(Minghui.org) Un día vi a un anciano empujando su taxi triciclo; era alto y corpulento. Por su apariencia, supuse que debía ser de la etnia Hui, porque llevaba puesta una gorra dorada con flores de encaje, que es un símbolo de la etnia.
Me acerqué hasta él y le pregunté: “¿Puedes llevarme?”.
Quería contarle sobre Falun Gong y la persecución, así que cuando me preguntó a dónde iba, le dije que necesitaba ir bastante lejos.
Después de subir al triciclo le pregunté si tenía planes de jubilarse. Me contestó: “No, no tengo. Sin dinero ni contactos, ¿cómo podría hacerlo?”.
Le dije: “El partido comunista chino (PCCh) dice que “salvo al pueblo chino”, pero eso no es compatible con los ancianos. De hecho, vive a costa de las personas, y es corrupto y degenerado. ¿Escuchó usted sobre renunciar al PCCh y a sus organizaciones afiliadas por el bien de su propia seguridad?, le pregunté. “O a lo mejor ya renunció”.
Testigo de los crímenes del PCCh
Mi pregunta lo puso a hablar: “Podría contarle sobre los crímenes del PCCh durante días y noches. De hecho, mi vida sirve de testimonio. Cuando era muy joven, por ejemplo, pasé por movimientos políticos como el gran salto adelante y la gran hambruna. Durante esos años, mis cuatro hermanos y hermanas murieron de inanición, y yo fui el único niño que quedó.
“Mi madre me tomó y nos escapamos. Mendigábamos en donde sea que estábamos, y subsistimos de las raíces y cortezas de las plantas. Cuando comenzó la revolución cultural, mi madre fue obligada a establecerse en el campo y más tarde murió de una serie de enfermedades en la zona rural porque no teníamos dinero para tratamientos.
“Quedé solo y sin sostén, así que traté de encontrar a una esposa. Me ganaba la vida haciendo tortas de semillas de sésamo. El PCCh es tan despiadado que lo odio desde el fondo de mi corazón. El Cielo va a destruirlo, y espero que suceda pronto”.
Aprendiendo sobre el movimiento de renuncia al PCCh y sobre la persecución
Le conté que el PCCh en verdad está enfrentando su destrucción, y que cualquiera que esté afiliado al mismo también correrá peligro cuando llegue ese día.
Él dijo que nunca se había unido a ninguna de sus organizaciones.
Me puso feliz escucharlo y traté de ayudarlo a que supiera más sobre Falun Gong. “Nosotros, los practicantes de Falun Gong, somos buenas personas que cultivamos Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Debido a que el PCCh tiene miedo de las buenas personas, y somos tantas, nos está persiguiendo brutalmente y difamando a nuestro Maestro”.
Luego le conté sobre cómo fui detenido ilegalmente, obligado a hacer trabajo forzado y torturado en un campo de trabajo.
Defendiendo a Falun Gong
Con lágrimas en los ojos, se quedó diciendo: “¡Qué duros momentos ha soportado!”.
Cuando le hablé sobre la sustracción de órganos en vida a practicantes de Falun Gong perpetrada por el PCCh, no pudo dejar de llorar. “Quiero exponer sus crímenes y compensar las injusticias hacia Falun Gong”, dijo. “Quiero contárselo a todos, no le temo al PCCh. Gracias, practicante de Falun Gong, por sufrir tanto por nosotros. Te recordaremos por siempre”.
Cuando quise pagar el viaje después de llegar a mi destino, me dijo: “Me ha contado tantas cosas buenas y ha salvado a toda mi familia. ¿Cómo podría aceptar su dinero?
“Mi misión es salvar a las personas aclarando la verdad”, dije. “Nuestro Maestro nos pide que lo hagamos. Tú y tu familia fueron salvados; es nuestra relación predestinada. Ahora debo pagarle. Nuestro Maestro nos enseña a no aprovecharnos y a hacer todo por los otros, sin egoísmos. Y todos hacemos las cosas de acuerdo con sus requisitos”.
Con lágrimas en los ojos, dijo: “Gracias, Maestro de Falun Gong, y gracias a ti”.
Le dije que siempre recitara: “Falun Dafa es Bueno; Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”. Y repitió las frases varias veces.
Cerca de dos meses después, me encontraba empujando mi bicicleta rodeado de una multitud de personas cerca del medio día. Escuché que alguien gritaba mi nombre, y entonces vi al hombre del taxi triciclo. Estaba lejos y le era imposible acercarse hasta mí con tantas personas alrededor. Así que levantó sus brazos y gritó mi nombre, y después clamó: “¡Larga vida a Falun Gong!”.
Me conmovió profundamente; su voz venía de lo profundo del corazón. Le respondí gritando: “¡Larga vida a Falun Gong!”. Y de repente, se hizo silencio en la calle, y el único sonido fue el eco de nuestras voces.