(Minghui.org) La Sra. Tang Tianmin de la ciudad de Luzhou, provincia de Sichuan, regresó a casa recientemente después de soportar tres años de tortura en la prisión de mujeres de Sichuan. En 2012, fue sentenciada sin el debido proceso legal por hablar en público sobre la persecución a Falun Gong.
Antes de su última ordalía, la Sra. Tang de 60 años, fue enviada dos veces a campos de trabajo forzado por un total de tres años y medio entre 2004 y 2010. Fue arrestada de nuevo en 2011 y sometida a intenso lavado de cerebro.
Mientras estuvo encarcelada por su creencia, fue testigo de cómo el régimen comunista motivaba a los funcionarios de seguridad pública, policías, y guardias e incluso a los reclusos, a abusar de los practicantes de Falun Gong a voluntad. Ella siente pena por estos perpetradores, quienes fueron usados por el régimen en su campaña para erradicar a Falun Gong. Desde su punto de vista, ellos también son víctimas de la persecución.
La Sra. Tang dijo: “Siempre los traté con compasión y aproveché cada oportunidad para decirles qué tan mala es la persecución”. Varios guardias y reclusos dejaron de torturarla. Uno estaba asombrado con la bondad y resistencia pacífica de ella, y decía: “Eres verdaderamente asombrosa por haber soportado por todo lo que atravesaste”.
El día anterior a ser liberada, alguien le preguntó cuáles eran sus planes para el futuro. Frente a los guardias y muchos otros, declaró: “Voy a demandar a Jiang Zemin por haber comenzado la persecución”.
Habiendo recobrado su libertad, la Sra. Tang recuenta las que cosas que tuvo que atravesar desde su arresto en 2012, el primero para llevar a Jiang a la justicia.
Lo siguiente es el relato personal de la Sra. Tang.
Sentenciada a prisión sin el debido proceso
Mientras hablaba con la gente sobre Falun Gong en el municipio de Quba, condado de Naxi en abril de 2002, fui arrestada y llevada al centro de detención del condado.
Varios meses después, de la nada, me dijeron que me iban a enjuiciar ese día. No tenía idea de qué cargos se habían presentado contra mí, y nunca me dieron la oportunidad de buscar representación legal.
En la sala de la corte, vi unas 20 personas completamente extrañas para mí sentadas en la audiencia. No había nadie conocido, mi familia no había sido notificada del juicio.
El fiscal se apresuró para llegar a los cargos; me quejé de que no había entendido lo que había dicho. No me dieron ninguna copia de las acusaciones antes del juicio y no sabía cuáles eran los cargos. Cuando el fiscal dijo que Falun Gong era una secta, objeté inmediatamente.
Hablar con la gente sobre mi creencia y ejercitar mis derechos constitucionales a la libertad de creencia y religión fue descrito como “criminal”. Ninguno de los seis “testigos” que llamó el fiscal aparecieron. No me informaron antes del juicio, que, por ley, tengo derecho a defenderme yo misma, ni tampoco me dieron la oportunidad de hacerlo.
Cuando el juez anunció que sería sentenciada de tres a siete años en prisión, declaré que era inocente y no había violado ninguna ley. Le pregunté al juez: “¿Es este juicio justo?”.
Más de un mes después me entregaron el veredicto donde me enteré que había sido sentenciada a tres años de prisión. El funcionario de la corte que me entregó el papel no mencionó nada sobre mi derecho a contratar un abogado o apelar la sentencia. Escribí en un documento: “El partido comunista chino es una secta perversa. Falun Dafa es una vía recta de cultivación”.
Repentinamente me transfirieron a la prisión de mujeres de Sichuan en Yangmahe, ciudad de Jianyang. De nuevo, ninguno de mis familiares fueron notificados. Se enteraron de mi traspaso y de que estaba a punto de morir por un artículo en Minghui meses más tarde.
Torturada en la prisión de mujeres de Sichuan
Me colocaron en el pabellón Nº 4. Me decidí no cooperar, porque no cometí ningún crimen y no pertenezco en la prisión. Sin importar cuán mal me trataron, me negué a cumplir con las directivas de los guardias.
Me negué a copiar y memorizar las reglas y regulaciones de la prisión. No contesté cuando llamaban mi nombre. No pedí permiso para ir al baño como ellos dicen, incluso si tenía que hacerme en los pantalones. Nunca canté las canciones de propaganda del régimen comunista como los demás reclusos.
Los guardias instigaron a los reclusos a torturarme en un intento de “transformarme” y hacer que renuncie a mi fe. No eran principiantes torturando practicantes de Falun Gong, sufrí tanto los primeros cinco meses.
1. Privación del sueño
Me vigilaban todo el día y no me dejaban dormir. Los primeros cinco meses, me quedé en la celda mientras los demás trabajaban en talleres durante el día.
A la noche, me hacían parar o sentar en el pasillo o en la escalera y no me permitían dormir. Solo dormía unas horas a veces, y algunas veces nada. Tenía tanto sueño que a veces me dormía mientras caminaba, me caía y lastimaba.
