[Minghui.org] Tengo setenta años. Empecé a practicar Falun Dafa el 7 de octubre de 1997. Debido a la propaganda del partido comunista solía ser atea y no creía en Fo ni dioses. Sin embargo, una experiencia milagrosa cambió mi perspectiva.
En 1992 nos enteramos de que un maestro de Qigong de Shanghái estaba llegando a nuestra ciudad. Mi marido compró varias entradas porque mi suegro tenía una grave enfermedad y mi marido quería que se beneficiara de este seminario de qigong. No compró una entrada para mí porque yo no estaba interesada y no quería ir. Cuando llegó el día, la hermana de mi marido llamó y nos dijo que ella no podía ir.
Haz de luz amarilla
Mi suegra y mi marido insistieron en que fuera al seminario así que fui a regañadientes. Esa noche, cuando me fui a dormir, vi un rayo de luz amarilla cayendo sobre mi cama a través de la ventana. Todo mi cuerpo estaba bañado en la luz. Me levanté y fui al balcón, y vi a un hombre con una túnica amarilla sentado en el cielo irradiando una luz intensa. La luz amarilla salía de Él.
Sorprendida, desperté a mi marido y le dije: “Mira, hay un hombre en el cielo con una túnica amarilla. Todo su cuerpo está emitiendo luz. ¡Su luz brilla en nuestra cama!”. Se levantó de la cama y fue al balcón. Se quedó un rato mirando el cielo, luego regresó y dijo: “No puedo ver nada. ¿Es el maestro de qigong que has visto hoy?”, le dije, “No, no es él. Aquel era pequeño y delgado. La gente tenía que ayudarlo a caminar.
No, no es la misma persona. Este hombre era alto y grande, sentado en posición de loto, con las manos colocadas en la parte superior de sus piernas. Estaba sentado en el cielo. ¿Cómo podía sentarse en el cielo?”. Mi marido no podía verlo y no me creía, así que volvió a la cama.
No me podía dormir. Me acosté en la cama con las luces amarillas brillando sobre mí. Me sentía muy cómoda, pero sentí miedo al ver que las luces no se iban. ¿Qué tenía que hacer? Tiré la manta sobre mi cabeza y cerré los ojos pero no funcionó. Todavía sentía la luz amarilla como si mis ojos estuvieran abiertos. Me levanté de la cama y me tumbé en el suelo con la manta encima, pero eso tampoco funcionó. Saqué toda mi ropa del closet y me metí en el armario, pero las luces todavía brillaban sobre mí. Fui a la cocina y puse un wok de hierro sobre la cabeza, pensé que seguramente eso iba a mantener alejadas las luces amarillas, pero no funcionó. Me puse nerviosa. Dondequiera que iba las luces amarillas me seguían. No sabía qué hacer. Eran las 3:30 de la madrugada. No tuve más remedio que dejar que la luz brillara sobre mí, así que me fui a la cama.
Al día siguiente fui a trabajar y pregunté a mis colegas: “¿Han visto a un hombre sentado en el cielo con una túnica amarilla radiante con luces amarillas a las 10:30 de la noche? Me dijeron que no lo vieron. Algunos preguntaron si estaba soñando. Le dije: “No, no era un sueño. Las luces todavía están brillando sobre mí ahora”. Ellos no me creyeron. Algunos dijeron: “Tú eres atea y no crees en nada. ¿Por qué estás tan supersticiosa? "Me sentí ofendida y desamparada, pero no podía darles ninguna prueba. Me miraron con cinismo y me hablaron con sarcasmo.
No era capaz de explicarles con claridad. ¿Por qué me había topado con una cosa así? Solía encasillar a la gente que creía en los Fo o en los tratamientos de qigong como “supersticiosos”. Ahora lo había experimentado personalmente. Me pregunté, ¿Era cierto o falso? Ellos pensaban que era falso, pero lo había visto y experimentado y las luces seguían brillando sobre mí en ese momento. Sentía que era real pero, ¿por qué los demás no lo experimentaban? No podía entenderlo, así que dejé de hablar de ello para evitar el sarcasmo de los demás. Yo solía tener la misma actitud que ellos demostraron hacia mí. Ahora tuve un cambio radical en mi corazón. Esto era tan real. ¿Cómo no iba a creer? Sí, lo creía.
