(Minghui.org) Mi corazón se conmovió cuando leí las recientes enseñanzas de Shifu sobre la compasión, como un recordatorio hacia mí por un incidente que ocurrió hace 4 años cuando fui ilegalmente sentenciada.
Tanto mi esposo como yo fuimos arrestados y detenidos en un centro de detención temporalmente durante un arresto masivo de practicantes en noviembre de 2011. Una mañana, escuché gritos y maldiciones en otra celda donde entraban y salían los guardias.
El jefe de nuestra celda nos dijo que una asesina con problemas mentales iba a ser transferida a nuestra celda porque ésta tenía una cama con las restricciones necesarias. Cuando escuché esto, me dio miedo.
Efectivamente, trajeron una mujer a nuestra celda y ataron sus piernas y manos a la cama. Luchaba y maldecía todo el día hasta la noche, cuando por cansancio se dormía.
No se despertaba hasta el otro día al mediodía. Nos preocupamos de que pudiera estar muerta así que llamamos al guardia. Luego se la llevaron de la celda.
En ese momento, un pensamiento vino a mi mente: “Dejen que esta vida muera”. Pero pronto la regresaron a la celda.
A todos los detenidos los hacen quedarse quietos en cierto momento del día. Esta mujer se sentó frente a mí. Siempre usaba ese momento para enviar pensamientos rectos. Por varios días, mientras enviaba pensamientos rectos estaba casi en un estado de tranquilidad, ella me gritaba: “¡Te mataré!”. Realmente me asustaba.
Sin embargo, trataba amablemente a otra señora mayor, una practicante de Falun Dafa de la ciudad de Harbin. Cuando esa practicante hizo huelga de hambre para protestar por su detención, la mujer cuidaba de ella y guardaba su propia comida para alimentarla. Yo estaba totalmente despistada, no entendía por qué era tan amable con esta practicante.
Un día, la practicante anciana estaba compartiendo sus entendimientos conmigo y me preguntó qué pensé cuando la mujer estuvo a punto de morir. Le dije que deseé que muriera.
“Oh, ahora entiendo”, dijo. “Es su lado que entiende el que te odia. Yo en ese momento estaba pensando ‘Por favor salven esta pobre vida. Dejen que sepa que Falun Dafa es bueno’. Creo que es su lado que sabe el que me aprecia”.
Me enteré que la mujer había sido violada por su padre, así que lo mató y se volvió loca. Sentí pena por ella y me di cuenta de que estaba siendo egoísta y no tenía compasión. Cuando desarrollé compasión hacia ella, dejó de amenazarme con matarme.
La semana siguiente fui interrogada. Sin importar con qué me amenazaran, incluso con despedirme del trabajo, me negué a hablar.
Alrededor de las 4 p.m., un guardia me dijo que otro practicante le había contado que mi esposo y yo les habíamos enseñado a otros practicantes a enviar mensajes de texto a la gente con información de Falun Dafa y la persecución.
Me sentí traicionada porque un practicante y amigo cercano nos hubiera entregado. No encontré nada de compasión en mí. Los guardias comenzaron a torturarme. Sufriendo y con la mente confusa firmé un documento.
A las 8 p.m. cuando me llevaron de nuevo a la celda, otras practicantes y reclusas estaban preocupadas por mí, viendo que había sido torturada. Mientras me hacían masajes en el brazo adormecido, compartieron conmigo y me ayudaron a recobrar confianza y pensamientos rectos.
Acostada en la cama esa noche, pensé en todo el proceso interrogatorio y me di cuenta que no manejé bien la situación. El poema de Shifu vino a mi mente:
“Los discípulos del Fa sufren la tribulación demoníaca
Los que son arruinados son las multitudes de seres”
(Vida tras vida naciendo por ello – Hong Yin III)
Me di cuenta de que, aunque las viejas fuerzas nos enviaron a mi esposo y a mí a prisión, su verdadero propósito era destruirnos. Pensé: “No acepto esta persecución impuesta por las viejas fuerzas. Solo seguiré los arreglos de Shifu”. Comencé a enviar pensamientos rectos para limpiar mi dimensión de demonios podridos y espíritus perversos que controlaban a los guardias.
Fui interrogada varias veces más. Les dije a los guardias que la tortura es ilegal y que estaban violando la ley. También les conté sobre Falun Gong y la persecución y envié pensamientos rectos con compasión. Su actitud cambió de defenderse y evadirse a ser amables.
Mientras estaba detenida, continué aclarando la verdad a las otras reclusas y las insté a que renunciaran al partido y sus organizaciones.
La experiencia de arriba me mostró el poder de la compasión y a menudo me recuerda ser compasiva con la gente a mi alrededor, incluyendo los policías con los que entro en contacto.