(Minghui.org) Tengo sesenta años y he practicado Falun Dafa desde 1997. Antes de empezar a practicar vivía amargada porque me habían descendido de categoría injustamente en mi trabajo y mi salud empeoraba. Afortunadamente encontré Falun Dafa, y me devolvió la salud física y mejoró mi actitud. Fui capaz de resolver un conflicto con mi supervisora que había durado ya mucho tiempo, y ella acabó por demostrarme su apoyo y ayudarme cuando empezó la persecución.
Trabajaba en una fábrica de una empresa de tamaño medio en China en la década de los 90. La compañía instaló una nueva línea de producción para producir parachoques de automóviles. Nuestras piezas tenían que pasar un primer control de calidad que nos capacitaría como proveedores de los grandes fabricantes de automóviles. Aunque nuestra línea de producción estaba parcialmente automatizada, la pintura se aplicaba a mano y mi trabajo fue rociar con pintura en aerosol los parachoques. El trabajo requería pintores de aerosol altamente cualificados.
La empresa invitó a una técnica de Taiwan con mucha experiencia para que nos entrenara. Seleccionaron a tres trabajadoras para que las entrenara, las cuales se convertirían en las técnicas principales. Yo fui una de las seleccionadas. Después de un período de entrenamiento, me convertí en la mejor de las tres. Antes de que la experta se marchara, le dijo a nuestro gerente que debería ponerme al frente de todas las operaciones de pintura.
Nuestro gerente decidió que yo pintara todas las muestras que tenían que ser inspeccionadas. Pinté con aerosol cuidadosamente 100 parachoques y todos pasaron la inspección. Nuestra fábrica se convirtió en proveedora. Me convertí en la supervisora principal de nuestro departamento y todas reconocían mis habilidades técnicas. Trabajaba duro y diligentemente, y era muy respetada por la gerencia y por mis colegas.
Con el paso del tiempo, la gerencia empezó a prestar más atención a las relaciones personales que a la ética laboral y a la capacitación técnica. Fui transferida a otro equipo y dejé de ser supervisora. Me sentía abatida, pensé que no era justo.
La supervisora de mi nuevo equipo no poseía ninguna habilidad técnica y había conseguido su puesto a través de sus contactos, así que la mayoría de los miembros del equipo no pensaban que estuviera cualificada para el trabajo. Hablaba siempre a gritos. En cambio, yo tenía experiencia técnica y buenas relaciones con mis colegas. Así que aprovechaba cualquier ocasión para hacerle la vida difícil.
Siempre me quedaba la última a la hora de elegir tareas. Escogía el trabajo más sencillo siempre que podía. Animaba a las demás para que se portaran con frialdad con la supervisora. Me burlaba constantemente de ella. También elaboré una lista con todos los errores e infracciones que cometían tanto ella como la gerencia y esperé la ocasión para vengarme.
Una vez, se le pidió a todas que limpiaran el taller. Fui la última en llegar. Las demás solo habían hecho una pequeña parte del trabajo. La parte restante me fue asignada. Era la parte más dura. Enfurecí y le grité: “¿Por qué tengo que hacer esto? ¿No sabes cuántas somos? ¿No sabes de qué se encarga cada cual? ¿En qué estás pensando?”.
La supervisora sabía que estaba buscando pelea. Se volvió y fue a hablar con el gerente. Pensé que había llegado mi oportunidad. Podía usar la ocasión para representar una gran escena. Estaba preparada y decidida a avergonzarla delante de todos exponiendo sus errores e infracciones. La seguí hasta la oficina del gerente.
El gerente sabía que yo estaba buscando problemas. Me sonrió y me dijo: “Tómalo con calma. Deja que se explique”. Entonces se giró y regañó a la supervisora. La supervisora no se lo esperaba. Se quedó allí, de pie, sin mediar palabra. Desde ese momento, me convertí en la persona más problemática de su equipo. Me evitaba cada vez que podía.
No recuerdo cuando empecé a padecer una enfermedad coronaria y nefritis. Comencé a sufrir episodios que me causaban desmayos repentinos. Cuando sentía que mi vida había llegado a su fin, alguien me habló de Falun Dafa (también llamado Falun Gong).
No se habían cumplido tres meses desde que empezara a practicar Falun Gong cuando desaparecieron todos mis síntomas. Me sentía una persona diferente. Además de mejorar física y mentalmente, cambiaron tanto mi actitud como mi visión del mundo.
“Si nos encontramos con estos percances, no compitamos ni peleemos como los demás. Él actúa de esta manera, y luego tú también actúas así, ¿no eres entonces una persona común? No sólo no compitas ni pelees como él, tampoco puedes odiarlo en tu corazón; realmente no puedes odiarlo. ¿No te sientes movido una vez que lo odias? Así, no has puesto en práctica Ren. Nosotros hablamos de Zhen-Shan-Ren, entonces tu Shan ni siquiera existe”. (Zhuan Falun)
Entendí que todo tenía su razón de ser. Cambié mi actitud hacia la supervisora. En el trabajo, dejé de burlarme de ella. Hacía mi trabajo lo mejor posible, en silencio. Al principio, mis colegas se quedaron estupefactas. Mi supervisora sospechaba que estaba planeando algo. Pero solo me limitaba a seguir las enseñanzas del Maestro para intentar convertirme en una mejor persona.