2. Ropa ceñida
En vez de esposas, se usaba una ropa especial para colgar a los practicantes en la prisión. Estaba hecha de cuero y tenía mangas largas. Después de ponértela, los brazos de la víctima se levantan y las magas se atan a la cama. Los brazos comienzan a doler casi inmediatamente, y el dolor agudo en el pecho también es común.
Un día, cuando no contesté mi nombre, me colgaron toda la noche así. Para poner más presión sobre mí, un guardia llamado Deng no permitió que el resto del pabellón durmiera, eran unas 200 reclusas. Le dije que no implicara a otros, así que me puso esa ropa especial y me colgó toda la noche. Se negó a darme su número de policía cuando se lo pedí.
3. Abuso físico
Varias reclusas una vez me llevaron a una oficina y me empujaron contra una mesada. Separaron mis piernas y me patearon en mis partes privadas. Me dolió tanto que parecía que mis huesos estaban rotos. Dos veces me agarraron el pelo y empujaron mi cabeza dentro de un balde de agua, fueron los minutos más largos de mi vida. Fue tan horrible que quería morir.
Golpizas y bofetadas eran comunes. Una vez, una reclusa llamada Jiang Haixia me empujó en un baño y me abofeteó decenas de veces. Un guardia una vez ordenó que todas las reclusas me golpearan. Una de ellas no quería lastimarme, pero Peng Hong la jefa de la celda, la forzó a hacerlo.
Las reclusas asignadas para vigilarme una vez me agarraron del cuello y me ahorcaron casi hasta matarme. Muchas veces, me jalaban del pelo y golpeaban mi cabeza repetidamente contra la pared. Aún hasta hoy sufro los efectos, me duele la cabeza y tengo mareos y dificultad para recordar las cosas. Mi mente no es tan ágil como solía ser.
Ellas también a veces se paraban sobre mis dedos y los aplastaban contra el suelo. Dos reclusos una vez me levantaron y luego me tiraron contra el suelo. Mi espina quedó adormecida.
Recuerdo un día helado de noviembre, cuando las reclusas que me vigilaban fueron al baño y me tiraron agua helada encima. Alrededor de una docena de ellas se turnaron para echarme agua. Mucha gente del pabellón se juntó alrededor para mirar lo que pasaba.
Según las reglas de la prisión, está prohibido abusar físicamente de otros reclusos. Todos los reclusos tienen que saber las reglas de memoria porque es algo que les piden memorizar. No obstante, están rompiendo las reglas abiertamente. Una reclusa una vez me dijo: “Si los funcionarios de la prisión no hubieran dado el visto bueno, nadie se atrevería a hacerlo”.
Los guardias que instigaron que otros reclusos torturen a practicantes incluyen a Li Mingde, Zhang Qing y otra llamada Gao.
4. Hambre
Después de llegar a la prisión me hicieron pasar hambre por un mes. Los guardias me dijeron: “¿Tienes hambre? Toda la comida la provee el partido. No hay nada para tí". Yo les dije: “A la comida la pagan los contribuyentes”.
Solo me daban dos comidas por día, unos 50 gramos de arroz sin verduras ni nada. Mi peso cayó de 45 kilos a 30. Estaba piel y huesos. Tenía que juntar todas mis fuerzas solo para levantarme de la cama al baño. En un punto, estaba tan débil que no podía vestirme ni caminar. Incluso uno de los funcionarios comentó que asustaba de tan delgada que estaba.
No me dieron agua ni comida durante todo el día de la víspera de año nuevo. Otra reclusa, a quien conocí durante mi detención en el centro de detención de Luzhou, se acordó de cómo cuidé de ella cuando estaba enferma y me dio un pedazo de caramelo cuando los guardias no estaban mirando.
Para protestar por el trato ilegal, hice una huelga de hambre que eventualmente terminó con el hambre. Cinco meses después cuando me hicieron trabajar para el taller, no podía caminar, tres reclusas me tenía que llevar todos los días hasta el taller.
5. Muestras de sangre
Me sacaron sangre varias veces, supuestamente para un examen físico. A pesar de mi objeción me retenían contra el piso para sacarme la sangre.
6. Tentada con dinero
Un funcionario de la ciudad vino a hablarme en la prisión. Me dijo que el edificio donde yo vivía estaba por ser demolido y que, si yo firmaba una declaración de que no practicaría más Falun Gong, me darían un departamento más grande y 25.000 en compensación. Le dijo que no escribiría esa declaración.
Nunca cedí antes los intentos de “transformarme”. Permanecí firme y siempre recité el Fa. Sin importar cuánto dolor físico tuviera, y cuan desorientado o inconsciente estuviera a veces, permanecí firme en mi fe hacia Dafa.
Cuando los tres años de sentencia terminaron, me negué a firmar ningún papel, porque fue una sentencia ilegal.
Escribo este artículo con mis experiencias para dar testimonio de la despiadada persecución contra Falun Gong.