(Minghui.org) En 2007 me mudé a otra ciudad, donde salí con una nueva y joven practicante a aclarar la verdad sobre Falun Dafa y ayudar a las personas a renunciar al partido comunista chino y a sus organizaciones afiliadas.
Mientras yo hablaba, ella distribuía materiales informativos sobre la práctica. También, por separado, los entregábamos en la ciudad. Durante el día ella iba a calles locales, y yo al atardecer, a vecindarios cercanos. Complementábamos nuestros esfuerzos.
En marzo de 2012 la joven practicante fue arrestada por repartir volantes. Al ser novata, no pudo resistir la presión y dio mi nombre a la policía. No tuve ningún resentimiento. Miré para adentro y encontré que estaba lleno de remordimiento, porque había fallado en cumplir con mi responsabilidad para con un nuevo practicante. No debía haberla dejado ir sola.
Varios oficiales uniformados llegaron a mi casa y me ordenaron acompañarlos. Mi corazón no se movió. Envié pensamientos rectos para eliminar todos los factores malignos en otras dimensiones, sin un solo pensamiento sobre mí. Luego de tres horas y media, los policías partieron, pero confiscaron mi computadora e impresora.
Después que los agentes se marcharon, solo pensé en querer ir a la comisaría y enviar pensamientos rectos. La policía volvió tres días más tarde y me llevaron.
Les hablé sobre Dafa y les pedí que liberaran a la joven practicante. Les dije que era una niña que había tenido una vida miserable y mala salud. Después de practicar Dafa, se recuperó y quiso aclarar la verdad a las personas en su ciudad natal, así podrían beneficiarse de Dafa. Me escucharon sin decir una palabra.
Dentro de la repartición, envié pensamientos rectos y no cooperé. Al final, cerraron el caso.
Un miembro de la oficina 610 dijo: “Fuiste muy racional. Dijiste lo que debías y nada que no debías decir. Soy un hombre de palabra. Puedes ir a tu casa”.
Me dijo que me vería en una conversación privada en el futuro. Finalmente, salí de la comisaría con la cabeza bien alta.