En una ocasión, una colega se burló de mi. Antes, habría comenzado una pelea con ella por esto. Pero en ese momento le dije: “Practico Falun Gong ahora. No voy a discutir contigo”. Entonces empezó a ridiculizarme e insultarme. Me limité a escucharla con una sonrisa. Al final me dijo: “¡Has cambiado tanto!”.
También mi supervisora empezó a fastidiarme. Cuando gritaba por las mañanas para que empezáramos a trabajar, siempre lo hacía dirigiéndose a mí. Siempre que surgía un problema, me hacía responsable. Pensé que esto sucedía porque le había causado muchas dificultades en el pasado, así que me limitaba a escucharla y a mirar hacia dentro sin ninguna queja.
El Maestro dijo:
“Una persona común considera muy importantes algunas fricciones y pequeñeces; vive sólo por una bocanada de qi y no puede tolerar nada. Cuando es presionado, se atreve a hacer cualquier cosa. Pero como practicante de gong, debes tomar lo que otros consideran muy importante como muy, muy insignificante, extremadamente insignificante” (Falun Gong).
Un día, estaba cambiándome de zapatos cuando convocó a todas para una reunión. Como no pude acudir inmediatamente, caminó hasta donde yo estaba, agarró mis zapatos y los lanzó hacia uno de los fregaderos. Todas se quedaron impactadas y esperaban que me avalanzara contra ella en cualquier momento. En lugar de eso, simplemente me dirigí al fregadero y recuperé mis zapatos.
Mi supervisora a menudo se ausentaba de su puesto durante el horario de trabajo, y las demás trabajadoras aprovechaban la ocasión para marcharse antes a casa. Es algo común en China. A veces regresaba y solo me encontraba a mí trabajando.
En una ocasión, salió a beber y regresó para comprobar cuantas se habían marchado, y me vio solo a mí en mi puesto sudando intentando acabar todo el trabajo. Se sintió un poco avergonzada y dijo: “Yo, yo tengo que hacer algo para controlar...”.
Le respondí tranquilamente: “No hay problema. Su cara está colorada. Descanse un poco y se sentirá mejor”. Se conmovió visiblemente.
Lentamente nuestra relación fue mejorando. Cuando empezó la persecución a Falun Gong el 20 de julio de 1999 fui trasladada al centro de detención. Me retuvieron durante 15 días. Se convirtió en toda una noticia en el trabajo. Todos preguntaban qué era Falun Gong y por qué había sido arrestada.
Mi supervisora fue a ver a la gerencia de la empresa y les explicó: “¡Falun Gong es bueno! Xinran es una buena persona, la mejor persona que conozco”. Les contó los cambios en mi después de empezar a practicar Falun Gong y cómo había mejorado nuestra relación. Cuando regresé finalmente al trabajo, sus ojos estaban repletos de calidez. Exclamó como solía en voz alta: “Has vuelto, ¡te echaba de menos! Le conté a todos que Falun Gong es bueno y que tú eres buena”.
Nadie del trabajo me denunció a las autoridades porque practicaba Falun Gong. Le aclaré a la gente lo que era realmente Falun Gong y los hechos de la persecución. Sin embargo, la policía nos siguió acosando a mi familia y a mi. Me vi forzada a renunciar a mi trabajo. También obligaron a mi hija a que dejara la escuela secundaria. Durante algún tiempo, tuvimos que mudarnos de un sitio a otro para esquivar la persecución. Fueron momentos difíciles.
Un día, mientras caminaba por la calle, escuché que alguien gritaba mi nombre. Era mi supervisora: ”¿Cómo te encuentras? ¡He estado pensando en ti!”, dijo apresuradamente. Le describí la persecución a la que se había visto sometida mi familia y por lo que había pasado. Le conté que mi hija se había visto obligada a abandonar la escuela secundaria justo antes de su graduación y que debido a eso quizás ya no podría ser admitida en ninguna universidad.
Expresó con preocupación: “¡¿Cómo va a poder acceder a la universidad si no puede prepararse en ninguna escuela?! El partido comunista chino es algo horrible si persigue a personas como tú. Deja que te ayude. Te ayudaré para que tu hija pueda ir a la escuela”. Continuó diciendo: “Ellos [el estado y los medios de comunicación] dicen que Falun Gong [los practicantes] se suicidan en la plaza de Tiananmen. Sé que no es cierto. Les cuento a todos que Falun Gong es bueno y que eres una buena persona”. Las lágrimas corrieron por mis mejillas.
Algunos años después volvimos a encontrarnos. Le conté que mi hija fue admitida en una buena escuela gracias a su ayuda y que nuestra familia va a mejor. Se alegró por mi: “Aún recuerdo lo que me decías: Falun Dafa es bueno. Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”, me mencionó. Conversamos y reímos juntas como lo harían dos viejas amigas.
Han pasado algunos años desde nuestro último encuentro pero aún sigue emocionándome recordarla declarar en voz alta: “¡Falun Dafa es bueno, tú eres una buena persona!”.