[Minghui Net] Shanghái es una ciudad grande y moderna con una reputación glamurosa. Pero ahí no hay nada de atractivo sobre arrestar y detener a la buena gente por repartir literatura. El 9 de junio, un informante anónimo llamó a la policía para informar que la practicante de Falun Gong, Guan Longmei, de 62 años, estaba repartiendo información sobre la persecución a Falun Gong por parte del partido comunista chino (PCCh). Esto sucedió en el distrito de Jinyang, de Pudong, en Shanghái. La Sra. Guan fue condenada a un mes de arresto. Las autoridades también saquearon su domicilio y se llevaron docenas de libros relacionados con Falun Gong y más de 100 DVDs de los últimos espectáculos de Shen Yun Performing Arts.
Ese arresto y detención es solo el último de una serie de arrestos y detenciones de los que ha sido objeto durante los últimos 15 años. En septiembre de 2001, fue condenada a trabajo forzado en el campo de trabajo forzado para mujeres de Qingpu, durante dos años donde soportó lavado de cerebro y tortura.
Fue coaccionada para que renuncie a su creencia a través de tortura, pero después escribió una declaración solemne para anular su renuncia. Para castigarle por esta declaración, el líder de equipo, Xu Jiejie, ordenó a un guardia que la colgara de sus muñecas esposadas delante de una ventana abierta con exposición al norte y con la camisa desabrochada. El implacable frío le hizo gritar de dolor. Xu ordenó a un recluso toxicómano que le metiera en la boca un calcetín sucio. Un guardia llevó cinta aislante y le dijo al recluso: “Séllale la boca con cinta si grita de nuevo”.
Ilustración de tortura: Colgada.
El primer día de su detención la dejaron colgada durante once horas. Cuando le soltaron, tenía las manos tan doloridas que no podía ni ponerse los pantalones. Luego la esposaron a una cama por la noche y no le dejaron salir de la cama ni para usar el baño. No podía dormir por el dolor. Al día siguiente le dejaron ocho horas colgada. El tercer día, la metieron en una habitación solitaria pequeña y la esposaron a la cama por ocho noches consecutivas. Perdió tanto peso que solo era piel y huesos.
Su segunda detención fue por seis años y medio. Siete agentes de policía irrumpieron en su habitación el 3 de junio de 2006 y la saquearon. En enero de 2007, el tribunal de Hongkou, en Shanghái, la condenó a la prisión para mujeres de Sonjiang.
Durante su detención, fue sometida a lavado de cerebro y obligada a hacer trabajo forzado. La torturaban todos los días, no solo el personal de prisión, sino también su marido e hijo que la llamaban todos los días.
Esta vez nada pudo cambiar su creencia. Declaró a los guardias: “ólvidense de lavarme el cerebro. Nunca renunciaré a mi fe aun si me asesinan”.