(Minghui.org) Hace un momento, repentinamente, había vuelto a ser incapaz de comer carne. Este estado se me ha reflejado en algunas ocasiones durante mi cultivación. Esta última vez me sirvió para mirar hacia dentro más profundamente y encontrar el motivo por el que quiero comerla.
Cuando no podía comer carne, mi mente seguía pensando muy concentrada que quería comerla. Cada vez que se acercaba la hora de comer y pensaba en preparar algo, mis pensamientos fluían rebosantes de comidas que contenían carne. Así fue como caí en la cuenta de que mi apego a la carne había emergido de nuevo.
Esta situación me dejó perplejo durante algunos días. Este apego se había ido y había vuelto. Entendí que no había renunciado a él por el mero hecho de dejar de comer carne hace tiempo. Entonces sucedió algo al estudiar 'La cuestión de comer carne' de la 'Lección Séptima' de Zhuan Falun:
“Por eso, a lo largo de la historia, los monjes elevados también han visto que el asunto de comer carne no es un problema clave para el hombre, que el punto clave está en poder dejar o no ese corazón y que sin el apego se puede comer cualquier cosa para llenar el estómago”.
Las palabras 'llenar el estómago' se destacaron especialmente. Me di cuenta de que comer solo debería servir al propósito de llenar el estómago. Esto me hizo preguntarme si mi apego consistía realmente en solo comer carne o había algo más.
En la sociedad materialista actual, la gente persigue deliberadamente la emoción y el placer que proporciona la comida y la bebida. Incluso cuando hablan sobre eso usan palabras que suenan bien. Aunque desde que empecé a cultivarme, cuando era muy joven, me resistía conscientemente al seductor estilo de vida basado en comer y beber bien. Ahora, durante estos años de vida en sociedad, sin saberlo, me había dejado arrastrar adentro.
Entre las comidas de empresa, las reuniones con compañeros de clase, los banquetes de boda o las comilonas diarias con colegas, me había ido alejando, cada vez más, de la idea de sencillamente 'llenar el estómago'. Comer se había vuelto una parte placentera de mi vida. Así que cuando satisfacía mi apetito, me estaba dejando atrapar por las seducciones comunes. Además, los restaurantes cobran un precio elevado por los platos que contienen carne. Se había convertido de forma imperceptible en un apego a la carne que satisfacía habitualmente.
Cuando salía a comer con cultivadores, normalmente elegía un restaurante en el que sirvieran un plato de arroz con fritura de verduras. A veces, observaba que a algunos de los practicantes más mayores no les gustaba gastar su dinero en comer fuera. En todas las ocasiones, miré hacia fuera y me quejé de ellos porque eran demasiado austeros y vivían apegados a los intereses materiales. Después incluso compraba más bebidas y otras cosas, como postres, delante de ellos, para demostrarles que yo no estaba apegado, como ellos, al interés propio.
Volviendo la vista atrás, vi lo ridícula que fuero mi manera de actuar cuando dejaba que me controlara mi apego al placer. Incluso pensaba que me había cultivado mejor que los demás en ese aspecto. Creo que este problema es algo común entre los más jóvenes, entre la gente de mi edad. Por poner un ejemplo, cuando cenábamos fuera, pedíamos cualquier tipo de comida que queríamos comer ese día en un bonito y cómodo restaurante. También pedíamos bebidas y postres después de la comida. No sentíamos ningún escrúpulo ni que hubiera nada de malo al hacerlo. Nuestras comidas, habitualmente, se alargaban durante una o dos horas. Hacer las cosas, del mismo modo que la gente común que nos rodea, se convirtió en una cosa normal en nuestras vidas.
El apego al placer fue impregnando gradualmente otras facetas de mi vida. Con respecto a los productos electrónicos, una computadora de escritorio dejó de ser suficiente para mi. Necesité una portátil. Después dejó de ser suficiente y compré una tablet. Esto también dejaría de ser suficiente, y necesité adquirir dos y tres celulares.
¿Por qué necesitaba tantas cosas? Pensé que la computadora portátil me resultaría práctica cuando me sintiera agotado. Me echaría sobre la cama y navegaría por la web. Cuando me apeteciera escuchar música y ver vídeos, usaría la tablet. Si quería conectarme a WeChat o a QQ (redes sociales), o hacer llamadas telefónicas, usaría mi celular. ¿Por qué necesitaba tantos celulares? Porque quería que mi celular tuviera siempre el último y más rápido sistema de procesamiento del mercado. Todo esto intensificó, de nuevo, mi apego a la pereza y me hizo sumergirme aún más profundamente en Internet. El tiempo se me pasaba volando cuando me entretenía jugando con estos dispositivos electrónicos.
El apego al placer material también se reflejaba a la hora de adquirir los mejores productos. En cuanto veía cosas interesantes, quería comprarlas, aunque no me resultaran de mucha utilidad: ropa, artículos del hogar... Compraba las mejores cosas posibles a un precio asequible, ya que debido a mi nivel adquisitivo no podía permitirme perseguir las grandes marcas.
La excusa que me daba era que las cosas caras eran de mejor calidad y que con toda probabilidad tendrían una vida útil más prolongada. Esto me hacía visitar el sitio web TaoBao e ir a centros comerciales cada cierto tiempo.
Hace algunos días leí un artículo escrito por otro practicante llamado 'La niebla tóxica asola China y Pompeya queda enterrada bajo el polvo'. Comprendí que fue el placer llevado al extremo que perseguía la gente de la anciana Pompeya en cuanto a comida, bebida, ropa y juegos, lo que causó su rápida destrucción. Esta lección me produjo pánico por el hecho de que yo también había fallado y no había llegado a reconocer hasta ahora mi apego al placer.
El Maestro nos enseñó en la 'Lección Séptima' de Zhuan Falun:
“Mientras más amarguras soporte el monje menor, más fácilmente se le abrirá su gong, y cuantas más comodidades goce ese monje superior, más difícil le resultará abrir el gong, porque esto conlleva la cuestión de la transformación del yeli”.
Como cultivador, necesito requerirme con estándares aún más altos, no puedo seguir persiguiendo el placer como hace la gente común. Esto acabaría destruyendo mi deseo de cultivarme, a la vez que incrementaría mi pereza, mi apego a la comodidad y mis tribulaciones.
Espero que más practicantes que tienen el mismo apego sean capaces de reconocerlo y solucionarlo. No se consientan caprichos en cada aspecto de sus vidas, porque esto desarrollaría una brecha enorme en su práctica de cultivación.