Un día mientras andaba en bicicleta, sentí calor con las luces brillando sobre mí, pero no sudé. Grité: “Shifu”. Fue tan fuerte que la gente a mi alrededor se dio vuelta para ver. Me avergoncé y bajé la cabeza. No sabía qué decir. Las luces amarillas permanecieron conmigo durante 18 días antes de que gradualmente desaparecieran. Me decidí a buscar a este Shifu. Empecé a interesarme en los cuentos de hadas, y fui a seminarios de maestros de qigong, pero todavía no podía encontrar a mi maestro.
Yo había sido esterilizada en 1985. El médico dañó mi apéndice durante la operación y luego tuve que operarme el apéndice. El apéndice se infectó. En los siguientes años tuve en total unas seis o siete operaciones, y unas cuantas cicatrices en el estómago. También sufrí secuelas: Una vez al agacharme, un coágulo de sangre apareció en el lugar de la cirugía de apéndice y era incómodo. Además sufría de artritis y tomé más de 200 dosis de medicina herbal china, pero no mejoraba. Sufrí de ptosis así como de atrofia capilar cerebelosa. Estaba constantemente yendo al médico pero mi salud se volvía cada vez más débil. No había ni un solo día en que me sintiera cómoda.
En octubre de 1997 una de mis vecinas me dijo: “No te ves bien. ¿Quieres venir conmigo a practicar algunos ejercicios?”. Le pregunté qué tipo de ejercicios eran. Ella dijo: “Falun Gong. Es muy bueno y gratis. Los practicantes son todos muy amables”. Le dije: “Ok, voy a ir”.
Encontrando finalmente a Shifu y a Falun Gong
A la mañana siguiente, en el sitio de práctica, la asistente me enseñó los movimientos de los ejercicios. Sentí como si me hubiera encontrado con una parienta que no había visto en mucho, mucho tiempo. Amablemente corrigió mis movimientos. Sentí mucha calidez en mi corazón.
Ella me mostró una gran imagen con las ilustraciones y explicaciones de los movimientos de los ejercicios. Cuando vi las ilustraciones y fotos del quinto ejercicio me quedé paralizada, “¿No es ese el Shifu que vi sentado en el cielo en el año 1992? ¡Dios mío! ¡Finalmente lo encontré!”. No podía contener las lágrimas. Mi corazón latía con fuerza y mi cuerpo se estremeció. No pude hablar por un rato.
La asistente me preguntó qué me pasaba. No le hablé hasta que me calmé. Le dije: “Este es el Shifu que he estado buscando”. Le expliqué todo el incidente de 1992. Ella dijo: “Tienes una relación predestinada”. En ese momento me mentalicé con la idea de seguir a Shifu hasta el final y no flaquear en ninguna circunstancia.
Desde entonces he estudiado el Fa y practicado los ejercicios todos los días, y ayudado a la asistente a colgar las ilustraciones de los ejercicios en el parque. En las mañanas de invierno vi a Shifu de pie junto a nosotros con los pies descalzos. Pensé que si Shifu no tenía miedo del frío, entonces yo tampoco tendría miedo del frío.
Durante unos días sentí que se había infectado la zona del ombligo. Luego, una cosa de color rojo oscuro salió de mi ombligo. Lo saqué con una aguja y vi que era una cosa similar a un anillo con dos pequeños cuernos. Cuando miré más de cerca, me di cuenta de que era un anillo de hilo con nudos que estuvo en mi vientre por más de diez años. Salió de repente. Desde entonces he sido capaz de inclinarme con normalidad y ya no tengo dolor abdominal. Un mes después de que empecé a practicar Falun Gong todas mis enfermedades desaparecieron. Era capaz de correr hasta la parada de autobús para ir al estudio del Fa.
Un día de invierno hacía frío con nieve. Después de terminar los ejercicios vi que sólo cuatro practicantes se habían quedado. Estaba congelada, rígida, y me moqueaba la nariz. Poco a poco fui capaz de empujar mi bicicleta a casa. Estaba temblando después de llegar a casa pero no sentía frío. Desde ese entonces, mi cuerpo se volvió liviano y sobre todo, sentí que había cambiado.
Versión en inglés disponible en: http://en.minghui.org/html/articles/2014/6/20/1719.html