que me liberaran y retomé el estudio del Fa y la práctica de los ejercicios. Aunque la policía local no paraba de acosarme, no pudieron conseguir que dejara de practicar Falun Dafa.
Una noche, tuve un extraño sueño. Vi dos niños de un año de edad sentados frente a frente en una pequeña mesa rectangular. Uno era delgado y llevaba sombrero. El otro era regordete y muy guapo. ¿Me pregunté cuál de los dos era mi hijo? Miré al gordito y pensé, este es el mío. Lo tomé y lo sostuve en mis brazos. Volví a tener el mismo sueño la noche siguiente.
Sabía que el sueño era una pista, y entonces me pregunté si no estaría embarazada. Así que fui a que me examinaran en el hospital local y me confirmaron que estaba encinta. Mi hijo nació el 3 de junio de 2008. Era muy regordete y guapo. En cuanto cumplió un año lo llevaba conmigo cuando salía a generar conciencia sobre la persecución. La gente con la que me cruzaba me decía: “¡Su hijo es muy guapo!”. Les contaba que lo había tenido gracias a que practicaba Falun Dafa.
Mi marido aprendió el oficio de carpintero después de que mi hijo naciera, y pudo ganar más dinero. Planté habas en casa ahora que no podía trabajar en otro lugar. Trabajaba sola en el campo mientras cuidaba de mi hijo. Recolectaba sacos de unos 30 kilogramos de habas, que vendía en el mercado. Transportaba al mercado hasta 90 kilos de habas de una sola vez en la motocicleta, esto era algo que no lograba hacer ni mi marido.
En 2013, invertimos 160.000 yuanes ($23,177) en la compra de un piso grande de más de 1.000 pies cuadrados (300 metros cuadrados) habitables. La calidad de la construcción y de los electrodomésticos instalados eran parecidos a los de los complejos de apartamentos de una gran ciudad. Mis vecinos de la aldea venían a visitarnos en grupos de dos y tres personas. Nos admiraban. Un vecino dijo emocionado: “Tú lo sabes bien, estas aquí hoy solo porque practicas Falun Gong. No habrías conseguido esto si no practicaras Falun Gong”.
Empecé a practicar Falun Gong durante la primavera de 1999. La persecución del PCCh ha durado 18 años. El ex líder del PCCh Jiang declaró que erradicaría a Falun Gong en tres meses. Pero erró porque tenemos un Maestro muy compasivo que nos protege y el gran Fa que nos guía en nuestra vida diaria.
Mis lágrimas brotan mientras escribo estas líneas. Mi apreciación y mi agradecimiento al Maestro está más allá de las palabras. Afrontando una persecución sin precedentes, creo en el Maestro y en el Fa y soy feliz. Mis amigos y mis antiguos compañeros de clase dicen que parezco muy joven y saludable.
Ahora, mi hija es una estudiante universitaria, y mi hijo está en tercer grado. La gente que nos rodea ha cambiado su actitud hacia Falun Dafa, de maldecirlo y despreciarlo, a comprenderlo e incluso a apoyarlo. Ahora me piden materiales informativos sobre Falun Gong.