(Minghui.org) Tengo 73 años y comencé a practicar Falun Dafa en 1997. Quiero compartir algo extraordinario que pasó en agosto de 2014.
Me torcí el tobillo derecho, se hinchó y dolía mucho. Pensé, “Soy un practicante de Falun Dafa” y lo ignoré. En pocos días el dolor se trasladó hasta el cuarto dedo del pie, y nuevamente lo ignoré. Dos días más tarde, era la planta del pie la que me molestaba, al punto de tener miedo de caminar. Pensé, “es una ilusión” y envié pensamientos rectos para destruir lo que sea que me estaba atacando.
En lugar de preocuparme, hice folletos, volantes y etiquetas de Falun Dafa, y fui a distribuirlos. Consideré que debía prestar atención a la imagen de un practicante, por lo que caminé lentamente como si estuviera dando un paseo.
Era difícil subir escaleras, pero no me desanimé y lo hice a pesar del dolor. Cuando finalmente llegué al quinto piso, estaba muy transpirada y pensé que debía tomar un descanso; pero no era un buen lugar para detenerme, por lo que distribuí materiales de puerta en puerta mientras enviaba pensamientos rectos.
Cuando terminé, me sentí relajada, como si flotara, y no tenía mucho dolor en el pie. Supe que pasé la prueba: el Maestro soportó el dolor por mí y me alentó a ser diligente.
A la mañana siguiente alrededor de las 7 a.m., un Falun giró cerca del lado derecho de mi cuello por cinco minutos. Sentí que la piel y las costillas eran estiradas por dos manos, pero no dolía. Debido a mi problema de espalda, me encorvaba al caminar, al estar sentada o parada; pero desde que vi el Falun, puedo enderezarla.
Poco después, eructé por alrededor de cuatro minutos, y mi cuello se recuperó. Antes era muy doloroso girar o inclinar la cabeza. Ahora esos problemas se han ido.
Sé que el Maestro me cuidó. Me recuperé de tres diferentes problemas físicos.
El Maestro dijo:
“Con los dizi repletos de pensamientos rectos, el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo” (“Bondades entre el Shifu y los dizi” en Hong Yin II)
Mis ojos se llenaron de lágrimas. Aprecio profundamente lo liviano que se siente el cuerpo cuando uno no tiene problemas físicos.
El Maestro hizo y sufrió demasiado por mí. Está a mi lado y me protege en todo momento. No tengo palabras para expresar cómo me siento. Él me ayuda paso a paso a avanzar en el camino hacia lo divino.